Voces narrativas y rasgos temáticos en la novela

Voces narrativas

La novela es un texto polifónico, en 1ª y 3ª persona. Para dar cuenta de ellas conviene partir del epílogo, en 1ª persona, donde Alba aclara su identidad de narradora, asumiendo el designio de transcriptora y editora de una historia que ella ha reconstruido de escrituras ajenas y heterogéneas, integradas a la suya. En consecuencia, serán Trueba y Alba los dos narradores en 1ª persona que se alternan, para contar la historia: dos miradas distintas de una misma realidad. La 1ª persona se refiere a los capítulos I, II, VI y XIV que están a cargo del abuelo, que abre y cierra el relato. Por su parte, la voz de Alba domina los capítulos III, V y el epílogo. Hay unos capítulos estratégicamente situados en que las dos voces en un contrapunto enriquecedor para la historia. Finalmente, en los capítulos VII, VIII, IX, XI, XII y XIII predomina la 3ª persona, tal vez mucho más adecuada al ritmo de los acontecimientos históricos, incluso al prurito de objetividad. Este autor que recuerda al omnisciente de la novela decimonónica, se ha considerado por algunos críticos narrador retórico, puesto que presenta los hechos pero no actúa. El lector intuye que Alba enhebra e intuye también cuanto de allende hay en este personaje. Y es que se trata de un relato polifónico, mucho más que la simple alternancia de dos puntos de vista: cómo Alba reescribe la historia de la extensa saga familiar. Los cuadernos de anotar la vida de su abuela Clara, los que cruzan Blanca y Clara y en los libros de registro. El enlace generacional es la escritura: de Clara le aparece en la cárcel animándola a escribir.

Ruptura de la linealidad temporal

Al sumergirse en el yo, el escritor debe abandonar el tiempo cronológico y suplantarlo por el tiempo anímico que solo se mide por momentos de angustias o de felicidad. Al convertirlo en el tiempo humano, la nueva novela busca un mayor realismo tratando de plasmar los fenómenos de simultaneidad y de evitar falsas prioridades en el orden casual. El tiempo narrado, o tiempo de la narración y el tiempo interior al texto tal como se nos da en el acto de la lectura, que es propiamente la forma en que el narrador nos da a conocer la acción, con su orden específico e inalterable. Existen muchas variantes temporales desde esta perspectiva, donde la libertad es casi total. Otras veces se dan saltos en la cronología o se cuenta hacia atrás partiendo del presente, o se adelantan los acontecimientos que ocurrieron más tarde. En La casa de los espíritus el texto reitera ejemplos semejantes: “pero eso no fue hasta mucho y tarde”. Lo habitual es que sirvan para fijar el tiempo, siempre indirecto, pero en ocasiones adelantan acontecimientos, al modo de los folletines decimonónicos.

Rasgos temáticos

Los temas son muy importantes en el realismo mágico. Enfermedades inauditas e increíbles aparecen repentinamente sin lógica y desaparecen del mismo modo. En La casa de los espíritus, una extraña enfermedad recae en la figura de uno de los protagonistas, el mismo Esteban Trueba, lo que contrasta con su tiranía dictatorial, figura ambiciosa, violenta y machista que se va empequeñeciendo a causa de esa enfermedad. La peste de las chinchillas: “las chinchillas se contagiaron de una enfermedad privativa de las ratas y murieron todas en menos de una semana”. El tema de la soledad del dictador se entrelaza con el tema del rencor y la maldad, que tiene multifacetas semánticas, que confiere a la narrativa una ilusión que resulta sea cómica o espeluznante. Son temas del Barroco, de los cuales el realismo mágico se adueñó expresándolos en un lenguaje de colores y sabores. Sin embargo, la soledad más acusada en la figura del dictador se nos muestra la noche en que Clara le abandona y más tarde cuando muere.

Rasgos formales

1) El subjetivismo. Como ha ocurrido en general con la novela moderna, la nueva novela hispanoamericana es fundamentalmente subjetiva. El narrador se interesa por su propia existencia y por la visión de la totalidad del sujeto-objeto desde su conciencia. En la novela tradicional, el narrador estaba fuera de los acontecimientos. No hacía alusiones a sí mismo y el relato se presentaba en 3ª persona. Ahora, el narrador suele participar de los acontecimientos narrados y su subjetividad queda manifestada a través de tres maneras diferentes: a) con un papel protagónico. b) con un papel secundario. c) con un papel de mero testigo presencial. La novela moderna y la nueva novela hispanoamericana reaccionan contra la forma tradicional del narrador omnisciente, pero utilizan, si no de un modo exclusivo, sí en ciertos momentos de algunas novelas, las restantes modalidades del narrador, equiescente y del narrador deficiente en 3ª persona. Sin embargo, la forma más generalizada en esta novelística es la del narrador, dentro de la historia, cuya forma habitual, lógicamente es la del narrador equiescente, con el relato en 1ª persona. Lo que nos interesa ahora destacar es que en la nueva novelística predominan los enfoques subjetivos sobre los objetos. 2) El punto de vista de la narración. Esta incluida en la 1ª que apuntamos. El mundo exterior al yo no existe para esta novelista; para este el mundo va surgiendo del sujeto de cada uno de sus personajes, fruto de sus estados anímicos, de sus visiones, de sus sentimientos e ideas. Y a su vez esta conectada también con la pérdida del tradicional autor omnisciente. El punto de vista en la nueva novela cobra una importancia inusitada, así como una gran riqueza de perspectivas.