Vida y obra de Antonio Machado: Poesía, tiempo y compromiso

Antonio Machado (1875-1939): Vida y obra

Antonio Machado nació en Sevilla en 1875 y estudió en Madrid en la Institución Libre de Enseñanza. En 1899, trabajó en París como traductor y, en 1902, conoció a Rubén Darío. A su regreso a Madrid, frecuentó los círculos literarios de la época.

Primeras obras: Soledades

En 1903, publicó su primer poemario, Soledades, que lo reveló como un poeta excepcional. En él, aunque se reconoce la influencia de Darío, se aprecian otros rasgos, como la sobriedad expresiva y una veta romántica que lo aproxima a Bécquer. Su poesía es intimista y gira en torno a tres sentimientos existenciales: la muerte, el tiempo y Dios; es decir, una visión existencial del tiempo y del destino.

La temática de Soledades se centra en elementos como el agua, la tarde o la noria, que son símbolos de realidades profundas y obsesiones íntimas. Recibe la influencia del Simbolismo francés y del Modernismo (gusto por la silva, el dodecasílabo o el soneto, y un léxico tremendamente modernista con imágenes sensoriales y una rica ornamentación).

Campos de Castilla: Paisaje y compromiso social

En 1907, obtuvo la Cátedra de Francés del Instituto de Soria. Se casó con Leonor Izquierdo en 1909, quien falleció en 1911. Ese mismo año, publicó Campos de Castilla, una serie de retratos de paisajes y de gentes castellanas con referencias a la vida social española.

El paisaje aparece recogido en algunos poemas con una “objetividad absoluta”. Así, en la serie “Campos de Soria” o en “Orillas del Duero”; sin embargo, un estudio atento de la obra permite ver, en tales poemas, un claro componente subjetivo: Machado proyecta sus propios sentimientos sobre aquellas tierras, realizando una selección que prefiere lo recio y austero, lo épico y lo místico, o que acentúa (especialmente en la adjetivación) lo que sugiere soledad, fugacidad o muerte. Tales son las claves de su visión lírica de Castilla.

La preocupación patriótica le inspira poemas sobre el pasado, el presente o el futuro de España. En ellos se observa (junto a la ya señalada visión lírica) una visión crítica que motivó la discutida adscripción de Machado a la Generación del 98. En cambio, en poemas posteriormente añadidos al libro, la crítica ve una visión histórica progresista, animada por la nueva fe en “otra España”, “implacable y redentora”, con la que ahora se siente comprometido. Son ejemplos de ello composiciones como “Del pasado efímero”, “El mañana efímero” y “Una España joven”.

La tierra de Alvargonzález

Dentro de Campos de Castilla incluyó Machado un largo romance titulado La tierra de Alvargonzález, donde se narra la trágica historia de una familia castellana cuyos hijos mayores, deseosos de poseer la herencia, asesinan al padre. El relato se cierra al morir los asesinos a manos de una naturaleza justiciera y mágica. Machado ha sabido combinar en este poema el realismo estricto con un halo sobrecogedor: el impulso cainita latente en el corazón humano.

Proverbios y cantares

Por otra parte, en Campos de Castilla inicia Machado un aspecto de su creación que más tarde cultivará abundantemente: ese tipo de poemas brevísimos que integran la serie de Proverbios y cantares. Son, unas veces, chispazos líricos (“Nunca perseguí la gloria”…); otras, filosóficos (“Todo pasa y todo queda”…), aspecto que dominará en su libro de 1924. La mayoría surgen de esas hondas preocupaciones suyas que ya conocemos, y que ahora se envasan en formas inspiradas por las canciones populares.

Entre los poemas añadidos al núcleo inicial, hay que citar las conmovedoras evocaciones de Soria, desde lejos (ahora en el Instituto de Baeza), o de la esposa muerta; ambos temas se entretejen admirablemente en el poema “A José María Palacio”. Su corazón queda en Soria, aunque físicamente está en Baeza, en el “alto Espino”, el cementerio donde reposa Leonor.

Últimos años: Filosofía y compromiso

En 1919, se trasladó a Segovia, donde desarrolló una intensa actividad de cultura popular. Fue elegido miembro de la Real Academia Española en 1927. Conoció a Pilar Valderrama, la Guiomar de sus últimos poemas amorosos.

En estos años se incrementa su interés por la filosofía, carrera que estudiará desde Baeza, y escribe poca poesía. En 1924, publica Nuevas canciones, un libro breve y heterogéneo, una especie de muestrario: algunos poemas recuerdan a Campos de Castilla; otros son breves destellos de sentimiento; y, en fin, otros son una condensación de turbias intuiciones puramente cerebrales. Lo más característico de este poemario es el centenar de nuevos Proverbios y cantares. En ellos, lo lírico ha cedido el puesto a lo conceptual: son ahora más proverbios que cantares. Consisten en sentencias o pensamientos, frecuentemente paradójicos. Las inquietudes filosóficas de Machado han pasado a primer plano.

En los años posteriores a 1924, su producción poética es escasa: las Canciones a Guiomar, testimonio de su nuevo y tardío amor. Escritas a modo de diario poético (sin fechas, claro) en el que Machado anota sugerencias, pensamientos, sensaciones en torno a esta pasión de primavera en otoño. El amor se presenta como elaboración y recuerdo.

Guerra Civil y exilio

En Madrid le sorprende la Guerra Civil. Firme partidario de la República, tiene que trasladarse a Valencia; en un pueblecito vecino, Rocafort, vive y escribe en defensa de España. Surgen así sus Poesías de guerra, una veintena de composiciones. Entre ellas hay poemas breves, como el dedicado a la defensa de Madrid; otras, en tono de arengas, y nueve sonetos. La pieza más hermosa es “El crimen fue en Granada”, desgarradora elegía a Federico García Lorca.

Legado

La obra de Machado, muy valorada por los poetas de posguerra (Blas de Otero), es un ejemplo de poesía y humanidad por la hondura en el enfoque de los graves problemas humanos y por la identificación inigualada de un poeta con una tierra, un ejemplo de fidelidad a sí mismo y a su pueblo.