La dicotomía lengua/habla
Aunque el concepto abstracto de “lengua” pueda ser unitario, no es un concepto aplicable a la realidad, sino una abstracción. Saussure distingue entre la idea de lengua y el habla real, que es la actuación de una lengua en la práctica y que nunca es unitaria. Existen, por tanto, variedades de una lengua, hablas distintas según la época, según la procedencia de los hablantes, según el nivel sociocultural y según la situación en la que se use dicha lengua. Variedades diacrónicas, diatópicas, diastráticas y diafásicas, respectivamente. Ni siquiera el mismo hablante usa su propia lengua de igual modo en cualquier circunstancia. Usará distintas variantes de habla dentro de su lengua. En definitiva, mientras que la lengua es el sistema de signos común a todos los hablantes, las realizaciones reales, las emisiones reales de los hablantes son variaciones del habla. Para poder estudiar estas hay que clasificarlas según los criterios ya señalados.
Las variedades socioculturales
Son las diferentes hablas que se pueden agrupar con un criterio de instrucción, edad, sexo, etc., llamadas también sociolectos. Una variante de habla es la llamada jerga, tanto profesional como de grupo social y distingue a sus miembros. Jerga profesional: básicamente consiste en el uso de léxico específico o vocabulario especializado. Jerga de la delincuencia: que permite a los miembros del grupo comunicarse de modo críptico. Jerga juvenil: que diferencia a una generación de las anteriores.
Los registros lingüísticos
También llamadas variedades diafásicas, son los diversos usos de la lengua que dependen de la situación comunicativa. Están muy relacionados con el grado de instrucción del hablante, pero de modo restrictivo: es decir, el hablante culto puede adecuar su registro a todos los niveles de habla, pero el hablante poco instruido no puede adaptarse al nivel diafásico culto, ya que éste exige instrucción formal. Distinguimos entre una habla culta (uso instruido, formal, registro culto) frente a una vulgar (registro vulgar). Con unos rasgos comunes: HABLA CULTA: Desde el punto de vista fónico, tiene una elocución fluida, con variaciones tonales enfáticas y sin interjecciones. Desde el punto de vista gramatical, respeta la norma en el uso de los tiempos verbales, de la correlación de tiempos y de la conexión sintáctica entre las oraciones (usa la subordinación). Desde el punto de vista léxico-semántico, presenta riqueza léxica y precisión, evitando palabras comodín. Desde el punto de vista fónico, tiende a conseguir expresividad por el abuso de gestos, de interjecciones vulgares, interrogaciones retóricas. Desde el punto de vista gramatical presenta anacolutos, elisiones y poca subordinación sintáctica. Desde el punto de vista léxico-semántico, presenta palabras comodín, poca precisión, abusa de apócopes y de diminutivos o aumentativos. Hay varios tipos de vulgarismos: reducción de diptongos a una sola vocal, ultracorrección, incorrecciones en las formas verbales irregulares, empleo del determinante con números propios, dequeísmo o uso incorrecto de preposiciones. La variedad culta se caracteriza por ajustarse a la norma lingüística según lo que exige el estudio para conocer dicha norma. La norma del español es la reconocida por la Real Academia Española con su Gramática, su Diccionario y su Ortografía. La llamada lengua estándar es una variedad que se ajusta a la norma también, pero que tiene como característica el no poseer rasgos peculiares de otras variantes diatópicas (no tiene seseo ni ceceo, ni laísmo o leísmo).
Poesía de los años cuarenta
El final de la Guerra Civil supuso el final del Grupo poético del 27 como tal: algunos han sido asesinados (Lorca), otros se han exiliado (Juan Ramón Jiménez, Salinas, Guillén, Cernuda, entre otros) y otros permanecen en España (Dámaso Alonso). Entre estos últimos se distinguen dos tendencias: Poesía arraigada: un grupo de autores editan la revista Garcilaso y la revista Escorial, y componen una poesía “humana” (frente a la poesía pura) que expresa un mundo coherente y ordenado (familia, Dios, patria) por medio de formas clásicas, sobre todo el soneto. Casi todos estos poetas comienzan siendo falangistas y posteriormente evolucionan (algunos incluso hasta el exilio, como Dionisio Ridruejo). Luis Rosales, director de Escorial y José García Nieto son, con Ridruejo, los tres poetas más destacados de este grupo. Poesía desarraigada: a partir de 1944 se publican dos obras fundamentales: Hijos de la ira de Dámaso Alonso (rompe la poesía arraigada tanto en los temas, porque expresa ahora angustia y desolación, como en el lenguaje, con un nuevo tono violento y con la ruptura de la métrica) y Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre, en el que invoca un pasado idílico irrecuperable. Junto con estos dos autores, los escritores que colaboran en la revista Espadaña en 1944 denuncian un mundo mal hecho por un Dios cruel e indiferente hacia su criatura; en cuanto al estilo, el lenguaje es agrio y violento.
Poesía social o comprometida
Los poetas que consideran la poesía como un medio de testimonio y denuncia social y política, como Blas de Otero, hablan de España, defienden la libertad, la solidaridad, la denuncia de las injusticias y su expresión literaria. Su estilo varía en el uso de las estrofas (en especial, el soneto) y el verso libre, pero tiende a la expresión clara y coloquial. El otro autor destacable es Gabriel Celaya, con Las cartas boca arriba. Grupos marginales de la década de los cincuenta son el grupo Cántico, de Córdoba (que buscaba una poesía esteticista caracterizada por un lenguaje muy elaborado) y el Postismo, que liga el surrealismo a la poesía social y que tiene como representantes a Carlos Edmundo de Ory, entre otros.
Grupo poético de los cincuenta
Lo forman poetas que, sin rechazar la denuncia social, buscan el conocimiento del mundo y de sí mismos a través de la poesía. La poesía es instrumento para conocer y para conocerse. Entre los autores destaca José Hierro. Los rasgos generacionales que comparten son: Proceden de la burguesía ilustrada, con formación universitaria. Magisterio de Antonio Machado y de Vicente Aleixandre. Actitud crítica irónica. Meditaciones líricas en torno al paso del tiempo, la infancia… que incluyen anécdotas personales. La exaltación de la amistad. Búsqueda de la poesía bella, sin mezcla de fealdad o hiperrealismo. Estilo sin tendencia a la experimentación, sin uso de estrofas ni rima, estructura narrativa del poema, léxico urbano… Autores: Ángel González (Palabra sobre palabra), Jaime Gil de Biedma (muy influyente en las generaciones posteriores con Compañeros de viaje), Claudio Rodríguez (Don de la ebriedad), José Ángel Valente (cercano, en su poesía del silencio, a san Juan de la Cruz; La memoria y los signos), José Agustín Goytisolo (Palabras para Julia y otras canciones, que reúne toda su trayectoria) o Francisco Brines (influido por Cernuda en otras como Las brasas).
Poesía de los novísimos
En 1970, José María Castellet publica una antología con el título de Nueve novísimos poetas españoles en la que se ve la nueva tendencia de la poesía, alejada del realismo. Son autores como Pere Gimferrer (autor de Arde el mar), Ana María Moix, Antonio Martínez Sarrión, Manuel Vázquez Montalbán, Félix de Azúa o Vicente Molina-Foix. Sus rasgos generacionales son: Preocupación por el lenguaje y el poema. Esteticismo en la línea modernista, que huye de la realidad como poco poética. Intertextualidad: ya que en el poema aparecen citas o referencias a otras obras artísticas. Presencia de los medios de comunicación social y de la cultura contemporánea (cine, literatura policíaca, música pop…) Procedimientos experimentales (disposiciones tipográficas, collage…) Uso irracional del lenguaje al estilo surrealista.