Transformaciones Políticas y Conflictos Bélicos en la España del Siglo XIX

La Guerra de la Independencia (1808-1814): Un Punto de Inflexión

Introducción

Este tema presenta una gran importancia, no solo debido a la crisis que vivió la dinastía de los Borbones y la invasión napoleónica, sino también por los ensayos del liberalismo y la creación de la primera Constitución de nuestra historia. El liberalismo planteaba un cambio esencial en varios conceptos, partiendo de la ruptura del Antiguo Régimen. Durante el Antiguo Régimen, el individuo era un súbdito en los dominios del monarca; la sociedad se diferenciaba en base a los privilegios que cada uno tenía en función de su nacimiento; el rey poseía una soberanía absoluta y concentraba en su persona todos los poderes, aunque luego pudiese delegarlos en gente de su confianza.

Sin embargo, la implantación del liberalismo político transformaba esas características: el individuo pasaba a ser un ciudadano con derechos políticos; la sociedad ya no iba a estar determinada por el nacimiento, sino que sería la capacidad económica la que marcaría la pertenencia a una u otra escala social; la soberanía pasaría a recaer en la nación y, por último, los tres poderes del Estado estarían separados y ostentados por personas e instituciones diferentes.

1. La Guerra de la Independencia (1808-1814)

a) Antecedentes y Causas

La Revolución Francesa, iniciada en Francia el 14 de julio de 1789, provocó el temor en la corte de Carlos IV, quien acabó ordenando a sus ministros la aplicación de medidas drásticas para detener el avance de las ideas revolucionarias. La situación se hizo más tensa cuando los revolucionarios franceses pasaron por la guillotina a Luis XVI. El primer ministro Godoy, encargado de los asuntos de estado, había sucedido al conde de Floridablanca, quien había aplicado medidas muy estrictas de control de entrada de informaciones revolucionarias, mientras que el sucesor de este, el conde de Aranda, aplicó una política de acercamiento para impedir la ejecución de Luis XVI. El fracaso de la misma, junto con la ejecución del monarca galo, provocó el nombramiento de Godoy. Manuel Godoy volvió a la política de enfrentamiento hasta el punto de que España le declaró la guerra a Francia en 1793, dándose por iniciada la conocida como Guerra de la Convención, que terminó con el Tratado de San Ildefonso de 1796, una derrota española que provocó un pacto militar con Francia y lanzó a España a la guerra contra Inglaterra. Esta alianza francoespañola acabó con la derrota en la batalla de Trafalgar (20 de octubre de 1805).

Junto a estos problemas de política exterior, aparecían otras situaciones a nivel interior que iban minando poco a poco la credibilidad de los políticos españoles, junto con la del rey: se sucedieron crisis económicas e incluso hambrunas y epidemias; las reformas que necesitaba el sistema económico español eran inviables debido al corsé impuesto por el Antiguo Régimen; y Godoy se granjeó enemigos dentro del absolutismo y la nobleza debido a sus medidas políticas y económicas.

En este contexto interior y exterior, aparece la reunión que acabó con la firma del Tratado de Fontainebleau (1807), que acordaba el reparto de Portugal, una vez conquistada por Francia, entre franceses y españoles, así como un territorio reservado para Godoy si accedía a la firma del acuerdo. Para proceder a la invasión de Portugal, se acordaba también el acceso de las tropas francesas a territorio español, aunque pronto se vislumbró la verdadera intención de Napoleón, que no era otra que hacerse con el control de España. Ante ello, Godoy convenció a la familia real para que viajase a Sevilla para que, en el supuesto de que las tropas francesas ocupasen España, pudiesen viajar rápidamente a América sin ser apresados.

Ante esta situación de desconcierto, y ante la medida de trasladar a la familia real a Sevilla, que se vio como una rendición ante los franceses, se produjo el Motín de Aranjuez, en el que la turba de esta población madrileña se presentó ante el palacio de Godoy. Parece ser que esta revuelta estuvo instigada por el príncipe heredero Fernando quien, una vez se detuvo a Godoy, provocó la abdicación de Carlos IV en su persona bajo el título de Fernando VII. A pesar de que este hecho fue conocido y admitido por Napoleón, tanto Carlos IV como Fernando VII fueron convocados a Bayona, donde se produjo una reunión entre estos tres y el hermano del emperador, José Bonaparte. Allí, Napoleón obligó a Fernando VII a devolverle la corona a su padre y este, también obligado, abdicó en Napoleón, quien se la cedió a su hermano, desde entonces José I. La familia real fue trasladada fuera de Francia y recibió una jugosa suma de dinero y un terreno para el retiro. Este hecho, conocido como las Abdicaciones de Bayona, demostraba totalmente la ocupación y conquista francesa, que se haría efectiva cuando la familia real pusiese rumbo a Francia, lo que, junto a la presencia del ejército francés en determinadas zonas de la Península Ibérica, provocó el levantamiento del 2 de mayo de 1808 de los españoles, que tuvo su epicentro en Madrid y que inició la Guerra de la Independencia.

b) Fases de la Guerra

  • Primera fase: Conquista francesa y reacción española (1808): El dos de mayo de 1808 tiene lugar la reacción española contra la ocupación francesa, que se saldó con una represión del ejército francés, llevando a cabo fusilamientos de aquellos que se rebelaron. Destacan en esta etapa la resistencia española en la ciudad de Zaragoza y la victoria española en Bailén, en julio de 1808, liderada por el general Castaños contra el general Dupont de los franceses.
  • Segunda fase: Ocupación francesa y fase de desgaste (1808-1811): Los reveses sufridos por los franceses obligan a Napoleón a intervenir directamente en la estrategia sobre el terreno, recuperando la iniciativa y obteniendo la victoria en la batalla de Ocaña en noviembre de 1808. Esto provoca un dominio francés casi total y un desmembramiento del ejército español, haciendo que surja la denominada “guerrilla”, que estaría formada por personas de diferentes estratos sociales, con poca o nula vinculación con el ejército, practicando unas tácticas sorpresivas y de hostigamiento contra el enemigo.
  • Tercera fase: Contraofensiva aliada (1812-1814): Los británicos, en su conflicto contra la Francia napoleónica, entran por Portugal y vencen a los franceses en Los Arapiles, el 22 de julio de 1812. Con esta y otras victorias, el ejército francés se debilita, permitiendo el resurgimiento del ejército español, que empujará hacia el norte a los invasores. Las batallas de Vitoria (16 de junio de 1813) y San Marcial (31 de agosto de 1813) provocan la retirada definitiva de los franceses. La paz se acordará el 11 de diciembre de 1813 en el Tratado de Valençay.

c) Consecuencias de la Guerra

Además de la elevada mortalidad, la Guerra de la Independencia española provocó la paralización de las actividades productivas y el abandono de tierras y de los cultivos. La industria, que había iniciado un despegue en los momentos anteriores de la guerra, se destruyó a causa del conflicto, y lo mismo ocurrió con gran parte de las infraestructuras del país. Quizá lo más importante fue el inicio de una nueva fase de dependencia política y económica de España porque, además de la demostrada debilidad ante Francia, los territorios americanos iniciaron sus procesos de independencia.

El Reinado de Fernando VII: Entre Absolutismo y Liberalismo (1814-1833)

1. La Restauración del Absolutismo e Intentos Liberales (1814-1833)

Tras la victoria española en la Guerra de Independencia (1808-1814), España se dividió entre absolutistas y liberales. En 1814, Fernando VII regresó al poder con el apoyo de los absolutistas, restaurando el Antiguo Régimen con el Manifiesto de los Persas. Con ello, disolvió las Cortes de Cádiz, anuló la Constitución de 1812 y persiguió a los liberales.

1.1. La Restauración del Antiguo Régimen (1814-1820)

Fernando VII reinstauró el absolutismo con medidas como:

  • Restauración del Consejo de Castilla, la Inquisición y la Mesta.
  • Anulación de todas las reformas liberales.
  • Persecución de liberales con penas de destierro y muerte.

Sin embargo, la crisis económica y la oposición internacional dificultaron su gobierno. En Europa, tras la derrota de Napoleón, se estableció el Congreso de Viena (1815) y la Santa Alianza, que defendían el absolutismo.

1.2. El Sexenio Absolutista (1814-1820)

Fernando VII restauró el absolutismo con el apoyo de la nobleza y la Iglesia, pero España ya había cambiado tras la Guerra de Independencia. La crisis económica, el descontento social y la pérdida de las colonias americanas agravaron la situación.

Durante estos seis años, hubo varios intentos de restablecer la Constitución de 1812, encabezados por militares liberales como Espoz y Mina, Porlier, Lacy y Milans del Bosch, pero todos fracasaron y sus líderes fueron ejecutados.

El creciente malestar en el Ejército y la sociedad permitió el éxito del pronunciamiento de Riego en 1820, que obligó a Fernando VII a aceptar la Constitución y marcó el inicio del Trienio Liberal.

1.3. El Trienio Liberal (1820-1823)

El 1 de enero de 1820, el comandante Rafael del Riego lideró un pronunciamiento en Las Cabezas de San Juan en favor de la Constitución de 1812. Este movimiento tuvo apoyo y obligó a Fernando VII a restaurarla.

Durante este período se aplicaron reformas importantes:

  • Supresión de la Inquisición y del diezmo.
  • Desamortización de bienes eclesiásticos.
  • Reformas fiscales y de la administración.

En esta etapa surgieron dos tendencias políticas:

  • Moderados (“doceañistas”), defensores de las reformas sin radicalizar el liberalismo.
  • Exaltados (“veinteañistas”), que buscaban una aplicación radical del liberalismo.

El absolutismo no desapareció por completo y se organizaron grupos armados realistas en Cataluña, País Vasco y Navarra. En 1822, la Guardia Real intentó un golpe de Estado en Madrid.

Finalmente, la Santa Alianza envió los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823, liderados por el duque de Angulema, para restaurar el absolutismo. Fernando VII volvió al poder de forma absoluta.

1.4. La Década Ominosa (1823-1833)

Fernando VII reinstauró el absolutismo con fuerte represión contra los liberales. Hubo intentos revolucionarios como los de Espoz y Mina (1826) y José María de Torrijos (1831), pero fracasaron y sus líderes fueron ejecutados.

El rey intentó algunas reformas económicas, como el Código de Comercio de 1829, pero no bastaron para frenar la crisis.

El Problema Sucesorio: La Pragmática Sanción (1830)

En 1830, nació Isabel II, hija de Fernando VII y María Cristina de Borbón. Para asegurar su trono, el rey aprobó la Pragmática Sanción, que abolía la Ley Sálica e impedía que su hermano Carlos María Isidro heredara el trono.

Los absolutistas más radicales, llamados carlistas, apoyaban a Carlos María Isidro y rechazaban la sucesión de Isabel.

En 1833, Fernando VII murió y dejó como regente a María Cristina, iniciando un conflicto entre isabelinos (liberales) y carlistas (absolutistas), lo que llevó a la Primera Guerra Carlista (1833-1840).

La I República Española (1873-1874): Un Breve Experimento

5. La I República

La abdicación de Amadeo I provocó un vacío de poder que fue aprovechado por el Partido Republicano y el Partido Radical para forzar la proclamación de la I República. Inmediatamente se formó un primer gobierno, entre febrero y junio de 1873, con una coalición entre los dos partidos mencionados. El presidente del gobierno fue Estanislao Figueras y pronto vio como la oposición se personificó en los monárquicos y en la tendencia republicana unitaria, ya que Figueras lideraba la tendencia de republicana federal. En junio de 1873 tuvieron lugar unas nuevas elecciones a Cortes Constituyentes que, con una abstención del 60% del electorado, fueron victoriosas para el Partido Republicano Federal, quedando Pi i Margall como presidente del gobierno.

5.1 La Constitución non nata de 1873

La Constitución de 1873 no llegó a aprobarse debido a la deriva de los acontecimientos, pero reflejaba las siguientes características:

  • República Federal
  • Estado aconfesional
  • Inclusión del matrimonio civil
  • Estructura federal con 17 estados que incluían a Cuba y Puerto Rico, pudiendo todos ellos elaborar constituciones, pero siempre dentro de la Constitución Federal.
  • Se crea el poder del presidente de la República, que serviría de equilibrio entre el poder legislativo y el ejecutivo.
  • Cortes Bicamerales: un Senado que representaba a los 17 estados y un Congreso elegido por Sufragio Universal Masculino.

Esta Constitución no llegó a aprobarse debido al movimiento cantonal, a la agudizada conflictividad social, a la extensión de la guerra carlista y al constante problema de Cuba.

5.2 El Movimiento Cantonal

El movimiento cantonal fue un intento de hacer realidad el ideal de República Federal, pero realizado “desde abajo”, pues de una manera más o menos organizada se formaron poderes locales fuertes y autónomos denominados cantones, que pretendían servir para contrarrestar el centralismo del Estado. En Andalucía, los poderes políticos que encabezaban los cantones se declararon autónomos y no reconocían al gobierno central.

Esta organización estuvo acompañada por una sublevación encabezada por estudiantes, intelectuales y políticos de las provincias, a la que se fueron uniendo artesanos, tenderos y asalariados de diversos sectores económicos. En determinados lugares se vieron apoyados por el movimiento obrero.

Los lugares donde mayor importancia tuvo este movimiento cantonal fueron Alcoy y Sanlúcar de Barrameda, pero el que puso en jaque al gobierno de España fue el desarrollado en Cartagena, pues allí contaron con el apoyo de parte de la Armada. La respuesta del gobierno, ya con Salmerón al mando, fue el envío de generales marcadamente monárquicos como Martínez Campos y Pavía.

El Desastre del 98: La Guerra de Cuba y el Fin del Imperio Español

Introducción

La Guerra de Cuba de 1898 se enmarca dentro de un contexto internacional propio del siglo XIX, en el que se produce la “carrera colonial”, en la que las grandes potencias mundiales se lanzan a la conquista de territorios ultramarinos. La posesión de colonias era un signo de prestigio internacional, permitía el acceso a materias primas, además de facilitar que la población desocupada existente en la metrópolis pudiese encontrar una vida mejor trasladándose a las colonias. En el caso español, la Guerra de la Independencia contra los franceses provocó el inicio de los procesos de emancipación o independencia de los territorios ubicados en la América continental, por lo que, a finales del siglo XIX, quedaban en manos españolas los territorios de Cuba y Puerto Rico en América y Filipinas en Asia. No podemos olvidar el surgimiento a finales del siglo XVIII de un nuevo país al norte de América: Estados Unidos. Esta nación emprenderá un proceso de conquista de su propio territorio continental en aras de fortalecerse y pronto se lanzará a la carrera colonial. Para ello aplicará una doble filosofía: primero la Doctrina Monroe, resumida en la frase “América para los americanos”, esto significaba que solamente los países americanos estaban moralmente autorizados a tener influencia territorial en este continente; este postulado se completaba con la aplicación del “Big Stick”, literalmente “gran garrote” o “garrotazo”, a aquellas potencias no americanas que osasen colonizar o mantener sus colonias en el continente. Este será el principal detonante del estallido de la guerra entre Estados Unidos y España.

1. La Guerra Colonial

1.1. La Política Española en Cuba

En 1878 se había firmado la Paz de Zanjón, que acababa con la Guerra de los Diez Años entre España y los criollos cubanos que se habían sublevado. Este acuerdo estipulaba reformas administrativas para aumentar la autonomía de la colonia cubana para así contentar las exigencias de los criollos, aunque los únicos cambios operados fueron el de la elección de diputados cubanos a las Cortes españolas, siendo muy reducida esta presencia, y la abolición de la esclavitud en 1888.

Lo cierto es que Cuba era de vital importancia para España, ya que servía de mercado para la venta de productos como los tejidos, que procedían de las fábricas españolas propiedad de la burguesía catalana. Además, de la isla se extraían productos de gran valor como el azúcar y el tabaco, cuya venta e impuestos ayudaban a España a nivelar la balanza de pagos. Por esas mismas razones, Estados Unidos estaba enormemente interesado en poseer Cuba de algún modo, pero además era una cuestión geoestratégica y así demostrar la fuerza del imperialismo. Tanto era así que Estados Unidos intentó comprarle la isla a España en varias ocasiones, recibiendo siempre una respuesta negativa a tal proposición.

Con el paso de los años se incrementó la tensión entre Cuba y España, ya que el principal comprador de productos cubanos era Estados Unidos y los aranceles impuestos por España dificultaban la compra de los norteamericanos, puesto que el objetivo era que se compraran productos de España.

Esta relación comercial provocó un fuerte malestar en Cuba y en Estados Unidos, y el presidente norteamericano William McKinley amenazó con cerrar su país a los productos cubanos si España no modificaba su política arancelaria. Además, en España se temía una nueva insurrección de los independentistas cubanos, pero esta vez con apoyo de Estados Unidos.

1.2. La Tensión en Cuba y Filipinas

En Cuba existía un gran malestar entre criollos y terratenientes, que fue canalizado en una opción política por José Martí, quien fundó el Partido Revolucionario Cubano en 1892. El 24 de febrero de 1895, el propio Martí encabezó una sublevación conocida como el “Grito de Baire”, que se dirigió contra las tropas españolas de Oriente.

La respuesta española fue dirigida por Cánovas, quien mandó un ejército liderado por el general Martínez Campos para ejercer una presión militar, pero con el objetivo de llegar a acuerdos con los rebeldes. Pero pronto se demostró la debilidad de este general, por lo que fue sustituido por Valeriano Weyler, quien cambió diametralmente la actitud: Weyler se puso al mando de un gran ejército y pretendió el completo exterminio de los guerrilleros, para lo cual obligó a la población rural a emigrar a las ciudades para así evitar el apoyo que los campesinos le daban a la guerrilla cubana. Además, practicó una técnica conocida como la “trocha”, que consistía en cercar las aldeas para aislarlas de los rebeldes, que acabó provocando un desabastecimiento de las tropas enemigas y de las aldeas, una elevada mortalidad, la destrucción de plantaciones y de vías férreas y, en definitiva, un daño serio a la economía cubana. Esta lucha escenificaba la superioridad del ejército español en número contra el conocimiento del terreno de los rebeldes cubanos, junto con el suministro de material bélico de Estados Unidos.

La situación cambió de rumbo con el asesinato de Cánovas en agosto de 1897 y la llegada del gobierno liberal de Sagasta. El malestar que existía en España derivado de la guerra obligó a un cambio de estrategia, por lo que Weyler fue sustituido por el general Blanco, quien ofreció a los rebeldes un Estatuto de Autonomía que contendría una nueva política arancelaria y la inclusión del sufragio universal masculino. Estas intenciones fueron muy bien recibidas por los rebeldes, aunque la presión de Estados Unidos, quien estaba ya decidido a una guerra abierta, imposibilitaron el acuerdo.

Filipinas

En Filipinas había una menor presencia española y se reducía a algunas órdenes religiosas, a la explotación de determinados recursos naturales y servía como base para el comercio con China. Se sucedieron dos levantamientos de tintes independentistas: el primero en 1892 a manos de José Rizal; el segundo en 1896, encabezado por el grupo Katipunan, que fue reprimido con dureza por el general Polavieja. Estas rebeliones terminaron con la paz de Biac-na-bató del 14 de diciembre de 1897, firmada entre Fernando Primo de Rivera y uno de los líderes del levantamiento, Aguinaldo.

1.3 La Intervención de Estados Unidos

El interés que tenía Estados Unidos se centraba en Cuba, ya que no solo había una apetencia económica en la posesión de la isla, sino que también existían motivos geoestratégicos. La doctrina Monroe y la política del Big Stick servían de base para estas motivaciones, y el conflicto iba a escenificar la lucha entre un imperialismo moribundo como el español contra un imperialismo naciente como el estadounidense.

La táctica utilizada fue aprovechar la explosión del acorazado norteamericano Maine en el puerto de La Habana el 15 de febrero de 1898. Estados Unidos culpó inmediatamente a España de los hechos, aunque el gobierno lo negó. Algunos han visto en este hecho una operación de falsa bandera para justificar la posterior guerra. El hecho cierto es que murieron 260 marinos de Estados Unidos y las agencias de prensa Pulitzer y Hearst se encargaron de movilizar a la opinión pública hacia tendencias belicistas. Por si esto fuera poco, el presidente McKinley, apoyado en esa opinión pública que ya quería entrar en el conflicto, le mandó un ultimátum a España (18 de abril de 1898) para que dejara la isla y, ante su negativa, el 25 de abril le declaró la guerra.

1.4 La Guerra

El gobierno español se siente superior y no solicita ayuda exterior ni la creación de alianzas militares, pero iba a quedar demostrada la superioridad naval estadounidense, pues la guerra se decide en dos batallas navales: la primera es la de Cavite, el 1 de mayo, donde la flota española del Pacífico es aniquilada y Manila cae en manos de Estados Unidos; la segunda es la del 3 de julio en Santiago de Cuba, donde es derrotada la flota del Atlántico y además se produce el desembarco en Puerto Rico.

Los soldados españoles estaban mal armados y mal pertrechados, sobre todo si los comparamos con los norteamericanos. Es de destacar la situación de los conocidos como “los últimos de Filipinas”, unos soldados españoles que siguieron defendiendo sus posiciones sin hacer caso a las noticias que llegaban del fin del conflicto.

Finalmente, Francia media en la situación y el 10 de diciembre de 1898 se firma el Tratado de París, en el que Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam pasan a ser propiedad de Estados Unidos y Cuba permanece como país independiente, pero bajo la tutela norteamericana.

1.5 Las Consecuencias de la Guerra

  • Numerosas pérdidas humanas.
  • Crecimiento de sectores antimilitaristas.
  • Crisis política: progresivo desprestigio de la Restauración y resentimiento entre militares.
  • Pérdida del prestigio internacional: además se venden las islas Carolinas a Alemania en 1899.
  • Pérdidas económicas: hundimiento de la flota, menor recaudación de Hacienda y menor comercio.
  • Crisis de identidad: los intelectuales se replantean el papel de España. Se busca regenerar la vida española (Generación del 98).