Durante el siglo XIX y principios del XX, España experimentó cambios demográficos, urbanísticos y sociales, pasando de una sociedad estamental basada en privilegios a una sociedad de clases determinada por la economía.
1. Evolución de la población
✔ Crecimiento demográfico lento: España pasó de 10,5 millones de habitantes en 1800 a 18,5 millones en 1900, menos que otros países europeos como Gran Bretaña.
✔ Alta mortalidad: Se debía a enfermedades (tuberculosis, cólera), falta de higiene, desnutrición y guerras (Independencia, Carlistas). La esperanza de vida no llegaba a los 35 años.
✔ Migraciones: Desde 1853, muchos españoles emigraron a Cuba, Puerto Rico, Argentina y Brasil. Internamente, hubo un éxodo rural hacia ciudades industriales como Barcelona, Madrid y Bilbao.
2. Crecimiento de las ciudades
✔ Urbanización tardía: En 1900, solo el 35% de la población vivía en ciudades, y Madrid y Barcelona eran las únicas con más de 500.000 habitantes.
✔ Factores de crecimiento: Capitalidad provincial, comercio marítimo e industria en Cataluña y el País Vasco.
✔ Mejoras urbanísticas: Se derribaron murallas y se crearon ensanches con planos modernos (Barcelona por Ildefonso Cerdá y Madrid por Carlos María de Castro). Se desarrollaron infraestructuras (agua, alcantarillado, alumbrado, transporte público), lo que mejoró la salubridad.
3. De la sociedad estamental a la sociedad de clases
✔ Desaparición de los privilegios jurídicos y políticos de la nobleza y el clero.
✔ Nueva estructura social basada en la economía y el trabajo:
- Clase alta: Aristocracia y alta burguesía.
- Clase media: Profesionales, funcionarios y pequeños comerciantes.
- Clases populares: Obreros, jornaleros y criados, con bajos salarios y malas condiciones laborales.
✔ Cambios en la Iglesia y el Ejército:
- Iglesia: Perdió poder con la desamortización, pero siguió influyendo en la educación.
- Ejército: Creció su papel político debido a las guerras.
Conclusión
España pasó de una sociedad rural y jerárquica a una más urbana y basada en el trabajo y la economía, aunque con grandes desigualdades sociales.
Las guerras de Cuba, el conflicto bélico contra Estados Unidos y la crisis de 1898
A finales del siglo XIX, España conservaba como colonias Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que tenían gran importancia económica. Cuba, principal productora mundial de azúcar, era clave para la economía española, pero las restricciones comerciales y la falta de reformas políticas generaron un creciente descontento independentista.
Las guerras de independencia en Cuba
La lucha por la independencia cubana pasó por varias fases:
- Guerra Larga (1868-1878): Finalizó con la Paz de Zanjón, que prometía reformas y la abolición de la esclavitud, aunque no cumplidas.
- Guerra Chiquita (1879-1880): Intento fallido de reiniciar la lucha.
- Guerra de 1895 o Guerra Necesaria: Liderada por José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo, estalló con el Grito de Baire. Los independentistas recurrieron a la guerra de guerrillas, mientras España respondió con la dura represión del general Valeriano Weyler, quien aplicó la política de campos de concentración, causando numerosas muertes por hambre y enfermedades.
La intervención de Estados Unidos y la guerra hispano-estadounidense (1898)
Estados Unidos tenía fuertes intereses en Cuba y utilizó la prensa amarilla para influir en la opinión pública. La explosión del acorazado Maine en el puerto de La Habana en febrero de 1898 fue el pretexto para que EE.UU. declarara la guerra a España en abril. España, con una flota inferior, sufrió rápidas derrotas:
- Batalla de Cavite (Filipinas, 1 de mayo de 1898): La escuadra española fue destruida por la flota estadounidense.
- Batalla naval de Santiago de Cuba (3 de julio de 1898): La flota del almirante Cervera fue aniquilada.
- En agosto, España solicitó el armisticio y en diciembre firmó el Tratado de París (1898), por el cual Cuba obtuvo la independencia (bajo control estadounidense con la Enmienda Platt), y España cedió Puerto Rico, Filipinas y Guam a EE.UU.
La crisis de 1898 y sus consecuencias
El desastre de 1898 tuvo graves repercusiones en España:
- Demográficas: Más de 120.000 muertos, en su mayoría por enfermedades.
- Económicas: Pérdida de mercados coloniales y materias primas, aunque la repatriación de capitales favoreció la banca y la industria peninsular.
- Políticas: Desprestigio de los partidos dinásticos y del ejército, que buscó mayor protagonismo en la política (lo que anticipó la dictadura de Primo de Rivera en 1923).
- Intelectuales: Se reforzó el regeneracionismo, con figuras como Joaquín Costa, que pedían modernizar el país, y surgió la Generación del 98, que criticó la decadencia de España.
Conclusión
La crisis de 1898 marcó el fin del imperio español y evidenció la necesidad de reformas profundas. Sin embargo, los intentos de regeneración fueron limitados, lo que mantuvo la inestabilidad política y social en el siglo XX.
Desamortizaciones y economía en la España del siglo XIX
El siglo XIX en España estuvo marcado por la transición hacia un modelo económico capitalista y la incorporación tardía a la Revolución Industrial. Sin embargo, diversos factores como la escasez de capital, la inestabilidad política y las deficientes comunicaciones dificultaron el desarrollo económico.
Desamortizaciones y su impacto en el campo
Las desamortizaciones consistieron en la expropiación y venta de tierras en “manos muertas” (propiedad de la Iglesia y los municipios). Destacan la Desamortización de Mendizábal (1836), que afectó al clero regular y financió la guerra carlista, y la Desamortización de Madoz (1855), que incluyó bienes eclesiásticos y municipales. Aunque el objetivo era modernizar la agricultura y sanear la deuda pública, sus consecuencias fueron limitadas: la productividad agrícola apenas creció, la propiedad de la tierra se concentró en grandes latifundios y el campesinado quedó marginado, lo que generó un rechazo al liberalismo.
Industrialización, comercio y comunicaciones
España se industrializó de manera tardía y desigual. La falta de capital, el proteccionismo, la mala calidad de los recursos naturales y la escasa demanda interna impidieron un desarrollo sólido. Solo regiones como Cataluña (textil) y el País Vasco (metalurgia) lograron cierto avance. La construcción ferroviaria, impulsada por la Ley de Ferrocarriles de 1855, mejoró las comunicaciones, pero el diseño radial y el ancho de vía distinto al europeo dificultaron su eficiencia.
El comercio exterior fue deficitario, con exportación de materias primas e importación de productos industriales. Predominó el proteccionismo para proteger la industria nacional, lo que benefició a ciertos sectores pero encareció bienes de consumo y limitó la competitividad.
En conclusión, el siglo XIX español fue una etapa de cambios económicos con resultados desiguales: una industrialización parcial, un sector agrícola con problemas estructurales y un comercio protegido que lastró la modernización económica.
El sistema canovista: la Constitución de 1876 y el turno de partidos. La oposición al sistema
Tras la restauración borbónica con Alfonso XII en 1874, Antonio Cánovas del Castillo diseñó un sistema político basado en la estabilidad mediante la alternancia en el poder de dos grandes partidos: el Conservador (Cánovas) y el Liberal (Sagasta). Este sistema, vigente hasta 1931, buscaba evitar la inestabilidad política del siglo XIX.
La Constitución de 1876
Inspirada en el liberalismo conservador, estableció una soberanía compartida entre el rey y las Cortes, aunque la Corona tenía un papel preeminente. Se instauraron Cortes bicamerales, con un Congreso elegido por sufragio censitario (hasta 1890) y un Senado con representación de las élites. Se reconocían derechos individuales, pero podían ser restringidos. La religión católica se mantuvo como oficial, aunque se permitía el culto privado de otras religiones.
El turno de partidos y el caciquismo
El turnismo garantizaba la alternancia pacífica en el poder mediante elecciones manipuladas. El proceso se basaba en el encasillado, donde los resultados se pactaban previamente, y el caciquismo, una red de influencias locales que aseguraba votos mediante favores o coerción.
Oposición al sistema
El turnismo excluyó a republicanos, carlistas, nacionalistas y obreros. El carlismo, aunque debilitado tras la Tercera Guerra Carlista (1876), se mantuvo como una fuerza residual. El nacionalismo catalán y vasco emergió en oposición al centralismo. El movimiento obrero se organizó en torno al PSOE (1879) y UGT (1888), mientras que los anarquistas impulsaban huelgas y atentados (como el asesinato de Cánovas en 1897).
Crisis del sistema
El sistema se enfrentó a su mayor desafío con la crisis del 98, tras la pérdida de las últimas colonias (Cuba, Puerto Rico y Filipinas). Esto profundizó el desprestigio del turnismo y fortaleció la oposición republicana y obrera, preparando el camino para su crisis definitiva en el siglo XX.