Verdades de Razón y de Fe
Tomás de Aquino distinguía entre verdades de razón y verdades de fe. Entre las primeras, que el entendimiento puede alcanzar por sí mismo, está la demostración de la existencia de Dios, que explicaba mediante las cinco vías, mientras que las segundas solo podían alcanzarse gracias a la revelación.
El Bien y la Ley Natural
Tomás de Aquino establece una analogía entre el orden teórico y el orden práctico, y sostiene que el ente y el bien son las primeras nociones de cada uno de esos dos ámbitos, de manera que sus primeros principios son igualmente evidentes por sí mismos.
Según Tomás de Aquino, el hombre comparte con los animales algunas de sus tendencias, por lo cual se consideran pertenecientes a la ley natural cosas que tiene en común con ellos, pero luego hay en él una naturaleza racional por la que se siente inclinado al bien.
Tomás de Aquino pertenece al movimiento filosófico conocido como Escolástica. Según este autor, existe una ley natural que inclina a los humanos hacia determinados bienes. Esta inclinación le es común con los demás animales. Asimismo, demostró la existencia de Dios mediante cinco vías.
El Bien como Fin de la Acción
Para Tomás de Aquino: “El bien es lo que todos apetecen”, y en conexión con esta noción está el primer precepto de la razón práctica, según el cual el bien ha de buscarse y el mal ha de evitarse. Y sobre este se fundan todos los demás preceptos de la ley natural, que son correlativos al orden de las inclinaciones humanas.
Para Tomás de Aquino, tanto los seres humanos como los animales poseen una inclinación natural hacia la educación de los hijos en función de las cosas que la naturaleza les ha enseñado.
Para Tomás de Aquino, en la noción de bien, como fin genérico de la acción, se fundamenta el primer principio evidente de la razón práctica y el primer precepto de la acción: “El bien ha de hacerse y buscarse; el mal ha de evitarse”. Pero de este primer precepto se derivan otros preceptos que orientan hacia la consecución del bien.
Inclinación Natural al Bien
Para Tomás de Aquino hay en el hombre una inclinación al bien correspondiente a su naturaleza racional, como es, por ejemplo, la inclinación natural a buscar la verdad acerca de Dios y a vivir en sociedad. Y, según esto, pertenece a la ley natural todo lo que atañe a esta inclinación, como evitar la ignorancia, respetar a los conciudadanos y todo lo demás relacionado con esto.
Según Tomás de Aquino, los preceptos de la ley moral no pueden modificarse y ningún humano haciendo uso de su razón puede alegar ignorancia sobre sus contenidos, ya que los principios de dicha ley moral son evidentes por sí mismos.
La Virtud y la Felicidad
Para Tomás de Aquino, el medio de alcanzar la felicidad es la virtud, el buen hábito que perfecciona la naturaleza (como en Aristóteles). La virtud consiste en seguir la ley natural, que es una participación en la ley eterna. El orden natural mismo ha sido establecido por Dios.
Principios Evidentes
Para Tomás de Aquino los principios de la ley natural son en el orden práctico, lo que los primeros principios de la demostración son en el orden teórico, pues unos y otros son evidentes por sí mismos. Así, por ejemplo, “el hombre es racional” es un principio evidente por naturaleza.
Para Tomás de Aquino en la noción de fin, como fin genérico de la acción, se fundamenta el primer principio evidente de la razón práctica: “El bien es lo que todos apetecen”, y en conexión con este primer principio está el primer bien de la acción: “El bien ha de hacerse y buscarse; el mal ha de evitarse”.
Tomás de Aquino establece una analogía entre el orden teórico y el orden práctico y señala al ente y al bien como las primeras nociones de cada uno de esos órdenes. Los primeros principios de estos órdenes se fundan sobre tales nociones de un modo evidente.
Según Tomás de Aquino, el bien ha de hacerse y buscarse; el mal ha de evitarse. Y sobre este se fundan todos los preceptos de la ley natural.
Para Tomás de Aquino, en el hombre hay una inclinación al bien correspondiente a su naturaleza racional, como es, por ejemplo, la inclinación a buscar la verdad acerca de Dios y a vivir en sociedad.