Tomás de Aquino
- Contexto Histórico, Cultural y Filosófico del Autor
Tomás de Aquino nació en Roccasecca a finales del año 1224. Fue un teólogo y filósofo católico que formó parte de la orden de los dominicos. Es uno de los máximos exponentes de la filosofía escolástica. De entre su labor destaca la cátedra que ocupó en la Universidad de París, donde Alberto Magno lo apadrinó.
La vida y obra de Tomás de Aquino se encuadran en los finales de la Edad Media, siglo XIII, caracterizado por un enfrentamiento entre dos fuentes de poder: la eclesiástica contra la secular. A este enfrentamiento se le suma el intento de la Iglesia cristiana por asentar su hegemonía frente a la religión musulmana, con la puesta en marcha de las cruzadas.
En lo referente al plano económico y social cabe destacar que existían tres clases sociales o estamentos bien diferenciados: la nobleza, el clero y el pueblo. La nobleza estaba formada por los señores feudales, que frecuentemente incurrían en guerras entre ellos e imponían un régimen de vasallaje al pueblo que, por su parte, realizaba las labores artesanales y agrícolas encaminadas a la manutención de los señores, a los que les pagaban diversos tributos y rentas. Por su parte, el clero vivía en los monasterios que eran, en su gran mayoría, el epicentro de la vida de los pueblos, donde se acumulaba parte del poder económico y político, pero también, y sobre todo, el cultural. A esto se le suma la labor de copistas y de escuelas de traductores que se realizó entre los muros de estos monasterios.
Sin embargo, el pueblo no sabía leer ni escribir. Esto trajo como consecuencia que apenas existiera progreso cultural en ninguno de los campos (filosofía, arquitectura, arte…). Pero entre toda esta pobreza cultural podemos encontrar hechos relevantes que anuncian el progreso a medio plazo. Uno de ellos es la creación y asentamiento de las universidades, como la de Oxford.
En lo referente a la religión, aparte de una potenciación total del cristianismo, empiezan a desarrollarse una serie de nuevas órdenes religiosas, como las órdenes mendicantes. Estas órdenes mendicantes buscan dar un giro a la vida religiosa del momento; encabezadas por Francisco de Asís, renuncian a sus posesiones materiales y a parte del estilo de vida del clero del momento.
Tomás de Aquino es el principal representante de la filosofía escolástica medieval. Los filósofos de la escolástica compartían una serie de principios básicos desde los que desarrollaban posteriormente su filosofía. El eje desde el que pivotaba gran parte de sus investigaciones era la aceptación de la existencia de dos tipos de conocimiento: por una parte, está el conocimiento basado en la razón y la experiencia, por otra parte, aceptaban el conocimiento proveniente de la fe. Teniendo en cuenta que ambos tipos de conocimiento son casi antagónicos, la problemática consistía en poder aunarlos de la mejor manera posible.
Las múltiples discusiones filosóficas se pueden resumir en la disputa filosófica característica del medievo: la lucha entre razón y fe. Esta disputa después se extrapolaba a las discusiones en torno al creador y las pruebas o justificaciones de su existencia. Para llegar a fabricar su propio corpus filosófico, tanto Tomás de Aquino como otros pensadores escolásticos bebieron de numerosas fuentes filosóficas, tales como la aristotélica (la principal para Tomás), la platónica, la agustiniana…, pero no debemos dejar pasar por alto que existe una influencia muy importante de la filosofía árabe (al-Ándalus) y alguna influencia de la judía.
Comentario del Texto de Selectividad
En el texto de selectividad, Aquino comienza tratando la cuestión de si la ley natural comprende muchos preceptos o uno solo. Para Tomás, los actos humanos tienen un fin que es el Bien. De este modo, continúa explicando, el primer principio de la razón práctica a la hora de actuar (y sobre el cual se funda) es la misma noción del Bien. Tanto es así que se reconoce que el Bien es el fin de cualquier conducta humana, y por eso la razón debe actuar conforme a este principio: se ha de hacer el bien y evitar el mal. Para llegar a este razonamiento, el pensador medieval ha introducido en el texto propuesto una comparación entre los principios de la razón teórica, dedicados a la lógica en la gran mayoría (principio de identidad, principio de no contradicción), y los principios de la razón práctica, dedicados al obrar humano: la moral. En sus propias palabras: «El bien ha de quererse e imperarse y el mal ha de prohibirse».
Así pone de manifiesto la necesidad de obrar siguiendo este precepto, pero quien debe elegir el camino a la hora de actuar es la razón. De este modo argumentará que el hombre puede dejarse guiar por la «luz natural» de la razón o puede negarse a hacerlo; las pasiones del hombre existen y no son malas por naturaleza, puesto que si el hombre se deja guiar por la razón, puede llegar a alcanzar esta felicidad.
Santo Tomás quiere darnos a entender que existe una correlación directa entre las leyes naturales y las leyes positivas; Tomás intenta presentar una ley que esté basada en la ley natural. Para ello defenderá que la ética es propia de todo ser humano, al igual que las leyes naturales son universales.
De aquí que, como hemos dicho, las leyes positivas tengan que fundamentarse en la ley natural. La ley natural impone la necesidad de vivir en sociedad, luego las leyes que se imponen para la vida en sociedad, las leyes positivas, tienen que provenir de esta misma naturaleza humana que le obliga a la vida social. Es decir, la ley positiva no es otra cosa que la prolongación de la ley natural.
Comparación con otro Autor (Aristóteles)
Donde más acuerdo existe entre la teoría de Aristóteles y la de Aquino es en lo referente a la teoría del conocimiento. Ambos autores utilizan la observación de la realidad para después, usando la capacidad de abstracción que la razón produce, llegar a postular las teorías en torno al funcionamiento de la naturaleza.
La diferencia es que el Dios de Santo Tomás es el Dios cristiano, mientras que el primer principio aristotélico es puramente mecanicista. De este modo podemos decir que la concepción de la naturaleza que tiene Tomás de Aquino difiere en parte de la de Aristóteles. El mundo para Tomás es una manifestación de Dios, de la perfección de Dios, y los seres racionales poseen a Dios en su interior, están en su naturaleza. Por eso, el uso adecuado de la razón, para el medieval, nos acerca a Dios.
Si bien ambos filósofos coinciden en que lo propio del ser humano es el uso de la razón, para Aristóteles la razón era consustancial al cuerpo y al alma. El hombre era una suma inseparable de cuerpo y alma; el alma daba forma al cuerpo y, cuando el cuerpo moría, también lo hacía el alma. Para el cristiano, sin embargo, el alma era inmortal. Pero al igual que Aristóteles, Aquino pensaba que solo la unión del cuerpo y el alma formaba al hombre.
Quizá la diferencia más radical entre ambos pensadores gire en torno a la ética. Si bien ambos aceptan una ética eudemonista (una ética basada en la felicidad), la finalidad que cada uno postula es totalmente diferente. Para Aristóteles, la finalidad de la acción humana era la búsqueda de la felicidad, mientras que para Tomás la finalidad de la acción humana trascendía al propio hombre y se situaba en la contemplación beatífica de Dios.
La vida en sociedad era consustancial al hombre en la obra de Aristóteles, y la felicidad podía y debía alcanzarse en esta vida, pero para Tomás de Aquino la felicidad y la moral formaban parte de un plan sobrenatural, de un más allá.
Actualidad de Tomás de Aquino
Doctrina de la Iglesia Católica
Gran parte de la doctrina de Santo Tomás de Aquino sigue vigente hoy en la Iglesia católica; de hecho, desde el siglo XIX, la Iglesia reconoce la necesidad de acercarse a los problemas de la sociedad siguiendo una perspectiva tomista.
Sin ir más lejos, en enero de 2010 el papa Benedicto XVI elogiaba a Santo Tomás como ejemplo a seguir por los miembros de las academias papales y un signo para abrir la mentalidad a todas las culturas, como «modelo ejemplar de armonía entre fe y razón». De este modo, podemos decir que, a día de hoy, la Iglesia intenta acercar más su doctrina al mundo actual haciendo uso de parte de las enseñanzas y metodologías que Santo Tomás de Aquino expuso en sus obras.
Existencialismo y Tom
ismo
Para Maritain, la filosofía de Tomás de Aquino es más bien una filosofía de la existencia que él denominará el realismo existencial. Tal es la influencia que Tomás de Aquino ha tenido en Maritain que le ha dedicado todo un libro, El doctor angélico, un homenaje al padre de la escolástica. Defiende la necesidad de retomar la propia razón, al estilo de Tomás de Aquino, para poder combatir los males de nuestro tiempo. El pensador francés basa su filosofía en la existencia de lo que él llamará el hombre integral, un hombre que tiene distintas facetas y que se aleja del reduccionismo que limita al hombre al plano o bien material o bien espiritual. Asimismo, teoriza sobre un concepto de civilización que tenga en cuenta las dos facetas principales del ser humano: lo material y lo espiritual. Esto pone de manifiesto que aún en pleno siglo xx algunos pensadores seguían recuperando y reforzando las enseñanzas que el padre de la escolástica nos dejó.
Vocabulario básico:
Dios: único ser que existe por sí mismo (esencia=existencia).
Precepto: mandato de obligado cumplimiento porque deriva de la ley natural.
Ley natural: principio supremo y autoevidente de la acción humana. Su contenido ordena hacer el bien y evitar el mal.
Inclinaciones: Impulsos que tiene la criatura humana y que hay que controlar. Las inclinaciones concupiscibles son la alegría y la tristeza, mientras que las irascibles son la ira, la paciencia y la dulzura.
Naturaleza humana: Ser intermedio entre los animales y Dios, dotado de palabra y razón cuya perfección consiste en tratar de ser semejante a Dios mediante las obras.
Razón: facultad que ordena el conocimiento. Se compone de entendimiento y voluntad. La razón práctica conoce los principios de la acción: decide lo que debemos hacer.
Bien humano: es el bien conocido y querido por toda y cualquier persona, que sirve de fundamento a la acción.