MATERIALISMO HISTÓRICO
Frente a las concepciones de la historia que hacen depender de las ideas la realidad práctica, material, del ser humano, (o de los ideales políticos, filosóficos o religiosos, de los grandes protagonistas de la historia, el materialismo histórico se propone explicar la historia desde la producción práctica de la existencia, invirtiendo la relación, tradicional en la época de Marx, entre la existencia real y la idea que los seres humanos se hacen de su existencia, (o los ideales que conciben en torno a su realización). La historia no es, para Marx, ni una colección de hechos, como parecían concebirla los empiristas, ni una sucesión de categorías, como la concebían los idealistas; tampoco el resultado de la acción aislada de los considerados personajes históricos. La historia es el resultado del modo en que los seres humanos organizan la producción social de su existencia.Toda la concepción histórica, hasta ahora, ha hecho caso omiso de esta base real de la historia, o la ha considerado simplemente como algo accesorio, que nada tiene que ver con el desarrollo histórico. Esto hace que la historia deba escribirse siempre con arreglo a una pauta situada fuera de ella; la producción real de la vida se revela como algo protohistórico, mientras que la historicidad se manifiesta como algo separado de la vida usual, como algo extra y supraterrenal.( La Ideología alemana, I, A, 2)
INFLUENCIAS QUE RECIBE
Así, se ha convertido ya en un tópico tradicional presentar la obra de Marx como el resultado de una triple influencia: la de la filosofía hegeliana, asimilada en sus años de estudiante en Berlín; la de la economía política inglesa, en la que se inicia durante su primer exilio en París; y la del socialismo francés, con el que también entrará en contacto durante su primer exilio en París, (llamado posteriormente socialismo utópico por contraposición a su propia interpretación del socialismo, conocida como socialismo científico). Esta triple influencia se puede desglosar en los siguientes elementos: ● a) De la filosofía hegeliana o, más bien, como resultado de su crítica del idealismo, tal como lo presentaba Hegel, (o sus seguidores, tanto de la derecha como de la izquierda hegeliana), conservará algunos conceptos que resultarán fundamentales en su pensamiento (especialmente las ideas de dialéctica y de historia como proceso orientado hacia un fin.) ● b) Del socialismo utópico francés (Saint-Simón, Fourier, Proudhom) tomará las ideas socialistas y revolucionarias de su pensamiento político, como la idea de la lucha de clases. ● c) De la economía política inglesa ( Adam Smith y David Ricardo), tomará las herramientas técnicas del análisis económico y sobre todo la idea del valor -trabajo como eje articulador de toda actividad productiva.
Superestructura jurídico-política :
La superestructura jurídico-política está formada por el conjunto de normas, leyes, instituciones y formas de poder político que, condicionadas por la estructura productiva, ordenan y controlan el funcionamiento de la actividad productiva de los ciudadanos. Las formas del Estado no son, pues, la realización del Espíritu Absoluto, sino los instrumentos a través de los cuales las clases dominantes ejercen su poder sobre las clases sometidas. Lejos de convertirse en los garantes de la realización humana y la libertad de los individuos, como pensaba Hegel, se convierten en agentes de represión y sometimiento, de alineación y esclavitud, en función de las exigencias de las relaciones de producción, de las que derivan y a las que sirven.
ALIENACIÓN E IDEOLOGÍA
Según Marx en el capitalismo se produce la alienación del trabajo. El trabajo debe ser una actividad humana encaminada a transformar un objeto, en este proceso el obrero es el principio activo y la materia la realidad sobre la que actúa el sujeto. Sin embargo, en el capitalismo se ha cosificado al trabajador o, en otras palabras, se ha alienado.
El obrero en el sistema de producción capitalista pierde su fuerza de trabajo vendíéndosela al patrón que hace uso de ella como de una cosa. Además, el obrero en el capitalismo no tiene ninguna relación creativa con el producto de su trabajo, que se desvincula del propio trabajador en serie. Frente al artesano que creaba y sus obras eran frutos de sus manos, el obrero capitalista vive enajenado de sus propias creaciones ya que no las ve como propias. Por si fuera poco, el mismo obrero, en este sistema, es un extraño de su propia vida ya que el tiempo que no dedica al trabajo lo dedica a prepararse para el trabajo o a descansar de él. El trabajo, que podría ser una actividad autogratificante, se convierte en una labor alienante. Ejemplo claro de esto serían los obreros de una producción en serie. Todos estamos alienados dentro de un sistema como el capitalista que convierte al obrero y a su fuerza de trabajo en una mercancía.
La alienación es evidente pero está oculta a la mayoría de los trabajadores porque el sistema capitalista la oculta tras la ideología. La ideología tiene muchas caras: la religiosa, la económica, la política, la moral, etc. Sin embargo, el fin de toda ideología y sus formas es el mismo: asegurarse de la estabilidad social que en el sistema capitalista se puede traducir como garantizar que la situación de opresión sobre la clase obrera no cambia.
Como todos debemos trabajar para vivir, esto obliga a los hombres a relacionarse entre sí, la ideología articula estas relaciones para que cada uno asuma su papel y no pretenda salirse de él. Un ejemplo claro de ideología lo tenemos en la religión cristiana, según Marx, la religión cristiana garantiza el Cielo a aquellos que sean mansos, obedientes y pobres; de hecho, durante muchos siglos, el poder del rey o del emperador era consecuencia de la voluntad de Dios; con esta ideología se obtiene obediencia y sumisión que afianza las relaciones de opresión de los poderosos sobre los más pobres. De aquí la famosa frase de Marx “la religión es el opio del pueblo”.
Para Marx la ideología no son más que construcciones de la mente humana que invierte la realidad y la tergiversa. La clase dominante siempre ha tenido la capacidad de controlar y modificar la ideología, aunque, evidentemente, la mayoría de los miembros de la clase dominante creen en la verdad de la ideología que defienden.