La Guerra Civil dejó un panorama desolador. La renovación dramática iniciada por Valle Inclán y Federico García Lorca se vio truncada por la contienda, ya que los grandes dramaturgos habían muerto o se habían exiliado. Tan solo tres dramaturgos continúan estrenando en España tras el conflicto: Benavente, se ve obligado a estrenar durante años sin que su nombre aparezca en los carteles. Enrique Jardiel Poncela continúa su teatro de humor y José María Pemán.
A esta situación se añadieron dos factores. Los destrozos de la guerra habían dejado inservibles muchos teatros, y ponerlos de nuevo en funcionamiento era un gasto inabordable para un país empobrecido. Ese aislamiento produjo que las nuevas tendencias del teatro europeo llegasen tarde y mal. Por otro lado la censura actuó sobre todo lo relacionado con la cultura, fue especialmente estricta con las artes escénicas.
La precariedad económica supuso que muchos teatros de provincias desapareciesen. Se redujo el número de estrenos y de montajes, el teatro se limitó a unas pocas ciudades (Madrid, Barcelona…).
En este programa triunfó un teatro convencional, pensado para el entretenimiento. Las carácterísticas más importantes son:
Está concebido como entretenimiento.
Es fiel a las técnicas tradicionales del teatro de Benavente.
Pone en escena los dilemas morales de la vida cotidiana.
Transmite los ideales que sustentan el régimen: respeto a las tradiciones de la familia, la religión.
Desembocar en el adecuado final de todos.
Muestra escasa penetración psicológica de los personajes.
Entre otros autores, cabe destacar a Joaquín Calvo Sotelo. Entre sus obras: Una muchachita de Valladolid y La muralla. Con La muralla, alcanzó un gran éxito y suscitó polémica por su valentía al llevar a escena un drama con implicaciones políticas.
Otra de las tendencias fue el teatro de humor, en el que destacan: Jardiel Poncela y Miguel Mihura. Jardiel Poncela apuesta por un teatro donde lo original y lo absurdo se opone a lo cotidiano y a lo convencional. Entre sus obras cabe destacar: Cuatro corazones con freno y marcha atrás (1936), una de sus obras más innovadoras; y recién finalizada la guerra, sin variar su concepción del teatro y del humor: Eloisa está debajo de un almendro (1940).
Por su parte, Miguel Mihura creó una nueva forma de abordar el humor. Su obra más importante es: Tres sombreros de copa, que se anticipa al teatro del absurdo con sus diálogos disparatados; y otras obras como: Maribel y la extraña familia (1959) o Ninette y un señor de Murcia (1964).
En esta estaba hubo también un teatro renovador en el que destacan dos autores: Alejandro Casona y Max Aub. El teatro del primero presenta unan combinación de poesía y misterio. Entre sus obras destacan: La dama del alba. Max Aub, en Morir por cerrar los ojos señala que no se pueden cerrar los ojos ante el avance de un régimen injusto y dictatorial.
En la década de los cincuenta destacan dos autores: Antonio Buero Vallejo y Alfonso Sastre.
Antonio Buero Vallejo representa el posibilismo, es decir, eligió criticar sin hacer demasiado evidente el contenido de la crítica. Entre las carácterísticas:
Denuncia mediante un lenguaje simbólico de la situación social impuesta por la dictadura.
Personajes marcados por frustraciones.
Uso del teatro como espejo en el que analizar la época.
Entre sus obras:
Historia de una escalera, El sueño de la razón y La Fundación, que pretenden que el espectador tome conciencia de la trágica situación.
Alfonso Sastre entendía que el teatro tenía que llevar a la agitación o revolución social. Entre sus obras: La taberna fantástica, estrenada tras años de prohibición, en la que denuncia el abandono social en el que viven los jóvenes.
A lo largo de los sesenta un grupos de jóvenes, siguiendo los planteamientos iniciados por Bueno y Sastre, ofrece una propuesta teatral caracterizada por una denuncia de las injusticias sociales. Algunas de las obras más representativas son de: Rodrigo Méndez, Lauro Olmo y José Martín Recuerda.
También surge un teatrorenovador y experimentalista influido por el teatro del absurdo. En él pierde importancia la acción en favor de otros elementos del lenguaje escénico: la luz, la escenografía, el sonido, el vestuario, etc. Entre los autores podemos señalar a Francisco Nieva y Fernando Arrabal.
Las obras de Francisco Nieva no fueron representadas en España hasta finales de la dictadura porque busca un teatro liberador. Nieva ha clasificado su obra en diversos capítulos, entre los que destacan:
Teatro furioso: dedicado a denunciar la represión moral sobre el individuo.
Teatro de farsa: más complejo.
El otro gran referente es Fernando Arrabal, quien fundó junto a Jodorowsky el grupo Pánico (homenajea a Pan, Dios griego de la broma, el terror, la fiesta y la irrisión). Su teatro combina situaciones absurdas con un humor negro para mostrar un mundo en el que no hay reglas por lo que sus personajes se comportan de modo irracional. Sus obras más destacadas son: El cementerio de automóviles y Pic-nic.
También hay que destacar la aparición, desde 1965, de teatro independiente que se rebelan contra el teatro comercial. Cabe destacar: La Cubana, Els Comediants, Teatro Universitario de Murcia o Els Joglars.
Como conclusión, se puede decir, que una vez finalizada la dictadura y eliminada la censura, se crearon instituciones como el Centro Dramático Nacional o la Compañía Nacional de Teatro Clásico y fueron accediendo a las carteleras algunas obras de autores del exilio y otras prohibidas de Valle-Inclán y García Lorca.