1. Las Vanguardias A principios del Siglo XX surgen una serie de movimientos artísticos y literarios en Europa a una velocidad trepidante: son las vanguardias. Estas suponen una ruptura verdadera, más tajante que la modernista, con todo lo anterior.
Las vanguardias –como su propio nombre indica (del francés avant-garde: «posición adelantada»)– se oponen, a veces de forma virulenta, a la estética anterior, y proponen, mediante manifiestos, concepciones profundamente novedosas del arte, la música y las letras. Los ismos vanguardistas se suceden a un ritmo vertiginoso. Nacen como una necesidad de regenerar las artes en general y acaban por extenderse incluso al campo del pensamiento. El denominador común de todos estos movimientos tan efímeros y fugaces es su antirromanticismo, la huida del sentimentalismo -que consideran ya caduco y burgués-, la transgresión lingüística y, sobre todo, la defensa del arte por el arte. El período de mayor efervescencia de los ismos se sitúa entre 1910 y 1930, en un mundo convulso donde los avances cientí- ficos y tecnológicos ponen en duda las viejas certezas y donde las alianzas políticas de las grandes potencias europeas desembocan en la Primera Guerra Mundial.
1.1
Futurismo
Es uno de los movimientos estéticos euuropeos de principios del Siglo XX que pretende ser revolucionario e iconoclasta. El Futurismo alcanza su mayor arraigo en Italia gracias a Marinetti, cuya labor propagandística encuentra eco en un grupo de pintores y escritores. Filippo Tommaso Marinetti (1876-1944), fundador del Futurismo, publica en el diario Le Fígaro, en 1909, el manifiesto de este movimiento.
La esencia del Futurismo se define por: n El culto irracional de la acción por la acción y la velocidad. N La alabanza de la civilización, la mecánica y la técnica. N La exaltación del urbanismo y los grandes centros industriales. N La estética de la máquina como ideal de belleza. N La reacción contra lo que se llamaba «sentimentalismo ROMántico» o «burgués». N La defensa del nacionalismo y de la guerra como fuerza regeneradora. N La exaltación del movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso gimnástico, el salto peligroso, el puñetazo y la bofetada. Se establece la abolición del adjetivo, del adverbio, de la puntuación o la disolución del ritmo. Se admiten todos los símbolos, desde las más groseras representaciones de sonidos hasta las fórmulas químicas y matemáticas… El resultado de este planteamiento queda patente en las obras de Marinetti: Mafarka (1910), La batalla de Adrianopolis (1914), Zang Tumb Tumb (1914); o en los versos libres de D’Annunzio.
1.2. Dadaísmo Es un movimiento artístico internacional más decisivo que el Futurismo en la cultura contemporánea. Surge en 1916, en la neutral Suiza, que en aquellos turbulentos años era un pequeño remanso de paz y un punto de reuníón de pacifistas y revolucionarios llegados de todos los puntos de Europa. El escritor más representativo del movimiento es Tristan Tzara (1896-1963), que ejercerá de animador del grupo de París. Sobre el significado de la palabra dadá se ha escrito mucho, tal vez su mejor definición es la que el mismo Tzara propuso en 1916: «Descripción de la nada». Y para que no hubiese ninguna duda acerca de esta sorprendente fórmula, solía completarla con: «Todo es Dadá: ¡todo lo que se resiste y se niega incluso a resistirse, todo lo que pretende atacar y provocar!». De ese año es su poemario La primera aventura celeste del señor Antipirina y dos años más tarde publica Veinticinco poemas. Estas son, en resumen, las principales carácterísticas de los dadaístas: n Son nihilistas: destruyen porque la construcción lleva a una perfección que les aburre. Su afán de provocación les lleva a cuestionar los valores establecidos: el trabajo, la patria, la familia. N Intentan que los espectadores tomen conciencia de lo absurdo que es el mundo en que viven haciendo mofa de éste. N Para los dadaístas, que «crean y a continuación destruyen», todo es relativo en la vida del hombre. N Pretenden obligar al espectador a participar en sus «antiespectáculos» aunque sea expresando su desaprobación. N Para ellos el hombre no es nada, luego no deja huella de su paso por el mundo. La vena creativa de los escritores, pintores, músicos y artistas «dadá» es enorme. Hay que destacar la invención del poema fóma fónico, en el que las palabras quedan reducidas a simples sílabas fónicas que luego se reordenan rítmicamente; de los poemas simultáneos, recitados al mismo tiempo por varias personas, y del poema creado al azar. Otras dos aportaciones del movimiento que resultarán muy productivas para este y otros ismos son las técnicas del collage y el fotomontaje. La relación de escritores que se involucraron en el movimiento dadaísta es extensa pero merece citarse a Louis Aragón, André Bretón, Paúl Éluard, Benjamín Péret y Philippe Soupault. La aventura dadá termina en la primera mitad de los años veinte cuando algunos de los autores anteriormente citados se embarcan en la aventura del Surrealismo.
1.3. Surrealismo Este nuevo movimiento vanguardista surge a comienzos de la década de los veinte, cuando el Dadaísmo da muestras de agotamiento. El Primer Manifiesto Surrealista aparece en 1924. Los surrealistas creen profundamente en la libertad, la libertad de poder imaginar y soñar. El término originario francés surréalisme (‘por encima de lo real’) lo deja claro: es algo que está por encima de la realidad que percibimos. Propone, además, el olvido de la lógica y da prioridad al mundo de los sueños. Su objetivo es dejar volar la fantasía, expresar la vida
auténtica liberando los pensamientos de la vigilancia moral, estética y lógica. Para ello se emplean métodos creativos como la «escritura automática». Las carácterísticas que definen este movimiento son: n La reivindicación del inconsciente y del sueño, a los que se otorga una categoría idéntica a los estados de vigilia. El creador es un mero transcriptor del inconsciente y la inspiración está por encima de la técnica literaria. N La inclusión en sus obras de elementos cotidianos que, al no dejar intervenir la parte consciente, quedan descontextualizados. La crueldad y el humor aparecen también como contrapunto a todo tipo de sentimientos. N La exaltación vital. Si Marx pretendía cambiar el mundo, los surrealistas ahora quieren cambiar la vida. Existe, en efecto, una conciencia social para la resolución de los problemas individuales. No es extraño, pues, que esta actitud conduzca a un acercamiento de estos artistas al marxismo y al Partido Comunista a finales de los años veinte. De este período es el Segundo Manifiesto Surrealista (1929), más místico y especulativo que el primero. Los escritores más destacados son Guillaume Apollinaire, Blaise Cendrars, André Bretón, Paúl Éluard, Louis Aragón y Jules Supervielle.
1.4. Expresionismo El Expresionismo es la aportación alemana al proceso de renovación intelectual de las vanguardias. En un primer momento este término se emplea como denominación de un movimiento pictórico pero más tarde abarcará también el campo de las letras. Hay en él una enorme variedad de posturas individuales que, sin embargo, convergen en la huida de lo académico, en el rechazo de la obra artística burguesa, en la búsqueda de la síntesis total del arte y la vida, y en la visión subjetiva de la realidad. El Expresionismo nace y se desarrolla en un país que ha sufrido un giro de ciento ochenta grados en pocos años. En 1900, Alemania es la segunda potencia industrial del mundo y vive un período de efervescencia nacionalista y de expansionismo fuera de Europa. Al terminar la Primera Guerra Mundial, Alemania es la granderrotada del conflicto. Esto genera un amplio sentimiento de fracaso. Es un momento histórico que invita a la reflexión, al conocimiento de las carácterísticas que conforman la personalidad del hombre y su pensamiento. Del mismo modo surge la necesidad de participar en la creación de una sociedad nueva y mejor. Estos son algunos de los rasgos del Expresionismo: n Los personajes sufren una crisis íntima, psicológica o espiritual, lo que explica una visión muy particular, casi siempre pesimista, del mundo y la gente que les rodea. En general, se desconfía de una sociedad que no es capaz de mantener ninguna de sus promesas. N Se realza la fealdad, lo demoníaco, lo irracional, lo grotesco n Se cuestiona el concepto de verosimilitud, puesto que lo que importa es «describir el interior de las cosas sin mostrar el extexterior». De ahí procede tanto la tendencia al misticismo y a lo visionario como el recurso a nombrar a los personajes como seres abstractos o números: Míster Cero, K., el Poeta. N El caos es el medio habitual en el que se desenvuelve el héroe. Los polos básicos del movimiento son la fundación de revistas como Der Sturm (La tormenta) en 1910, Die Aktion (1913) y la publicación en 1920 de una antología de la lírica expresionista a cargo de Kurt Pinthus titulada Ocaso de la humanidad. Uno de los poetas fundacionales del expresionismo es el austríaco Georg Trakl (1887-1914), un poeta maldito que, pese a la brevedad de su obra –dos colecciones de poemas: Poemas (1913) y la póstuma Sebastián en sueños (1915)–, marca profundamente la senda del movimiento. Influenciado por Hölderlin, Baudelaire, Rimbaud, Dostoievsky y Nietzsche, su poesía se caracteriza por el hermetismo de extrañas imágenes y alegorías. Motivos recurrentes en su obra son lo nocturno, lo otoñal, el desarraigo, el mal y la muerte.
1.6. El hermetismo Después del paso fugaz del Futurismo, los poetas italianos inician un proceso de depuración de la lírica, cada vez más despojada y esencial, en un intento de huir de los tonos discursivos y elocuentes. Nace así el Hermetismo. Este es un movimiento que se caracteriza por la brevedad y densidad de las composiciones, desprovistas de toda retórica. La poesía es la expresión de la intuición o de una súbita iluminación. El máximo representante del movimiento es Giuseppe Ungaretti (1888-1970), autor de El puerto sepultado (1916), Alegría del naufragio (1919) y Sentimiento del tiempo (1933). Paulatinamente el Hermetismo acentúa la condensación de significados, el recurso a la analogía y la exigencia de concentración. La poesía gana en capacidad de sugestión pero se vuelve un tanto impenetrable. En esta tendencia sobresalen Eugenio Montale (1896-1981) y Salvatore Quasimodo (1901-1968). Del primero merecen citarse Huesos de sepia (1925), obra caracterizada por su tono angustioso, Las ocasiones (1939), poemario bajo el influjo de T.S. Eliot, y Satura (1971), alejada ya del registro hermético gracias al empleo de una lengua directa y coloquial. En cuanto a Quasimodo, gran conocedor de los clásicos, en 1930 publica Agua y tierra, una obra con una palabra poética desnuda y esencial. La experiencia de la Segunda Guerra Mundial modifica su registro y en Día tras día usa una expresión más épica y colectiva.