Sofistas y Democracia Ateniense: Influencia en el Pensamiento de Pericles

La Influencia Sofista en la Democracia Ateniense

No se conocen testimonios de una confrontación directa de los sofistas hacia las instituciones religiosas, aunque son defensores constantes de la razón y sus cuestionamientos. Su pensamiento no se alinea con la búsqueda de una verdad absoluta ni con valores absolutos. Su perspectiva, cercana al relativismo, los hace receptivos a la diversidad y más orientados al pragmatismo. Las diferencias inevitables entre los individuos se resuelven a través de la persuasión; la argumentación es un instrumento más efectivo que la fuerza. Se busca de manera colectiva la solución más adecuada para los problemas de la ciudad, aunque nunca la definitiva. Se establecen acuerdos y se proponen valores que, sin ser permanentes, conservan su relevancia para las circunstancias en las que fueron concebidos. Protágoras lo afirma sin ambigüedades. Sexto Empírico nos transmite su pensamiento:

“Pues lo que a la polis le parece justo y bello, efectivamente lo es para ella, mientras que tenga el poder de legislar.”

Protágoras se mantiene coherente con su epistemología fundamental. Gracias a Sexto Empírico, podemos comprender mejor su filosofía:

“Sobre lo justo y lo injusto, lo santo y lo no santo, estoy dispuesto a sostener con toda firmeza que, por naturaleza, no hay nada que lo sea esencialmente, sino que es el parecer de la colectividad el que se hace verdadero cuando se formula y durante todo el tiempo que dura ese parecer” (Cf. Barrio Gutiérrez, 1984, págs. 21-22).

La Política como Asunto Colectivo

La política concierne a todos, nadie puede abstenerse. Para Protágoras, el ejercicio de la ciudadanía, con sus exigencias de respeto, justicia y autocontrol, ocupa un lugar primordial. Para Pródico, la virtud reside en el individuo, pero posee una dimensión social. La democracia de Pericles, e incluso las anteriores, posibilitan el ejercicio práctico de las responsabilidades derivadas de estas ideas. A pesar de sus imperfecciones, las diversas instituciones democráticas, y en particular la Asamblea, permiten la participación sin más requisito que ser ciudadano. Para reflexionar, opinar y contribuir con el voto en las decisiones de la polis, no se necesita una cualificación especial o conocimientos técnicos; basta con ser parte de la comunidad y sentir como propios los problemas comunes.

Esta idea, sin duda controvertida, resulta inimaginable en la actualidad. Sócrates expresa su desacuerdo:

“Estoy persuadido, como lo están todos los helenos, de que los atenienses son muy sabios. Veo en todas nuestras asambleas que cuando la ciudad tiene que construir un edificio, se llama a los arquitectos para que den su dictamen; que cuando se quieren construir naves, se hace venir a los carpinteros que trabajan en los arsenales; y que lo mismo sucede con todas las demás cosas que por su naturaleza pueden ser enseñadas y aprendidas; y si alguno que no es profesor se mete a dar consejos, por bueno, por rico, por noble que sea, no le dan oídos, (…) Así se conduce el pueblo en todas las cosas que dependen de las artes. Pero siempre que se delibera sobre la organización de la ciudad, entonces se escucha indiferentemente a todo el mundo. Veis al albañil, al aserrador, al zapatero, al mercader, al patrón de barco, al rico, al pobre, al plebeyo, levantarse para dar sus pareceres, (…) A nadie se le echa en cara que dé consejos sobre las cosas que ni ha aprendido ni ha tenido maestros que se las hayan enseñado” (Protágoras, 319 a).

Dos Visiones de la Política

Se presentan dos concepciones diferentes de la política. En una, el conocimiento especializado marca la diferencia y genera superioridad; en la otra, la única condición es ser parte de la comunidad y asumir sus necesidades. Sócrates demanda una preparación previa a la participación política, una formación específica y contenidos concretos. Para los sofistas, son suficientes unas habilidades generales. Ellos enfatizan la naturaleza similar de los seres humanos y la igualdad de derechos que esto conlleva. Antifonte e Hipias se dedican a exponer la igualdad natural, y la democracia debe recoger esta postura y hacerla efectiva.

La Oración Fúnebre de Pericles

Algunas de estas ideas se pueden identificar en la Oración Fúnebre de Pericles, pronunciada alrededor de la Olimpíada 87 (invierno del 430 a.C.), poco después del inicio de la guerra del Peloponeso. En esa ocasión, se entierran las víctimas del enfrentamiento siguiendo un ritual que incluye un féretro vacío en honor a los desaparecidos. Según la costumbre, la ceremonia concluye con un elogio pronunciado por un hombre reconocido por su prestigio e inteligencia. Pericles pronuncia ante la ciudad, incluyendo a mujeres y extranjeros, un extenso discurso que Tucídides ha conservado con un tono literal (Historia, II, 35 ss).

Atenas despide a sus caídos con un discurso que expone principalmente las virtudes de la democracia. En el acto valeroso que llevó a estos ciudadanos a entregar su vida, Pericles ve reflejada la grandeza de la polis. La intervención revela el profundo aprecio que siente por ella y el ideal político que representa, sin distinguir entre las cualidades del régimen y las de cada ciudadano en particular. Las virtudes del sistema y las del pueblo son una unidad. No se puede ignorar el orgullo que produce a los atenienses, en palabras de Pericles, el espectáculo de esta democracia y el modo de vida que representa. Atenas es presentada como una polis digna de admiración y como un modelo sin reservas por su belleza y poderío:

“Hemos convertido nuestra ciudad en la más autárquica, tanto en lo referente a la guerra como a la paz” (II, 36). “Pues tenemos una Constitución que no envidia las leyes de los vecinos, sino que más bien es ella modelo para algunas ciudades que imitadora de los otros. Y su nombre, por atribuirse no a unos pocos, sino a los más, es Democracia” (II, 37). “Resumiendo, afirmo que la ciudad toda es escuela de Grecia, y me parece que cada ciudadano de entre nosotros podría procurarse en los más variados aspectos una vida completísima con la mayor flexibilidad y encanto” (II, 41). “Pues las virtudes que en la ciudad he elogiado no son otras que aquellas con que las han adornado estos hombres y otros semejantes, y no son muchos los griegos cuya fama, como la de éstos, sea pareja a lo que hicieron” (II, 42).

Más adelante, Pericles insiste en la relación entre la polis y cada ciudadano, señalando que la prosperidad individual solo puede entenderse si la polis prospera en su conjunto. Un hombre fracasa si logra sus objetivos mientras la patria se arruina. Los éxitos y los infortunios pueden ser privados o colectivos, pero son idénticos desde la concepción elevada que propone Pericles (II, 60). En esta lógica política, el todo está en cada parte y cada parte está en el todo. Sin duda, una visión idealizada, donde se ha llevado al límite el concepto de una relación democrática, pero coherente con las ideas que sustentan este régimen y expresiva de un gran amor a la ciudad.

Temas Clave de la Oración Fúnebre

La Oración Fúnebre posee una gran riqueza conceptual. En ella se pueden leer las grandes ideas de la democracia poco antes de su declive. Rodríguez Adrados organiza su análisis del discurso separando los siguientes temas:

  • Igualdad y prestigio
  • Libertad y ley
  • Trabajo privado y dedicación pública
  • Nivel material y espiritual elevado
  • Comodidad de vida y valor personal
  • Razón y acción
  • Humanitarismo pacifista e imperio
  • Mujer (1993, págs. 220 ss)

En estos temas se percibe, en distintos momentos, la influencia del pensamiento sofista. Concluye de este modo:

“La sofística no es una mera teoría, sino que es expresión de un espíritu laico y racionalista que, por obra de una minoría, va infundiéndose en el Estado y se traduce en una serie de reformas de carácter práctico favorecidas, de otra parte, por las favorables circunstancias económicas. No puede separarse la sofística de la democracia de tipo pericleo ni viceversa” (1993, pág. 230).

Conclusión: El Legado de los Sofistas

La democracia griega, tal como se practicó bajo el liderazgo de Pericles, no surgió espontáneamente. Muchas de sus ideas subyacentes pertenecen a la tradición cultural helénica, pero el paso crucial se produce con la contribución de los sofistas. Así, se pone en marcha una experiencia de gran trascendencia para el futuro político de Occidente, cuya existencia fue acompañada tanto de elogios como de resistencias. De acuerdo con la concepción antilógica de Protágoras, la probabilidad de que una experiencia de esta naturaleza fuera aprobada universalmente es muy baja. Tucídides, un defensor de la democracia que relata con aprecio pasajes de la vida política de Pericles y registra con detalle sus discursos, también expresa sus críticas con igual convicción. Reconoce en Pericles a un hombre de inteligencia, prestigio y completamente incorruptible, capaz de controlar al pueblo con plena libertad, que nunca habla para agradar ni recurre a prácticas indignas para obtener poder. En la práctica, una persona que guía, pero que no se deja guiar. Finaliza con una frase cuyo contenido ha sido reinterpretado como una forma de oposición a la democracia: “Venía a ser aquella de nombre una democracia, pero en la práctica un gobierno por parte del primer ciudadano” (II, 65).