SAN AGUSTÍN
Como resultado del encuentro entre filosofía y cristianismo surge en el siglo IV el
problema de las relaciones entre la razón y la fe. Mientras la filosofía está guiada por
la razón, el cristianismo procede de la fe, y, puesto que pueden diferir, hay que deslindar
lo que corresponde a cada una de ellas. En san Agustín no aparece una demarcación
clara entre una y otra. Considera que, en un primer momento, la razón ayuda al hombre
a alcanzar la fe, pero una vez en posesión de la verdad dada por la fe, la razón tiene
como finalidad ayudarle a comprender la verdad. Así la razón queda subordinada a la fe.
Es famosa su fórmula “Intellige ut credas, crede ut intelligas”, donde la fe no es algo
irracional, sino que se busca la razón o inteligencia de ella.
Tanto la razón como la fe son fuentes de conocimiento. San Agustín parte de una
concepción de la verdad y del ser de influencia platónica: la verdad y el ser están en lo
inmutable. Considera que toda verdad parte de nuestro interior, de lo que pensamos,
pues incluso cuando nos equivocamos estamos pensando (enin fallor sum). Somos
conciencia pensante. De este punto de partida se pasa al descubrimiento de la verdad y
de Dios.
El proceso de conocimiento es el siguiente: los sentidos nos dan lo cambiante, pero la
verdad y el ser están en lo inmutable, para descubrirlo el alma debe buscarlo en su
interior. Esta interiorización comienza con el descubrimiento de nuestras propias
sensaciones cambiantes, de las que ascendemos a verdades permanentes, por ejemplo
las verdades matemáticas. Si estas verdades no proceden ni de lo mostrado por los
sentidos, ni de la propia alma, tendrán que proceder de algo inmutable, es decir, de
Dios. Por tanto el proceso de conocimiento culmina en Dios. Al conocimiento de Dios
lo denomina san Agustín sabiduría, frente a la ciencia que es el conocimiento de
verdades eternas.
A la pregunta de cómo el alma llega a descubrir las verdades eternas Platón contestaba
con la teoría de la reminiscencia. San Agustín, al ser cristiano, no puede aceptar esta
solución y recurre a la teoría de la iluminación. La iluminación es la acción de Dios
que permite la captación de la verdad por parte del alma y es un proceso similar al de la
luz para lo sensible.
Al hablar de Dios se plantea el problema de su existencia. En san Agustín no hay una
demostración expresa, pero su pensamiento sobre este problema se puede estructurar en
tres pasos: se parte de que el hombre conoce verdades eternas (por ejemplo las
matemáticas), nos preguntamos de dónde proceden tales verdades y concluimos en que
sólo pueden proceder de Dios que también es eterno. Esta demostración tiene influencia
posterior en Descartes.
Sobre la esencia de Dios afirma que es el creador del mundo. Tal creación se realiza
tomando como modelos las ideas de las cosas que están en su mente, como Ideas
Ejemplares. De acuerdo con ellas Dios introduce en la materia “razones germinales” o
semillas, que al desarrollarse originan las cosas. Dios no crea las ideas, sino el mundo
sensible, por lo que tiene una existencia positiva, frente al platonismo. Con la creación
del mundo aparece el tiempo, que es explicado de forma lineal (comienzo y fin), frente
a la concepción cíclica de los presocráticos.
Uno de los problemas asociados a Dios es la existencia del mal. La pregunta por el mal
aparece de la siguiente forma ¿por qué siendo Dios bueno permite la existencia del mal?
Para el santo, el mal no es nada en sí mismo, es ausencia de bien y por ello no se puede
decir que haya sido creado por Dios. Distingue entre mal moral y mal físico. El primero
procede de los hombres, que anteponen lo sensible a Dios; el segundo es una
consecuencia del mal moral.
El hombre es un compuesto de alma y cuerpo. El alma es inmortal pero se hereda de
los padres y el cuerpo es mortal. No distingue partes en el alma, pero si concede
especial importancia a la memoria y al amor. La memoria organiza nuestra vida interior
y el amor eleva al hombre hacia el conocimiento y hacia Dios.
El hombre hace el mal cuando peca. Ahora bien para pecar es necesario que el hombre
sea libre. Esta libertad se aleja del pecado cuando el hombre cuenta con la gracia, don
divino que Dios concede a quien quiere según sus designios. Así distingue entre libertad
y libre arbitrio. El libre arbitrio es la capacidad de elegir del hombre que puede llevarle
a caer en el pecado o a hacer el bien. La gracia permite al hombre elegir el bien y a esa
orientación le llama san Agustín libertad.
Con san Agustín cambia el concepto de virtud griego ligado al intelectualismo moral.
La virtud no es producto del conocimiento, es una elección de la voluntad que consiste
en poner en práctica la caridad, el amor a Dios y a los hombres.
En su obra La Ciudad de Dios expone la idea de tiempo lineal frente a la circularidad
griega y afirma que es el amor lo que mantiene unidos a los hombres formando una
comunidad. Los objetos de amor definen a la comunidad, pudiendo ser comunidad
terrenal o ciudad terrenal, si se vive según la carne, o Ciudad de Dios, si se vive
según el espíritu. La paz es el mayor anhelo social y se da como orden garantizado por
la justicia, siendo perfecta en la Ciudad de Dios, pero imperfecta en la terrena, por lo
que ha de ser impuesta por coacción legal. Esta coacción le corresponde al Gobierno
mediante la ley positiva, ley que tiene que estar inspirada en la ley de Dios, de donde se
sigue la preeminencia de la Iglesia sobre las formas de organización políticasa caer en el pecado o a hacer el bien. La gracia permite al hombre elegir el bien y a esa
orientación le llama san Agustín libertad.
Con san Agustín cambia el concepto de virtud griego ligado al intelectualismo moral.
La virtud no es producto del conocimiento, es una elección de la voluntad que consiste
en poner en práctica la caridad, el amor a Dios y a los hombres.
En su obra La Ciudad de Dios expone la idea de tiempo lineal frente a la circularidad
griega y afirma que es el amor lo que mantiene unidos a los hombres formando una
comunidad. Los objetos de amor definen a la comunidad, pudiendo ser comunidad
terrenal o ciudad terrenal, si se vive según la carne, o Ciudad de Dios, si se vive
según el espíritu. La paz es el mayor anhelo social y se da como orden garantizado por
la justicia, siendo perfecta en la Ciudad de Dios, pero imperfecta en la terrena, por lo
que ha de ser impuesta por coacción legal. Esta coacción le corresponde al Gobierno
mediante la ley positiva, ley que tiene que estar inspirada en la ley de Dios, de donde se
sigue la preeminencia de la Iglesia sobre las formas de organización políticasSANTO TOMÁS DE AQUINO
El tema de las relaciones entre razón y fe recorre todo el medioevo. Ya san Agustín había
afirmado la supremacía de la fe frente a la razón, aunque ésta sirva para comprender la fe y san
Anselmo (siglo XI) señaló la primacía absoluta de la fe en su fórmula “credo ut intelligam” Sin
embargo la relación entre ambas era motivo de controversias, dando lugar a dos bandos:
dialécticos que concedían un papel importante a la razón contra antidialécticos que lo limitaban
al máximo. En este contexto surge la teoría de la doble verdad de Averroes: una verdad dada por
la fe y otra por la razón.
Santo Tomás definirá las relaciones entre ambas al separar los campos de los que se ocupan.
Por su origen, la razón tiene un origen natural, la fe sobrenatural. Por su objeto, la razón se
ocupa de lo que nos muestran los sentidos, la fe de lo oculto a éstos. Por la facultad en la que se
apoyan, la razón lo hace en el entendimiento y la fe en la voluntad. Si hay una zona de
confluencia entre ellas, la fe es siempre el criterio externo para la razón.
El santo dedicó sus mejores escritos a la teología y el centro de ella es la demostración de la
existencia de Dios, expuesta en las cinco vías tomistas. El primer problema que aborda es el de
la necesidad de la demostración de la existencia de Dios, ya que ésta no es una verdad
evidente. En segundo lugar se plantea la posibilidad de la demostración. Tomás de Aquino
rechaza las demostraciones que parten de la idea de Dios o demostraciones propter quid, que
van de la causa a los efectos, como las de san Agustín o el argumento ontológico de san
Anselmo, y defiende las demostraciones quia, que parten de los efectos para concluir en la
causa. Elabora cinco demostraciones o vías que parten de hechos empíricos. Todas ellas tienen
la misma estructura:
1) punto de partida: parte de un hecho de experiencia o hecho conocido a través de los
sentidos.
2) primer grado de la vía: este hecho de experiencia necesita una causa explicativa.
3) segundo grado de la vía: esta causa está causada por otra anterior, pero no es posible
seguir una cadena indefinida de causas para explicar el punto de partida.
4) término de la vía: existe una causa explicativa a la que todos llaman Dios.
Las cinco vías son: vía del movimiento, vía de la causalidad eficiente, vía de la contingencia,
vía de los grados de perfección y vía de la causalidad final.
– Primera vía: Vía del movimiento. Parte del hecho del móvil; afirma que todo lo
que se mueve es movido por otro; no es explicativa del primer móvil una cadena
indefinida de motores; es necesario un Primer Motor al que llamamos Dios.
– Segunda vía: Vía de la Causalidad Eficiente. Parte de la causa del movimiento;
afirma que toda causa es causada por otra anterior; no se puede alargar la cadena
de causas indefinidamente; es necesaria una Causa Primera a la que llamamos
Dios.
– Tercera vía: Vía de la Contingencia. Parte de que los seres son limitados y
contingentes en su existencia; afirma la necesidad de una causa para su
existencia; es imposible seguir una cadena de seres contingentes para su
explicación; ha de existir un Ser Necesario al que llamamos Dios.
– Cuarta Vía: Vía de los grados de perfección. Parte de los distintos grados de
perfección; afirma la necesidad de su explicación por otro más perfecto; en todas
las perfecciones ha de existir un máximo que las explique; a ese Ser Perfectísimo
le llamamos Dios.
– Quinta Vía: del gobierno del mundo. Parte del hecho de que todo lo inanimado
tiende a un fin; afirma la necesidad de un Director de tal tendencia; a ese
Director le llamamos Dios.
d) Soluciones: por todo ello pertenece a la infinita bondad de Dios permitir los
males para de ellos obtener bienes y tanto la naturaleza como el hombre
necesitan de Dios para ser explicados.
Una vez establecida la existencia de Dios, el filósofo escolástico se ocupa de caracterizar su
esencia. En primer lugar afirma que no es posible conocer plenamente a Dios ya que su
perfección supera nuestro entendimiento. Sin embargo podemos acercarnos a lo que Él es a
través de dos vías: vía de la negación en la que negamos en Dios todo lo que es imperfección en
nosotros y vía de la perfección, predicamos de
Dios todo lo que es positivo en nosotros, pero en grado máximo. Santo Tomás elabora una tercera distinción sobre las aristotélicas de materia-forma y potenciaacto:
la de esencia (essentia) y existencia (esse). La esencia es “lo que la cosa es”, su
naturaleza o forma, pero es independiente de la existencia en cuando hecho real. Así, al no
corresponder a la esencia de las cosas como una nota definitoria la existencia, Dios da existencia
o crea esencias que están en su mente como ideas. A diferencia de las cosas creadas que existen
y dejan de existir o pudieron no haber existido nunca, Dios ha existido desde y para siempre.
Esta distinción nos lleva a considerarlo un Ser Necesario frente a las cosas contingentes.
El hombre es una sola substancia compuesta de cuerpo y alma. El alma es la forma que puede
existir separada del cuerpo sólo de forma incompleta y posee una inclinación natural a unirse
con el cuerpo. El alma, al igual que en Aristóteles, tiene tres niveles: vegetativo, sensitivo y
racional. Los dos primeros nos relacionan con los demás seres creados y explican nuestros
apetitos y tendencias corporales. En el alma racional nos asemeja a Dios y en ella se pueden
distinguir dos facultades: el entendimiento y la voluntad, que se ocupan respectivamente del
conocimiento teórico y del práctico.
El entendimiento tomista es como una tabla rasa: carece de contenidos innatos y tampoco
cuenta con la iluminación divina. Necesita de contenidos sensoriales, que actúan como materia
del conocimiento. Sobre la materia sensible actúa el entendimiento realizando su labor de
abstracción, en la que el entendimiento agente ilumina y abstrae la esencia oculta en las
imágenes sensibles y el entendimiento posible produce el concepto y el juicio.
La voluntad se encarga del conocimiento ético. La ética de Tomás de Aquino hay que
entenderla desde una perspectiva teológica. La moral es el camino para alcanzar la salvación
junto a Dios. Este camino debe recorrerlo el hombre usando correctamente su libre albedrío. El
modelo de conducta apropiada es el de Cristo.
El contenido ético de la Suma Teológica está basado en la Ética a Nicómaco de Aristóteles, ya
que mantiene que toda acción humana está encaminada a un fin último que es la felicidad. Para
alcanzarla el hombre debe adquirir hábitos morales buenos y éstos dependen de la repetición de
acciones que emplean los medios adecuados para alcanzar el fin propuesto. El medio principal
es la ley natural.
La ley natural coincide con la ley moral y es el reflejo de la ley eterna, o providencia divina, en
el hombre. La ley natural está constituida por los primeros principios del orden moral y consiste
en una serie de disposiciones que nuestra razón identifica como buenas. El principio de la ley
natural afirma: “El bien ha de hacerse y el mal evitarse”. La ley moral se basa en la inclinación
que todos los hombres sentimos hacia lo bueno y guía cada una de nuestras tendencias
vegetativas, sensitivas y racionales. Se manifiesta en una serie de inclinaciones que la razón
capta como buenas y que consisten en el precepto de conservar la vida, en el de procreación y
educación de los hijos y en el precepto de nuestra participación en lo social. En ella se ha de
inspirar la ley positiva o disposiciones particulares establecidas por la razón humana.
Siguiendo La Política de Aristóteles, Tomás de Aquino mantiene que el hombre es sociable por
naturaleza y la sociedad civil es necesaria para el perfeccionamiento de la vida humana.
Considera que la forma de gobierno más perfecta es la monarquía corregida con elementos
aristocráticos y democráticos. Toda sociedad tiene un fin último que es la visión de Dios en la
vida sobrenatural, lo que conduce a subordinar el Poder político a la Iglesia y a concebir la
sociedad civil con una misión religiosa, si bien reconoce alguna independencia del poder
político respecto del religioso. Para el Santo todo poder deriva de Dios, situando el poder
político dentro del orden racional sobrenatural.