La Revolución Rusa de 1905: El Domingo Sangriento
En 1905, el Imperio ruso sufrió una fuerte sacudida como consecuencia de la crisis económica de 1902-1903 y la inesperada derrota del ejército ruso en el Extremo Oriente ante Japón en 1904-1905. Esta derrota reveló la corrupción e incapacidad de la Administración rusa. El 9 de enero de 1905, conocido como Domingo Sangriento, unos 100.000 huelguistas, dirigidos por el pope (cura ortodoxo) Gapón, se manifestaron pacíficamente hacia el palacio imperial de San Petersburgo. Pretendían hacerle llegar al zar un manifiesto donde exponían las explotadoras condiciones de trabajo que soportaban. Fueron recibidos a tiros, y la masacre desató un movimiento de protesta.
Las huelgas y manifestaciones se extendieron a otras ciudades y al campo. Parte del ejército se sumó a la protesta; así, los marineros del acorazado Potemkin en el puerto de Odessa (mar Negro) y los de la base naval de Kronstadt (golfo de Finlandia: mar Báltico) se amotinaron. A su vez, empezaron a constituirse soviets (agrupaciones de trabajadores en diversas ciudades y distritos rurales) con el objeto de controlar las huelgas y darles un contenido revolucionario. En octubre se formó el soviet de San Petersburgo, organizado por Trotski. Más adelante, en las revoluciones de 1917, se comprobará la importancia de los soviets en el proceso revolucionario.
Las Repercusiones de la Primera Guerra Mundial
La Primera Guerra Mundial, en la que participó Rusia, socavó durante tres años el endeble Imperio ruso. La mayoría de las fábricas se transformaron en industrias de guerra. Las relaciones con el exterior se cortaron, especialmente con sus aliados occidentales, cuyos suministros industriales eran muy necesarios. En las ciudades, la falta de víveres contribuyó a elevar los precios, con lo que la capacidad adquisitiva de los asalariados disminuyó notablemente.
Las operaciones militares ponían de manifiesto la debilidad del ejército ruso, la mediocridad de sus mandos y las insuficiencias de la intendencia y del servicio de sanidad. Por otra parte, el zar Nicolás II cometió un grave error al ponerse al frente de los ejércitos, condicionando su prestigio a la victoria en el campo de batalla y dejando el gobierno de la nación en manos de la zarina Alejandra, que era alemana y estaba muy desprestigiada, y de su favorito, el visionario Rasputín, quien nombraba y deponía a los ministros. En dos años pasaron por el gobierno cuatro primeros ministros, seis ministros del Interior, cuatro de Guerra y otros cuatro de Agricultura. Rasputín sería asesinado en 1916 a través de un complot planeado por los mismos conservadores, como vía para salvar al régimen ante el caos reinante, situación que era ideal para el triunfo de soluciones más avanzadas, que es lo que ocurrirá en 1917.
La Caída del Zar
Antes de nada, haremos una observación: las fechas que utilizamos están basadas en el calendario ortodoxo, que lleva 13 días de retraso con respecto al calendario occidental. El detonante de la revolución fue la situación tan dramática que había generado la participación de Rusia en la I Guerra Mundial. La revolución empieza en febrero con una huelga de metalúrgicos y obreros textiles en San Petersburgo. El día 23 se producen manifestaciones de mujeres pidiendo “paz y pan” y con gritos de “abajo la autocracia”. Estos movimientos de protesta aumentan al día siguiente y el zar no les da importancia; no es consciente de que, en caso de una sublevación, las tropas con las que cuenta en San Petersburgo son de reciente reclutamiento y, por tanto, de fidelidad dudosa.
El 27 de febrero (12 de marzo en el calendario occidental), una parte de las tropas enviadas a reprimir las manifestaciones se unió a la protesta. Los mandos militares son detenidos. Al día siguiente, el gobierno del zar dimitió. La revolución acababa de empezar. Ahora había que encauzarla en un momento en que habían surgido dos poderes:
- El Comité Ejecutivo de la Duma, integrado por diputados liberales o kadets.
- El Soviet de Petrogrado de los Obreros y los Soldados, dominado por mencheviques y miembros del Partido Socialista Revolucionario (SR).
Una serie de negociaciones entre ambos poderes llevó a la formación, el 2 de marzo, de un gobierno provisional. Estaba integrado, sobre todo, por liberales (del partido Kadet) y presidido por el príncipe Lvov. En este gobierno, Kerenski, ministro de Justicia, representaba al Soviet, donde había una fuerte presencia de mencheviques, que apoyaban al gobierno con la intención de preparar a Rusia para una revolución liberal-burguesa. Paralelamente, en la noche del 2 al 3 de marzo, Nicolás II, al ver que no controlaba la situación y que estaba solo, decidió abdicar en su hermano, el gran duque Miguel, pero éste renunció: en Rusia desaparecía la monarquía y se convertía en una República.
Los Inicios del Gobierno Provisional
El gobierno provisional del príncipe Lvov enfrentó varios problemas: mantuvo el apoyo a la guerra, hubo disturbios sociales y demandas de autonomía. Lenin regresó en abril y exigió todo el poder para los soviets. Los bolcheviques ganaron apoyo con su mensaje de paz y tierras para los campesinos. Una derrota en la guerra provocó una gran manifestación, pero los bolcheviques no lograron tomar el poder. Lvov dimitió y Kerenski formó un nuevo gobierno con liberales y socialistas moderados.
La Revolución de Octubre de 1917: La República Socialista
La Conquista del Poder por los Bolcheviques
El gobierno provisional, con su empecinamiento en continuar la guerra, perdía continuamente popularidad, mientras los bolcheviques la ganaban al divulgarse su programa: terminar la guerra, nacionalizar la industria, la banca y la tierra. El 9 de octubre, Lenin vuelve de su exilio en Finlandia y se instala en San Petersburgo (Petrogrado). Días después, el Comité Central del Partido acepta su propuesta de conquistar el poder y poner fin al gobierno de Kerenski. Trotski es de la misma opinión. Es elegido presidente del Soviet de Petrogrado y se encarga de organizar las milicias populares de la “guardia roja”.
La operación es rápida: en la noche del 25 de octubre, guardias rojos y soldados afines se hicieron con el control de San Petersburgo (Central Telefónica, Correos, Estación de Ferrocarril, Banco Nacional, Ministerios y el Palacio de Invierno, sede del gobierno, al que también apuntaban los cañones del crucero “Aurora”). El gobierno cayó sin resistencia y Kerenski huyó al extranjero. Los bolcheviques se hacían con el poder en Petrogrado; la revolución se extendió a Moscú y a otros núcleos industriales de Rusia; otras partes del país permanecían bajo el poder de las antiguas autoridades zaristas. Los bolcheviques tendrán que hacer frente a graves problemas tanto económicos como sociales, crear nuevas instituciones, lograr la paz en la I Guerra Mundial y, ante todo, ganar una guerra civil en el interior contra los que no son partidarios de su régimen.
La Guerra Civil (1918-1921)
Desde el verano de 1918, el régimen bolchevique tuvo que afrontar una guerra civil y una desastrosa situación económica. Generales exzaristas reorganizaron los ejércitos “blancos” (llamados así por el color del uniforme militar de la época de los zares). Estaban apoyados por las potencias extranjeras (Inglaterra, Francia, Japón y EE.UU.), que temían la extensión de la revolución y, además, defendían sus capitales invertidos en Rusia, confiscados por el gobierno comunista.
Para hacer frente al peligroso momento, Trotski fue el encargado de organizar el Ejército Rojo con una disciplina rigurosa, con comisarios políticos que vigilaban a los combatientes y fomentaban el ánimo revolucionario. El gobierno de Lenin se endureció. Se hizo más autoritario. La “Tcheca”, o policía política, creada en octubre de 1917, perseguía a la oposición (socialrevolucionarios y mencheviques). En este contexto, tuvo lugar el asesinato del zar Nicolás II y su familia en la noche del 16 al 17 de julio de 1918. La victoria del Ejército Rojo ya era una realidad en 1921; no obstante, la toma de Vladivostok al año siguiente señaló el fin de los ataques extranjeros.
El Comunismo de Guerra: Un Rígido Control de la Economía
Paralelamente, para hacer frente a las necesidades del ejército, el gobierno decidió imponer lo que se llamó el comunismo de guerra. Toda la economía pasó a estar dirigida y controlada por el Estado. Como medidas económicas se nacionalizaba la industria, el comercio interior y exterior y se establecían las requisas en la agricultura. Sobre las medidas sociales se declaró el trabajo como obligatorio y se fijó un salario único.
En la agricultura, el Estado ejerció un fuerte control sobre la producción; pero la política agrícola creó graves descontentos entre los campesinos, ya que el gobierno, ante la falta de abastecimiento de las ciudades, decretó la incautación del trigo. Los campesinos se veían obligados a ceder una parte de sus cosechas (todo menos lo necesario para la próxima siembra y para las necesidades familiares); es decir, el excedente con el que el campesino podía haber cambiado por otros productos en el mercado.
A su vez, como ya se ha apuntado, desde el punto de vista político, el comunismo de guerra coincidió con una oleada de terror sobre los socialrevolucionarios y opositores al régimen, a través de la Tcheka o policía política y de los comandos obreros encargados de aplicar requisas obligatorias de cereales a los campesinos que no ofrecían excedentes.
Un Balance Negativo
Como balance, podemos decir que el férreo control de la agricultura y la industria ayudó a ganar la guerra, pero fue un fracaso desde el punto de vista económico, tanto en el campo como en la industria. En general, el resultado de estas medidas fue un fuerte descenso de la producción, una subida espectacular de los precios, el desorden, el hambre y el deterioro de la moneda. A esto habría que añadir que el comercio se había reducido a cero y que no existían prácticamente intercambios. Por si fuera poco, en el año 1921, una fuerte sequía deja dos millones de muertos.
La Nueva Política Económica (NEP)
La economía soviética colapsó debido a la guerra civil y al comunismo de guerra. En 1921, la producción agrícola e industrial se redujeron drásticamente, y cinco millones de personas murieron de hambre. Hubo revueltas campesinas y la rebelión de Kronstadt en marzo de 1921. Lenin introdujo la Nueva Política Económica (NEP), una economía mixta que combinaba elementos capitalistas y socialistas. Se eliminaron las requisas agrícolas y se instauró un impuesto en especie. En la industria, se permitió la entrada de capital extranjero y se liberalizó el comercio.
Aunque la NEP aumentó la producción, también generó el enriquecimiento de ciertos grupos, como los kulaks y los nepmen, creando una nueva burguesía. Lenin murió en 1924, pero la NEP se mantuvo hasta 1928, cuando Stalin implementó una economía planificada, marcando el comienzo de una era de planificación centralizada con planes quinquenales.
Los Planes Quinquenales de Stalin
En lo económico, Stalin acabó con la NEP en 1929 e impuso la planificación de la economía, con planes quinquenales (el primero desde 1929 a 1933) con la intención de acelerar la industrialización de la URSS. El Primer Plan Quinquenal, como los sucesivos, señalaban los objetivos económicos que era preciso alcanzar, siendo el primero el avanzar en la industria de base o pesada (siderometalúrgicas, extractivas, químicas). Los recursos para financiar la industrialización tenían que venir de la colectivización del campo; los campesinos tenían que aportar sus tierras y su ganado de propiedad privada a las granjas colectivas o colectividades. Al oponerse, centenares de miles de campesinos acomodados, los kulaks, y sus familias murieron, y otros muchos más fueron deportados a campos de trabajo en Siberia.
El Segundo Plan Quinquenal, de 1933 a 1937, tuvo un balance final también positivo: la producción se dobló, y la agraria creció un 50%. El Tercer Plan Quinquenal (1937-1942), inaugurado en 1938, fue interrumpido por la guerra con Alemania en 1941. Después de 1945, se introdujeron nuevos planes.
La Dictadura de Stalin
En lo político, Stalin estableció un poder dictatorial, constituyendo un Estado totalitario, donde el Estado y el Partido quedaban fusionados y donde se defendía el culto a la personalidad de Stalin como líder único. Quienes mostraban posturas contrarias al estalinismo eran declarados enemigos de la revolución, juzgados y, en general, condenados. A lo largo de la década de 1930 se inició una represión generalizada, conocida como las grandes purgas, comenzando contra los viejos dirigentes del Partido acusados de ir en contra del Estado y de la Revolución. Entre 1936 y 1938 tuvieron lugar los llamados procesos de Moscú, que costaron la vida a la mayoría de los antiguos dirigentes bolcheviques de la revolución de octubre de 1917. Otra práctica del estalinismo fue el uso de campos de concentración (gulag), campos de trabajo, para los dirigentes políticos, administrativos y militares que se mostraban críticos con el régimen. Se calcula que durante las grandes purgas fueron ejecutadas más de 500.000 personas y dos millones y medio fueron enviados a los campos de trabajo.