Restauración Borbónica: Funcionamiento, Oposición y Crisis del Sistema

I. Funcionamiento del Sistema de la Restauración

Tras la República de Serrano, en 1874 se restauró la monarquía en la figura de Alfonso XII. Este proceso fue impulsado por Cánovas del Castillo, con el respaldo de las clases acomodadas, la burguesía catalana, el Ejército y empresarios vinculados a las colonias. La Restauración se consolidó con el pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto. Cánovas impulsó un nuevo régimen basado en la estabilidad monárquica, una Constitución aceptada por distintos sectores y el fin de las intervenciones militares en política. Entre sus primeras medidas se incluyeron la restricción de libertades y el refuerzo del centralismo administrativo. Además, en su etapa se puso fin a la Tercera Guerra Carlista con la abolición de los fueros vascos (1876) y a la Guerra de los Diez Años en Cuba con la Paz del Zanjón (1878).

La Constitución de 1876 combinó elementos de la de 1845 y la de 1869, estableciendo un Estado confesional con libertad religiosa, un sistema bicameral y un modelo electoral que fue modificado en 1878 y 1890. El sistema político se basó en el bipartidismo entre conservadores, liderados por Cánovas, y liberales, dirigidos por Sagasta. La alternancia en el poder, conocida como turnismo, era controlada por el monarca, quien disolvía las Cortes y convocaba elecciones. Sin embargo, el proceso electoral estaba manipulado mediante el caciquismo y el fraude, garantizando siempre la victoria del partido gobernante.

II. La Oposición Política al Régimen de la Restauración

Durante la Restauración, el carlismo mantuvo su defensa de la monarquía tradicional, la religión y los fueros. En 1888, sufrió una escisión con la creación del Partido Integrista, que reforzó su postura ultracatólica.

El nacionalismo periférico surgió en oposición al centralismo del Estado liberal. En Cataluña, el catalanismo tuvo una primera etapa cultural con La Renaixença y una primera formulación política con Valentí Almirall y el Memorial de Greuges (1885). Posteriormente, la Unió Catalanista presentó las Bases de Manresa (1892), y tras la crisis de 1898, se fundó la Lliga Regionalista (1901). En el País Vasco, la pérdida de fueros y la industrialización impulsaron el nacionalismo, con Sabino Arana como líder del Partido Nacionalista Vasco (PNV) (1895), que oscilaba entre la independencia y la autonomía.

Los republicanos, herederos del Sexenio Democrático, permanecieron divididos entre varias corrientes lideradas por Ruiz Zorrilla, Castelar, Pi y Margall y Salmerón. A principios del siglo XX surgió el Partido Radical de Alejandro Lerroux. El movimiento obrero se organizó tras el Sexenio, con la creación de la Federación Regional Española (FRE), que se dividió entre socialistas (marxistas) y anarquistas (bakuninistas). Los anarquistas, perseguidos tras el caso de la “Mano Negra”, usaron tácticas violentas, como el asesinato de Cánovas (1897), y tuvieron presencia en Cataluña, Levante y Andalucía. Los marxistas fundaron el PSOE (1879) y la UGT (1888), con mayor influencia en Madrid, Vizcaya y Asturias.

III. Crisis del 98: Liquidación del Imperio Colonial

La guerra en Cuba y Filipinas se debió a la falta de reformas de España en la isla y al proteccionismo comercial, que afectaba las relaciones con EE.UU. Durante el gobierno liberal de Sagasta (1885-1890), no se concedió autonomía a Cuba, lo que generó malestar, especialmente tras el arancel proteccionista de 1891.

En 1895, José Martí impulsó la independencia con el “Grito de Baire” y el Partido Revolucionario Cubano. España respondió con tropas bajo el mando de Martínez Campos y Valeriano Weyler. Tras el asesinato de Cánovas (1897), Sagasta asumió el poder e intentó dar autonomía a la isla, pero ya era tarde. En Filipinas, José Rizal y la sociedad Katipunan lideraron otra revuelta.

La intervención de EE.UU. fue decisiva. El hundimiento del Maine (1898) sirvió de pretexto para la guerra. España sufrió derrotas en Cavite (Filipinas) y Santiago de Cuba, lo que llevó a la Paz de París (diciembre de 1898), con la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Las consecuencias del Desastre del 98 fueron el desencanto y la pérdida de influencia internacional. A nivel político, el turnismo continuó sin cambios. Surgió el regeneracionismo, con intelectuales como Joaquín Costa, que criticaban el caciquismo y pedían reformas. La Generación del 98 reflejó el pesimismo del momento. El intento de reforma del conservador Silvela fracasó por la oposición de la burguesía catalana (tancament de caixes). En 1901, volvieron los liberales con Sagasta, y en 1902 comenzó el reinado de Alfonso XIII.

IV. Regeneracionismo y Revisionismo Político

A comienzos del siglo XX, España enfrentaba grandes problemas: la crisis de los partidos dinásticos llevó a gobiernos de concentración desde 1917, creció la conflictividad social con la expansión del sindicalismo, la Iglesia recuperó poder pero resurgió el anticlericalismo, los militares influyeron en política, los nacionalismos aumentaron en Cataluña, País Vasco y Galicia, y el mantenimiento del protectorado en Marruecos resultó difícil. Entre 1902 y 1914, el turnismo se volvió inestable, con cambios constantes de gobierno y luchas internas en los partidos. La crisis de 1905-1906 enfrentó al catalanismo con el militarismo tras el ataque al ¡Cu-Cut!, lo que llevó a la Ley de Jurisdicciones (1906). El conservador Maura intentó reformas desde arriba (“Revolución desde arriba”), impulsando inversiones públicas, leyes sociales y la Ley Electoral de 1907, pero su gobierno cayó tras la Semana Trágica de Barcelona (1909), una revuelta contra el reclutamiento para la guerra en Marruecos que terminó con represión y la ejecución de Ferrer i Guardia. El último intento regeneracionista fue de Canalejas (1910-1912), con medidas como la supresión del impuesto de consumos, la Ley del Candado, leyes laborales y el Servicio Militar Obligatorio, pero su asesinato en 1912 frenó las reformas. Posteriormente, la Ley de Mancomunidades se aprobó en 1913 y se aplicó en Cataluña (1914). En lo social, el sindicalismo creció con la UGT (socialista) y el anarcosindicalismo, que llevó a la fundación de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), reflejando la lucha obrera en una España con grandes desigualdades.

V. La Crisis del Parlamentarismo: Evolución Política desde 1914 a 1923

Durante la Primera Guerra Mundial, España se mantuvo neutral, pero la sociedad se dividió entre aliadófilos y germanófilos. La guerra trajo importantes consecuencias económicas: aunque enriqueció a algunos sectores, provocó inflación y desabastecimiento, lo que aumentó la conflictividad social y fortaleció el movimiento obrero. En 1917, el país vivió una crisis con protestas en tres frentes:

  • Militares: Las Juntas de Defensa criticaron la política de ascensos, lo que provocó la caída del gobierno liberal y la llegada de un gabinete conservador liderado por Dato.
  • Parlamentarios: La Asamblea de Barcelona, encabezada por Francesc Cambó, exigió reformas y Cortes constituyentes.
  • Obreros: La UGT y la CNT convocaron una huelga general revolucionaria en agosto para derrocar el régimen y establecer un gobierno provisional.

Sin embargo, estos tres grupos no tenían un objetivo común, por lo que el movimiento fracasó. Aun así, la crisis debilitó el sistema y llevó a la formación de gobiernos de concentración. Entre 1918 y 1923, la inestabilidad política y social se agravó:

  • Crisis política: En solo cinco años hubo doce gobiernos, con la participación de la Lliga de Cambó, lo que generó tensiones en el nacionalismo catalán.
  • Conflictos sociales: La afiliación sindical creció y las huelgas se intensificaron, destacando la de La Canadiense, que consiguió la jornada laboral de 8 horas. La patronal respondió con cierres de empresas, represión policial y asesinatos políticos, como el del presidente Eduardo Dato en 1921.
  • Desastre de Annual (1921): La derrota del ejército español en Marruecos ante Abd-el-Krim generó una crisis de responsabilidades. El expediente Picasso intentó esclarecer culpables, involucrando al Ejército, el gobierno e incluso al rey.

El sistema de la Restauración colapsó definitivamente en 1923, cuando el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado con el apoyo del monarca, instaurando un Directorio Militar que puso fin a la etapa constitucional.

VI. La Dictadura de Primo de Rivera y la Caída de la Monarquía (1923-1931)

El golpe de Estado del general Miguel Primo de Rivera en 1923 marcó el inicio de una dictadura que pretendía regenerar el país y poner fin a la inestabilidad política. Su gobierno se dividió en dos etapas: el Directorio Militar y el Directorio Civil.

El Directorio Militar (1923-1925)

Desde el comienzo, la dictadura fue recibida con cierto entusiasmo. Primo de Rivera suspendió la Constitución de 1876, disolvió las Cortes, los Ayuntamientos y las Diputaciones Provinciales y gobernó mediante decretos-leyes. Para consolidar su régimen, creó un partido único, la Unión Patriótica, que buscaba movilizar a la sociedad en apoyo al gobierno. En el ámbito territorial, tomó medidas contra el nacionalismo catalán, restringiendo su influencia. En el plano militar, logró resolver el problema de Marruecos con el desembarco de Alhucemas en 1925, una victoria decisiva que puso fin a la guerra en el Rif.

El Directorio Civil (1925-1930) y la caída de Primo de Rivera

Tras la estabilización inicial, Primo de Rivera intentó institucionalizar el régimen con la creación de la Asamblea Nacional Consultiva, un órgano diseñado para dar apariencia de legalidad a la dictadura. Durante esta etapa, España vivió un periodo de prosperidad económica, gracias a la inversión pública en infraestructuras y al apoyo de la iniciativa privada. En el ámbito laboral, se establecieron los “comités paritarios” para regular las relaciones entre empresarios y trabajadores. Sin embargo, la oposición al régimen creció. Intelectuales, universitarios, nacionalistas, republicanos y sectores del Ejército comenzaron a criticar abiertamente al gobierno. La pérdida de apoyos, sumada a los problemas económicos derivados de la crisis mundial de 1929, debilitó la dictadura. En enero de 1930, ante la falta de respaldo incluso del rey Alfonso XIII, Primo de Rivera presentó su dimisión y se exilió en París, donde falleció poco después.

El fin de la monarquía (1930-1931)

Tras la caída de Primo de Rivera, Alfonso XIII intentó restaurar la normalidad con el gobierno del general Berenguer, quien trató de recuperar el sistema constitucional y el bipartidismo. Sin embargo, el desgaste del régimen era evidente, y las fuerzas opositoras, encabezadas por republicanos, socialistas y nacionalistas, se organizaron en el Pacto de San Sebastián (1930), con el objetivo de proclamar la República. El fracaso de una insurrección militar en diciembre de 1930 no detuvo el avance del republicanismo. En las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, los candidatos republicanos obtuvieron una clara victoria en las principales ciudades. La presión popular creció rápidamente, y el 14 de abril de 1931, Alfonso XIII abandonó el país, permitiendo la proclamación de la Segunda República.

VII. Comentario de la Viñeta “El Turno Pacífico de los Partidos”

Se trata de la viñeta “El turno pacífico de los partidos” publicada en El Buñuelo. Por su naturaleza es una fuente historiográfica y primaria ya que es una imagen contemporánea a los hechos criticados, clave para entender las percepciones públicas sobre el régimen político de la Restauración y sobre Antonio Cánovas del Castillo. Por su temática es política. Fue publicada durante la Restauración, el 30 de septiembre de 1880 por la revista satírica El Buñuelo. Solo se publicaron 53 números entre 1880 y 1883. Esta tenía un marcado carácter político y antimonárquico.

Su destinatario es colectivo, es decir, para el público en general. El dibujante es individual y firma con el nombre de Demócrito. La finalidad de la viñeta es persuasiva y propagandística buscando cuestionar la legitimidad del régimen de la Restauración y movilizar a la opinión pública contra la inmovilidad política y la exclusión social. Además, refleja la capacidad de las publicaciones satíricas para actuar como herramientas de crítica política en un contexto de censura y control institucional.

La idea principal de la obra es la crítica al Sistema Canovista. En la imagen, se ve como un burro de manera mecánica y rutinaria hace rodar una noria que saca agua, en los cubos de la noria aparece solo la cabeza de Cánovas una y otra vez. Es una sátira precisamente a la inmovilidad de Cánovas en el poder. Aunque el pie de imagen dice “El turno pacífico de partidos”, el cambio de gobierno todavía no se ha producido, se producirá meses después cuando Sagasta encabece su primer gobierno en febrero de 1881. La imagen refleja cómo el sistema político excluye a amplios sectores sociales, como republicanos, carlistas y movimientos obreros, y critica la manipulación electoral que sustenta la estabilidad del régimen.

La imagen puede situarse durante el Régimen de la Restauración Borbónica (1874-1923), en concreto durante la Regencia de María Cristina. Tras el fracaso del Sexenio Democrático se inició la Restauración en 1874 con la llegada de Alfonso XII al poder y el gobierno de Cánovas del Castillo. Su intención era pacificar la sociedad, dar estabilidad política y aprobar una Constitución. Esto lo consiguió apoyándose en la Constitución de 1876 y la alternancia de partidos. Cánovas impulsó el bipartidismo a partir de la aparición de dos grandes partidos dinásticos: el Partido Conservador dirigido por él mismo y el Partido Liberal liderado por Sagasta. La intención de Cánovas era establecer la alternancia pacífica en el poder de estos partidos, algo que se consolidó en el Pacto del Pardo durante la regencia de María Cristina, cuyo fin era garantizar la estabilidad del régimen, aunque ello implicase que el resto de partidos quedaran al margen del poder (nacionalistas, republicanos, carlistas y movimiento obrero). El turno pacífico de partidos se realizaba cuando el monarca retiraba su confianza al gobierno en el poder y encargaba provisionalmente la formación del gobierno al partido de la oposición,

que disolvía las cortes y convocaba elecciones que ganaba por mayoría absoluta. La victoria llevaba consigo la renovación del congreso, cargos y empleos públicos. El sistema implicaba el control de los resultados electorales. La supervivencia del sistema de turnos pasaba por falsificar las elecciones mediante el encasillado y así garantizar la victoria. Este sistema sólo funcionaba mediante el caciquismo. El turno en el poder entre conservadores de Cánovas y liberales de Sagasta aseguró la continuidad del régimen sin violencia a cambio de la violación sistemática del sistema parlamentario y electoral. Cánovas consiguió que se reconciliaran los que detentaban el poder social y económico, garantizando la propiedad y el orden social. Y la iglesia católica que había rechazado las reformas liberales, aceptó el liberalismo en su forma más moderada. Tras la muerte de los dos grandes líderes de los partidos, el bipartidismo entró en crisis y terminaría con la Dictadura de Primo de Rivera.

La viñeta publicada en El Buñuelo es una fuente clave para analizar la crítica al sistema político de la Restauración y al liderazgo de Cánovas del Castillo. Su simbolismo y mensaje satírico permiten comprender las tensiones sociales y políticas del periodo, así como la percepción pública de un sistema que garantizaba la estabilidad al coste de la exclusión política y la manipulación electoral.