La Restauración Borbónica: De Alfonso XII al Sistema Canovista
El Proceso Restaurador
La restauración de la monarquía borbónica con Alfonso XII fue producto de un concienzudo trabajo preparatorio llevado a cabo durante el Sexenio Democrático y el gobierno de Serrano. El objetivo era situar en el trono al hijo de Isabel II, depuesta en 1868. El protagonista fue Antonio Cánovas del Castillo. Fue un proceso largo y complejo. Cánovas aprovechó la era bismarckiana, proclive a soluciones moderadas. Creó un partido alfonsino, formado por diputados de las Cortes Constituyentes de 1868. La frase “Paz y orden” atrajo a las clases medias y altas a su programa, ya que tenían miedo a una nueva revolución como el Sexenio. La abdicación de Isabel II en su hijo en junio de 1870 facilitó este proceso. Cánovas quería que el ejército tuviese un papel subordinado al poder civil y al sistema constitucional, por lo que el pronunciamiento de Martínez Campos (29 de diciembre de 1874) lo contrarió. El Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas y firmado por don Alfonso en la academia militar, recogió las ideas básicas del proyecto restaurador:
- Carácter abierto e integrador de la monarquía constitucional.
- Necesidad de que la tradición católica fuera compatible con la libertad.
- Superación de las dos constituciones precedentes, la de 1845 y 1869.
Cánovas contó con el apoyo de poderosos intereses en las Antillas, sobre todo en Cuba. El llamado lobby esclavista presionó a los gobernadores de las islas para que no aplicaran las reformas de los gobiernos del sexenio. Este apoyo suponía el fin de las reformas liberalizadoras del sexenio.
Bases Ideológicas del Sistema Canovista
Las bases ideológicas de este sistema son las de Cánovas. El sistema canovista se caracterizó por:
- Pragmatismo en política.
- Defensa de la “Constitución histórica o interna” de España, que se sustentaba en la pervivencia de la monarquía.
- El ejército debía quedar al margen de la política.
- El sistema electoral se basaba en la abstención y en un fraude que favorecía a los grupos dominantes.
Funcionamiento del Sistema de la Restauración
Se basó en una nueva constitución y en el turno pacífico en el poder de dos grandes partidos. La Constitución de 1876 tuvo una vigencia larga, hasta 1923. Su principal logro fue la estabilidad, algo que no tenía el país desde 1808. Es un texto breve, con 89 artículos, punto intermedio entre las de 1845 y 1869. El texto fue aprobado por las Cortes surgidas de las elecciones de enero de 1876 mediante sufragio universal, por amplia mayoría. Se publicó el 2 de julio, tras ser ratificado por el rey.
La forma de su elaboración mostró el espíritu de partida: el pacto. Su poca concreción dejaba en manos del partido gobernante aspectos como el sufragio o la cuestión religiosa. Sus rasgos esenciales eran:
- Soberanía compartida rey-Cortes.
- Derecho de sufragio: la ley no lo concretaba.
- Cuestión religiosa: se introduce la libertad religiosa, pero limitada a las manifestaciones privadas.
El Turnismo
El turno pacífico de dos grandes partidos garantizaba el funcionamiento del sistema. Era un sistema bipartidista, dominado por los partidos Conservador, de Cánovas, y Liberal, por Sagasta.
- Partido Conservador: se formó en mayo de 1875 sobre los restos del Partido Moderado y algunos sectores de los constitucionales y progresistas. Cánovas integró en su primer gobierno a isabelinos y revolucionarios del sexenio.
- Partido Liberal: tardó más en formarse. Su origen estaba en el Partido Constitucional de Serrano y Sagasta. Lo integraban progresistas de derecha y sectores avanzados de la Unión Liberal. Su bandera era la Constitución de 1869. En 1880, Centro Constitucional se une con el Partido Liberal y se forma el Partido Liberal Fusionista, con Sagasta como líder. Estos representaban al sector reformista de la Restauración.
Completaban el panorama otros partidos excluidos del poder:
- Republicanos, carlistas y movimiento obrero.
El turnismo comenzó con la exigencia de Sagasta de que el rey mandase a gobernar en 1881 a su partido. Esta cesión inauguró el relevo pacífico en el poder de conservadores y liberales. El fraude permite hablar de democracia puramente formal o sistema liberal sin democracia. Su consolidación tuvo lugar durante la regencia de María Cristina (1885-1902), tras el Pacto de El Pardo (1885) entre Cánovas y Sagasta, que se comprometieron a apoyar la regencia para defender la monarquía ante la amenaza carlista y republicana.
Caciquismo y Fraude Electoral
El político Joaquín Costa calificaba el régimen de la Restauración como oligárquico, caciquil, corrupto e incapaz de aplicar las demandas democratizadoras que la sociedad de su época exigía. Este sistema proporcionó al país un período de estabilidad política y social.
Un grupo formado por la burguesía y la aristocracia dominaba el sistema, mientras que las clases medias y populares eran excluidas del poder político. Esa marginación se hacía extensible a las mujeres solamente por serlo. El sistema caciquil se basaba en redes clientelares en las que el cacique hacía de intermediario entre el poder del gobierno y el de los gobernadores civiles, para asegurar el triunfo del partido de turno. La clave de este sistema era la inexistencia de un electorado independiente, ya que la injerencia del gobierno de turno en los resultados electorales lo impedía.
La ley electoral de 1878 eliminó el sufragio universal masculino. Dio poder a los ayuntamientos, que debían elaborar el censo electoral, y a los alcaldes, que revisaban el proceso electoral.
En 1890, una ley electoral introdujo el sufragio universal para los hombres mayores de 25 años, con la oposición de los conservadores. España se situaba así a la vanguardia europea, junto a Francia, Suiza y Grecia, aunque la realidad política era bien distinta, pues el fraude electoral se mantuvo sin ninguna variación.