Restauración Borbónica en España: Características del Sistema Canovista (1874-1902)

El Régimen de la Restauración: Características y Funcionamiento del Sistema Canovista

Tras el fracaso de la experiencia democrática del Sexenio Revolucionario (1868-1874), la Restauración (1874-1902) fue el sistema de gobierno más duradero del siglo XIX. Garantizó la estabilidad política en base a la vuelta a la monarquía y la alternancia pactada de dos grandes partidos, pero excluyendo a amplios movimientos contrarios (republicanos, nacionalistas, movimiento obrero) y a las masas populares de las decisiones políticas, utilizando el fraude electoral, la corrupción y el caciquismo para perpetuarse en el poder.

1. Fundamentos del Sistema Canovista: Constitución de 1876 y Turno de Partidos

La Restauración de la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II, se produjo mediante un pronunciamiento militar protagonizado por el general Martínez Campos desde Sagunto el 29 de diciembre de 1874. Sin embargo, el verdadero artífice del sistema político de la Restauración fue Antonio Cánovas del Castillo (líder del partido Alfonsino durante el Sexenio), que hizo firmar a Alfonso XII el Manifiesto de Sandhurst (academia militar británica), publicado pocos días antes del golpe militar, el 1 de diciembre, donde se comprometía a restaurar una monarquía dialogante, constitucional y a restablecer el orden en España. En enero de 1875, Alfonso XII regresa del exilio y es proclamado rey de España (1875-1885).

Antonio Cánovas del Castillo era un político pragmático y conservador cuyos principales logros fueron atraerse a las élites sociales y políticas contrarias a los excesos de la República y el Sexenio; crear una alternancia pacífica en el gobierno de dos partidos dinásticos, de derecha e izquierdas, pero liberales y moderados, que no se marginaban entre sí ni recurrían a la insurrección popular o al pronunciamiento militar para ocupar el poder, y contar con el apoyo de Alfonso XII como árbitro del sistema y encargado de controlar al ejército. No era un demócrata, por lo que defendía el sufragio censitario, y sus principales apoyos estaban en una burguesía recelosa de la acción revolucionaria de las masas populares, el clero y la nobleza. Pero el funcionamiento de este sistema se basaba también en la exclusión de partidos y agrupaciones considerados antimonárquicos, antiliberales y antinacionales, así como de las masas populares mediante la manipulación del voto y el fraude electoral.

Los principales elementos del sistema de la Restauración fueron:

  • Una Constitución interna o una serie de principios básicos incuestionables como libertad, derecho a la propiedad, monarquía, dinastía, gobierno, poder compartido entre rey y Cortes, que todos los partidos se encargaban de defender sin cuestionarlos.
  • La Constitución de 1876, que sustituye a la democrática de 1869 y que estará en vigor hasta 1931. Tiene un carácter ecléctico (síntesis de las de 1845 y 1869) pero muy conservador. Establece un modelo centralista del Estado: soberanía compartida entre el rey y las Cortes, catolicismo como religión oficial con tolerancia al resto de cultos que sólo se pueden practicar en privado. No hay una clara división de poderes: el rey comparte el poder ejecutivo ya que elige gobierno, disuelve Cortes, manda en el ejército; y legislativo, con derecho a veto e iniciativa legislativa, y es árbitro del sistema. El Gobierno necesita de la doble confianza del rey y las Cortes para llevar a cabo sus propuestas. Las Cortes son bicamerales, Senado con sufragio restringido y Congreso con sufragio censitario hasta la aprobación definitiva del sufragio universal en 1890. Incluye un reconocimiento de derechos y libertades amplias, pero limitadas por leyes posteriores (se establece la censura previa para periódicos y libros, la Iglesia podía censurar los libros que atentaran contra la “moral y las buenas costumbres”, se prohíben todas las asociaciones políticas que no aceptasen la Constitución…).
  • Turno de partidos, elemento clave del sistema ideado por Cánovas, para el que fue necesario articular dos fuerzas políticas que aceptaban las reglas del juego y se alternaban pacíficamente en el gobierno:
    • Por un lado, el Partido Conservador liderado por Antonio Cánovas del Castillo –hasta su asesinato en 1897– y luego por Francisco Silvela, o derecha dinástica. Formado por miembros del Partido Moderado, Alfonsinos y Carlistas. Su base social incluye a terratenientes, industriales, financieros, clases altas y medias urbanas, militares de alta graduación y la jerarquía eclesiástica.
    • Por el otro, el Partido Liberal liderado por Práxedes Mateo Sagasta, o izquierda dinástica. Formado por moderados que rechazaban el excesivo conservadurismo de Cánovas, antiguos demócratas, progresistas y republicanos del Sexenio. Su base social incluye a militares de baja graduación, clases medias urbanas y bajas.

El turno pacífico de ambos garantizaba el orden social y la estabilidad del sistema político. Era arbitrado por el rey y no por la voluntad popular. El candidato a presidente de gobierno debía ser designado por el rey y contar también con una mayoría sólida en las Cortes para formar gobierno. En caso contrario, el rey podía disolver las Cortes, convocar elecciones y lograr la mayoría. Pero el proceso era totalmente inverso al de una democracia de masas auténtica en la que primero se obtiene la mayoría en las elecciones y después se forma gobierno.

El funcionamiento del sistema de gobierno era el siguiente: el rey convocaba a uno de los dos líderes a formar gobierno para que su partido ganara las elecciones. El ministro de la Gobernación (Interior) elaboraba una lista con los nombres de cada uno de los distritos electorales y colocaba en cada casilla el nombre del candidato elegido para ser diputado (encasillado). Para asegurar un resultado electoral favorable, se recurría a una amplia red de clientes o amigos políticos que, para obtener el máximo número de votos, compraban o presionaban a los electores y a los poderes locales (jueces, gobernadores civiles, Guardia Civil, alcaldes…), falseando listas electorales o manipulando el voto (pucherazo). En las áreas rurales, más apolíticas y desmovilizadas, los caciques controlaban las elecciones en pueblos y municipios a través de la coacción y la amenaza. En las áreas urbanas era más difícil.

La alternancia en el poder se inició en 1881 cuando el rey llamó a gobernar a Sagasta en lugar de a Cánovas. Tras la muerte prematura de Alfonso XII en 1885, su viuda, María Cristina de Habsburgo, embarazada del futuro Alfonso XIII, asume la regencia (1885-1902), y Cánovas y Sagasta firman el Pacto del Pardo para perpetuar la alternancia de partidos, algo que siguió funcionando incluso después de la muerte de ambos.

2. La Tarea de Gobierno

Los gobiernos de la Restauración adoptaron diversas medidas a lo largo del periodo:

  • En 1876 se puso fin a la Tercera Guerra Carlista con la supresión de los fueros e instituciones vascos (aunque conserva la autonomía fiscal de los conciertos económicos), imponiendo el centralismo, pero alimentando así el posterior nacionalismo vasco reivindicativo.
  • En 1876 también se puso fin a la Guerra de Cuba con la Paz de Zanjón, si bien rebrotó en 1895, acabando en la guerra con EE. UU. y la independencia de la isla en 1898.
  • Ambos éxitos militares supusieron la exclusión de los militares de la vida política, pese a su apoyo para establecer el nuevo régimen.
  • Durante su etapa de gobierno (1885-1890), el Partido Liberal de Sagasta introdujo gran cantidad de derechos individuales y sociales: libertad de prensa e imprenta, de expresión, de asociación en 1887 (que permitió el desarrollo del movimiento obrero y la aparición de partidos y sindicatos como el PSOE y la UGT), un nuevo Código Civil, el juicio por jurados y la implantación definitiva del sufragio universal masculino en 1890.
  • El Partido Conservador, por su parte, triunfó con la aplicación de medidas proteccionistas (arancel de 1891) para proteger la industria catalana y vasca y el cereal castellano. Pero ese mismo proteccionismo perjudicaba a los consumidores españoles ante la subida de precios.

En conclusión, la Restauración fue el régimen más estable y duradero de todo el siglo XIX y buena parte del siglo XX. Pero la realidad es que, aunque se mantuvo la estabilidad política y el orden, se agudizó la corrupción y la exclusión de los grupos y movimientos contrarios al sistema, es decir, republicanos, nacionalismos periféricos, movimiento obrero. El retorno de la monarquía no supuso el retorno de la democracia, y las esperanzas puestas durante el Sexenio se vieron truncadas durante la Restauración. Si bien, durante los periodos de gobierno del Partido Liberal de Sagasta, se adoptaron importantes medidas sociales que permitieron el surgimiento y fortalecimiento del movimiento obrero organizado.

Panorama General del Reinado de Alfonso XIII e Intentos de Modernización: Regeneracionismo y Crisis Socioeconómicas (1902-1923)

El reinado de Alfonso XIII (1902-1931) vendrá marcado por los efectos sobre la política, la sociedad y la cultura española del desastre del 98 recogidos por el regeneracionismo, la agitación social fruto de la descomposición del sistema político y de la crisis económica, que da lugar a sendas crisis en 1909 y 1917, y, en definitiva, la propia crisis del sistema de turno de partidos ideado por Cánovas durante la Restauración. Todo ello posibilitará el advenimiento de una dictadura al final del período, con Primo de Rivera, que no logra solucionar la mayoría de los problemas.

1. El Reinado de Alfonso XIII: La Decadencia del Sistema Canovista

Tras el desastre del 98, conservadores y liberales siguieron turnándose en el gobierno (a pesar de la muerte de Cánovas y Sagasta), mientras que Alfonso XIII accede al trono (1902). Entre 1902 y 1905 gobiernan los conservadores, y entre 1905 y 1907 los liberales, pero las divisiones internas por el liderazgo eran continuas.

A partir de 1903, Antonio Maura (presidente de gobierno) protagonizó el último intento de renovar el Partido Conservador y llevar a cabo un amplio programa reformista (maurismo) que incluía entre sus propuestas: intentar poner fin al caciquismo y reformar la administración local y la ley electoral; incorporar a otras fuerzas políticas al sistema, en especial al catalanismo de la Lliga, y fomentar una política exterior nacionalista y expansionista en Marruecos para olvidar la derrota de 1898. Sin embargo, se encontró con la oposición de amplios sectores de su partido y del ejército, y se vio obligado a dimitir tras los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona (1909).

En este contexto, en 1905 el semanario satírico catalán Cu-cut! publicó una caricatura antimilitarista. Varios oficiales ofendidos asaltaron su sede y la de La Veu de Catalunya (diario de la Lliga Regionalista de Cambó y Prat de la Riba). Los autores no fueron castigados y se aprobó la Ley de Jurisdicciones, que dejaba los delitos contra la patria y el ejército a los tribunales militares. Como forma de protesta, los catalanistas se unieron en Solidaritat Catalana, una coalición de partidos antidinásticos y antimonárquicos (excepto los radicales de Alejandro Lerroux) que obtuvo espectaculares resultados en las elecciones de 1907.

Los enfrentamientos del ejército español con Marruecos cerca de la frontera de Melilla decidieron al gobierno a movilizar a los reservistas, muchos de ellos trabajadores casados y con hijos. Esta medida provocó numerosas protestas en Cataluña que acabarán siendo duramente reprimidas por el gobierno en lo que se conoce como la Semana Trágica de 1909: el 26 de julio de 1909 las organizaciones obreras convocan una huelga general en Barcelona que pronto se convirtió en motín con barricadas, enfrentamientos con el ejército, incendio de edificios religiosos, profanaciones… La represión fue durísima, con la ejecución de cinco penas de muerte, entre ellas la del pedagogo anarquista Francisco Ferrer i Guàrdia, sin pruebas y después de un juicio lleno de irregularidades, que provocó una oleada de protestas en toda España y buena parte de Europa. Los liberales aprovechan la situación para unirse a los republicanos y socialistas (esta alianza entre liberales y partidos no dinásticos supone la ruptura del Pacto del Pardo), y Alfonso XIII obliga a Maura a dimitir, nombrando al liberal Segismundo Moret presidente de gobierno.

Después de un breve gobierno de Moret, José Canalejas (Partido Liberal) es nombrado presidente de gobierno y aplica una política regeneracionista: Ley de Mancomunidades Provinciales para Cataluña, establecimiento del servicio militar obligatorio, Ley del Candado (que limitaba el número de órdenes religiosas), nuevo programa educativo, acuerdo diplomático con Francia sobre Marruecos… hasta que es asesinado en 1912 por un anarquista. A la muerte de Canalejas (1912), los partidos dinásticos cayeron en la división interna. Ningún líder era capaz de conseguir el respaldo suficiente, y la inestabilidad política y el bloqueo parlamentario eran permanentes, provocando la disolución de Cortes.

La coalición republicano-socialista (Pablo Iglesias y Lerroux) consigue cierto avance electoral. La UGT, por su parte, extendió su área de influencia por Asturias y País Vasco, mientras que la CNT o Confederación Nacional del Trabajo (anarcosindicalista, partidaria del comunismo libertario y apolítica) alcanzó gran éxito en Cataluña, Valencia, Andalucía oriental y Zaragoza, pero pronto fue ilegalizada.

Ante la Primera Guerra Mundial (1914-1919), España permanece neutral, pero mantiene relaciones comerciales con los países en lucha, lo que aceleró la industrialización e hizo aumentar la inflación. Se producen huelgas y manifestaciones, y el éxito de la revolución rusa anima al movimiento obrero a reclamar más presencia política. En medio de esta conflictiva situación estalló una gran conmoción revolucionaria, la Crisis de 1917, en varios frentes:

  • Militar: el descontento por el trato a favor de los oficiales en Marruecos (que conseguían mejores sueldos y rápidos ascensos por méritos de guerra) y la precariedad del material militar condujo a la formación de Juntas de Defensa que reclamaban un ascenso único basado en la antigüedad y un aumento de sueldo. El gobierno intentó disolver las Juntas, pero tuvo que reconocerlas.
  • Parlamentario: como las Cortes estaban cerradas, un grupo de parlamentarios catalanistas, republicanos y Pablo Iglesias formaron una Asamblea de Parlamentarios en Barcelona en julio que pidió la autonomía de Cataluña y la convocatoria de Cortes Constituyentes. La Asamblea fue disuelta por el gobierno.
  • Obrero: la UGT, en colaboración con la CNT y el PSOE, organizó una huelga general en agosto de 1917 para protestar contra el aumento del precio de los alimentos básicos. La huelga se extendió por todo el país y, tras diversos enfrentamientos, fue sofocada por el ejército. Varios miembros del comité de huelga fueron detenidos (entre ellos el socialista Francisco Largo Caballero).

Tras la crisis de 1917 persistió la inestabilidad política, con la sucesión de gobiernos de concentración nacional (con líderes de todos los partidos, excepto la izquierda y los republicanos) que se disolvían a los pocos meses, y la agitación social, con enfrentamientos armados entre sectores obreros y pistoleros al servicio de la patronal. La situación política se complicó aún más con el desastre militar de Annual de 1921, en Marruecos, cuando las tropas españoles huyeron en desbandada ante el ataque del caudillo Abd-el-Krim. Esta derrota dividió de nuevo a los políticos y a la opinión pública sobre la necesidad de la guerra. En medio de la acumulación de graves problemas que los sucesivos gobiernos se veían incapaces de afrontar (Marruecos, la agitación social, los nacionalismos y la regeneración del sistema político) y la crítica creciente de los republicanos y las izquierdas, el sistema terminó por derrumbarse. Finalmente, en septiembre de 1923, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, llevó a cabo un pronunciamiento militar, suspendió la Constitución de 1876 y dio paso a un período dictatorial durante los siguientes siete años.

2. Las Facetas del Regeneracionismo

Al comenzar el siglo XX y el reinado de Alfonso XIII, España presentaba cuatro grandes problemas: el atraso económico y cultural con respecto al resto de Europa, patente, sobre todo, en el injusto reparto de la riqueza y en la existencia de una numerosa masa de pobres, analfabetos en su mayoría, obreros y jornaleros ignorados por el gobierno; la pervivencia de un régimen político corrupto y artificial en el que las instituciones más importantes (ayuntamiento, Parlamento, Senado) no representaban al pueblo por la manipulación y el fraude electoral; el descontento del ejército, herido en su orgullo por la derrota en Cuba, con un material obsoleto y un exceso de mandos y, por último, la existencia de nacionalismos periféricos (vasco y catalán) que, desde el punto de vista de los militares, se percibían como una amenaza de disgregación de la nación.

El impacto de los sucesos del desastre del 98 (la pérdida de las últimas colonias de ultramar: Cuba y Puerto Rico en las Antillas y Filipinas y las Islas Marianas en el Pacífico tras la derrota en la guerra contra EE. UU.), pese a no suponer una catástrofe económica y política directa, significó, sin embargo, el inicio de una crisis paulatina del poder del Estado caracterizada por la división interna de los dos grandes partidos, la inestabilidad política y la creciente oposición política e ideológica del movimiento obrero. En este contexto se difundieron, entre buena parte de la clase política e intelectual y de la opinión pública, los valores del Regeneracionismo.

Se llama Regeneracionismo al movimiento intelectual y social que entre los siglos XIX y XX medita objetiva y críticamente sobre las causas de la decadencia de España como nación. El Regeneracionismo coincide en el tiempo y en su juicio pesimista sobre la situación de España con la Generación del 98, si bien estos últimos denuncian dicha situación de una forma más literaria, subjetiva y artística. En general, denuncian algunos de los males endémicos de España, como la escasa participación electoral, el caciquismo, el fraude electoral, el atraso agrario, el analfabetismo, la corrupción de la clase política… pero sus propuestas de solución no siempre fueron claras y democráticas.

Joaquín Costa fue el principal exponente del Regeneracionismo. Autor de Colectivismo agrario en España (1898) y Oligarquía y caciquismo como forma actual de gobierno en España (1901-1902), denunció el sistema político de la Restauración, en especial la corrupción política y el fenómeno del caciquismo, y propuso una serie de reformas políticas (“revolución desde arriba”, la necesidad de un “cirujano de hierro” que acometiera las reformas urgentes que necesitaba el país), sociales y educativas (“despensa y escuela”) para sacar al país de su atraso.

Los ideales y propuestas de los regeneracionistas fueron recogidos por políticos conservadores como Francisco Silvela (sucesor de Cánovas) o Antonio Maura (a partir de 1902), que emprendieron una reforma de la Instrucción pública (educación), la Hacienda, recuperaron la legislación social de la I República (regulación del trabajo de mujeres y niños) e incluso intentaron atraerse al sector más moderado del catalanismo. Políticos liberales como José Canalejas o Manuel Azaña también adoptaron el espíritu regeneracionista, reformando el Partido Liberal y atrayéndose las simpatías de intelectuales liberales como José Ortega y Gasset.

En su vertiente intelectual y literaria, el Regeneracionismo tuvo su reflejo en la conocida como Generación del 98, un amplio grupo de literatos de principios de siglo XX preocupados por la realidad española. Aunque todos coinciden en su preocupación por los problemas y la realidad de España y la visión crítica de ambos, su evolución ideológica es muy diversa, ya que algunos oscilaron desde el socialismo y el anarquismo hasta el conservadurismo tradicionalista y el fascismo. Rechazaban lo caduco, la corrupción, el atraso del país y el sistema político que lo sustentaba. Exaltaron el amor a España, en especial a Castilla, pero sin contradecirlo con un anhelo de europeización (apertura a Europa). Desde la crítica, proponen soluciones para la reconstrucción de la agricultura, la educación, la cultura y la economía del país. También propugnan la integración de España en Europa y la exaltación de los valores nacionales y patrióticos. Su estilo, con un lenguaje sencillo y expresivo y un fuerte subjetivismo, es reflejo de sus ideales.

En conclusión, el reinado de Alfonso XIII es un período convulso marcado por la crisis definitiva del sistema de la Restauración y el desastre del 98. El ascenso imparable de nuevas fuerzas políticas de izquierdas, republicanas, anarquistas y nacionalistas, junto a los sucesivos fracasos en Marruecos, provocarán graves crisis ante la imposibilidad de los distintos gobiernos de hacer frente a las demandas sociales y políticas. La crisis del turnismo y la incapacidad del rey para arbitrar el sistema condujeron a la solución dictatorial personificada en Primo de Rivera al final del período, desvirtuando así los propósitos del regeneracionismo.

La Dictadura de Primo de Rivera

El golpe de Estado de Primo de Rivera de 1923 se produjo en el contexto de ascenso de los fascismos en Italia y Alemania. Si bien, su dictadura no fue fascista, sino que procedía del regeneracionismo y su teoría del “cirujano de hierro” que acabara con los males de la Restauración, especialmente el caciquismo y el fraude electoral. Supuso el último intento de solucionar los males de la política y la sociedad con una solución ya típica, la intervención de los militares en la política para restablecer el orden. Pero su falta de apoyos hizo tambalear al régimen tan sólo unos años después del golpe de Estado y, en definitiva, arrastró a la abdicación a Alfonso XIII, que no había hecho nada por impedir la dictadura.

1. Del Directorio Militar al Civil (1923-1930)

La ineficacia del sistema monárquico parlamentario y el desprestigio del ejército ante la opinión pública tras las sucesivas derrotas del 98 y Annual en 1921 llevaron a muchos a buscar la sustitución en el poder de los políticos y los partidos. En este sentido, el 13 de septiembre de 1923 el general Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, declaró el estado de guerra en su región a través del manifiesto “Al país y al ejército españoles”, en el cual promete acabar con el terrorismo, la agitación separatista, el desorden y el uso político de la guerra de Marruecos. El golpe de Estado fue pacífico por la escasa oposición tanto del gobierno como de la opinión pública, los partidos políticos y los sindicatos. El propio Alfonso XIII dio su visto bueno a la nueva situación, nombrando presidente de Gobierno al general.

La dictadura, que se presentaba como una “solución provisional”, fue bien acogida por las oligarquías (burguesía industrial y financiera y clero) para restablecer el orden, aunque fuera a costa de acabar con ciertas libertades. La clase obrera se dividió: mientras que una parte del PSOE colaboró con el régimen, los anarquistas y el Partido Comunista se opusieron a él, así como la mayoría de los intelectuales debido a la política represiva del régimen en el terreno cultural, como el destierro de Unamuno, la clausura del Ateneo de Madrid…

El régimen se dividió en dos etapas:

  • Directorio Militar (1923-1925). Durante esta etapa se declaró el estado de guerra en todo el país y se suprimieron ciertas garantías constitucionales, disolviéndose las Cortes, suprimiendo los partidos políticos y sindicatos, imponiendo la censura en prensa y pasando los militares a controlar ayuntamientos y diputaciones provinciales. Siguiendo el ejemplo de Mussolini, se creó un grupo político nuevo llamando Unión Patriótica, el único permitido. El mayor éxito de esta primera etapa fue la pacificación de Marruecos tras el desembarco en Alhucemas (1925) y la derrota de Abd el Krim, logrando restablecer la soberanía española sobre el protectorado de Marruecos.
  • Directorio Civil (1925-1928). Para demostrar su voluntad de permanecer en el poder y establecer un régimen estable y duradero, en diciembre de 1925 Primo de Rivera formó un gobierno de civiles de extrema derecha (José Calvo Sotelo, Eduardo Aunós) que se encargaron de realizar reformas económicas y sociales. Coincidiendo con una etapa de prosperidad económica en Europa, se puso en marcha un ambicioso plan de obras públicas para la construcción de carreteras, vías férreas y pantanos, y se favoreció el desarrollo de la agricultura, la industria y el comercio. Se crean las Confederaciones Hidrográficas para mejorar el abastecimiento de agua y electricidad, y monopolios como Telefónica o CAMPSA, a costa de aumentar la deuda pública. Con la intención de perpetuarse en el poder, se convocó una Asamblea Nacional Consultiva (1927) que no representaba a partidos políticos, sino a intereses corporativos, sobre todo de la oligarquía agraria de terratenientes, lo que provocó el rechazo de la derecha conservadora (Juan de la Cierva) y de burgueses e industriales.

A lo largo de la dictadura se tomaron diversas medidas como: la extensión a todo el país del Somatén catalán, una milicia cívica para controlar el orden público; la creación de la Organización Corporativa Nacional que, en base a comités paritarios (órganos arbitrales dentro de las empresas), buscaba solucionar los conflictos laborales dando cabida al PSOE y a los Sindicatos Libres de Barcelona, pero marginando a la CNT y al PCE (ilegalizados); se aumentó el número de escuelas primarias y se crearon escuelas de trabajo.

Pero la buena acogida inicial del régimen sólo se mantuvo hasta el final entre los sectores de la España rural, controlados por los caciques, y entre terratenientes y miembros de la burguesía industrial y financiera. Su desprestigio iba, por el contrario, en aumento entre amplios sectores de la población que formaban la oposición al régimen:

  • Su anticatalanismo le llevó a suprimir la Mancomunidad de Cataluña y a prohibir el uso del catalán en actos públicos, lo que radicalizó a los nacionalistas catalanes.
  • Algunos miembros de los partidos de la Restauración (Niceto Alcalá Zamora) y republicanos (Alejandro Lerroux o Manuel Azaña) también eran contrarios al régimen.
  • Ciertos sectores del ejército fueron duramente reprimidos tras organizar conspiraciones como la “Sanjuanada” (1926).
  • El movimiento obrero, en torno al PCE y la CNT, pero también al PSOE, empezó a organizarse en la clandestinidad cada vez más comprometido con el republicanismo, al igual que la mayoría de intelectuales (José Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno, Vicente Blasco Ibáñez) y estudiantes universitarios.

A partir de 1928, la decadencia del régimen y del propio dictador, enfermo, eran evidentes. La oposición fue en aumento, se incrementó la conflictividad social y se agravó la crisis económica, ya que a partir de 1929 se devalúa la peseta y aumenta el déficit de la balanza comercial. Ante la falta de apoyos, el 27 de enero de 1930, Primo de Rivera presentó su dimisión al rey y se exilió a París, donde moriría el 16 de marzo.

2. De la Monarquía a la República (1930-1931)

Tras la dimisión de Primo de Rivera, Alfonso XIII encargó al general Dámaso Berenguer formar gobierno. Berenguer prometió la vuelta a la normalidad constitucional (1876) como si no hubiera pasado nada, con el apoyo de Alfonso XIII. Este intento de volver a un sistema caduco fue denunciado por parte de algunos intelectuales como José Ortega y Gasset que, en su artículo “El error Berenguer”, critica duramente la actuación de Alfonso XIII y pide públicamente su destitución (Delenda est Monarchia!, es decir, hay que destruir a la monarquía).

Ante el creciente distanciamiento de la opinión pública respecto al rey y al gobierno, y la oposición en aumento de partidos y sindicatos, en febrero de 1931 Berenguer fue sustituido por el almirante Juan Bautista Aznar, que formó un gobierno monárquico de concentración, con políticos afines a Alfonso XIII, y convocó elecciones municipales. Los partidos republicanos (Acción Republicana de Manuel Azaña, el ORGA Gallego, Esquerra Republicana de Francesc Macià y Lluis Companys, el Partido Republicano Radical-Socialista de Marcelino Domingo, el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux, Derecha Liberal Republicana de Alcalá Zamora) firmaron en 1930 el Pacto de San Sebastián para instaurar la república y crear un gobierno provisional que convocara Cortes Constituyentes y aprobara el Estatuto de Cataluña. A ellos se unieron PSOE, CNT, UGT, algunos intelectuales (Gregorio Marañón, Ortega y Gasset) y estudiantes universitarios, en medio de un ambiente de insurrecciones del ejército (como la de Jaca), intentos de huelga general y agitación estudiantil.

En las elecciones del 12 de abril de 1931, a pesar de ganar en las áreas rurales, controladas por los caciques, las candidaturas monárquicas, los resultados fueron abrumadoramente favorables para los republicanos, sobre todo en las ciudades. Dos días después, Alfonso XIII abdica y se marcha del país y, aprovechando el vacío de poder, los partidos republicanos proclaman la II República el 14 de abril de 1931.

En conclusión, la dictadura de Primo de Rivera fue el último intento de la oligarquía para mantenerse en el poder utilizando fórmulas autoritarias como el golpe de Estado y recurriendo a los militares para “solucionar” los problemas del país. La buena acogida inicial del régimen se deterioró rápidamente por la creciente oposición de amplios sectores políticos, nacionalistas, intelectuales y obreros, marginados del poder. Su caída arrastró al propio Alfonso XIII que, desde el principio, no se opuso a esta solución, dando paso, así, a una nueva experiencia republicana que, unos años después, también se vería truncada.