Restauración Borbónica en España: Análisis del Sistema Canovista

Restauración y Sistema Canovista: Oligarquía y Caciquismo

Tras el fallido intento de instaurar un régimen democrático durante el Sexenio Democrático (1868-1874), se restauró la monarquía borbónica en España y se volvió al liberalismo censitario. El nuevo sistema político, ideado por Cánovas del Castillo, se fundamentó en la alternancia pactada en el poder de dos grandes partidos: el Conservador y el Liberal.

Duración y Características del Periodo

La Restauración duró más de cincuenta años, desde el pronunciamiento de Martínez Campos en 1874 hasta la proclamación de la Segunda República en 1931. Durante este periodo, que abarca los reinados de Alfonso XII y Alfonso XIII, con el interregno de la regencia de María Cristina, se consolidó un régimen constitucional y parlamentario. Sin embargo, a pesar del establecimiento del sufragio universal masculino en 1890, el régimen político nunca llegó a ser plenamente democrático y estuvo dominado por una burguesía oligárquica apoyada en un capitalismo de base agraria.

El Inicio de la Restauración

El pronunciamiento militar de Martínez Campos proclamó rey a Alfonso XII. Anteriormente, Isabel II había abdicado en su hijo y Cánovas del Castillo se había convertido en el dirigente e ideólogo de su causa. En el mismo año, el príncipe había firmado el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas, que sintetizaba el programa de la nueva monarquía: un régimen que garantizaría el funcionamiento del sistema político liberal y restablecería la estabilidad política y el orden social.

Objetivos de Cánovas del Castillo

Los grupos conservadores recibieron con satisfacción la Restauración, esperando que la nueva monarquía pusiera fin a cualquier intento de revolución social. Cánovas pretendía la vertebración de un nuevo modelo político que acabase con algunos de los problemas endémicos del liberalismo precedente: el carácter partidista y excluyente de los moderados durante el periodo isabelino, la intervención de los militares en política y la proliferación de enfrentamientos civiles. Para ello, se propuso elaborar una constitución que permitiera el bipartidismo, siguiendo el modelo inglés, y pacificar el país, poniendo fin a la guerra de Cuba y al conflicto carlista.

Subordinación del Ejército

El ejército quedó subordinado al poder civil. En 1875 se estableció que su misión era defender la independencia nacional y que no debía intervenir en las contiendas de los partidos.

Constitución de 1876

La Constitución de 1876 era de carácter conservador y estaba inspirada en los valores tradicionales de la monarquía, como la instrucción superior e incuestionable, la religión y la propiedad. Se concedían amplios poderes al monarca: derecho de veto, nombramiento de ministros y potestad de convocar y disolver las Cortes. Estas eran bicamerales (Congreso y Senado). La mayoría de los senadores lo era por derecho propio o vitalicio. En 1878 se estableció el voto censitario, limitado a los mayores contribuyentes. Sin embargo, en 1890 se aprobó el sufragio universal masculino. También se proclamaba la confesionalidad católica del Estado y la financiación de la Iglesia por parte del Estado. El texto contaba con una amplia declaración de derechos, pero su concreción se remitía a leyes posteriores que, generalmente, tendieron a restringirlos.

El Turno Pacífico

Cánovas introdujo un sistema de gobierno basado en el bipartidismo y la alternancia en el poder de los dos grandes partidos dinásticos, el Conservador y el Liberal, que renunciaban a los pronunciamientos como mecanismos para acceder al gobierno y aceptaron un turno pacífico de partidos que aseguraba la estabilidad nacional. El Partido Conservador estaba dirigido por Cánovas, quien llegó a un acuerdo con Mateo Sagasta para la formación del Partido Liberal. Ambos partidos coincidían ideológicamente en las cuestiones fundamentales, pero diferían en algunos aspectos y se complementaban de forma consensuada. Otros grupos políticos quedaron fuera del sistema: republicanos, carlistas, nacionalistas…

Funcionamiento del Turno

El turno en el poder quedaba garantizado porque el sistema electoral invertía los términos propios del sistema parlamentario. De este modo, cuando el partido gobernante sufría un desgaste político y perdía la confianza de las Cortes, el monarca llamaba al jefe del partido de la oposición a formar gobierno. Entonces, este convocaba elecciones para conseguir el número de diputados suficiente para formar una mayoría parlamentaria que le permitiese gobernar.

Caciquismo y Corrupción Electoral

El mecanismo que permitió mantener este proceso durante más de veinte años fue la corrupción electoral y la presión económica que ejercían determinados individuos en la sociedad, sobre todo la rural. El denominado caciquismo fue un fenómeno que se dio en toda España. La adulteración del voto constituyó una práctica habitual en todas las elecciones, cuyo resultado era acordado previamente y manipulado por los caciques. Estos eran personas notables, sobre todo del medio rural (a menudo grandes propietarios o importantes miembros de la administración pública), que orientaban la intención de voto a cambio de favores. El conjunto de trampas electorales que se llevaban a cabo para adulterar los resultados electorales se conoce como pucherazo.

Crisis y Evolución del Sistema

A lo largo del periodo que transcurrió entre 1876 y 1898, el turno funcionó con regularidad. La primera crisis del sistema llegaría con la pérdida de Cuba en 1898, que erosionó a los políticos y a los dos partidos dinásticos.

Regencia de María Cristina

La muerte del rey Alfonso XII en 1885 dio lugar al Pacto del Pardo, un acuerdo entre conservadores y liberales. Su finalidad era dar apoyo a la regencia de María Cristina y garantizar la continuidad de la monarquía ante las fuertes presiones de carlistas y republicanos.

Reformas Liberales

Bajo la regencia tuvo lugar un gobierno largo de Sagasta, entre 1885 y 1890. Los liberales impulsaron una importante obra reformista. Se aprobó la Ley de Asociaciones (1888), que permitió la entrada a la política a las fuerzas opositoras. En el mismo año se abolió la esclavitud y en 1889 se elaboró un nuevo Código Civil y se llevaron a cabo reformas de la Hacienda. La reforma de mayor trascendencia fue la implantación del sufragio universal masculino en 1890, aunque esto quedó desvirtuado por la continuada corrupción electoral.

Deterioro del Sistema

Durante la última década del siglo continuó el turno pacífico de partidos. Tras el asesinato de Cánovas en 1897, se produjo un deterioro del sistema, dependiente de la personalidad de sus líderes. Esto provocó disidencias internas y la descomposición de ambos partidos. En el Partido Liberal surgieron diversas facciones que desorganizaron el partido, mientras que los conservadores se aglutinaron en torno a la figura de Francisco Silvela.

Oposición al Sistema

La oposición al sistema la formaron las distintas fuerzas marginadas de la política:


Los antiguos dirigentes de la republica (Castelar, Salmerón, Margall) fundaron partidos republicanos. El que más éxito tuvo fue el Partido Republicano Federal, dirigido por Margall. El progresista Ruiz Zorrilla lidero un republicanismo radical que protagonizo un fracasado intento de alzamiento.


El carlismo entro en grave crisis después de que destacados miembros de sus filas reconocieran a Alfonso XII. Sin embargo el Partido Carlista no olvido su tradición insurreccional y promovió algunos intentos fracasados en 1899 y 1900.


En el último cuarto del siglo XIX surgieron en España los movimientos nacionalistas, especialmente en Cataluña, Galicia y País Vasco. Mas adelante, el regionalismo, movimiento que pretendía resaltar las características culturales de cada comunidad autónoma, se extendió por Valencia, Aragón y Andalucía.


Las organizaciones obreras fueron duramente reprimidas y se vieron forzadas a la clandestinidad hasta el ascenso de los liberales al poder en 1881, cuando fueron de nuevo legalizadas y tanto el anarquismo político como el socialismo marxista se extendieron por el país.


Con el paso del tiempo, los dos partidos hegemónicos se fueron descomponiendo y no fueron capaces de dar entrada a las nuevas fuerzas emergentes, como el obrerismo y el republicanismo, para ensanchar la base social del régimen y darle estabilidad. En 1898, la pérdida de las últimas colonias española de Cuba y Filipinas sumió a la sociedad española en una crisis política y moral que resquebrajo los fundamentos del sistema y planteo la necesidad e iniciar un proceso de reformas que modernizase la vida social y política del país.