Reinado de Alfonso XII: El sistema canovista y la Constitución de 1876
La restauración de la monarquía borbónica en Alfonso XII (1875-1885) se produjo tras el pronunciamiento militar de Martínez Campos en Sagunto, en 1874. El creador del sistema político de la Restauración fue Cánovas del Castillo, autor del Manifiesto de Sandhurst, firmado por Alfonso XII. Cánovas presidió el nuevo gobierno hasta la llegada de Alfonso XII y ocupó la jefatura de gobierno en cinco ocasiones. Fue asesinado por un anarquista en 1897.
El sistema canovista
Cánovas, político pragmático, instauró un sistema liberal autoritario. Creó dos partidos políticos, llamados partidos dinásticos, para que se alternaran en el poder, como en el parlamento inglés. Estos fueron el Partido Conservador, liderado por Cánovas, y el Partido Liberal, encabezado por Sagasta. Cánovas participó en la Vicalvarada y más tarde integró la Unión Liberal junto a O’Donnell. Se mantuvo al margen de las conspiraciones contra Isabel II y fue el líder del partido alfonsino durante el Sexenio Democrático.
Sagasta
Sagasta, un progresista que había perdido varios gobiernos durante la monarquía de Amadeo I, presentaba mínimas diferencias ideológicas con Cánovas y su composición social era casi idéntica. Los militares fueron excluidos de la actividad política. La alternancia de gobiernos se inició en 1881, cuando el rey llamó a gobernar a Sagasta en lugar de a Cánovas. Carlistas, republicanos, socialistas, anarquistas y nacionalistas quedaron excluidos del sistema gracias a la manipulación y el fraude.
La Constitución de 1876
Cánovas diseñó el proyecto de Constitución, discutido en las Cortes Constituyentes. La Constitución fue aprobada con el 87% de votos. Inspirada en el liberalismo doctrinario de la Constitución moderada de 1845, sus principios fueron:
- Soberanía compartida entre Rey y Cortes.
- El Rey tenía el mando supremo del ejército, elegía al gobierno y podía disolver las Cortes.
- El gobierno necesitaba la confianza del Rey y las Cortes.
- El candidato a presidente debía ser designado por el Rey.
- Dos cámaras: el Congreso, elegido por sufragio censitario (y desde 1890 por sufragio universal masculino), y el Senado, con una parte de senadores vitalicios y otra parte elegidos por corporaciones y contribuyentes.
- Catolicismo como religión oficial, pero con tolerancia religiosa.
- Se mantuvieron los derechos de la Constitución de 1869.
Caciquismo y pucherazo
El Ministerio de Gobernación elaboraba el encasillado, un acuerdo entre conservadores y liberales por el cual se decidía qué cargos debían recaer en el gobierno y cuáles en la oposición. Cada partido manipulaba las elecciones. Los políticos controlaban una comarca, dominada por los caciques. Cuando había elecciones, movilizaban a sus clientes, a quienes compraban o presionaban. Falseaban las listas electorales y manipulaban los votos obtenidos. El conjunto de prácticas fraudulentas en las elecciones recibió el nombre de pucherazo.
La Regencia de María Cristina de Habsburgo, el turno de partidos y la oposición al sistema. Regionalismo y nacionalismo.
La Regencia de María Cristina y el turno de partidos
Al morir Alfonso XII, María Cristina, su esposa, embarazada de Alfonso XIII, asumió la regencia desde 1885 hasta 1902. Cánovas acordó con la regente el Pacto del Pardo, para mantener el turno de partidos con Sagasta. La muerte de Alfonso XII no afectó al funcionamiento de la Restauración. Los partidos dinásticos siguieron turnándose en el poder, hasta que Cánovas murió en 1897 y le sucedió Francisco Silvela. El Partido Liberal, con Sagasta, representó la izquierda.
La oposición al sistema
Estuvo representada por varios partidos contrarios a la monarquía borbónica y al sistema canovista:
- Los carlistas, a la derecha del sistema, se dividieron en dos grupos: uno liderado por Nocedal, intransigente con el liberalismo, y otro que luchó dentro de la legalidad.
- Los republicanos, a la izquierda del sistema, se debilitaron al dividirse en varios grupos: los posibilistas de Castelar, los unitarios de Salmerón, los federalistas de Pi i Margall.
- El anarquismo se reorganizó en 1881 con la creación de la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), con fuerte implantación en Cataluña y Andalucía. Los atentados de la Mano Negra en Andalucía provocaron una gran represión.
- Pablo Iglesias, en 1879, fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). En 1888 nació el sindicato socialista Unión General de Trabajadores (UGT).
Regionalismo y nacionalismo
En oposición al sistema, fueron surgiendo movimientos regionalistas en Valencia, Galicia… y nacionalismos catalán y vasco.
El nacionalismo catalán fue un movimiento cultural que abarcó los más diversos campos de actividad intelectual relacionados con Cataluña. Proponían una Cataluña dirigida por la burguesía, dispuesta a acabar con el burocratismo centralista y agrario. En 1891 surgió una nueva organización, la Unió Catalanista. Se aprobaron las Bases de Manresa (1892), con un proyecto de estatuto de autonomía conservador y tradicionalista: el uso del idioma catalán como lengua oficial, cargos públicos solamente para catalanes y Cortes para Cataluña. En 1901 se formó el primer partido nacionalista catalán, la Lliga Regionalista.
El nacionalismo vasco surgió tras la derrota de los carlistas y la supresión de los fueros e instituciones vascas en 1876. El País Vasco conservó la autonomía fiscal establecida en los Conciertos Económicos de 1878. Algunos vascos defendieron la recuperación íntegra de los fueros. La industrialización y la llegada de inmigrantes eran señaladas como enemigas, al igual que el gobierno liberal español. El propulsor del nacionalismo vasco fue Sabino Arana, quien en 1895 fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV), con una declaración antiespañola, pero se vio obligado a ampliar sus bases hacia la burguesía más moderna.
El regionalismo gallego fracasó en su intento de construir una fuerza política homogénea, pero edificó una ideología que teorizó con radicalidad sobre la naturaleza nacional de Galicia.
Guerra colonial y crisis de 1898
Los restos del imperio colonial español consistían en dos islas del Caribe (Cuba y Puerto Rico), Filipinas en el Pacífico y un conjunto de pequeños islotes dispersos por este océano. Durante el Sexenio Democrático comenzaron a separarse estos territorios de la metrópoli.
Antecedentes: La Guerra Larga de Cuba (1868-1878)
Una sublevación popular, dirigida por el criollo Céspedes, dio comienzo a la lucha por la abolición de la esclavitud y por la autonomía política. Fue una guerra colonial y un conflicto civil a la vez. Tuvo una dimensión internacional debido al apoyo de Estados Unidos a los insurrectos. La Guerra Larga concluyó en 1878 con la Paz de Zanjón, por la que el general Martínez Campos se comprometió a abolir la esclavitud y conceder a Cuba el autogobierno.
La guerra colonial en Cuba y Filipinas a partir de 1895
Los círculos independentistas cubanos consiguieron el apoyo de Estados Unidos, con intereses económicos en la isla, a la que consideraban un lugar estratégico para controlar el Caribe y el estrecho de Panamá. En 1892, José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, partidario de la independencia. La guerra estalló de nuevo en Cuba en 1895. La opinión española era partidaria de la guerra, pero fue disminuyendo a medida que las pérdidas (humanas y materiales) se hacían mayores. En 1898 se produjo la implicación directa de Estados Unidos. La guerra se desarrolló en el Caribe y Filipinas. España sufrió una pronta derrota en Santiago de Cuba.
La guerra de Filipinas: En Filipinas, la población española era escasa y la soberanía se había mantenido gracias a la presencia de órdenes religiosas, acompañadas de fuerzas militares. En 1896, el descontento de algunos grupos indígenas con la administración española produjo la insurrección. José Rizal había fundado la Liga Filipina en 1892 para lograr la independencia, intentando expulsar a las órdenes religiosas y a los españoles. El general Polavieja ejecutó a Rizal, pero un nuevo líder, Aguinaldo, mantuvo la insurrección, obligando al ejército español a enviar nuevos militares al mando de Primo de Rivera. En 1897, la guerra era favorable a España, pero en 1898, con la entrada de Estados Unidos en el conflicto, el ejército español fue derrotado. El gobierno español tuvo que negociar con Estados Unidos y, en el Tratado de París de 1898, España renunció a Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Fue el fin del imperio español.
Crisis de 1898
La derrota y la pérdida de 50.000 combatientes produjeron una conmoción intensa en la sociedad española y un atraso con respecto al resto de países. Se propusieron formas de modernización y reforma política, económica y educativa: el Regeneracionismo. Políticos señalaban la necesidad de reformar el sistema de la Restauración. La burguesía pedía modernizar la sociedad y la economía. El ejército exigiría a los gobiernos la modernización del armamento. La democracia se había hecho inviable en España porque la voluntad popular había sido anulada por la oligarquía económica y política mediante el caciquismo. Había que acabar con el caciquismo para recuperar la verdadera democracia. La crisis se expresó a través de los escritores de la Generación del 98.
Transformaciones económicas
Proceso de desamortización y cambios agrarios
A principios del siglo XIX, la agricultura seguía siendo la actividad más importante económicamente. La tecnología estaba atrasada. La mayor parte de las propiedades estaban en manos de un pequeño número de familias aristocráticas y de la Iglesia. Otra parte era propiedad de los ayuntamientos. Las desamortizaciones más importantes fueron la de Mendizábal (1836) y la de Madoz (1855). Eran una apropiación por parte del Estado de los bienes de la Iglesia (Mendizábal) y de los municipios (Madoz). Se convirtieron en bienes nacionales y se vendieron en pública subasta, pasando a manos de aristócratas y burgueses financieros. Pretendían sanear la hacienda y asentar la propiedad individual y libre para aumentar el rendimiento de la tierra. Las consecuencias no fueron las deseadas: el Estado no logró terminar con el déficit público, la aristocracia y la burguesía terrateniente no fueron capaces de impulsar la modernización de la agricultura y los campesinos mantuvieron su escaso poder adquisitivo. Algunos pasaron a peor situación.
Las peculiaridades de la incorporación de España a la Revolución Industrial
La Revolución Industrial en España fue débil, tardía y desigual, debido a la falta de mercado, tanto interior como exterior. Los recursos mineros apenas se explotaron antes del Sexenio, debido a la ausencia de demanda interna. La Ley de Minas de 1868 facilitó la llegada de capital extranjero y la salida al exterior de los minerales. El carbón era escaso, caro y de baja calidad.
La industria textil se desarrolló en Cataluña, donde había existido desde la Edad Media. La producción se mecanizó gradualmente con la incorporación de la máquina de vapor y telares mecánicos. El algodón sustituyó a la lana. Las fábricas eran de pequeñas dimensiones, donde predominaban la autofinanciación familiar y se obtuvieron pocos beneficios por el escaso mercado nacional.
El periodo de mayor crecimiento terminó durante los años 60. La industria siderúrgica se desarrolló en el País Vasco a partir de 1882 y en Málaga en 1830, pero no prosperaron y se cerraron en 1860. Después, en Asturias, de 1850 a 1870, donde también fracasaron. La balanza comercial no era buena. El librecambio fue impulsado únicamente durante el Bienio Progresista y el Sexenio Democrático. España exportaba materias primas e importaba productos manufacturados. Se importaba maquinaria.
El Banco de San Carlos fue transformado en el Banco de San Fernando en 1829, y ampliado y convertido en el Banco de España en 1856, durante el reinado de Isabel II. A finales de su reinado, en 1868, nació la peseta como moneda nacional.
Modernización de las infraestructuras: el impacto del ferrocarril
La red ferroviaria fue impulsada desde la administración del Estado a través de la Real Orden de la creación de ferrocarriles en 1844. En 10 años sólo se habían construido 475 km. El impulso vino con la Ley General de Ferrocarriles en 1855. Entre 1856 y 1866 se completaron 4.000 km de vía. La red fue criticada por su trazado radial y por el ancho de vía (mayor que la norma europea), que obstaculizó la conexión con el resto de Europa. El ferrocarril no benefició a la industria siderúrgica nacional, ya que el hierro provino de Francia.
Transformaciones sociales
Crecimiento demográfico
La población española creció a un ritmo lento, de 10.541.000 habitantes en 1797 a 18.500.000 en 1900. Las zonas periféricas crecieron más. La desertización demográfica de la meseta continuó, a excepción de Madrid. El mayor crecimiento lo experimentó Barcelona, de 190.000 habitantes en 1860 a 510.000 en 1897. También creció en el País Vasco. En 1900, las tasas de natalidad y mortalidad eran muy altas, y baja la esperanza de vida. La población era mayoritariamente rural. El aumento de población, sin un paralelo desarrollo económico, empujó a los españoles a la emigración. En 30 años, a partir de 1873, salieron de España (sobre todo de Galicia y Asturias) cerca de 1 millón de personas.
De la sociedad estamental a la sociedad de clases
La sociedad se transformó y los estamentos propios del Antiguo Régimen dieron paso a la sociedad de clases:
- Clase alta: La nobleza, que perdió sus antiguos derechos señoriales pero no la propiedad de la tierra. También la alta burguesía financiera, enriquecida con las desamortizaciones, perdió la iniciativa empresarial y tendió hacia modos de vida rentistas. También estaban en la clase alta el ejército y el clero, que controlaba las instituciones de enseñanza. La clase alta era el 2% de la población.
- Clase media: Poco numerosa, destacó la burguesía industrial, profesionales liberales, comerciantes, artesanos, funcionarios y empleados públicos.
- Clase baja: Era la más numerosa. Tenían un nivel de vida muy bajo. La mayoría eran campesinos sin tierras, jornaleros. Nació el proletariado: un trabajador asalariado de la industria, que surgió en los núcleos industriales de Cataluña y el País Vasco.
Génesis y desarrollo del movimiento obrero en España
La aparición de un proletariado con conciencia de clase surge a mediados de siglo en las industrias textiles catalanas. Al desarrollarse otros núcleos industriales, se incrementó el proletariado industrial. Antes de 1840, las primeras protestas de los obreros industriales se hicieron a través del ludismo. Los obreros destruían las máquinas, a las que consideraban responsables de la miseria y del paro. La fábrica de Bonaplata, totalmente mecanizada, fue quemada por obreros en 1835. A partir de 1840, la lucha se orientó hacia la reivindicación de la libertad de asociación y de huelga. Los obreros barceloneses constituyeron las primeras asociaciones (pronto disueltas por Espartero) y plantearon las primeras reivindicaciones laborales: reducción de la jornada laboral, aumento de salarios, reglamentación del trabajo de las mujeres y niños, entre otras. Durante el Bienio Progresista, resurgieron con fuerza esas sociedades. Una primera huelga general, en contra de la propuesta de los progresistas de ilegalizarlas, paralizó las industrias de Barcelona. En 1868 se formaron los primeros núcleos internacionalistas con la llegada a España de Fanelli, representante de la tendencia anarquista de la Primera Internacional. En 1870 se celebró en Barcelona el primer congreso de la Federación Regional Española de la AIT, donde triunfó el apoliticismo y el colectivismo. A finales de 1871, Lafargue formó un pequeño grupo marxista en Madrid, cuyo propósito era fundar un partido marxista. En 1879, Pablo Iglesias fundó el PSOE. En 1888 nació el sindicato socialista UGT, extendiéndose por Asturias, País Vasco y Madrid.
Transformaciones culturales
Cambio de mentalidades
La nobleza se integró en los grupos dirigentes de la nueva sociedad junto a la alta burguesía financiera, con intereses en grandes propiedades agrarias. Esta burguesía tendió hacia modos de vida rentistas y adoptó las costumbres de la aristocracia: la práctica del deporte, viajes, veraneo… Durante la Restauración se duplicaron los títulos de nobleza, ya que muchos terratenientes consiguieron títulos nobiliarios y consolidaron así su ascenso social. Los nobles y burgueses fueron los caciques. La sociedad estaba controlada por ellos. En Madrid eran conservadores o liberales, pero en sus tierras eran los amos y señores de los campesinos. Las transformaciones culturales se dieron en sectores minoritarios, de la clase media sobre todo.
Educación
El sistema educativo diseñado por los moderados estableció tres niveles de enseñanza: primaria, secundaria y universitaria. El sistema educativo era entendido como un asunto de interés público que correspondía regular al Estado. La escasa financiación estatal y el peso de la Iglesia hicieron que estos criterios quedaran diluidos en las enseñanzas primaria y secundaria. La enseñanza primaria fue deficiente. En el siglo XIX, el 75% de la población española era analfabeta, y en el siglo XX seguía siéndolo el 65%. La población más alfabetizada se situó en Madrid. Las poblaciones urbanas y las clases medias y altas tuvieron índices de alfabetización superiores. En 1900 había un instituto público de enseñanza secundaria en cada capital de provincia, y dos en Madrid. En la universidad, que contaba con 15.000 alumnos en 1900, el sistema de enseñanza era uniforme y centralista. La Universidad Central de Madrid era la única que impartía todas las licenciaturas y podía conceder el grado de doctor. El rey nombraba a los rectores de cada una de las universidades y a los decanos de cada facultad. Las carreras eran Derecho, Medicina, Farmacia, Ciencias y Filosofía y Letras. También las escuelas politécnicas y de bellas artes. Los profesores, empleados del Estado, carecían de libertad de cátedra, lo cual provocó conflictos durante el régimen de Isabel II y al comenzar la Restauración. Varias decenas de catedráticos se negaron a jurar fidelidad a la monarquía y respeto a los dogmas del catolicismo, y eran partidarios de la evolución darwinista, y abandonaron la universidad. En 1876, Francisco Giner de los Ríos fundó la Institución Libre de Enseñanza, que primaba el libre pensamiento, el debate científico y la formación integral del individuo.
Prensa
En las primeras décadas del siglo XIX, la prensa era un producto para minorías, ya que la mayoría de la población era analfabeta. Las tiradas eran muy pequeñas, pero con amplia difusión por la tradición de la lectura en voz alta y la existencia de gabinetes de lectura. Tras la revolución de 1868, la Constitución de 1869 reconoció la libertad de prensa, por lo que surgieron numerosos periódicos y revistas. Se desarrolló una prensa informativa, con nuevas secciones de crítica literaria, pasatiempos, anécdotas y humor. Destacó El Imparcial (1867), con obras de los autores más importantes de la época: Zorrilla, Valera, Pardo Bazán, Rubén Darío… y lanzó al estrellato a los autores más importantes de la Generación del 98: Unamuno, Azorín, Valle-Inclán… También destacó La Vanguardia, periódico catalán creado en 1881 por los hermanos Godó.