Novela Española en la 1ª Mitad del Siglo XX. Miguel de Unamuno y Pío Baroja
1. Introducción
La crisis de fin de siglo coincidió con la pérdida de las últimas colonias en América y Filipinas (1898). Se hablaba de que España estaba enferma debido al atraso económico, al educativo, por el alto grado de analfabetismo, y al agotamiento político. Surgió un movimiento regeneracionista que pretendía modernizar el país (escuela y despensa según proclamaba Joaquín Costa) exaltando aspectos genuinamente españoles como el tema de Castilla con su paisaje y su historia. Fue un intento de acercar España a Europa. Más tarde, los novecentistas mostraron una orientación europeísta basada en el avance de la ciencia y en el compromiso político del intelectual.
Siguiendo un orden cronológico, se puede distribuir “la novela española de la primera mitad del s. XX” en tres etapas:
- La novela de la Generación del 98.
- La novela novecentista y la prosa de vanguardia.
- La novela del exilio y la de posguerra.
2. La Novela de la Generación del 98
Junto a la narrativa de corte realista y naturalista, heredera de la narrativa del siglo XIX y encarnada como ejemplo representativo en la figura de Vicente Blasco Ibáñez (La barraca, Cañas y barro…), aparece una corriente innovadora en la forma de entender y construir una novela. Las nuevas propuestas surgirán de Unamuno, Baroja y Azorín.
Puede afirmarse que el siglo XX empieza, por lo que respecta a la novela española, en 1902, año en que se publican cuatro importantes obras que suponen una ruptura con el realismo del siglo XIX: La voluntad, de José Martínez Ruiz “Azorín”; Camino de perfección, de Pío Baroja; Amor y pedagogía, de Miguel de Unamuno; y Sonata de otoño, de Ramón María del Valle Inclán.
Este rechazo de la estética realista se muestra en:
1º.- Obras llenas de subjetivismo (personaje único): más que el reflejo exacto de las cosas importa la experiencia de las mismas a través de la conciencia de un personaje.
2º.- Nuevos temas: preocupación por España, intrahistoria, crisis de los valores burgueses, el fracaso vital.
3º.- Nuevas estructuras: rompen con el diseño tripartito del argumento (presentación, nudo y desenlace). Se acerca a lo poético o a lo ensayístico. La historia en sí pierde importancia en favor de cómo se narra.
4º.- Propósito de renovar la prosa castellana por medio de la sencillez (Baroja y Azorín), la precisión (Azorín y Unamuno) y la belleza (Valle-Inclán).
Los autores más representativos de la generación del 98 son:
- Miguel de Unamuno y Pío Baroja (que se comentarán con más detalle al final)
- AZORÍN (José Martínez Ruiz) (1873-1967)
Es, principalmente, un ensayista. Su novela está influida por el ensayo. No importa el argumento, sus novelas no tienen argumento, sino el dibujo de los detalles y fragmentos de una España dolorida. Hay dos temas principales en su obra: el paisaje (especialmente el de Castilla) y el pasado de España y sus protagonistas. Utiliza una técnica descriptiva basada en el detalle y la evocación (técnica impresionista), que se caracteriza por frases breves, precisión léxica y lirismo. Tiende a un estilo nominal y enumerativo, con una sintaxis seca y escueta, sin apenas subordinación.
Sus obras más importantes son:
- novelas: La voluntad (1902), Antonio Azorín (1903) y Confesiones de un pequeño filósofo (1904);
RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA (1891-1963)
Autor inclasificable, cultivó todos los géneros, además de inventar uno: la greguería (definida por él mismo como metáfora + humor), y sirve como puente entre el Novecentismo y los movimientos de vanguardia. Siempre intentó renovar y ser original estéticamente, así como contemplar las cosas desde los ángulos más insólitos. En su intento por desmoronar el relato clásico, introduce en sus novelas imágenes, metáforas y continuos juegos de palabras. Su producción novelística es muy extensa y de temática variadísima. Destacan Cinelandia (1923) o El doctor inverosímil, además de su autobiografía titulada Automoribundia (1948).
4. La Novela del Exilio y de Posguerra
La Guerra Civil supuso un profundo corte en la evolución literaria española debido a una serie de razones:
– La muerte de algunos de los grandes modelos de la novela española del siglo XX (Unamuno, Valle-Inclán).
– El exilio obligado de otros autores que habían comenzado a destacar en la década de los treinta: Max Aub,
Francisco Ayala, Ramón J. Sender, etc.
– Las nuevas circunstancias políticas y la censura impiden que se siga con una tendencia de novela de corte
social que se venía haciendo desde la década de los treinta.
– Esas mismas circunstancias históricas (miseria, desigualdades, falta de libertades, etc.) hacen que pierda sentido
otra de las tendencias novelísticas anteriores a la Guerra, como es el caso de la novela deshumanizada y
vanguardista.
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Como consecuencia de estas razones, la novela española en la década de los 40 debe, prácticamente,
comenzar de nuevo.
Algunos novelistas del exilio son:
– RAMÓN J. SENDER: Crónica del Alba (1942) (novela autobiográfica y visión de la España anterior a la guerra;
Réquiem por un campesino español (1953) (visión de la guerra a través de un sacerdote atormentado por el
recuerdo del asesinato de un feligrés); La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (1968) (novela histórica).
– FRANCISCO AYALA: es conocido por sus cuentos y narraciones cortas, escribió dos novelas (Muertes de perro y
El fondo del vaso) que constituyen una indagación en el régimen dictatorial de una imaginaria república
hispanoamericana. En ambas novelas se mantiene una intención moralizadora y una variedad estilística (caricatura,
esperpento, parodia, ironía y humor).
– Otros autores: MAX AUB: autor de novelas que van desde el realismo tradicional hasta el experimentalismo audaz.
La más importante es un compendio de novelas sobre la Guerra Civil que tiene como título genérico El laberinto
mágico. ROSA CHACEL (Memorias de Leticia Valle). MANUEL ANDÚJAR (La trilogía Vísperas habla sobre la
España anterior a la guerra).
En cuanto a la Novela de Posguerra (Años 40) hay que destacar que se ha roto la tradición inmediata,
pues se prohíben las novelas sociales de preguerra y la obra de los exiliados. Sólo la obra de Baroja puede
servir de ejemplo para escritores de esta generación.
Se da una novela idealista que pretende hacer olvidar la guerra, mezclada con una novela propagandística
del régimen ganador y de sus valores ideológicos (García Serrano, La fiel infantería que canta la victoria militar).
También hay en la novela de esta década, un reflejo amargo de la vida cotidiana, una transposición del malestar
social a la esfera de lo personal, por eso se dará un enfoque existencial con los siguientes temas: la soledad, la
inadaptación, la frustración, la muerte, etc. Abundancia de personajes desarraigados, desorientados y
angustiados.Las obras más significativas son:
– La familia de Pascual Duarte (1942) de C.J.Cela inaugura el tremendismo: desquiciamiento de la realidad
en sentido violento, hay una selección de los aspectos más duros de la vida. Escabrosidad de vocabulario.
Agresividad en el contenido. Tiene como base la tradición realista castellana y el esperpento valleinclanesco.
– Nada (1945) de Carmen Laforet (una muchacha que tiene que ir a estudiar a Barcelona, convive con unos
familiares en un ambiente sórdido, de mezquindad, histeria y vacío). Es un reflejo de la realidad contemporánea con
un estilo desnudo y un tono triste. Es una novela existencial, muy lejos del tremendismo.
– La sombra del ciprés es alargada (1948) de Miguel Delibes, otra obra importante que también habla de
tristeza y frustración pero con resignación religiosa.
En general domina la pobreza creadora y estilística, aunque ya es suficiente que la novela echara a andar.
5. MIGUEL DE UNAMUNO
Miguel de Unamuno nació en Bilbao en 1864. Estudió Filosofía y Letras en Madrid y ganó la cátedra de
griego en la Universidad de Salamanca, de la que fue elegido rector desde 1901 hasta 1924. Fueron frecuentes sus
viajes por España. El enfrentamiento con la dictadura de Primo de Rivera le supone el destierro de 1924 a 1930 a
Fuerteventura, de donde, más tarde, huyó a Francia. Fue diputado durante la República y nombrado presidente del
Consejo nacional de Educación Pública. Muere en Salamanca en 1936.
España y el sentido de la vida
La obra de Unamuno está marcada por dos crisis que presiden su línea de pensamiento. Una primera crisis
juvenil le lleva a perder la fe y participar en las filas socialistas. Su ideal de juventud se centra en regenerar España.
La segunda crisis, producida en 1897, le despierta de su agnosticismo y le lleva a tormentosas reflexiones sobre el
sentido de la vida, el temor a la muerte y el deseo de inmortalidad. El problema de España y el sentido de la vida
humana son, pues, los dos ejes temáticos en torno a los cuales giran todos sus escritos. En cuanto a los
géneros que cultivó, la variedad es extraordinaria: el ensayo, la poesía, el teatro y la novela.
La preocupación por España se aprecia en ensayos como En torno al casticismo y Por tierras de España y
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Portugal. Su trayectoria espiritual puede seguirse a través de ensayos como Vida de don Quijote y Sancho Panza,
Del sentimiento trágico de la vida y La agonía del cristianismo. En ellos utilizó el concepto de la INTRAHISTORIA
para designar la vida tradicional, que sirve de fondo permanente a la historia cambiante y visible.
Una nueva técnica narrativa: la nivola
La aportación más notoria de Unamuno a la teoría de la novela se manifiesta en la renovación de la técnica
narrativa, en la creación de lo que él llama “nivola“, que se caracteriza por estos rasgos:
° Desnudez del relato: escaso interés por el marco espacial y temporal. Apenas hay descripciones, se
convierten en obras abstractas.
° Protagonista individual. Los PERSONAJES unamunianos (agonistas, según él) son el alter ego del autor. En
ellos vierte sus inquietudes, angustias y problemas personales. Crear personajes es una forma de
desdoblarse y de ver con cierta perspectiva el enfrentamiento de ideas, la contradicción, la agonía de la
existencia. Así el conflicto entre la vida, la muerte y la inmortalidad que tanto preocupó a Unamuno, se ve
trasladado a sus personajes en la novela.
° Le importa la acción interior; por ello la técnica del diálogo y del monólogo se convierte en instrumento
indispensable para exteriorizar sus pensamientos.
Su obra y estilo
Dos etapas:
1ª.- 1895 1900: predomina el tema de España y su regeneración. Se muestra europeísta
2ª.- A partir de 1900: predomina la expresión de sus preocupaciones religiosas y existenciales. Se muestra
antieuropeísta. Domina el irracionalismo agónico.
La técnica de la nivola empieza a aplicarla en Niebla (1914), donde trata el problema del ser y del existir y la
relación personaje-autor (ser creado y creador), y la continúa en La tía Tula (1921), que gira en tomo al sentimiento
de la maternidad y símbolo de la aceptación de la soledad interior, y en San Manuel Bueno, mártir (1930), donde
narra la historia de un cura rural que ha perdido la fe, pero sigue ejerciendo su magisterio.
Una de las notas más destacadas en la novela de Unamuno es la voluntad de precisión que demuestra su
lenguaje y su estilo. Quiere sujetar las palabras a su diámetro semántico: por ello cuando no lo consigue recurre a
sus conocimientos etimológicos para inventar la palabra. Tal sucede, por ejemplo, cuando acude al término nivola
para designar un tipo de novela que se aparta del tradicional, de mayor brevedad y multiplicidad de perspectivas. Y
también como actitud desafiante a todos aquellos críticos que habían censurado algunas de sus novelas anteriores –
por ejemplo Amor y pedagogía afirmando que no podía ser considerada ”propiamente como una novela”.
6. PÍO BAROJA O EL ARTE DE NOVELAR
Pío Baroja nació en San Sebastián el 28 de diciembre de 1872. Durante su juventud, se trasladó a Pamplona,
Madrid y Valencia, donde acabó la carrera de Medicina. Durante un tiempo ejerció de médico en su ciudad natal,
pero, en 1895, se le presentó la oportunidad de regentar la panadería de su tía en Madrid. Allí entró a formar parte de
los círculos literarios del momento y se dedicó a escribir artículos para los periódicos. Se presentó a las elecciones de
1909 y 1918 como miembro del partido Liberal Radical, pero salió derrotado en ambas. En 1934 fue elegido miembro
de la RAE. Durante la guerra civil fue arrestado por las tropas nacionalistas y, una vez liberado, se exilió a Francia,
hasta que la ocupación alemana le obligó a regresar a España. Murió en Madrid el 30 de octubre de 1956. De
anarquista en su juventud evoluciona a liberal radical
Fue un hombre de talante solitario y amargado, aunque capaz de sentir ternura por los más desvalidos.
Destaca su pesimismo sobre el hombre y el mundo.
Baroja y el 98
Baroja forma parte de la Generación del 98 por su modo de ser y por su ideología, pero sobre todo por su
actitud ante el problema de España. Su actitud ante la vida evolucionó con el tiempo. Si en su juventud defendió el
cambio político, social y económico, y mantuvo una actitud revolucionaria, con el tiempo se aisló de toda actividad y
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se convirtió en un ser solitario. Hombre de marcado carácter anticatólico, critica el abuso, la hipocresía e
inconsecuencia del catolicismo español. Baroja no se opone a la defensa de una fe religiosa interna sino al
dogmatismo y a la manifestación externa de los ritos.
Políticamente, siempre se confesó anarquista, y se mantuvo fiel a sus principios; no evolucionó hacia
posturas más conservadoras, como harían otros miembros del 98. Pero quizá lo que más le une a los miembros de
esta generación es su preocupación por el problema de España, especialmente en el terreno científico, intelectual
e ideológico, y la inadecuación del sistema político, económico y social vigente.
Literariamente, negó pertenecer a dicha generación.
Teoría de la novela
Quizá uno de los aspectos más interesantes de su aportación literaria reside en su teoría sobre la novela: una
pieza literaria en la que cabe absolutamente todo. No ha de extrañar, pues, encontrar en sus textos reflexiones
filosóficas, confesiones políticas, humorismo, aventuras y duras críticas sociales. Es una novela abierta o
permeable
En cuanto a la TÉCNICA de construir una novela, afirma que la espontaneidad y la observación son dos
palabras clave: la realidad inmediata le proporciona una serie de escenarios, personajes e impresiones que,
combinados, formarán el entramado inicial de lo que después se convertirá en una novela. El siguiente paso es
empezar a escribir “a la buena de Dios”, dejando que el propio texto adquiera cuerpo por sí solo.
Las novelas de Baroja giran en tomo a la evolución existencial de un solo personaje, el protagonista de
la obra, y junto a él aparecen otros personajes, amigos o parientes, que aportan datos acerca del personaje central,
cuyo carácter se forjará siempre a partir de su propio comportamiento y de las informaciones complementarias.
La ESTRUCTURA NARRATIVA central es simple, sin subtemas o complejidades internas, y la falta de
conflicto externo se subsana por medio de frecuentes diálogos, descripciones de lugares e historias
particulares, a veces complejas, de los personajes secundarios.
Su ESTILO se caracteriza por una prosa rápida, nerviosa y vivísima, junto a un tono agrio (debido a su
carácter) con preferencia por la frase corta y el párrafo breve.
Los PERSONAJES barojianos se ven abocados, en su mayoría, al fracaso: son criaturas rebeldes, errantes,
inquietas, que se desploman como títeres. Baroja vierte en los personajes sus propias preocupaciones
filosóficas, religiosas y políticas.
El PAISAJE adquiere un valor simbólico. Importantes son la presencia nostálgica de su tierra natal (País
Vasco) y la visión negativa y casi naturalista del ambiente urbano de Madrid (con sus alrededores). Un personaje
llega a decir ¡Madrid es una cloaca!
Su obra
La producción novelística de Baroja es muy extensa (más de 60 novelas muchas de ellas agrupadas en
trilogías). Se destacan dos etapas (según él mismo):
– Hasta 1912: máxima creatividad e interés. Variedad y mejores novelas (representan el espíritu del 98)
– A partir de 1913: empieza Memorias de un hombre de acción (novela histórica y de acción). Repite
moldes y disminuye su capacidad creativa.
Estre todas sus novelas destacan: La busca (1904), Zalacaín el aventurero (1909), El árbol de la ciencia
(1911), Las inquietudes de Shanti Andía
– ensayos:
Los pueblos; La ruta de don Quijote; Castilla (1912); Don Juan; etc.
En La voluntad, su novela más representativa, el protagonista en Antonio Azorín. Destacan las descripciones
de los paisajes donde sitúa a los personajes y la plasmación de las típicas ideas del 98: el escepticismo, la incultura,
la falta de voluntad que provoca el hundimiento en el olvido.
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Ramón Mª del VALLE-INCLÁN (1866-1936)
Su producción novelística se organiza en ciclos, aunque aquí la sintetizaremos en una doble vertiente:
– Como seguidor de la estética modernista y decadentista en sus primeras novelas Sonatas (Otoño, Estío,
Primavera e Invierno) (1902-1905). Cultiva una exquisita prosa modernista llena de efectos sensoriales y
musicales
– Como seguidor de la estética esperpéntica (deformación grotesca de la realidad para criticar de manera
mordaz la sociedad española) entre las que destacamos Tirano Banderas (1925), que trata sobre un dictador
hispanoamericano despiadado, y la trilogía El ruedo ibérico (1927-1932), aplicación de la técnica del
esperpento al reinado de Isabel II, caracterizado por la corrupción y la injusticia.
3. LA NOVELA NOVECENTISTA Y LA PROSA VANGUARDISTA
Son una serie de escritores que en torno a 1914 empezaron a formar una nueva generación literaria e
intelectual. Se llaman novecentistas porque se consideran escritores del siglo XX (del mil novecientos…) frente a la
generación anterior (la del 98). Se caracteriza esta etapa por una concepción intelectual del arte y por el sentido
de la obra perfecta.
RAMÓN PÉREZ DE AYALA (1879-1930): novelista intelectual, erudito, meticuloso en la forma, clásico y elegante.
Sus personajes encarnan sus ideas y sus reflexiones. Entre sus obras destacan Prometeo y Belarmino y Apolonio.
Formalmente sus novelas son líricas, intelectuales y minoritarias. El argumento pasa a un segundo plano.
GABRIEL MIRÓ (1881-1962). La característica que más le define es el alto grado de perfección estilística de su
prosa. Su lirismo proviene de la capacidad de transmitir sensaciones (describe el color y la luz de un lugar concreto, y
también el olor e incluso el sabor de los alimentos, con lo que el lector se siente transportado a un mundo pleno de
sensaciones) del ritmo y de la precisión y variedad de su léxico. En la mayoría de sus cuentos y novelas
desaparece la acción narrativa a favor de la descripción, sobre todo del paisaje levantino. Su estilo es
descriptivo y metafórico, lírico y sugerente. Las cerezas del cementerio (1910), Nuestro Padre San Daniel (1921)
y El Obispo leproso (1926), se consideran sus obras maestras.
La prosa vanguardista influenciada por las ideas de Ortega y Gasset se caracteriza, además de por su
intento renovador, por su deshumanización