Kant distingue dos fuentes de conocimiento:
La sensibilidad y el entendimiento. Por la primera nos son “dados” los objetos (a través de los sentidos); por la segunda son “pensados”. El conocimiento sensible es intuición. El objeto conocido a través de la intuición recibe el nombre de fenómeno. Kant llama materia del fenómeno al contenido empírico suministrado por los sentidos. Denomina, en cambio, forma del fenómeno a aquello que hace que la diversidad de sensaciones pueda ser ordenada en ciertas relaciones. La materia de todo fenómeno nos viene únicamente dada a posteriori, mientras que la forma del fenómeno reside a priori en nosotros. El espacio y el tiempo son las formas a priori de la sensibilidad. A través de la sensibilidad conocemos fenómenos, no una realidad independiente del sujeto cognoscente. Kant llama cosa en sí o noúmeno a lo que las cosas son en sí mismas independientemente de ser conocidas por nosotros. Kant denomina a su doctrina idealismo trascendental y también idealismo crítico, porque su doctrina no niega la existencia de una realidad exterior al pensamiento sino que sólo afirma que no podemos conocerla tal y como es en sí misma. Las intuiciones sensibles son diversas (múltiples) y para que haya conocimiento en el sentido riguroso del término, el entendimiento debe reunir esa variedad de la intuición sensible en una síntesis. Esa síntesis se realiza mediante conceptos puros a priori o categorías (como los conceptos de causa, sustancia, etc.) El único uso legítimo de las categorías respecto del conocimiento de las cosas es su aplicación a fenómenos. Kant coincidía con Hume en que no es posible derivar de la experiencia la necesidad ni la universalidad estricta. Por eso, según Hume, la relación causa-efecto no puede ser entendida como una conexión necesaria, pues la verdad de las cuestiones de hecho depende de la experiencia. Kant considera sin embargo, que el concepto de causa es un concepto a priori que permite a nuestra mente organizar las impresiones sensibles en unas relaciones objetivas y que tiene un carácter universal y necesario La metafísica nace de un impulso natural del espíritu humano que arranca de la facultad de razonar (razón)
Que Kant distingue de la facultad de juzgar (entendimiento) La razón produce las ideas trascendentales, que Kant define como objetos necesarios de la razón de los que no puede darse en los sentidos un objeto correspondiente. Las tres ideas trascendentales son para Kant: alma, mundo, y Dios. Estas tres ideas son los tres objetos o sustancias de la metafísica racionalista. Según Kant, no podemos tener un concepto válido de estas ideas, sino sólo un concepto problemático, puesto que la pretensión de tener un conocimiento de objetos suprasensibles (noúmenos) nace de una uso incorrecto de las categorías. Kant concluye que la metafísica no es una ciencia porque no es posible conocer objetos situados más allá de la experiencia. Kant se pregunta si es posible un conocimiento práctico de dichos objetos. Por conocimiento práctico entiende Kant el conocimiento moral. La razón tiene, según Kant, un uso teórico, que se ocupa de conocer cómo son las cosas (ciencia), y un uso práctico, que se ocupa de cómo debemos obrar (ética). La razón teórica o especulativa formula juicios y razonamientos; la razón práctica formula imperativos o mandatos PROBELMA DEL CONCOIMIENTO Metafísica
Para San Agustín razón y fe colaboran en el esclarecimiento de la única verdad que existe, el cristianismo. Una verdad a la que se puede acceder por dos caminos: la razón, que nos acerca a ella parcialmente, y la fe, que nos la da a conocer en plenitud. Por lo tanto, fe y razón no sólo son compatibles sino que, además, la verdadera religión es también la verdadera filosofía ya que la filosofía, si es correcta y no se desvía de la verdad, estará necesariamente de acuerdo con los contenidos de la fe. Esta colaboración se realiza del modo siguiente: Ø La fe ilumina a la razón (Cree para comprender) ya que es preciso creer para poder entender, puesto que la razón humana es limitada y sólo la fe permite entender todas las preguntas relativas a Dios, al mundo y al hombre.
Ø Por otro lado, la fe se vale de la razón (comprende para creer) ya que la comprensión racional de la doctrina cristiana es la forma más elevada y auténtica de la fe. La verdadera fe del cristiano no debe limitarse a la fe ciega del ignorante. San Agustín había simpatizado en su juventud con las tesis del escepticismo, pero después consideró fundamental la crítica del mismo. Los escépticos niegan la posibilidad de alcanzar certeza alguna. San Agustín replica afirmando la necesaria certeza de la propia existencia. Aun en el caso de que me engañase en todos mis juicios, no dejaría de existir (al menos el juicio si fallor, sum sería siempre verdadero) Según San Agustín, un hombre puede estar seguro de que existe porque está vivo. Además, está claro de que ese hombre entiende tanto el hecho de su existencia como el hecho de que vive. Por lo tanto, existimos y sabemos que existimos. San Agustín proclama, pues, la certeza de lo que conocemos por la experiencia interior, por la autoconsciencia. El punto de partida para la búsqueda de la verdad se halla en la intimidad de la conciencia, en un proceso de interiorización que lleva al hombre más allá de sí mismo (autotrascendimiento) El logro de un conocimiento pleno y absoluto consiste en una dialéctica ascendente que consta, como en Platón, de las siguientes etapas: Ø Conocimiento sensible: Compartido por el hombre con los animales, es el grado más bajo del saber, no puede considerarse un conocimiento fiable y válido debido a la inestabilidad de las cosas sensibles. Ø Conocimiento racional inferior (Ciencia): En parte es sensible ya que se refiere a las cosas del mundo y en parte es racional ya que aspira a verdades generales o universales. El hombre es capaz de formar juicios racionales a propósito de cosas corpóreas, y percibirlas como aproximaciones a sus modelos eternos. Este nivel de conocimiento es racional, de modo que es peculiar al hombre y no es compartido por los animales, pero supone el uso de los sentidos y se refiere a objetos sensibles, de modo que es un nivel inferior al de la contemplación directa de objetos eternos e incorpóreos. Ø Conocimiento racional superior (Sabiduría): Es el conocimiento inteligible, puramente racional. Trata de la contemplación de las esencias, verdades absolutas, necesarias y eternas (Ideas) sin intervención de la sensación. San Agustín adopta la tesis neoplatónica que sitúa las Ideas o esencias eternas e inmutables en la mente de Dios, ya que si son eternas e inmutables, no pueden tener su origen en el alma humana, finita y limitada, sino sólo en la inteligencia divina.
A diferencia de Platón, San Agustín niega que el acceso a la verdad se produzca a través del recuerdo o reminiscencia del alma. El acceso a la verdad se produce por iluminación. Las Ideas se encuentran en la mente de Dios. Dado su alejamiento de lo sensible, realidad en la que se encuentra el hombre, las ideas sólo se pueden conocer mediante esa especial iluminación que Dios concede al intelecto. La teoría de la iluminación está inspirada en la Idea de Bien platónica como el sol que ilumina el mundo inteligible (símil del sol) San Agustín defiende esta teoría de la iluminación porque la mente humana es mutable y temporal, de modo que lo que es inmutable y eterno la trasciende y parece no estar al alcance de su capacidad. San Agustín aclara que no entiende por “luz” el intelecto o la actividad de éste, pues si postula la existencia de la iluminación divina es precisamente a causa de las deficiencias del intelecto humano..