Reinado de Carlos IV y Fernando VII: Crisis y Transformación en la España del Siglo XIX

La Crisis de la Monarquía Española y el Inicio del Liberalismo (1792-1833)

El Reinado de Carlos IV (1788-1808)

Carlos IV apartó del gobierno a los ministros ilustrados en 1792, confiando el poder al joven militar Manuel Godoy. A raíz de la muerte de Luis XVI, Carlos IV declaró la guerra a Francia (1793-1795), pero la derrota española condujo a una alianza entre Francia y España contra Gran Bretaña. Esta nueva situación desembocó en la Batalla de Trafalgar (1805), donde España perdió su flota. Godoy intentó implementar reformas para salvar al Estado, pero la nobleza, viendo afectados sus intereses, se opuso.

El Motín de Aranjuez (1808)

En 1807, Godoy firmó el Tratado de Fontainebleau con Napoleón, permitiendo al ejército francés cruzar territorio español para atacar Portugal, con la promesa de repartirse el territorio portugués entre Francia y España. El 18 de marzo de 1808, estalló el Motín de Aranjuez, donde se encontraba la Corte. Aconsejados por Godoy, los reyes huyeron hacia el sur. El motín buscaba la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII. Este evento desencadenó una crisis en la monarquía española. Carlos IV escribió a Napoleón relatando lo sucedido y solicitando ayuda para recuperar el trono. Napoleón, aprovechando la situación, decidió invadir España.

La Monarquía de José Bonaparte (1808-1813)

Carlos IV y Fernando VII acudieron a Bayona por orden de Napoleón. Allí abdicaron, y José Bonaparte fue proclamado rey de España. Se promulgó el Estatuto de Bayona, reconociendo la igualdad de todos los españoles ante la ley, impuestos y cargos públicos. Estas reformas buscaban acabar con el Antiguo Régimen.

La Guerra de Independencia (1808-1814)

El 2 de mayo de 1808, el pueblo español se levantó contra el ejército napoleónico en Madrid, iniciando la Guerra de Independencia. Se formaron Juntas locales en apoyo a Fernando VII, que luego se convirtieron en Juntas Provinciales, las cuales declararon la guerra a Napoleón. En septiembre de 1808, se creó la Junta Suprema Central en Aranjuez para dirigir la lucha. Napoleón subestimó la resistencia española. La guerra se caracterizó por la táctica de guerrillas, pequeños grupos de civiles armados que hostigaban al ejército francés. En 1812, Napoleón retiró tropas de España para atender otros frentes. Las guerrillas y el ejército británico aprovecharon la ocasión para atacar, logrando la victoria en la Batalla de Arapiles (1812). Napoleón se vio obligado a firmar la paz y devolver el trono a Fernando VII.

La invasión francesa polarizó las corrientes ideológicas. Los afrancesados, intelectuales y nobles del Despotismo Ilustrado, colaboraron con José I. Al final de la guerra, fueron perseguidos y se exiliaron. La mayoría de la población adoptó un sentimiento patriótico opuesto a la invasión. El clero y la nobleza vieron en Fernando VII la oportunidad de restaurar el absolutismo, mientras que los liberales consideraron la guerra como el momento propicio para instaurar un régimen liberal.

La Constitución de 1812 y las Cortes de Cádiz

La Junta Suprema Central, incapaz de dirigir la guerra, se disolvió, no sin antes convocar Cortes en enero de 1810 para que representantes de la nación decidieran su organización y futuro. Las Cortes se inauguraron en septiembre de 1810 en Cádiz. El 19 de marzo de 1812, se promulgó la Constitución, que establecía los derechos de los ciudadanos y una monarquía limitada basada en la división de poderes. El poder legislativo residía en las Cortes, el ejecutivo en el monarca y el judicial en los tribunales. Se estableció el sufragio universal masculino. Las Cortes de Cádiz aprobaron leyes y decretos para abolir el Antiguo Régimen e instaurar un Estado liberal. Sin embargo, el regreso de Fernando VII frustró la experiencia liberal y condujo a la restauración del absolutismo.

El Reinado de Fernando VII (1814-1833)

El Sexenio Absolutista (1814-1820)

Los liberales desconfiaban de la voluntad de Fernando VII para aceptar la Constitución. El rey, a través del Manifiesto de los Persas, proclamó su intención de restaurar el absolutismo. Traicionando al sector liberal, firmó el Real Decreto del 4 de mayo de 1814, anulando la Constitución y las leyes de Cádiz. Se restauró el Antiguo Régimen y se creó la Santa Alianza para defender el absolutismo. Fernando VII intentó reconstruir un país devastado por la guerra, pero fracasó. Los pronunciamientos militares liberales evidenciaron el descontento y la quiebra del absolutismo.

El Trienio Liberal (1820-1823)

El 1 de enero de 1820, el coronel Rafael del Riego se sublevó en Cabezas de San Juan (Sevilla), y recorrió Andalucía proclamando la Constitución de 1812. Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución el 10 de marzo de 1820. Se formó un nuevo gobierno y se convocaron Cortes, donde los diputados liberales restauraron parte de las reformas de Cádiz. Se disminuyó el diezmo, se impulsó la liberalización de la industria y el comercio, y se creó la Milicia Nacional para defender el orden constitucional. La monarquía se opuso a estas reformas. Las medidas liberales provocaron el descontento de los campesinos, que se sumaron a la agitación antiliberal. La nobleza y la Iglesia impulsaron revueltas contra el gobierno. Los liberales se dividieron entre exaltados, partidarios de reformas radicales, y moderados, que abogaban por reformas limitadas.

La Década Ominosa (1823-1833)

La Santa Alianza intervino para restaurar el absolutismo en España. Francia recibió el encargo de restituir a Fernando VII como monarca absoluto. En abril de 1823, con la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis, Fernando VII inició una feroz represión contra los liberales. El monarca también se enfrentó a la difícil situación económica del país.

El Conflicto Dinástico (1830-1833)

El nacimiento de Isabel II, hija de Fernando VII, en 1830, desencadenó un conflicto sucesorio. La Ley Sálica impedía a las mujeres acceder al trono. Sin embargo, Fernando VII la derogó mediante la Pragmática Sanción, abriendo el camino al trono a su hija. Los carlistas, partidarios de Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, se negaron a aceptar la situación. El conflicto reflejaba la lucha por el modelo de sociedad. María Cristina, esposa de Fernando VII y regente tras su muerte, buscó el apoyo de los liberales para asegurar el trono de su hija. Formó un nuevo gobierno, decretó una amnistía y se enfrentó a los carlistas. Fernando VII murió en 1833, dejando como heredera a Isabel II en su testamento. Este hecho marcó el inicio de las Guerras Carlistas y la configuración definitiva del Estado liberal en España.