La Regencia de María Cristina (1833-1840)
Durante la minoría de edad de Isabel II, su madre María Cristina asumió la regencia. En el Parlamento, los liberales se dividían en dos tendencias:
- Moderados (doceañistas): Apoyaban al gobierno y se oponían a cambios radicales.
- Progresistas (exaltados): Aspiraban a mayores reformas y a la reposición de la Constitución de 1812, frente al Estatuto Real de 1834, una carta otorgada en la que Isabel II renunciaba a ciertos poderes.
El gobierno liberal moderado no pudo gestionar la difícil situación de guerra. En el verano de 1835, estallaron revueltas urbanas y episodios de anticlericalismo, con asaltos y quema de conventos. María Cristina nombró a un liberal progresista, Juan Álvarez de Mendizábal, como jefe de Gobierno. Mendizábal inició una legislación progresista para desmantelar el Antiguo Régimen.
La Constitución de 1837
A diferencia de la Constitución de Cádiz, la de 1837 representaba una síntesis entre la soberanía nacional y la soberanía compartida. Establecía que la potestad legislativa pertenecía a “las Cortes con el rey”, introducía el bicameralismo (Congreso de los Diputados y Senado) y afirmaba la libertad religiosa.
Se complementó con una ley electoral que establecía el voto directo y el sufragio restringido masculino, basado en renta y patrimonio. Las elecciones dieron el poder a los moderados, quienes gobernaron hasta 1840. Intentaron modificar la ley municipal que permitía a los municipios elegir a sus alcaldes, lo que provocó la oposición progresista, la dimisión de María Cristina y su exilio. Los progresistas apoyaron al general Espartero, vencedor de la Guerra Carlista, quien se convirtió en el nuevo regente.
La Regencia de Espartero (1840-1843)
Espartero recortó los fueros vasco-navarros y aceleró las ventas de bienes desamortizados. En diciembre de 1842, estalló en Barcelona una revuelta popular de burgueses y obreros ante sospechas de acuerdos librecambistas favorables al Gobierno Británico. Espartero bombardeó la ciudad, perdiendo prestigio. Una sublevación impulsada por moderados y militares progresistas como Serrano y Juan Prim lo obligó a exiliarse en Londres.
El Reinado Efectivo de Isabel II (1843-1868)
En 1843, Isabel II subió al trono. Su reinado de veinticinco años fue convulso, con características distintivas:
- Tendencia liberal conservadora, articulada en torno a la Constitución de 1845. Esta constitución, muy conservadora, concedía el voto a una limitada clase de ricos propietarios, marginando a la mayoría de los españoles. Los gobiernos actuaron de forma autoritaria, con libertades restringidas. Afirmaba la confesionalidad del Estado, declarando el catolicismo como religión oficial.
- Continuas intromisiones de la reina en la vida política, apoyando a los conservadores y obstaculizando a los progresistas. La intervención de los generales en el gobierno fue continua, con frecuentes pronunciamientos militares.
- Los movimientos de protesta fueron constantemente aplastados.
El Bienio Progresista y la Crisis del Reinado
A partir de 1849, el clima político se deterioró debido al autoritarismo del gobierno. La “Vicalvarada” (30 de junio de 1854), un enfrentamiento entre fuerzas gubernamentales y sublevadas en Vicálvaro (Madrid), se convirtió en una insurrección popular.
La reina encargó gobierno a Espartero. El Bienio Progresista (1854-1856) transcurrió en un clima de conflictividad social (malas cosechas, alza de precios, epidemia de cólera, etc.). Las clases populares retiraron su apoyo a los progresistas. En julio de 1856, Espartero dimitió y la reina encargó a O’Donnell formar gobierno. Se repuso la Constitución de 1845, se frenó la legislación progresista y se interrumpió la desamortización.
La descomposición política era evidente. En 1863, el gobierno de los unionistas no podía hacer frente a la oposición. O’Donnell dimitió. En 1864, se inició una fuerte crisis económica. En 1866, amplios sectores sociales coincidieron en la necesidad de un cambio, que implicaba la caída de la monarquía. Progresistas, demócratas y republicanos firmaron el Pacto de Ostende (agosto de 1866) para destronar a la reina y convocar Cortes Constituyentes mediante sufragio universal. La revolución, conocida como la “Gloriosa” o la “Septembrina”, estalló el 17 de septiembre de 1868, acabando con el reinado de Isabel II, quien huyó a Francia.
Consecuencias de las Desamortizaciones
Las principales consecuencias económicas y sociales de las desamortizaciones fueron:
- Se pusieron en cultivo grandes extensiones de tierra, antes poco explotadas. Se calcula que equivalían a la mitad de las tierras cultivables en España.
- Aumentó la producción agraria, pero la productividad aumentó muy poco debido a la escasa modernización.
- Las ventas absorbieron capitales privados. Destacaron los latifundistas y ricos hombres de negocios, aunque también participaron campesinos modestos.
- No varió significativamente la estructura de la propiedad. Se perdió la oportunidad de una verdadera reforma agraria, acentuando el problema del campesinado pobre.
- Se sacrificaron los intereses de un sector de campesinos, a quienes no se les reconoció sus derechos tradicionales ni se les facilitó el acceso a las tierras. Su descontento impulsó a muchos al carlismo.
- Se desmanteló gran parte del poder económico de la Iglesia, provocando un mayor distanciamiento entre el clero y el régimen liberal. Los españoles católicos percibieron las desamortizaciones como un ataque a sus convicciones.
- Los capitales invertidos por la burguesía en tierras los convirtieron en rentistas, dificultando el desarrollo de la Revolución Industrial.