El Reinado de Carlos III: Reformas y Desafíos en la España del Siglo XVIII
El Despotismo Ilustrado
El despotismo ilustrado fue la política reformista seguida por los monarcas absolutos de Europa Occidental en el Antiguo Régimen, sobre todo en la segunda mitad del siglo XVIII. Se basa en dos principios fundamentales: la concentración de todos los poderes del Estado en el monarca y el ideal del rey filósofo asistido por las minorías ilustradas del país. Bajo el lema de “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, se describe esta etapa en la que el pueblo aparece como objeto de la política, pero no como sujeto de su propia historia. Pese a estas reformas, el rey seguía concentrando todos los poderes y no se pretendían alterar las bases sociales del Antiguo Régimen. Por ello, las reformas tuvieron un alcance limitado y no cumplieron los objetivos planteados.
Reformas Económicas y Sociales
En España, el monarca ilustrado por excelencia fue Carlos III (1759-1788). Durante su reinado, el pensamiento de los ilustrados españoles se centró en una preocupación básica: la decadencia de España tenía una raíz económica. Los ilustrados eran partidarios de modernizar las estructuras de la propiedad y tenencia de la tierra y fomentar el crecimiento de la población agraria.
Carlos III confió en ilustrados como Olavide, Floridablanca o Jovellanos, que consideraban un gran problema en España las enormes propiedades acumuladas por la nobleza y la Iglesia. Las leyes feudo-señoriales provocaban que la mayor parte de las tierras estuvieran fuera del mercado: las nobiliarias sujetas al mayorazgo, las eclesiásticas amortizadas y los bienes municipales impedidos de ser parcelados, privatizados y explotados eficientemente. Además, los ganaderos de la Mesta disponían de enormes privilegios frente a los labradores.
Campomanes vinculó el progreso del país al acceso del campesinado a la propiedad de la tierra y la desamortización de los bienes eclesiásticos. El gobierno de Carlos III repartió tierras comunales entre los campesinos extremeños. Esta medida se expandió a Andalucía con Olavide, que propuso la colonización de Sierra Morena. En 1775, cuando las poblaciones habían mostrado su viabilidad, los nobles y la Iglesia abortaron el experimento e hicieron caer a Olavide en manos de la Inquisición.
Para mejorar las infraestructuras del regadío, se continuó la construcción del Canal de Castilla y se inició el Canal Imperial de Aragón.
Hasta 1765 se controlaba el precio de los cereales mediante unas tasas. La liberación del mercado provocó fuertes subidas de precios de las que los campesinos no se beneficiaban, y sólo lo hacían los propietarios. En 1804 la libertad de precios fue suprimida.
Infraestructuras y Comercio
El interés con respecto a las vías de comunicación continuó con el objetivo de posibilitar la formación de un mercado nacional, ya que el interior estaba poco desarrollado. Esquilache emprendió un plan de carreteras radial destinado a enlazar Madrid con Andalucía, Cataluña, Valencia y Galicia, frustrado por la inestabilidad política y el elevado coste de las obras. Se fomentó también la comunicación marítima y se alcanzó un importante desarrollo naviero.
Industria y Trabajo
Para impulsar el desarrollo del país, la Corona derogó en 1772 el monopolio de los gremios, que impedían la libertad de trabajo y paralizaban la industria. Se trataba de promover el sistema de producción de las manufacturas, mecanizando la producción e introduciendo a los obreros y máquinas en un mismo espacio. Las manufacturas más prósperas fueron las Indianas (tejidos estampados de algodón) en Cataluña. En la fábrica, propiedad del empresario, se encontraban los telares y obreros. Para acabar con el tradicional rechazo a los oficios manuales, en 1783, una Real Cédula declaraba honrosos todos los oficios.
Comercio con América
En 1778, se promulgó el Decreto de Libre Comercio con América, que abría el comercio a un mayor número de puertos. La libertad comercial impulsó las regiones de la periferia, que crearon industrias para favorecer la demanda. Cataluña fue la gran beneficiada, pues consiguió conquistar el mercado de Castilla y sus Indianas entraron en América directamente desde el puerto de Barcelona.
Finanzas y Deuda Pública
Apenas se modificó el sistema de impuestos, aunque se intentaron restaurar algunos como la alcabala. El Estado se volvió a endeudar debido a las guerras que se emprendieron. Para solucionar este problema se creó el Banco Nacional de San Carlos en 1782, cuya función era financiar la deuda del Estado gestionando los vales reales, títulos de deuda pública por los que se pagaba un interés a quien los adquiría y que podían emplearse como papel moneda.
Relación con la Iglesia
Con el regalismo se buscaba el control y sometimiento de la Iglesia al Estado en la dirección de la vida política. En 1761, Carlos III hizo un llamamiento a la Inquisición en el que se limitaban sus atribuciones, sometiendo sus poderes al Estado.
El Motín de Esquilache y la Expulsión de los Jesuitas
Destacó Esquilache, pero sus medidas progresistas dieron lugar a una serie de tumultos que hicieron que abandonara el país, ya que asustaron a los grupos privilegiados que aprovecharon el descontento ante el alza del precio del pan y la xenofobia popular. Los jesuitas aparecieron como investigadores del motín de Esquilache y en 1767 fueron expulsados de los territorios de la monarquía por Carlos III.
Educación y Cultura
Los ilustrados españoles comprendieron que la mejora de la enseñanza era un paso previo a cualquier reforma política y confiaron al Estado la mejora de la instrucción, que debía fundamentarse en el pensamiento científico y el desarrollo de la investigación. Carlos III se estrelló contra el conservadurismo de las clases dominantes y la Iglesia, decididas a impedir cualquier cambio. Para ello se crearon las Reales Academias y las Reales Sociedades de Amigos del País. Cabe destacar la aparición del periodismo.
Conclusión del Reinado de Carlos III
Carlos III murió en 1788, un año antes de la Revolución Francesa. Los ilustrados españoles dieron marcha atrás, empujados por los grupos más reaccionarios. Se malograron los indudables progresos alcanzados durante el reinado del gran reformador del siglo de las luces español. España conoció treinta años de reformas, que abarcaron múltiples aspectos de la actividad política y económica, dentro del espíritu de la Ilustración. Su alcance fue moderado, pues la estructura social no fue favorable para la asimilación de nuevas ideas: privilegios de la nobleza, fuerte poder de la Iglesia, de la Inquisición, etc.
El Imperio de Felipe II: Hegemonía y Desafíos en el Siglo XVI
Ascenso al Trono y Política Matrimonial
Felipe II, hijo de Carlos V e Isabel de Portugal, nació en 1527. Contrajo matrimonio cuatro veces en busca de herederos y alianzas políticas. Su primera esposa, María Manuela de Portugal, murió al dar a luz al príncipe Carlos. Para contar con una nación amiga cerca de Flandes y atraer al catolicismo a Inglaterra, se casó con su tía María Tudor. Tras la muerte de ésta, se casó con Isabel de Valois, con la que tuvo a sus dos hijas. Muerto Carlos en extrañas circunstancias, se casó con Ana de Austria, madre de Felipe III.
Consolidación del Imperio
Comenzó su reinado en 1556. Tras volver de Flandes, no volvió a salir de la Península Ibérica hasta su muerte en 1598. Felipe recibió la corona de España, los Países Bajos, el Franco Condado, el Milanesado, el reino de Nápoles y los territorios del Nuevo Continente. La anexión de Portugal se produjo a través de la política matrimonial entre Carlos e Isabel de Portugal. En 1580 el trono de Portugal quedó vacante y Felipe fue nombrado heredero por las Cortes de Tomar, incorporándose así Portugal a los dominios de la monarquía hispánica, junto a sus territorios de ultramar. Pero el pueblo portugués no estuvo de acuerdo con la incorporación y realizó frecuentes movimientos separatistas con el apoyo de Francia e Inglaterra.
Continuidad y Cambio en el Reinado
El reinado de Felipe II presenta elementos de continuidad, ya que mantuvo la paz con los reinos cristianos, siguió la lucha contra los infieles, musulmanes y herejes protestantes, y mantuvo la hegemonía de la Casa de Austria en Europa. Además, presenta elementos de cambio, pues su monarquía se centró en el carácter hispánico y la defensa del catolicismo surgido en Trento fue determinante en su política.
Política Interior: Autoritarismo y Centralización
La política interior se caracterizó por el aumento del autoritarismo político y religioso del monarca. Estableció la capital de la monarquía española en Madrid, lo que supuso la castellanización de los reinos al encontrarse allí los principales órganos de gobierno.
Su figura se convirtió en la de un burócrata que trató de controlar los menores detalles de su administración. El incremento de los gastos asociados a la política exterior y las guerras fueron un auténtico problema para la Hacienda y economía castellana, hasta el punto de que Felipe tuvo que declarar la bancarrota en varias ocasiones.
Defensa del Catolicismo y la Inquisición
El monarca se erigió en defensor a ultranza del catolicismo empleando la Inquisición como el principal instrumento de represión. Además, adoptó una serie de medidas para protegerlo: prohibición de estudiar en el extranjero, persecución de las minorías protestantes, etc. Así continuó la política iniciada por los Reyes Católicos de intolerancia religiosa.
El Conflicto Morisco
El conflicto morisco se inició en las Alpujarras en 1568. El final de la tregua de cuarenta años dada por Carlos V supuso el inicio de una política de trato vejatorio hacia los moriscos a partir de la proclamación de la Pragmática de 1567. Los moriscos, encabezados por Abén Humeya, se sublevaron contra Felipe II. El levantamiento tuvo por escenario Almería, Granada y Málaga, dando lugar a una guerra enormemente cruel. La solución al conflicto se produjo en 1570 con la intervención de Juan de Austria, que dio muerte, tomó en cautividad y expulsó al norte de África y otros territorios a los moriscos granadinos. Para compensar la pérdida, se repobló con cristianos viejos, pero aun así quedó semipoblada, lo que acarreó graves problemas económicos.
La Sublevación de Aragón
La sublevación de Aragón tuvo lugar en 1591 porque se oponía al crecimiento del intervencionismo regio, ya que estaba fuertemente apegada a sus fueros y costumbres. En el Tribunal de Justicia Mayor de Aragón veía un instrumento de defensa de sus libertades. En este ambiente de crisis social y resistencia al autoritarismo se produce el caso de Antonio Pérez, que fue procesado por asesinato y por abusar de la confianza real. Tras cumplir condena, huyó a Aragón y se acogió al Privilegio de Manifestación bajo la protección de Lanuza. Para recuperar al reo y con la excusa de que había cometido delitos contra la fe católica, el monarca recurrió a la Inquisición, que encarceló a Pérez. Mientras, Felipe II ocupó militarmente Zaragoza con el ejército real, ajustició a Lanuza y restringió los fueros en las Cortes de Tarazona de 1592. El aumento de la autoridad regia en Aragón se observa en que el virrey podía no ser aragonés y que el nombramiento del Justicia Mayor lo realizaría el rey.
Política Exterior: Defensa de los Intereses Dinásticos y Religiosos
La política exterior estuvo marcada por la defensa de los intereses dinásticos de la Casa de Austria y de los religiosos del catolicismo. Su desarrollo fue: el enfrentamiento con Inglaterra, la guerra de Flandes y los Países Bajos y la pugna contra el Islam.
- Rivalidad con Francia: La rivalidad tradicional con Francia quedó cerrada con la batalla de San Quintín en 1557 y la firma de la paz de Cateau-Cambrésis en 1559, en la que Francia reconocía la supremacía hispánica.
- Enfrentamiento con los Turcos: El enfrentamiento con los turcos se debió a los ataques de los piratas berberiscos a las costas y barcos españoles que surcaban el Mediterráneo, para ello contaron con el apoyo de los moriscos de las Alpujarras, y el progresivo control turco del Mediterráneo Oriental a través de la toma de puntos clave. Para parar a los turcos se gestó una alianza entre el papado, Venecia y Felipe II, llamada la Liga Santa en 1570. Lograron reunir una gran flota que derrotó a los turcos en la batalla de Lepanto en 1571, pero rápidamente se recuperaron.
- Guerras de Flandes: Las guerras de Flandes intentaban mantener las posesiones de los Habsburgo. Este fue uno de los mayores problemas de la monarquía y absorbió una ingente cantidad de recursos militares y financieros. En el conflicto se mezclaban tres cuestiones: la sublevación de Flandes como lucha contra el autoritarismo regio y un gobierno en la distancia en manos de españoles que imponían pesadas cargas, como mantener un costoso ejército; el enfrentamiento del calvinismo y el catolicismo real; y una zona rica y próspera que sufría una fuerte presión fiscal por parte de los españoles. En 1566 se produjo la sublevación encabezada por Guillermo de Orange, Horn y Egmont, con la durísima reacción del Tribunal de los Tumultos presidido por el Duque de Alba, que condenó a muerte a los condes. Se provocó la división en las Provincias del Sur, católicas y más cercanas a la monarquía, y las Provincias del Norte, que vivieron prácticamente independientes desde la Declaración de Independencia de Guillermo de Orange en 1581, apoyadas por Francia, Inglaterra y los príncipes protestantes alemanes. En 1598 dejó los Países Bajos a su hija Isabel Clara Eugenia.
- Relaciones con Inglaterra: La relación con Inglaterra pasó por varias fases: hasta 1568 las relaciones fueron cordiales; a partir de ese año se produce el enfrentamiento debido al objetivo inglés de entorpecer el comercio español con las agresiones inglesas a puertos españoles. La ejecución de la reina católica, María Estuardo, decidió a Felipe II al desembarco y la ocupación de Inglaterra, que se saldó con la derrota de la Armada Invencible en 1588. España pierde así el dominio del Atlántico.
Conclusión del Reinado de Felipe II
El reinado de Felipe II fue el de un Imperio sin emperador. Un monarca que tuvo que enfrentarse contra los franceses, en el Mediterráneo contra los turcos, en el Mar del Norte contra Inglaterra, y a la revuelta en los Países Bajos. Tuvo que enfrentarse al calvinismo y luteranismo contra el espíritu católico. Mientras tanto, en los reinos peninsulares surgieron serios problemas, como por ejemplo la revuelta de las Alpujarras.