1. TIRSO DE MOLINA: LA CREACIÓN DEL MITO
El protagonista de “El burlador de Sevilla” nacíó en el Siglo XVII (1630) de la pluma de Fray Gabriel Téllez. Este fraile mercedario deseaba escenificar la lucha entre el Bien y el Mal, para conseguirlo creó un personaje que desafiaba la autoridad humana y divina. El desafío constante desencadena el castigo divino y don
Juan se hunde en los infiernos: es el triunfo del Bien sobre el Mal.
Don Juan encarna al soberbio que aspira a convertirse en Dios y se proclama único juez y señor de sus actos. Así que el auténtico pecado de Don Juan es la soberbia y ese desafío al poder divino es castigado con el fuego eterno. El texto plantea además un desafío a la autoridad en los terrenos humanos y sociales, al no respetar el protagonista la obediencia debida al padre y al mismo rey. Con el paso del tiempo el mensaje teológico de Tirso ha perdido validez pero don Juan, ese laberinto rebelde que se opone a toda forma de poder, continúa fascinándonos. Quienes conocen a don Juan no se quedan con la interpretación más superficial del seductor de mujeres, sino que lo guardan en la memoria como símbolo del rebelde y ello se debe al carácter diabólico que Tirso le imprimíó.
2. MolíÈRE: DON Juan O EL FESTÍN DE PIEDRA
El burlador se afrancesa , se vuelve más reflexivo, menos impulsivo. La acción se empobrece y se pierde el mensaje religioso. Don Juan es un infame seductor que actúa conscientemente, es un malvado cínico y ateo muy distinto al personaje teológico de Tirso.
3. Mozart: DON GIOVANNI
La famosa ópera de Mozart con libreto de Lorenzo da Ponte que combina las dos versiones anteriores, mezcla los elementos trágicos y cómicos con un sensato equilibrio y recupera el contenido moral al reforzar el motivo de la invitación a la estatua.
4. LA VISIÓN ROMÁNTICA
Seductor, rebelde, temerario, los autores ROMánticos encontraron en don Juan la encarnación perfecta de su visión trasgresora e individualista. El héroe sin normas, que viene desde la libertad, se despoja del mensaje teólógico del Barroco. Algunos de las obras más famosas que tratan el tema se escribieron en el Romanticismo:
4.1 Don Juan de Lord Bryon (1818-1824)
La obra, considerada por algunos, la mejor de su autor, se quedó inacabada. Los dieciséis cantos recogen las aventuras de un personaje típicamente ROMántico y de gran contenido autobiográfico.
4.2 El estudiante de Salamanca de José de Espronceda (1840)
Don Félix de Montemar es descrito por el autor como “segundo don Juan
Tenorio/ alma fiera e insolente/ irreligioso y valiente/ altanero y reñidor”. Espronceda parte del mito creado por Tirso, pero le añade algunos otros elementos como la locura de doña Elvira ante el engaño de don Félix, la visión del propio entierro y la mujer transformada en esqueleto. Este don Juan es un personaje típico de Espronceda: rebelde, temerario, que desafía los limites de la realidad y por ello se precipita en el Infierno.
4.3 Don Juan Tenorio de José Zorrilla (1844)
El personaje se salva por primera vez, gracias al amor de doña Inés que intercede ante Dios. Es una visión más conservadora y menos trasgresora, es un don Juan “domesticado”, que ha perdido la dimensión teológica del Barroco o rebelde del Romanticismo.
Si el protagonista pierde grandeza en la obra ROMántica,la gran aportación de Zorilla es el personaje de doña Inés. Se describe con una rica imaginería religiosa: símbolo de la luz solar, es garza, cordera, paloma y el conocido “ángel de amor” que salvará a don Juan y lo liberará de su destino trágico. La mujer actúa como intercesora ante Dios para salvar al pecador, lo cual nos remite al símbolo religioso de la Virgen María. El pecador se declara postrando su esclavitud.
5. EN EL Siglo XX
La novela realista despojó al personaje de todo idealismo. La desmitificación culmina con el psicoanálisis de Freud, que niega virilidad al tipo donjuanesco. Así,algunas de los escritores que reflexionaron sobre el personaje lo convirtieron en inmaduro patológico, afeminado y narcista, como el doctor Gregorio Marañón o el escritor novecentista, Ramón Pérez de Ayala, que en su novela Tigre Juan y el curandero de su honra en los que se replantea el papel del hombre en la sociedad moderna y el significado de lo varonil, el honor o la virtud.
Algunas de las versiones más famosas son la de Valle- Inclán en Sonata de otoño (1902), que convierte al personaje en “un don Juan feo, católico y sentimental”. El marqués de Bradomín es un viejo que vive del recuerdo de los ideales de su juventud. La más completa revisión literaria e intelectual del mito es la que realizó Gonzalo Torrente Ballester en 1963 en su novela Don Juan en la que recupera la visión teológica y rebelde del mito.