Las principales influencias del Modernismo son: Del parnasianismo (el arte por el arte): movimiento que surge en Francia por Théophile Gautier, quien promovíó una poesía equilibrada y armoniosa. Del simbolismo francés (poesía para sugerir): El símbolo sugiere, aunque no significa plenamente, y tiene un gran poder evocador a través de sus connotaciones. Del decadentismo: Experimentan el placer de sentirse inmersos con el agotamiento de unas formas de vida. Influencia también del prerrafaelismo y el Romanticismo./ Las principales carácterísticas del Modernismo son: Escapismo: Inconformidad con el mundo que les ha tocado vivir a los autores modernistas. Entrada de lo oriental y lo exótico. Cosmopolitismo: Búsqueda de lo diferente. París como modelo del cosmopolitismo. Sensualidad y erotismo: Matiz de lo sensual, mostrando un interés por la sugerencia de lo erótico y por el goce de los sentidos. Tendencia a la melancolía y al hastío. Esteticismo y búsqueda de la belleza. Presencia de lo sensitivo a través de la musicalidad, el ritmo, el gusto por la sinestesia y las aliteraciones./ Los modernistas sitúan sus historias en lugares recónditos (Asía, India…), en el cosmopolitismo de las nuevas ciudades, en la mitología, en otros tiempos. El autor más importante en este periodo fue Rubén Darío. Los temas de su poesía se insertan de lleno en la estética del Modernismo y nos ofrecen los ambientes refinados, la sensualidad, la esencia de la naturaleza y su preocupación social. Su Primera obra
Azul marcó el comienzo de la nueva escuela poética modernista. Otra obra, Prosas profanas muestra el aristocraticismo que propugnaba el arte moderno. Cantos de vida y esperanza, 1905, es su obra más conocida y mejor valorada. En España destaca Manuel Machado. Se caracteriza por el tema Andaluz y el folclore. También fue muy importante el Modernismo que se desarrolló en Cataluña, en torno a artistas como Santiago Rusiñol y Joan Maragall.
Generación del 98:
El Siglo XIX termina con el Desastre del 98, que supone la pérdida de las últimas colonias españolas, Cuba y Filipinas, auspiciado por Estados Unidos, esto hace a la nacíón tomar conciencia de su estado decadente.
En esta época, un grupo de jóvenes asume el descontento político y moral reaccionando, para renovar la conciencia española. Analizan los males de España y proponen soluciones./ Se preocupan por encontrar la verdadera esencia de España por tres vías: La literatura. Se fijan en Gonzalo de Berceo, Jorge Manrique, Cervantes y Quevedo. Admiran a Larra y a los ilustrados que ya se habían percatado de los problemas de España.
En lo literario se deja ver su afán reformista, ya que emplean un lenguaje sencillo y expresivo. Predominan en sus textos las oraciones simples y breves. Recuperan palabras del campo. Se ven influidos por el existencialismo./ Temas y carácterísticas de la generación del 98:
España: Preocupación por España, lo que impulso el regeneracionismo, es decir, regenerar España a partir de sus raíces, de sus tradiciones y de la educación. Castilla y su paisaje: A través de ellos se busca la esencia auténtica de España. Preocupaciones existencialistas: Conflicto entre la razón y la fe. Cainismo: La envidia, uno de los grandes males de España que desembocara en la fragmentación de España./ Sus principales componentes son el grupo de los tres: Azorín, Baroja y Maeztu más Miguel de Unamuno:
Azorín:
Se dedicó al periodismo y a la literatura. Su estilo es elegante, elaborado, pero sencillo. Es un maestro de las descripciones. Destacan sus obras Castilla y La ruta de Don Quijote.
Pío Baroja:
Era médico, pero dejó su carrera por la literatura. Su visión de España es amarga y pesimista. Su estilo es muy dinámico: no respeta las reglas gramaticales, no busca la corrección, sino la sencillez y la expresividad. Sus personajes suelen ser rebeldes e intrépidos, lo contrario que él. Destaca su obra El árbol de la ciencia: El árbol de la ciencia: Cuenta la vida de Andrés hurtado, desde que empieza sus estudios de Medicina hasta sus experiencias frustrantes como médico y su amargo punto de vista sobre la vida y sobre el miserable estado de la ciencia en la España de su tiempo.
Ramiro de Maeztu:
Destacan sus obras La crisis del humanismo, Hacia otra España y Defensa de la humanidad.
Miguel de Unamuno:
Fue catedrático de la Universidad de Salamanca. A causa de su oposición a la dictadura de Primo de Rivera, sufríó destierro. Destaca su obra Niebla: Niebla: Novela donde Augusto Pérez, el protagonista, decide suicidarse y, para ello, pide su opinión al propio Miguel de Unamuno, quien le dice que no puede suicidarse porque no existe nada más que en su mente de autor, de creador./ Además, aparecen figuras importantes como Ramón de Valle-Inclán y Antonio Machado:
Ramón de Valle-Inclán:
Consta de tres etapas, en las cuales, la más importante fue la segunda donde se centra en el teatro, dando lugar a grandes obras como Comedias Bárbaras. Además, en su etapa final, destaca el esperpento, definido y desarrollado en Luces de bohemia.
Antonio Machado:
Se trata de una poesía que recorre el camino entre el yo y el nosotros, entre el individualismo y la soledad. Consta de tres periodos: Ciclo de soledades: Etapa modernista. Ciclo de Campos de Castilla: Etapa noventayochista. Ciclo de Nuevas canciones y últimos poemas.
El Modernismo es un movimiento artístico que se da a finales del Siglo XIX y principios del XX. Es una reacción anticonformista y renovadora de la burguésía.
Supone una renovación total de las formas. El Art Nouveau se extendíó por toda Europa dando rienda suelta a la imaginación y recogiendo ideas de otros movimientos. A este estilo pertenecen, por ejemplo, los edificios de Gaudí. A España trae esta nueva manera de escribir el nicaragüense Rubén Darío. Para muchos autores el Modernismo es parecido a la Generación del 98 debido a una misma situación de crisis (el desastre del 98)./La novela española del 75 a nuestros días:
La muerte de Franco en 1975 es una fecha que se toma como referencia para hablar del arranque de la modernidad en España. Desde el punto de vista político, es trascendental, ya que supone el fin de la dictadura, el inicio de la transición, el restablecimiento de las relaciones con nuestros vecinos de Europa y en definitiva la normalidad democrática. Sin embargo, desde el punto de vista de la narrativa, es más cuestionable que suponga un verdadero punto de inflexión. Desde luego se escribe con más libertad, sin censura ni autocensura, pero las expectativas de una explosión de talento oculto tras la opresión franquista quedan frustradas. Un fenómeno importante son los innumerables premios literarios, que contribuyen a animar el panorama creativo. Algunos son institucionales, como el Cervantes, el más importante en castellano, el Nacional de las Letras o el Nacional de Narrativa, y otros son convocados por editoriales de prestigio como el Nadal, el Planeta o el Alfaguara.
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Todavía en este periodo la figura de los grandes novelistas surgidos en los años 40 sigue siendo hegemónica. Camilo José Cela, que es una celebridad social y ya no solo literaria, escribe obras importantes como “Mazurca para dos muertos”. También lo hará Miguel Delibes con “Los santos inocentes”, obra maestra de ambientación rural pero de técnica en cierto modo experimental, o Gonzalo Torrente Ballester autor prolífico y de éxito con títulos como “Filomeno a mi pesar”. Por su lado, los autores de la generación del medio siglo, neorrelistas o realistas sociales, que en los setenta siguieron la senda de la experimentación, siguen publicando con regularidad y en algunos casos novelas de altísima calidad. Así, por ejemplo, Jesús Fernández Santos (“Extramuros”), Juan Goytisolo (“Paisaje después de la batalla”), Juan García Hortelano (“Gramática parda”) o Juan Marsé (“El embrujo de Shangai”). También los autores de la denominada generación del 68, que nacieron literariamente en pleno auge experimental van a decantarse por una narrativa más tradicional sin abandonar la autoexigencia con novelas de mucha calidad. Es el caso de Manuel Vázquez Montalbán (“Galíndez”, “Los mares del Sur”), Félix de Azúa (“Diario de un hombre humillado”) o José María Guelbenzu (“La tierra prometida”)./
Pero se puede hablar de un grupo nutrido de autores que empiezan a publicar sus primeros libros importantes tras la muerte del dictador y que están ahora en plena madurez literaria. Por importancia y por ser, según la crítica, responsable en cierta medida de esa vuelta a la narratividad, hay que citar en primer lugar a Eduardo Mendoza. En 1975 publica “La verdad sobre el caso Savolta”, una novela histórica y a la vez policíaca que aprovecha técnicas experimentales y las pone al servicio de la intriga y la acción. Otras obras destacadas suyas son “La ciudad de los prodigios” o “El misterio de la cripta embrujada” y sus secuelas. Gran respeto para la crítica ha adquirido Javier Marías con obras como “Corazón tan blanco” o “Mañana en la batalla piensa en mí”, de prosa densa y parsimonia narrativa. También asiduo de la introspección y del monólogo interior, aunque con más tendencia a la intriga policíaca es Antonio Muñoz Molina, autor de títulos como “El invierno en Lisboa”, “Beltenebros” o “El jinete polaco”. Ambientadas en la Guerra Civil pero de perspectiva original son algunos relatos del gallego Manuel Rivas, como “El lápiz del carpintero” o “La lengua de las mariposas”. Otro autor de prestigio por la originalidad de su mirada es Juan José Millás, con obras como “El desorden de su nombre” o “La soledad era esto”./
Para terminar, hay que hacer alusión a una generación de autores más jóvenes, sobre cuya valía la crítica está muy lejos de ser unánime y a los que el tiempo permitirá juzgar con más perspectiva. Cultivan en general una prosa ágil con mucho diálogo y un lenguaje desenfadado que pretende retratar a una generación para la que el rock, las drogas o el sexo están en el centro de sus preocupaciones. Hablamos de autores como José Ángel Mañas (“Historias del Kronen”) o Lucía Etxebarría (“Beatriz y los cuerpos celestes”), sin olvidar a otros más ambiciosos literariamente como Juan Manuel de Prada (“La tempestad”) o Benjamín Prado (“Alguien se acerca”)./
Es un periodo de enorme vitalidad en el que la narrativa y más en concreto la novela se han convertido en el género hegemónico.