El Paleolítico es el periodo más largo de la historia de la Humanidad.
Se extiende entre la aparición de los primeros homínidos hasta el
10.00 aC. Aproximadamente./Durante el Paleolítico la economía tuvo
un carácter depredador, basada en la caza, la pesca y la recolección
de frutos silvestres. Socialmente los grupos humanos se organizan en
hordas o clanes, grupos pequeños de cazadores recolectores, de
carácter igualitario, sin claras diferencias entre sus miembros. Al ser
de reducido tamaño, en estos grupos no debía existir ni división del
trabajo, ni propiedad privada./Su vida es nómada. No tienen una
residencia fija, pues se desplazan en busca de los rebaños salvajes,
de los que obtienen su alimento. Vivían en chozas y en tiendas de
pieles, pero también en cuevas naturales, especialmente en las
épocas glaciales. Desde el Paleolítico Inferior, conocieron el fuego lo
que supuso un gran cambio cultural y en la calidad de vida./En el
Paleolítico Superior aparecen las primeras formas artísticas. Destacan
las pinturas rupestres en la zona francocantábrica/El Neolítico Hacia el
año 10.000 a.C. Se inicia el Holoceno, con un cambio drástico del
clima. Los glaciares se retiran hacia el norte de Europa, y con ellos las
praderas y los rebaños./Ante este cambio climático, los grupos
humanos responden de manera diversa. Algunos mantienen la
actividad cazadora y emigran; otros se quedan en la Península,
modifican su forma de vida y dan lugar a formas culturales
intermedias, que conocemos como epipaleolíticas o mesolíticas. Así,
por ejemplo, existíó la cultura Asturiense, dedicada a la recolección de
moluscos marinos para su alimentación./La agricultura y la ganadería
empezaron a practicarse en diferentes lugares de manera
independiente. La aparición de la economía productora supuso tal
cantidad de cambios económicos y sociales que se conoce como la
“Revolución Neolítica”. Con la agricultura y la ganadería, el ser
humano se hace sedentario, pues ahora hay que habitar junto a los
campos del cultivo y el ganado. Aparecen la cerámica, la industria
textil, los primeros poblados estables, la propiedad privada, la división
social, el comercio, etc. También se establecen las primeras ciudades
y las primeras formas de gobierno.
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La presencia de Roma en Hispania durante siglos supuso que su
cultura, sus costumbres, sus leyes y su religión se impusieran
sobre los pueblos autóctonos. Este lento proceso de asimilación
cultural ha sido denominado “romanización”, y se vio favorecido
por algunos acontecimientos previos, como la conquista militar y
la integración de Hispania en el sistema administrativo del
Imperio. Los medios principales empleados para llevar a cabo la
romanización fueron los siguientes: La conquista militar. El
comienzo de la conquista fue consecuencia de la Segunda
Guerra Púnica y afectó principalmente al área mediterránea de la
Península. La conquista del interior de la Meseta se desarrolló e
incluyó dos largas y crueles guerras: las guerras lusitanas y las
guerras celtibéricas. La progresiva inserción de los hispanos en la
división social romana en clases: senatoriales, equites, plebe,
libertos y esclavos. La ciudadanía romana, al principio muy res-
tringiada, se acabó concediendo a todos los hombres libres. El
latín se extendíó por todo el territorio, especialmente en las zonas
meridional y mediterránea. Se convirtió en una lengua de prestigio
para la literatura, la ciencia, el derecho y la política. El uso del
derecho romano se normalizó en toda la Península. Su empleo no
sola- mente regulaba las relaciones privadas, sino también las
instituciones políticas y su funcionamiento. Sirvió para cohesionar
la sociedad y asegurar la justicia y la convivencia. La dominación
romana impuso también las creencias religiosas propias del
Imperio. Se respetaron las creencias locales, pero era obligado el
culto al emperador y a los tres dioses que simbolizaban el poder
de Roma .En este sentido la religión era utilizada como medio de
integración política. Se difundíó también el cristianismo en
Hispania. En un principio, los cristianos fueron perseguidos por-
que rechazaban los dioses romanos y, sobre todo, a dar culto al
emperador. La romanización hizo que la economía de Hispania
registrara un importante desarrollo. Se mejoraron las técnicas de
cultivo y los sistemas de explotación minera. La agricultura se
fundamentaba en la clásica tríada mediterránea. Hispania se
integró en los circuitos comerciales del Imperio romano y ex-
portaba e importaba todo tipo de productos. La civilización
romana fue esencialmente urbana. Hispania vio crecer el número
y el tamaño de sus ciudades. Las ciudades romanas eran centros
económicos y políticos que organizaban, además, su entorno
rural. Mu- chas de ellas tuvieron un gran desarrollo monumental,
con acueductos, teatros, anfiteatros, foros, termas, templos, etc.
Los Roma- nos crearon una excelente red viaria basada en las
calzadas. Su finalidad de organizar el territorio, asegurar su
control militar y administrativo, y unir las distintas ciudades.
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El dominio musulmán en la Península su- puso importantes
cambios en el terreno eco- nómico. En la agricultura se extendíó
la práctica del regadío, con novedades como la red de acequias y
la noria. Se difundieron cultivos como los cítricos, el arroz, el
algodón o el azafrán. No obstante, los cultivos principales
siguieron siendo los mismos que en la época romana: los
cereales, la vid y el olivo. En la ganadería se extendíó el ganado
ovino y equino. En la minería sobresalíó la extracción de plomo,
cobre, cinabrio y oro. La producción de manufacturas se
desarrolló de forma importante. Destacó la producción textil, la
cerámica, las armas, el papel, el trabajo de las pieles y los
metales preciosos. Estos productos, de gran calidad, se
exportaban a los reinos cristianos del norte. El comercio se vio
favorecido por la acuñación del “dinar” de oro y el “dírhem” de
plata, y por la red viaria de origen romano. El comercio interior se
efectuaba en el zoco de las ciudades, donde había bazares y
alhóndigas, centros que servían para almacenar mercancías. La
ciudad musulmana presen- taba un plano irregular y caótico, con
calles estrechas y tortuosas, organizadas en torno al zoco o
mercado, los bazares y la mezquita.
Al-Ándalus mantuvo un
Al-Ándalus mantuvo un
activo comercio exterior con todo el mundo islámico y con la
Europa cristiana. Exportaba productos agrícolas, minerales y
manufacturas, e importaba especias y productos de lujo de
Oriente; pie- les, metales, armas y esclavos de la Europa
cristiana; y oro y esclavos negros procedentes de Sudán. La
población de Al-Ándalus estaba integrada por grupos sociales
muy diversos. Existía una primera división entre musulmanes y no
musulmanes. Los primeros fueron en un principio los pueblos
invasores, entre los que había grandes diferencias entre árabes y
bereberes, causa de frecuentes revueltas y guerras civiles. Una
gran parte de la población hispanovisigoda se convirtió a la
religión musulmana, fueron los “muladíes”, que acabaron
igualados jurídicamente al resto de los habitantes. Los cristianos
(mozárabes) y los judíos, que permanecieron fieles a sus
creencias, pasaron a ser tributarios del Es- Tadó o “dimmíes”,
sometidos. Eran libres y vivían en sus comunidades, contando
con autoridades propias. Pagaban gravosos impuestos y
protagonizaron algunas revueltas. Jurídicamente, la mayoría de la
población de Al-Ándalus era libre. El grupo superior era la
aristocracia formada por los descendientes de los linajes árabes,
y que ocupaba los altos cargos de la administración. En segundo
lugar, había una capa de notables, hombres de leyes,
comerciantes o propietarios de tierras, muchos de ellos
descendientes de muladíes, se les conocía como “ayan”. Por
debajo estaba la gran masa de la población que incluía artesanos,
pequeños comerciantes, y sobre todo campesinos. Por debajo
estaban los esclavos, muchos de los cuales, al convertirse al
islam, era manumitidos tomando la condición de maulas o
libertos. Al-Ándalus mantuvo un constante con- tacto cultural con
todo el mundo musulmán, lo que le permitíó intercambiar textos
literarios, filosóficos y científicos de la cultura griega, persa e
india. La creación literaria alcanzó un gran desarrollo, sobre todo
durante el Califato. La arquitectura destacó por la construcción de
mezquitas y grandes palacios. La decoración de estos edificios se
basaba en el arco de herradura, los azulejos, las yeserías, y el
uso de los motivos geométricos y los textos del Corán (ataurique y
decoración cúfica). Pero, sin duda, la cultura andalusí destacó
sobre todo en el terreno científico. Sobresalieron las matemáticas,
la astronomía y la medicina.
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Durante los siglos medievales, en los reinos hispanos, el poder se
caracterizó por su fragmentación. Aunque el rey era la máxima
autoridad, los grandes nobles y la Iglesia contaban con grandes
dominios territoriales en los que disfrutaban de una gran
autonomía económica y política. Es el llamado régimen señorial,
que a su vez se fundamentaba en un sistema de relaciones
personales denominado sistema feudovasallático. Según este
modelo, el rey o un noble –el señor– concedía a otro noble,
normalmente de menor rango –el vasallo–, medios económicos
para su subsistencia. Estos medios se plasmaban en el feudo
–cesión de tierras, rentas o cargos públicos–; es lo que se
denomina el "beneficium". Se trataba de un pacto entre hombres
libres, casi siempre nobles. El feudo, con el tiempo, pasó a
denominarse señorío, aunque se distinguíó entre señorío
territorial –cuando el señor tenía la propiedad de las tierras– y
señorío jurisdiccional –el señor ejercía la justicia, cobraba los
impuestos, etc. A cambio de dicha cesión, el vasallo pres- taba,
mediante la ceremonia del homenaje, juramento de fidelidad a su
señor y se comprometía a prestarle ayuda, especialmente militar.
Ocurría también que algunos campe- sinos libres y propietarios de
pequeñas par- celas buscaron la protección de algún noble para
hacer frente a la inseguridad existente. A cambio de esa
protección debían entregar su tierra al señor, quedando como
usufructuarios de la misma mediante el pago de una renta. A esta
situación se la denominaba encomienda. La expansión territorial
de los reinos cristianos facilitó la existencia de algunos grupos
sociales que no encajaban perfectamente en la estructura social y
económica del feudalismo, especialmente los habitantes de las
ciudades. Durante toda la Edad Media la sociedad cristiana era
jerárquica, esto es se dividía en estamentos reconocidos por las
leyes. Los estamentos privilegiados eran la nobleza y el clero.
La
La
clase inferior de la nobleza la formaban los hidalgos o infanzones,
muchos de los cuales tenían unos recursos limitados. Los
caballeros, que eran como la clase media nobiliaria. En lo más
alto de la escala social estaban los condes, marqueses, duques y
los ricos hombres, todos ellos dueños de importantes patrimonios
y señoríos. El clero tenía, como la nobleza, distintos privilegios,
entre ellos el de no pagar impuestos y el de no estar sometido a
los tribunales ordinarios. El clero era un estamento no totalmente
cerrado, ya que se reclutaba entre todas las clases, incluso las
más pobres. Dentro de él diferenciamos el alto y bajo clero, y el
clero regular y clero secular. Todos los que no pertenecían a la
nobleza ni al clero formaban parte del Estado General o plebeyos.
Pero entre ellos había grandes diferencias. La gran masa la
constituían los campesinos, unos libres, otros sometidos a sus
señores, los siervos. En las ciudades vivían artesanos, agrupados
en gremios. La burguésía era grupo social todavía muy poco
numeroso, estaba integrado por comerciantes y las personas
dedicadas a las actividades financieras. En los reinos cristianos
convivían también dos importantes minorías religiosas: los judíos
y los mudéjares. Pero vivían en barrios específicos llamados
juderías o aljamas y las morerías. Se les acusaba de practicar la
usura, de gozar del favor de los reyes e incluso de haber
provocado la epidemia de la Peste Negra a mediados del siglo.
Todo esto favorecíó el asalto y destrucción de numerosas
juderías. Por ello, fueron muchos los judíos que por convicción o
interés se convirtieron al cristianismo.