1. La Restauración borbónica. Teoría y práctica del sistema canovista
1.1. Introducción
Tras el agitado Sexenio Democrático (1868-1874), la monarquía de los Borbones quedó restaurada en la persona del joven Alfonso XII, hijo de Isabel II. El artífice de ello fue Antonio Cánovas del Castillo, quien articuló un sistema conocido con el nombre de Restauración, que habría de durar ininterrumpidamente desde 1874 hasta 1923, cuando se implantó la dictadura del general Primo de Rivera.
La Restauración fue el resultado de una doble acción: una civil, impulsada por Cánovas que deseaba la vuelta de la monarquía al margen de la intervención del ejército, y otra militar liderada por el general Martínez Campos, que alteró los planes de Cánovas.
El 1 de Diciembre de 1874 el príncipe Alfonso firmó el Manifiesto de Sandhurst, el que proclamó su intención de convertirse en rey de España. Ello fue posible gracias a la labor propagandística de Cánovas y el apoyo de la nobleza, amplios sectores del ejército, la burguésía industrial, los terratenientes y buena parte de las clases medias urbanas. Sin embargo, la acción militar del general Martínez Campos precipitó los acontecimientos al proclamar en Sagunto, Valencia, el 29 de Diciembre de ese mismo año, al príncipe Alfonso como rey de España. De esta manera la monarquía era restaurada mediante un golpe militar, en contra de los deseos de Cánovas.
En Enero de 1875 el nuevo rey entraba triunfalmente en Madrid y un nuevo gobierno, presidido por Cánovas, convocaba elecciones a Cortes constituyentes mediante sufragio universal masculino.
1.2. El sistema canovista
El régimen de la Restauración diseñado por Cánovas se planteó, inicialmente, un doble objetivo: articular un nuevo sistema político estable basado en el bipartidismo inglés y en una nueva Constitución, y pacificar el país, afectado por la guerra de Cuba y la Tercera Guerra Carlista.
Para conseguir dichos objetivos contará con la inestimable ayuda de Mateo Práxedes Sagasta, que aceptó participar en el nuevo régimen al frente del Partido Liberal.
1.2.2. La Constitución de 1876
Fue una pieza clave del régimen. Su anteproyecto lo elaboró una comisión presidida por el político y jurista Alonso Martínez. Sus carácterísticas principales son las siguientes:
Supone un equilibrio entre la Constitución moderada de 1845 y la democrática de 1869.
Es una Constitución moderada y flexible, inspirada en el liberalismo moderado o doctrinario, que se basaba principalmente en los valores de la monarquía, la religión y la propiedad.
Sustituye la monarquía democrática de 1869 por la monarquía constitucional, fundamentada en la soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
La Corona posee un carácter moderador y amplios poderes (derecho de veto, nombramiento presidente del gobierno, convocatorio y disolución de las Cortes, etc.) y además se reconoce la figura del rey como sagrada e inviolable.
El Gobierno, aunque el rey designaba a su presidente, era responsable de su actuación ante las Cortes.
Cortes bicamerales integradas por el Senado (constituido por senadores natos de derecho propio, senadores elegidos por el rey y senadores elegidos por las corporaciones del Estado y los mayores contribuyentes), y por el Congreso de los Diputados, electivo cada cinco años.
No definía el tipo de sufragio, por lo que la posterior Ley Electoral de 1878 establecíó el voto censitario. Habría que esperar a 1890, con Sagasta en el gobierno, para el restablecimiento del sufragio universal masculino.
Confesionalidad católica del Estado, aunque permitía el culto de otras religiones en el ámbito privado.
Declaración de derechos ciudadanos básicos similar a la de 1869: seguridad personal, inviolabilidad del domicilio, libertad de expresión, etc. Aunque sujetos a regulación del gobierno, lo que implicó su limitación.
La Constitución de 1876 ha sido la de mayor duración de la historia de España.
1.2.3. Funcionamiento del sistema: la alternancia de partidos
Cánovas concibió el régimen de la Restauración asentado sobre dos partidos políticos: el Liberal Conservador, liderado por el propio Cánovas, apoyado en las clases acomodadas, y el Liberal Fusionista, dirigido por Sagasta, sustentado por la burguésía industrial y las clases medias urbanas. Ambas formaciones fueron partidos de cuadros, es decir, constituidos por un número reducido de miembros pero de gran influencia política y social. Ambos partidos fueron alternándose pacífica y periódicamente en el gobierno, quedando así el poder en manos de las élites sociales, políticas y económicas, e imposibilitando la participación del resto de la ciudadanía.
Los partidos Conservador y Liberal, debido al desgaste del gobierno o al mutuo acuerdo, se cedían el poder el uno al otro, de modo que el nuevo partido, encargado de formar gobierno, convocaba unas elecciones que siempre ganaba.
Desde 1876 a 1881, Cánovas presidíó los sucesivos gobiernos apoyado en su partido. Pero desde 1881 hasta 1899, se mantuvo el sistema de alternancia pacífica.
El bipartidismo se acentuó aún más cuando en 1885 murió repentinamente el rey Alfonso XII. Ambos partidos firmaron el Pacto de El Pardo comprometíéndose a mantener el turnismo y apoyar a la regente María Cristina durante la minoría de edad del futuro Alfonso XIII.
El caciquismo y el fraude electoral fueron la base de la estabilidad política durante la Restauración, pero constituyeron uno de los aspectos más negativos del régimen, adulterando la dinámica política. Se entiende por caciquismo la adulteración de la política por los grupos oligárquicos y las personalidades locales en beneficio de intereses partidistas o particulares. Esta situación provocó un desfase entre la España oficial de los partidos y la España real de la calle. Aunque fue denunciada por intelectuales y regeneracionistas tanto Cánovas como Sagasta lo permitieron.
Los medios para la alternancia consistieron, de acuerdo con los gobernadores civiles y los caciques locales en: el encasillado:
Desde la administración central decidían los diputados que serían elegidos en cada circunscripción electoral, e incluso el pucherazo, la simple y llana alteración del resultado de las votaciones. Esto generó un amplio fraude electoral en beneficio de los dos partidos preponderantes.
El caciquismo se dio en toda España, pero especialmente en las áreas rurales y en Andalucía, donde la influencia de los terratenientes era mayor.
El sistema canovista fue incapaz de democratizarse y de dar respuesta a los problemas de amplios sectores de la sociedad española por lo que fue creciendo una fuerte oposición al régimen El sistema de turno supónía la marginación de la vida política de todas las fuerzas que no fueran las llamadas “dinásticas”, y, con ellas, de amplias capas sociales. Los opositores al sistema fueron principalmente:
Carlismo:
Por la derecha, la oposición al sistema canovista vino del carlismo.
Derrotados militarmente, sus líderes se exiliaron en Francia y optaron por una estrategia de conspiraciones. Se formaron partidas y se introdujeron armas clandestinamente, pero carecían de apoyos para que sus acciones tuvieran algún efecto. Ante la opinión pública, los carlistas se presentan como la única fuerza verdaderamente católica. Pero el apoyo de la jerarquía eclesiástica y del Vaticano a Alfonso XII impidió que esta vía les fuera rentable. En cambio provocó una escisión en las filas carlistas cuando Ramón Nocedal decidíó crear el Partido Tradicionalista, que se definía como antiliberal, católico y defensor de la tradición.
Republicanismo
Tras el Golpe de Estado que acabó con la I República, los republicanos entraron en una grave crisis. Sus principales problemas eran el desencanto de sus seguidores, la fuerte represión a que fueron sometidos por parte de las autoridades y la división interna. Castelar aceptó entrar en el juego político y formó el Partido Posibilista, aunque su papel fue meramente testimonial. Los demás republicanos se repartían entre el Partido Republicano Progresista, de Ruiz Zorrilla; el grupo de Salmerón; y los federales, los más numerosos, en torno a Pi y Margall, su líder histórico. En las elecciones de 1886, lograron los republicanos un grupo parlamentario importante, lo que permitíó que todos los partidos, excepto los posibilistas, se agruparan en torno a Uníón Republicana. No obstante, en estos años comienza a salirle al republicanismo un competidor importante: el movimiento obrero se inclina cada vez por las ideas internacionalistas representadas por socialistas y anarquistas.
Regionalismo y nacionalismo
Uno de los elementos más relevantes del periodo de la Restauración fue la aparición de los movimientos de carácter nacionalista y regionalista en diversas zonas de España:
– El catalanismo: un movimiento cultural conocido con el nombre de Renaixença. Su finalidad era recuperar la cultura y la lengua catalanas,. Los primeros planteamientos llegan de la mano de Valentí Almirall, un republicano federal decepcionado por la marcha de los acontecimientos en España después de que fuera disuelta la I República. Almirall fundó, en 1882, el Centre Catalá, con el objetivo de aglutinar a la opinión pública catalana partidaria de la autonomía. Su programa, recogido en las llamadas Bases de Manresa, defendía la organización confederal de España y la soberanía de Cataluña en política interior.
– El nacionalismo vasco: tras la tercera guerra carlista, el gobierno de España abolíó los fueros vascos, surgíó una corriente que pretendía su restauración. Sabino Arana, recogiendo este estado de opinión, fundó, en 1894, el Partido Nacionalista Vasco. La ideología de Arana tenía tres aspectos fundamentales
– Galleguismo: El nacionalismo fue en Galicia más débil y tardío que en Cataluña o el País Vasco. La razón principal es que se trataba de una regíón rural. Algunos intelectuales empezaron a considerar que Galicia estaba atrasada debido a su subordinación política al estado español, y este era el motivo de que miles de gallegos tuvieran que emigrar para ganarse la vida. Durante la etapa de la Restauración, el nacionalismo gallego adquiríó un carácter más político, pero no dejó de ser minoritario.
-El andalucismo: En Andalucía, con unas carácterísticas en cuanto a desarrollo económico similares a las de Galicia, la reivindicación nacionalista fue tardía. Comenzó en torno al Ateneo de Sevilla y recibíó su impulso definitivo a través de la figura de Blas Infante. No obstante, no llegó a tener influencia notable antes de la Guerra Civil.
El movimiento obrero: Durante el Sexenio el movimiento obrero adquiríó mayor fuerza por la difusión de ideologías obreras respaldadas por la Primera Internacional, fundada en Londres en 1864. Penetraron así ideas socialistas y anarquistas. En cuanto al socialismo marxista, arraigó inicialmente en Madrid, Asturias y País Vasco, dando lugar a la fundación en 1879 del PSOE, fundado por Pablo Iglesias. En 1886 se fundó UGT. Se presentaron a las elecciones en alianza con los republicanos. El anarquismo tuvo una expansión relevante entre el proletariado catalán y el campesinado andaluz, incluso a pesar de su persecución. Fundaron la Federación de Trabajadores de la regíón Española (FTRE)
defendiendo la huelga general y posturas radicales para establecer el comunismo y destruir el Estado. El anarquismo fomentó también el sindicalismo revolucionario que se concretó en la fundación de la CNT, Confederación Nacional del Trabajo.