Prehistoria y Edad Antigua en la Península Ibérica: Desde el Neolítico hasta la Romanización

El Neolítico en la Península Ibérica (5500 a 3000 a.C.)

El Neolítico, que significa piedra nueva o pulimentada, se caracteriza por la transformación del ser humano de parásito y depredador de la naturaleza en productor de sus propios alimentos mediante la agricultura y la ganadería. Además, fabrica sus instrumentos con piedra pulimentada, descubre la cerámica, se hace sedentario e incrementa los intercambios con otros grupos humanos.

Estos cambios surgen en el Próximo Oriente entre el 10.000 y el 8000 a. C. y llegan a la Península Ibérica a través del Mediterráneo en torno al 5500 a. C. Su duración se extiende hasta la aparición de los primeros metales, en torno al 3000 a. C. Destaca la cerámica cardial. Se han encontrado necrópolis con ajuar funerario. La manifestación artística característica de esta etapa es el arte rupestre levantino, localizado en la franja mediterránea, en abrigos rocosos inaccesibles, poco protegidos, y en sierras apartadas de la costa. La pintura es monocroma y su principal motivo es la figura humana. Reproduce escenas completas, generalmente relacionadas con la vida cotidiana. Las más representativas son las de Valltorta (Castellón) y Cogull (Lérida).

La Edad de los Metales (3000-218 a.C.)

El conocimiento y empleo de los metales es un gran avance tecnológico en la historia de la civilización. El primer metal que se produce es el cobre, milenios después el bronce y por último el hierro. El final de la Edad del Bronce y el conocimiento del hierro coinciden con el tiempo en que los pueblos indígenas entran en contacto con civilizaciones mediterráneas alfabetizadas.

La Edad del Cobre o Calcolítico

  • Se sitúa entre el 3000 a. C. y el 1800 a. C. Los útiles fabricados en cobre son siempre de tamaño pequeño o mediano. Su obtención es cara, lo que lleva a la división del trabajo y la diferenciación social. Se intensifica la agricultura y comienza la minería y la industria textil.
  • Se construyen monumentos con grandes piedras o megalitos destinados generalmente a enterramientos, entre los que se diferencian el dolmen y el tholos o tumba de corredor. Estos enterramientos suelen contener ajuares funerarios, entre los que destacan pequeños ídolos tallados en piedra o hueso, pintados o grabados con diseños geométricos y grandes ojos.
  • Se crean poblados, algunos amurallados, y se desarrolla el comercio a larga distancia.
  • Los principales restos del Calcolítico se hallan en el sudeste de España. Destaca el poblado de Los Millares (Almería), que da nombre a una cultura y es un ejemplo del nuevo tipo de poblamiento estable, situado en una colina estratégica, rodeado de una elevada muralla, compuesto por una agrupación de viviendas circulares, donde podrían habitar unas mil personas. El poblado se completa con una amplia necrópolis. Las fluidas relaciones comerciales y culturales, que debían existir entre distintos puntos del continente europeo, explican que en la mayor parte de la península se extienda la cultura del vaso campaniforme, común a gran parte de Europa.

La Edad del Bronce

En la península abarca desde el 1800 a. C., aproximadamente, hasta el 750 a. C. El bronce no es un metal que se encuentre en la naturaleza, sino una aleación de cobre y estaño. Al ser más duro y maleable, permite fabricar armas y herramientas a mayor escala. En los yacimientos hay abundantes objetos hechos en metal, sobre todo armas y adornos, recipientes y vajillas. El conocimiento del bronce, como el del cobre, llega a través del Mediterráneo.

Los objetos más antiguos de bronce se localizan en el sudeste y el sudoeste peninsulares. El poblamiento más rico del Bronce es El Argar (Almería), que da nombre a otra cultura. Sus viviendas son rectangulares, en ellas se han localizado enterramientos individuales con sus ajuares funerarios, unos más ricos que otros, lo que indica una marcada jerarquía social. La influencia de la cultura argárica se extiende por el Levante y La Mancha.

En el nordeste peninsular (Cataluña y parte del valle del Ebro) se desarrolla la cultura de los campos de urnas, que debió llegar a través de los Pirineos por pueblos centroeuropeos. Se caracteriza porque en lugar de enterrar los cadáveres (inhumación), los queman (incineración) y colocan las cenizas en una urna que posteriormente entierran.

En Mallorca y Menorca se desarrolla durante la Edad del Bronce la cultura talayótica, una particular cultura megalítica. Sus monumentos más significativos son los talayots, torreones defensivos de forma cónica hechos con grandes piedras. Junto a ellos se construyen las navetas, megalitos funerarios con forma de casco de barco invertido. Las taulas (mesas), localizadas en Menorca, están compuestas de un gran pilar central y una losa horizontal encima. Podrían tener función religiosa.

La Edad del Hierro en la Península Ibérica

Abarca del 750 al 218 a.C., tiempo en que se producen las colonizaciones históricas de pueblos que aportan influencias europeas y mediterráneas. Pueblos del norte de Europa traen con ellos el conocimiento del hierro. Fenicios y griegos llegan procedentes del Mediterráneo oriental, conocen el alfabeto y la escritura, buscan establecer relaciones comerciales y asentarse en colonias y ciudades estables en la costa. Más tarde llegarán los cartagineses. El contacto de todas estas gentes llegadas de fuera con los pueblos que habitan la península va diferenciando varias culturas indígenas, con distintos grados de desarrollo y relación con los pueblos mediterráneos.

Pueblos Prerromanos y Colonizaciones Históricas

Las Colonizaciones Históricas del Primer Milenio a.C.

Fenicios

Los primeros en asentarse en el litoral peninsular fueron los fenicios (siglos IX al VII a.C.). Fundan Gades o Gadir (Cádiz), Malaca (Málaga) y Sexi (Almuñécar). Les interesa obtener metales y a cambio introducen manufacturas de lujo, productos exóticos y técnicas de interés para los indígenas. Su influencia se deja sentir sobre todo en el bajo Guadalquivir. Aquí ya existe una cultura indígena importante, la cultura de Tartessos, que entra en contacto con los fenicios.

Griegos

Aportación de los griegos (siglos VII y VI a.C.): Hacia el siglo VII a. C. comerciantes griegos fundan las colonias de Emporion (Ampurias) y Rhode (Rosas) en la costa noreste peninsular. Ampurias se convierte en el núcleo de expansión comercial de los griegos en Levante. Los griegos introducen, junto con los fenicios, el cultivo de la vid y el olivo y acuñan las primeras monedas.

Cartagineses

A partir del siglo VI a. C., se produce el ascenso de Cartago (ciudad norteafricana de origen fenicio) como potencia hegemónica en el Mediterráneo, primero en lo económico y después en lo militar. Los cartagineses o “púnicos” se enfrentan a los griegos, a los pueblos nativos que se rebelan contra sus proyectos de dominación y, por último, a Roma, que pretende igualmente el dominio mediterráneo. Las ciudades fenicias se convierten en amigas, aliadas o asociadas de Cartago. Fundan algunas colonias nuevas en el sureste peninsular e Ibiza, y la más importante de todas, Cartago Nova (actual Cartagena). Además del interés por los metales, exportan salazones de pescado y garum. Los generales cartagineses de la familia Barca (Amílcar, Asdrúbal, Aníbal) usan la península y las islas Baleares como plataforma económica y militar para luchar contra Roma durante la Segunda Guerra Púnica (218 a. C.). Roma atacará a los cartagineses desde las colonias griegas. La derrota final de Aníbal supone el final del predomino cartaginés y el inicio de la ocupación romana de la Península, que se prolongará a lo largo de siete siglos.

La Cultura de Tartessos (Siglos IX-VII a.C.)

Los textos clásicos griegos se refieren a un país rico y próspero, denominado Tartessos, gobernado por el rey Argantonio. La arqueología demuestra que este reino legendario parece corresponder a una cultura indígena importante, localizada en el sudoeste peninsular (el bajo Guadalquivir), anterior a la llegada de los fenicios, que adquiere mayor desarrollo al entrar en contacto con estos colonizadores mediterráneos. Es una sociedad muy jerarquizada, practican una economía agrícola y ganadera, explotan los recursos minerales y mantienen contactos comerciales con fenicios y griegos. Sus ritos, objetos y tecnologías denotan clara influencia oriental: utilizan el torno para fabricar cerámica de manera más rápida, aprenden cómo producir hierro y púrpura, mejoran la construcción de viviendas, adoptan prácticas funerarias orientales, los dioses fenicios se popularizaron. Entre los objetos pertenecientes a esta cultura destaca la orfebrería fina de los “tesoros” del Carambolo y Aliseda.

Los Pueblos Prerromanos

Durante la Edad del Hierro y hasta la llegada de los romanos (siglos VIII al III a.C.), las poblaciones indígenas van desarrollándose de manera diferente, de acuerdo con su mayor o menor contacto con los colonizadores mediterráneos. Las culturas indígenas que van surgiendo tienen grados muy distintos de desarrollo, aunque todas acabarán sometidas a Roma.

Cultura Céltica y Prec céltica

En el resto de la península se asentaron poblaciones de origen indoeuropeo, procedentes del centro y norte de Europa, que conocían y dominaban la metalurgia del hierro. Viven fundamentalmente de la ganadería. Habitan en asentamientos fortificados (castros). Se extiende esta cultura celta y precelta por el noroeste de la Meseta y montañas del norte peninsular (vacceos, vetones, lusitanos, galaicos, astures, cántabros, vascones). Ofrecen resistencia a la ocupación y dominación de sus tierras por Roma. Los castros y las esculturas de animales (verracos) son las manifestaciones más significativas de la cultura celta.

Cultura Celtíbera

Los pueblos asentados en la franja oriental de la submeseta norte (arévacos, pelendones, celtíberos) tienen una mezcla de la cultura ibera y celta, denominándose a esta mezcla cultura celtíbera. Mercenarios muy cotizados por su devoción al jefe, sentido del honor, de la hospitalidad y valentía en el combate. Salvajes y bárbaros, según los romanos, practican el bandolerismo sobre las tierras más ricas del sur o del este. Ofrecen dura resistencia a la ocupación romana de sus territorios. La ciudad de Numancia (Soria) es una de sus poblaciones más destacadas.