Prehistoria e Historia Antigua de la Península Ibérica

Prehistoria de la Península Ibérica

Primeros Períodos

Paleolítico Inferior (1 millón – 100.000 a.C.)

Los primeros pobladores de la Península Ibérica fueron los Homo antecessor, cuyos restos se han encontrado en la Gran Dolina (Atapuerca) y datan de hace 800.000 años. Estos homínidos medían alrededor de 1,70 metros y eran cazadores-depredadores, aunque también practicaban el canibalismo. Posteriormente, apareció el Homo heidelbergensis, cuyos restos se han encontrado en la Sima de los Huesos (Atapuerca) y datan de entre 600.000 y 300.000 años atrás. Estos homínidos eran más robustos, medían alrededor de 1,80 metros y tenían una postura casi erguida.

El utillaje de estos primeros pobladores estaba elaborado principalmente en sílex o cuarcita. Destacan las hachas talladas de forma unifaz y bifaz, aunque todavía de gran tamaño, así como las raederas y las puntas. Se organizaban en hordas poco numerosas.

Paleolítico Medio (100.000 – 35.000 a.C.)

Durante este período, la Península Ibérica estuvo habitada por el Homo neanderthalensis, que desarrolló la cultura Musteriense. Su utillaje se caracterizó por una mayor especialización, un menor tamaño y una talla más perfeccionada. Además del sílex y la cuarcita, incorporaron el hueso y la madera como materias primas. Destacan las puntas de dardo y los cuchillos.

Paleolítico Superior (35.000 – 10.000 a.C.)

Este período está marcado por la llegada del Homo sapiens, también conocido como hombre de Cromañón. Su utillaje se caracterizó por una mayor diferenciación, perfección y un tamaño aún más reducido. Se generalizó el uso del asta y el hueso, que además se decoraban. Durante este período, se desarrollaron los enterramientos rituales y las primeras manifestaciones artísticas, como relieves, grabados y pinturas en paredes, lo que indica un desarrollo del pensamiento simbólico.

En cuanto al arte rupestre, se distinguen dos estilos:

  • Área septentrional: Figuras aisladas, de gran tamaño, sin presencia humana y ubicadas en el interior de cuevas.
  • Costa levantina: Figuras con presencia humana, de menor tamaño, esquemáticas, con sensación de movimiento y ubicadas en abrigos rocosos al aire libre.

Epipaleolítico y Mesolítico (10.000 – 5.000 a.C.)

El final de la glaciación Würm marcó el comienzo del período postglacial. El reno, animal representativo del Paleolítico Superior, fue sustituido por el ciervo. Este cambio climático obligó al ser humano a adaptarse y dar mayor importancia a la pesca y al marisqueo. Como consecuencia, se produjo un proceso de sedentarización estacional en las zonas costeras. En la Península Ibérica, este período se caracteriza por la cultura Asturiense.

El utillaje del Mesolítico se caracterizó por una industria lítica perfeccionada con un alto proceso de microlitización. La organización social seguía basándose en hordas, donde los hombres se dedicaban a la caza, las mujeres a la recolección y el cuidado de la prole.

Neolítico (5.000 – 3.000 a.C.)

El Neolítico supuso una auténtica revolución en la forma de vida de los seres humanos. Durante este período, se desarrollaron la ganadería y la agricultura, lo que conllevó la sedentarización definitiva del hombre. El utillaje se adaptó a las nuevas necesidades, apareciendo herramientas agrícolas como la azada y la hoz. También se desarrolló la cerámica, utilizada para el almacenamiento y la cocción de alimentos. En la industria lítica, se generalizó el pulimentado.

La obtención de excedentes agrícolas y ganaderos permitió la división del trabajo y dio lugar a las primeras diferencias sociales. Estas novedades llegaron a la Península Ibérica desde la costa mediterránea y fueron penetrando hacia el interior.

En la segunda fase del Neolítico, estas novedades se extendieron por ambas mesetas. La organización social se hizo más compleja debido a la especialización del trabajo y al predominio de la agricultura. En el ámbito artístico, la pintura evolucionó hacia la esquematización y la abstracción.

Edad de los Metales

III Milenio a.C.: Edad del Cobre (Calcolítico)

Durante este período, destacan las siguientes culturas:

  • Cultura de Los Millares: Desarrollaron la agricultura de regadío, construyeron murallas en torno a sus poblados y crearon necrópolis.
  • Cultura del vaso campaniforme: Se caracterizó por la presencia de ajuares de cobre en las tumbas, lo que indica una diferenciación social por riqueza.
  • Cultura talayótica (Islas Baleares): Construyeron grandes monumentos megalíticos, como dólmenes, tumbas de corredor, taulas, talayots y navetas.

II Milenio a.C.: Edad del Bronce

  • Cultura argárica (El Argar): Era una sociedad agrícola y ganadera que conocía la metalurgia del bronce. Sin embargo, el abandono de la agricultura, el empobrecimiento de los suelos y el agotamiento de los minerales provocaron su pronta desaparición.
  • Cultura de las Motillas (La Mancha): Se caracterizó por la construcción de motillas, unas estructuras formadas por una torre central rodeada por un recinto amurallado que albergaba las viviendas.

Finales del II Milenio a.C.: Edad del Hierro

La abundancia de metales en la Península Ibérica atrajo a pueblos indoeuropeos, que introdujeron la metalurgia del hierro. Los pobladores peninsulares se integraron en el mundo comercial mediterráneo. Durante este período, se desarrolló la cultura de los campos de urnas, caracterizada por la incineración de los cadáveres y el enterramiento de las cenizas en urnas.

Colonizaciones

Fenicios (siglo VIII a.C.)

Los fenicios se establecieron en la costa mediterránea de la Península Ibérica a partir del siglo VIII a.C., llegando a internarse en Extremadura. Fundaron asentamientos urbanos fortificados y necrópolis separadas de las ciudades. Introdujeron la metalurgia del hierro, el torno de alfarero, nuevas técnicas agrícolas y cultivos, la salazón y el comercio a gran escala. Entre sus principales colonias destacan Gadir (Cádiz), Sexi (Almuñécar) y Abdera (Adra).

Griegos (siglo VII a.C.)

Los griegos se establecieron en la costa mediterránea de la Península Ibérica atraídos por la abundancia de metales, la actividad pesquera y la producción de sal. Fundaron factorías comerciales, como Emporion (Ampurias), que se convirtieron en importantes centros económicos. Introdujeron la acuñación de moneda, el desarrollo del comercio y el urbanismo griego.

Cartagineses (siglo VI a.C.)

Los cartagineses se establecieron en la costa mediterránea de la Península Ibérica, inicialmente en el norte de África, sustituyendo a los fenicios en el sur. Controlaron el comercio mediterráneo y formaron un imperio comercial hasta que fueron derrotados por los romanos en las Guerras Púnicas. Su principal colonia fue Cartago Nova (Cartagena).

Pueblos Prerromanos

Tartessos (siglos IX – VI a.C.)

Los Tartessos se desarrollaron en el suroeste de la Península Ibérica entre los siglos IX y VI a.C. Su economía se basaba en la agricultura, la ganadería y la minería, especialmente el comercio de estaño. El control de las rutas comerciales y la riqueza minera permitieron el desarrollo de una élite aristocrática, que mantuvo estrechos contactos con los fenicios. El agotamiento de las minas de estaño y la competencia comercial con los fenicios y cartagineses provocaron su decadencia a partir del siglo VI a.C. Destacan por su impresionante orfebrería, como el Tesoro de la Aliseda y el Carambolo.

Iberos (siglos VI – I a.C.)

Los Iberos se desarrollaron en la costa mediterránea de la Península Ibérica a partir del siglo VI a.C. Aunque recibieron influencias fenicias y cartaginesas, fueron el resultado de la evolución independiente de pueblos ya existentes. Se asentaron en lugares elevados y su economía se basaba en la agricultura, la ganadería y el comercio de metales y productos artesanales. Su organización social era jerarquizada y desarrollaron una lengua propia, un urbanismo planificado, necrópolis y una rica escultura funeraria, como la Dama de Elche.

Celtas (siglos VIII – I a.C.)

Los celtas llegaron a la Península Ibérica a partir del siglo VIII a.C. y se establecieron en el valle del Ebro y la Meseta. Su economía se basaba principalmente en la ganadería, especialmente el ganado vacuno, y en menor medida en la agricultura. La irregularidad de las cosechas les obligaba a desplazarse con frecuencia, lo que les hacía proclives a enfrentarse a otros pueblos. Su belicosidad se manifestó con la llegada de los romanos en el siglo II a.C. Su organización social se basaba en clanes y tribus, con una fuerte presencia de la clientela y el devotio. Destaca la cultura castreña, que se desarrolló en el noroeste peninsular a partir del siglo VI a.C. Los castros eran poblados fortificados, situados en lugares estratégicos y con un trazado concéntrico. Su economía se basaba en la agricultura, la ganadería y el comercio con las Islas Británicas. Destacan por su orfebrería en oro.

La llegada de los romanos en el siglo III a.C. supuso un cambio radical en la historia de la Península Ibérica. La conquista romana no solo implicó la unificación territorial, sino también un proceso de aculturación que impuso el modelo de vida romano.