Política Exterior de Carlos I: El Sueño del Imperio Universal Cristiano
Carlos I, como emperador, aspiraba a una paz universal cristiana, proporcionando una ideología común a territorios sin vínculos previos. Su objetivo principal era luchar contra los enemigos del catolicismo. Carlos entendió que el Imperio español tenía la misión de mantener la monarquía cristiana, pero se vio envuelto en continuas guerras debido a las amenazas de príncipes protestantes, turcos otomanos y los intereses expansionistas de Francia. En 1519, tras la muerte de su abuelo Maximiliano, fue elegido emperador Carlos V de Alemania en la Dieta de Frankfurt. Su interés en conseguir la Corona imperial era evidente. En mayo de 1520, partió hacia Alemania para asumir el cargo.
Guerras contra Francia: La Rivalidad por la Hegemonía Europea
El gran rival de Carlos V fue el rey francés Francisco I, con quien disputó la posesión de la Corona de Aragón y la hegemonía en Europa. Carlos V mantuvo numerosas guerras intermitentes:
- Cuatro guerras contra Francisco I en tierras italianas (1521-1544). Francisco I ordenó la invasión de Navarra, mientras que Carlos invadió Milán. Las tropas de Carlos V obtuvieron una victoria decisiva en la batalla de Pavía (1525).
- El saqueo de Roma (1527) por parte de las tropas imperiales, en respuesta a la formación de la Liga Clementina (alianza entre Francia y el Papado).
- La Paz de Cambrai (1529) y la Paz de Crépy (1544), que aplazaron temporalmente el conflicto.
- Dos guerras contra Enrique II hasta 1559.
Estos conflictos se libraron principalmente para facilitar el avance de Carlos V hacia los Países Bajos y los estados italianos, aunque también hubo enfrentamientos en los Pirineos y el Franco Condado. Los principales motivos de estas guerras fueron el dominio de los reinos y ducados de Italia, como el Milanesado (incorporado en 1529), y la lucha por el control de Flandes y Borgoña.
La Amenaza Otomana y los Piratas Berberiscos
Carlos V defendió la cristiandad frente a la amenaza islámica del Imperio Turco Otomano, una gran potencia en el Mediterráneo oriental dirigida por Solimán el Magnífico. Los otomanos aspiraban a extenderse por Centroeuropa, llegando a amenazar Hungría y Viena, y también por el norte de África. En el mar, los piratas berberiscos, desde Túnez, practicaban la piratería y atacaban poblaciones costeras, obteniendo un gran botín. Carlos V atacó Túnez en 1535, derrotando a Barbarroja (pirata berberisco y almirante del Imperio Otomano), pero esta victoria no fue definitiva.
La Lucha contra los Protestantes: La Reforma y las Guerras de Religión
Lutero, un monje alemán, inició la Reforma Protestante con la publicación de las 95 Tesis de Wittenberg, en las que pedía una reforma de la Iglesia Católica. Carlos V, que no apoyaba ni a Lutero ni al Papado (debido a su deseo de evitar una ruptura con los protestantes), se encontró en una posición difícil. Lutero fue excomulgado.
Se celebró la Dieta de Worms (1521), presidida por Carlos V, donde se le pidió a Lutero que se retractara. Sin embargo, Lutero se puso bajo la protección de Federico de Sajonia, un príncipe alemán que aceptó sus ideas. Otros príncipes se unieron a la causa protestante, viendo en ella una oportunidad para arrebatar posesiones a la Iglesia.
Alemania se convirtió en el principal escenario de la Reforma Protestante. En las Dietas de Spira y Augsburgo, se instó a los príncipes protestantes alemanes a retractarse. Su respuesta fue la formación de la Liga Esmalcalda (1530), una coalición política y militar contra Carlos V y los católicos. El protestantismo se extendió rápidamente, dando inicio a una guerra contra los príncipes que se rebelaron contra la autoridad imperial. Estos fueron derrotados en la batalla de Mühlberg (1547), un conflicto que Carlos V presentó como una cuestión política, más que religiosa.
El anglicanismo surgió cuando Inglaterra se separó de la obediencia de Roma. Carlos V promovió el Concilio de Trento (1545-1563) como respuesta a la Reforma.
Finalmente, se firmó la Paz de Augsburgo (1555), en la que se reconocieron las dos religiones (católica y luterana) en Alemania, estableciendo el principio “cuius regio, eius religio” (la religión del príncipe es la religión del territorio).
A la muerte de Carlos V (1558), legó todas sus posesiones a su hijo Felipe II, excepto el título de emperador y los territorios alemanes, que fueron para su hermano Fernando I.