La poesía de la Generación del 27
En la España anterior a la Guerra Civil, surge una nueva generación literaria: la Generación del 27 (conmemoración del III Centenario de la muerte de Góngora), eminentemente poética, formada por escritores que inician la llamada nueva Edad de Oro de la lírica española, o Edad de Plata. Muchos de ellos eran amigos y se reunían con frecuencia con otros intelectuales de la época en la Residencia de Estudiantes, en Madrid. Sus poemas pronto se dieron a conocer en una antología editada por uno de ellos: Gerardo Diego. Todos contribuyeron a reforzar el ambiente cultural de la España de su tiempo, pero la Guerra Civil (1936-1939), con la muerte de algunos y el exilio de otros, truncó esta relación. La Generación del 27 supo crear un nuevo estilo poético que reunía los valores tradicionales de la poesía española y las nuevas tendencias innovadoras del momento.
Características y autores antes de la Guerra Civil
De la tradición, estos poetas valoraron tanto la poesía popular como la culta en lengua castellana:
- a) El Romancero Viejo, las canciones, los villancicos…; a esta recuperación de elementos populares y cultos se le denominó neopopularismo. Destacan, entre otros, Federico García Lorca y su Romancero gitano (creación de mitos y símbolos lorquianos: la “pena negra” o el destino trágico de la vida en el mundo de los gitanos) y sus Poemas del cante jondo, y Rafael Alberti y Marinero en tierra, obra en la que perdura el recuerdo del mar de su infancia.
- b) Los poetas del 27 admiraron la poesía de Garcilaso, de Lope de Vega, de Quevedo… pero sobre todo sintieron gran predilección por Luis de Góngora y su Polifemo, modelo de poesía culta. Este nuevo gongorismo (neogongorismo) ha quedado patente en los sonetos recogidos en Versos humanos, de Gerardo Diego y en Cal y canto, de Alberti. La pasión por los clásicos, la perfección poética, la mezcla de elementos cultos y populares, las inteligentes metáforas, la presencia de símbolos son, entre otras, las características de las primeras obras de Miguel Hernández (Perito en lunas y El rayo que no cesa).
De la innovación, asimilaron las nuevas tendencias poéticas más cercanas y modernas.
- a) Admiraron la poesía de Bécquer –“neorromanticismo”-, como ocurrió en Donde habite el olvido, obra de Luis Cernuda en la que predomina un tono melancólico y meditativo.
- b) También se sintieron influidos por la poesía pura de Juan Ramón (lenguaje conciso, tendencia a lo intelectual, simplicidad sintáctica); en esta tendencia destaca Pedro Salinas, que dedicó numerosos poemas al amor en su libro La voz a ti debida; Jorge Guillén, con Cántico, un canto gozoso ante la vida; y Vicente Aleixandre, con Ámbito.
- c) Pero la mayor innovación en el 27 fue la gran influencia que ejercieron las vanguardias, con preferencia por el surrealismo; en esta tendencia destaca Poeta en Nueva York, de Lorca, que recoge en poemas visionarios sus impresiones y sus críticas a la deshumanización, el desarraigo, la miseria, la soledad y la muerte, tras una visita a esa ciudad, y Sobre los ángeles, de Alberti. No ha de olvidarse que el ultraísmo y el creacionismo tuvieron raíces hispánicas, como lo demuestran los poemas de Gerardo Diego en Manual de Espumas. Otros se atrevieron con el futurismo (Pedro Salinas, en Fábula y Signo). También se vieron influidas por las vanguardias La destrucción o el amor de Vicente Aleixandre o Los placeres prohibidos de Cernuda.
Durante la Guerra Civil
Durante la Guerra Civil hemos de destacar la poesía escrita por Miguel Hernández, en la que subyace un humanismo profundo (El hombre acecha). Hasta en sus últimos años de vida, padecidos en la cárcel, Miguel Hernández supo conmovernos con una poesía íntima, personal y emotiva como reflejan los poemas de su Cancionero y romancero de ausencias.
Después de la Guerra Civil
Los poetas del 27 que sobrevivieron a la Guerra Civil, la mayoría en condición de exiliados, escribieron poemas con un tono social y político, y surgieron tendencias individuales muy particulares en la línea de “poesía de compromiso”, como ocurrió con El contemplado, de Salinas –reflejo de la angustia ante un mundo en crisis-, Clamor, de Guillén –visión deshumanizada ante la confusa realidad que vive-, La desolación de la quimera, en la que Cernuda acentúa su nostalgia, y El poeta en la calle, de Alberti.
Rasgos de estilo comunes
En general, podemos señalar algunos rasgos de estilo comunes:
- a) Entre las figuras retóricas sienten predilección por las metáforas (algunas puras e ingeniosas), los símbolos y las imágenes visionarias (metáforas continuas que afectan a todo un poema).
- b) La métrica es variada: las estrofas utilizadas pueden ser cultas (por ejemplo, el soneto) o populares (villancicos y romances). Crearán poemas con versos nuevos, como los poemas en versos libres, carentes de rima, diversas medidas, el ritmo lo imponen las repeticiones; en versos blancos, medida regular, carentes de rima; en versículos, parecidos a los versos libres pero sin repeticiones rítmicas.
- c) Los temas de sus poemas son, entre otros, el amor, el hombre, la existencia, el compromiso político o la preocupación religiosa. Aun así se caracterizaron por su individualidad.
Estilos personales
Aun así, los poetas del 27 adoptaron estilos muy personales, como fue el caso de Lorca en la elegía titulada Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, el odio y rechazo ante la injusticia en Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, el sentido de la solidaridad y la existencia del hombre en Sombra del paraíso, de Aleixandre, y sobre todo en la figura del que será el epígono de esta generación: Miguel Hernández.