Miguel Hernández
En la década de 1930, la literatura experimentó una rehumanización, dando paso a una poesía comprometida con la realidad, rasgo acentuado por la Guerra Civil. En este contexto, destaca Miguel Hernández, puente entre dos etapas literarias. Su precocidad y relación con la Generación del 27 lo convirtieron en un “genial epígono”, según Dámaso Alonso. Su fuerza humana y contribución a la poesía social abrieron el camino a la posguerra.
Hernández, poeta del pueblo, sufrió los rigores de la existencia: abandono escolar, muerte de su primer hijo, encarcelamiento y muerte por tuberculosis a los 32 años. Su poesía, impregnada de humanidad, gira en torno a tres temas:
- Amor: a su mujer e hijo.
- Dolor y muerte: guerra, hambre, cárcel y ausencia de seres queridos.
- Vida: vitalismo, amor, solidaridad y esperanza en un futuro mejor.
Su trayectoria poética muestra una evolución ideológica, desde el catolicismo hasta la militancia republicana y comunista. Alcanza la plenitud con El rayo que no cesa (preguerra), Viento del pueblo (poesía comprometida) y Cancionero y romancero de ausencias (obra cumbre escrita en prisión).
Blas de Otero
La poesía social denunció la realidad silenciada por el poder, buscando concienciar y superar el estadio histórico. Su estilo sencillo y coloquial, con lenguaje cotidiano, tendía al prosaísmo. Buscando llegar al pueblo, a veces caía en lo banal. Con el tiempo, los poetas sociales comprendieron la limitación de la poesía para transformar el mundo, a diferencia de los cantautores años después.
Blas de Otero (1916-1979) buscaba sacudir conciencias, compartiendo su “tragedia viva”, ya fuera interna o social. Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia (1950), unidos en Ancia, expresan la angustia del hombre ante la muerte y el silencio divino. Pido la paz y la palabra (1955) y Que trata de España (1964) desarrollan su poesía social, donde el poeta se encuentra con otros en su búsqueda solitaria.
Jaime Gil de Biedma
A finales de los 50, surge una poesía que, sin abandonar lo social, busca mayor elaboración del lenguaje y un giro de lo colectivo a lo personal. Sus temas principales son el paso del tiempo, la infancia perdida, el amor, el erotismo, la amistad y la reflexión sobre la creación poética. Defienden la poesía como conocimiento: el poeta indaga en la realidad, proceso que el lector completa. Mantienen el lenguaje coloquial y el verso libre, con humor e ironía.
Jaime Gil de Biedma (1929-1990) ilustra el cambio poético de los 60. Su poesía evoca experiencias personales desde la distancia del tiempo y el escepticismo ante la derrota humana. La cultura se convierte en refugio, y la intertextualidad en recurso habitual. Las personas del verbo (1975) reúne Compañeros de viaje (1959), Moralidades (1966) y Poemas póstumos (1968).