5. LA POESÍA DE 1939 A 1975. CLAUDIO RODRÍGUEZ
Como señálamos al hablar de la Generación del 27, nuestra poesía había iniciado, a partir de esa fecha, un proceso de “rehumanización”:
La preocupación por el hombre como tema poético da lugar tanto a la expresión de problemas existenciales como a una visión del hombre inmerso en los problemas sociales.
Ello conduce a distinguir, en la evolución de la poesía, unas tendencias que van de la citada “preocupación por el hombre” y la sociedad a las inquietudes en torno al lenguaje poético.
La poesía de los años 40 y principios de los 50
Dámaso Alonso señaló dos tendencias en la poesía de este periodo:
Poesía arraigada
Llamados también garcilasistas, pues vuelven sus ojos hacia Garcilaso y hacia otros “poetas del Imperio”; son poetas con una visión del mundo ordenada, serena e, incluso, optimista. Uno de los temas dominantes es un firme sentimiento religioso, junto con otros tradicionales (el amor, el paisaje, las cosas bellas…). A estas carácterísticas responde la poesía de Luis Rosales, Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco, etc.
Poesía desarraigada
Surge a partir de la publicación de “Hijos de la ira” (1944) de Dámaso Alonso.
Es una poesía de agrio tono trágico (que, a veces, fue calificada de “tremendista”, como cierta novela de la época) que muestra un mundo caótico, invadido por el sufrimiento y por la angustia. La religiosidad también está muy presente, pero aquí se manifiesta en desamparadas imprecaciones (exclamaciones) a ese Dios que parece haber abandonado a su suerte al hombre. El estilo ahora es bronco, directo, más sencillo y menos preocupado por las delicadezas estéticas. En esta línea destacan los primeros libros de Gabriel Celaya y Blas de Otero.
-Aparecen también en aquellos años autores difícilmente encasillables como José Hierro y José María Valverde o el “postismo”, movimiento fundado por Carlos Edmundo de Ory, que enlaza con la poesía de vanguardia: pretende ser un “Surrealismo ibérico”.
La poesía social (años 50).
Hacia 1955, se consolida el llamado “Realismo social”. De esa fecha son dos libros de poemas que marcan un hito: “Pido la paz y la palabra” de Blas de Otero y “Cantos iberos” de Gabriel Celaya.
En ellos, ambos poetas superan su anterior etapa de angustia existencial, para situar los problemas humanos en un marco social. También cultivan esta poesía muchos de los que antes se inscribían en la “poesía desarraigada”, como Victoriano Crémer, Eugenio de Nora, Ángela Figuera, Leopoldo de Luis…
Autores como Antonio Machado y Miguel Hernández fueron los precedentes y los hispanoamericanos Pablo Neruda (España en el corazón) y César Vallejo (España, aparta de mí este cáliz), así como Vicente Aleixandre (Historia del corazón) acompañan a estos nuevos poetas.
Se trata de una nueva poesía que, saltando del “yo” al “nosotros”, pretende convertirse en un arma capaz de transformar el mundo; para ello, el poeta debe “tomar partido” ante los problemas que le rodean y hacerse “solidario” de los demás hombres. El lenguaje es claro y el tono coloquial, pues los poetas se dirigen ”a la mayoría”. El tema de España
es obsesivo, como lo muestran estos títulos: Que trata de España (Blas de Otero), España, pasión de vida (Eugenio de Nora).
Una nueva poética (generación del medio siglo).
A finales de los cincuenta aparecíó un grupo de poetas que, sin dejar los temas sociales, buscaba una mayor elaboración del lenguaje poético y un desplazamiento de lo colectivo a lo personal. Para ellos, el poema es un instrumento que permite al poeta -y al ser humano- conocer el mundo y a sí mismo. Los nombres más relevantes son:
Ángel González, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Francisco Brines y Claudio Rodríguez.
Su temática se caracteriza por un retorno a lo íntimo:
El discurrir del tiempo, la evocación nostálgica de la infancia, el amor y el erotismo, la amistad, el entorno cotidiano. En el estilo es muy visible un alejamiento de las tendencias precedentes: del patetismo (dramatismo) de la “poesía desarraigada” y del prosaísmo de los poetas sociales. Si muchos siguen fieles a un estilo conversacional, “hablado”, ello no debe ocultar una exigente labor de depuración y de concentración de la palabra. Cada poeta se propone la búsqueda de un lenguaje personal y un tono cálido, cordial, contrapesado por un frecuente empleo de la ironía.
Claudio Rodríguez
Es uno de los miembros más jóvenes de esta generación. Nacido en Zamora (1934), causó asombro tempranamente con su libro Don de la ebriedad (1953), al que siguieron Alianza y condena o El vuelo de la celebración.
La poesía es para Claudio Rodríguez “un modo peculiar de conocer”, una manera de penetrar en el significado de las cosas, de la vida. En sus poemas, parte frecuentemente de realidades inmediatas y elementales o de experiencias sencillas pero, de manera inesperada, todo se carga de valores simbólicos, de significados profundos. Y esto es inseparable de una profunda uníón con la naturaleza, con la tierra. En cuanto a su estilo, destaca la sobriedad y densidad de su lengua poética, el ritmo perfecto.
Los “Novísimos” (generación del 68).
En 1970 se publica una antología titulada “Nueve novísimos poetas españoles” en la que aparecen, entre otros, Manuel Vázquez Montalbán, Félix de Azúa, Pedro Gimferrer, Guillermo Carnero o Ana María Moix.
Sus referentes son muy significativos: poetas hispanoamericanos como César Vallejo u Octavio Paz, algunos poetas del 27 -sobre todo Cernuda y Aleixandre-, otros posteriores -Gil de Biedma, Valente-, a los que habría que añadir ciertos poetas extranjeros. Se inspiran también en el cine, la música, los cómics. En la temática encontramos lo “personal” (la infancia, el amor o el erotismo) junto a lo “público” (la guerra del Vietnam, la sociedad de consumo). Al lado de tonos serios–
Ecos de un íntimo malestar- aparece una provocadora e insolente frivolidad:
Marilyn Monroe se codea con Che Guevara, y Carlos Marx con Groucho Marx. Frente a la sociedad de consumo son sarcásticos y mordaces. Sin embargo, muestran su “escepticismo sobre las posibilidades que tiene la poesía de cambiar el mundo”. En lo personal y lo político, son inconformistas y discrepantes; pero, como poetas, persiguen metas estéticas.
En efecto, es el estilo lo que les importa ante todo. La renovación del lenguaje poético es, pues, objetivo principal; y ven en el Surrealismouna lección vigente de ruptura con la “lógica” de un mundo absurdo.