Josefina de la Torre es una de las personalidades artísticas más relevantes del panorama hispano y, a su vez,
Una de las más desconocidas. Poetisa, actriz, cantante, dobladora de cine, guionista…, su currículum resulta lo
Suficientemente heterogéneo para los acercamientos tradicionales de las historias de la literatura. Si, además,
Tenemos en cuenta que es mujer y que su obra poética ha tenido una difusión minoritaria, queda en parte
Explicado ese desconocimiento que comentábamos antes.
Nacíó en Las Palmas de Gran Canaria dentro de una de las familias más inquietas del panorama
Intelectual y artístico de la isla. Desde pequeña estuvo en contacto con dos de sus grandes pasiones: el arte
Dramático y la música. Su hermano, el dramaturgo y escritor Claudio de la Torre, desarrollaba sesiones de
Teatro en la casa familiar de Las Canteras donde se representaban, especialmente en verano, obras de autores
Modernos. Josefina dio sus primeros pasos en la interpretación en este Teatro Mínimo.
También comienza su formación como intérprete instrumental y canto. La culminación de estos
Estudios la lleva a Madrid. Allí, en la Residencia de Estudiantes, traba conocimiento con la vanguardia artística,
Especialmente con los poetas que conoceremos como generación del 27 (de hecho, figura en la antología
Preparada por Gerardo Diego, Poesía española contemporánea, que sirvió de piedra fundacional del grupo).
Su relación con el cine es a través de su hermano, Claudio, que era en aquellos años el encargado de
Adaptar los guiones y el doblaje de las producciones de la Paramount. La voz de Josefina será la que doble la de
Marlene Dietrich, entre otras. La Guerra Civil lleva a los hermanos de la Torre nuevamente a Gran Canaria. Para
Afrontar las calamidades económicas, Josefina participa en un proyecto editorial de su hermano, La Novela
Ideal, y escribe relatos de intriga amorosa con el seudónimo “Laura de Cominges”. Acabada la guerra, vuelve a
Madrid como primera actriz del Teatro Nacional María Guerrero.
Su dedicación al teatro y al cine la convierte en una de las actrices más destacadas de la escena
Nacional. Esto le permite montar su propia compañía y colaborar con las más prestigiosas de la época (la de los
Merlo o la de Nuria Espert). Los últimos años están marcados por su dedicación a proyectos televisivos como
Estudio 1 (versiones para televisión de obras teatrales) o la exitosa serie Anillos de oro.
La obra poética de Josefina de la Torre está marcada por un doble vínculo: el primero es la tradición
Modernista insular (especialmente con Saulo Torón) que aparece reflejada en su gusto por la sensorialidad del
Mundo natural. El segundo, los logros de la vanguardia en la que maduró su voz, tales como la articulación
Expresiva de lo popular o la reflexión en el poema de la relación entre la materialidad verbal y la experiencia
Vital.
Su primer libro, Versos y estampas (1927), lo prologa Pedro Salinas, quien destaca la importante
Presencia de lo insular en sus poemas. En 1930, publica Poemas de la isla; le seguirá Marzo incompleto (editado
En 1968, aunque la crítica sitúa su composición en los años treinta) y, finalmente, Medida del tiempo, publicado
En 1989.
Las carácterísticas más destacables de su poesía (atendemos aquí a lo dicho por Dolores CamposHerrero
Y Marianela Navarro Santos) son: la importancia de la memoria (especialmente la infancia y la
Adolescencia en la isla), el valor de lo sensorial, un imaginario de lo femenino diverso (desde la maternidad
Frustrada a la sensualidad), el tono confesional a veces calificado de postromántico, la reinvención del mundo
(su recuperación nostálgica) a través de los objetos cotidianos o el paisaje, la sencillez y transparencia en su
Dicción poética y el uso del versolibrismo.
El poema que ahora comentamos pertenece a su libro Marzo Incompleto.
Dividido en cinco partes (más un poema liminal), este poemario se puede leer casi como un torturado diario
Interior en el que Josefina de la Torre parte de la niñez (con una oscuridad ambiental muy distinta a la claridad
Preciosista de sus primeros libros) y desemboca en su propio funeral. Es un recorrido vital, no de iniciación,
Sino del más profundo desencanto.
(Tema)
Podríamos considerar que el tema esencial del poema que comienza con el verso “Me busco y no me
Encuentro” es justamente la insatisfacción de la poeta consigo misma, insatisfacción que ya se sugiere desde el
Comienzo del texto.
Junto a ello, advertimos la incapacidad de sentirse plena, la escasa aceptación de sí misma Que la autora manifiesta, ya desde el asertivo verso inicial, y que confirma y reitera en el quinto verso casi Dispuesto a modo de cierre: “no me encuentro a mí misma”. Si queremos descubrir correspondencias entre la Propia vida de Josefina de la Torre y el mensaje de su creación poética, podemos recordar cómo la frustración De su maternidad fue una constante reflejada en el poemario Marzo incompleto (título por lo demás muy Sugestivo y elocuente al respecto), al que pertenece el texto que abordamos. Se concentra así en estos cinco versos uno de los motivos de la voz poética de Josefina de la Torre: su Descontento y desasosiego personal, probablemente incrementado por la ausencia del hijo añorado: “Rondo Por las paredes de mí misma”. Esta reivindicación del hijo que nunca pudo tener se explicita aún más en el Desarrollo del poema y particularmente a través de las enumeraciones de los versos 8 y 9. Acaricia, pues, nuestra poeta con estos versos la temática existencial ante el anhelo de desarrollarse Como mujer; pero su discurso también nos trae ecos de la esencialidad y la pureza de Juan Ramón Jiménez, el Que fuera gran mentor del grupo poético del 27. Los versos restantes, una vez expresada la angustia de la Autora, no hacen sino reiterar de modo paralelístico su desconcierto vital al enfatizar en ellos, y casi calcar, la Idea primigenia: “Y rondo por las sordas paredes de mí misma”. (Justificación del carácter literario del texto) Nos encontramos ante un texto lírico que en apenas trece versos es capaz de invitarnos a Cuestionarnos y a interrogarnos sobre nuestro propio yo. Como es bien sabido, de los tres grandes géneros Literarios, el discurso lírico se erige en el formato ideal para compartir nuestro yo más íntimo exteriorizando Todo nuestro mundo. El que creemos tener, pero también el que deseamos ardientemente poseer y, Particularmente en Josefina de la Torre, el que creemos ya perdido y que, llenos de nostalgia y pesadumbre, Constantemente evocamos. Será sin duda el último poemario de la autora grancanaria el que más dominado Esté por esa elegíaca constatación del paso del tiempo. El poema que comentamos ilustra un particular ajuste del molde clásico a formas más dominadas por La imagen y lo intuitivo. Podemos estructurar este texto apoyándonos no solo en la expresión de su mensaje Sino en la elección y en la propia distribución métrica de sus versos. Los cinco primeros se acercan por su Contención a la forma estrófica de la lira, si bien se alternan en ella, junto al habitual heptasílabo (v. 1 y 5) el Alejandrino, en sustitución del convencional endecasílabo (v. 2 y 4), elección que evidencia su herencia Modernista. A partir de ahí, el poema experimenta un ligero cambio y se suceden, hasta el final, solo versos Alejandrinos, agrupados en dísticos o pareados. El eclecticismo de la autora se deja ver en la preferencia por la Regularidad en la medida frente a una mayor libertad en la rima (asonante en algunos versos en i-a). Hay sin duda un tono enigmático en el poema. Este es un rasgo que en la producción lírica de Josefina De la Torre fue creciendo con el paso del tiempo hasta desembocar en soluciones surrealistas, que son Destacadas en sus dos últimos poemarios. El tono enigmático es evidente, pues, en este poema de Josefina de la Torre. Por un lado, gracias al Apoyo de los versos alejandrinos, unidades extensas con las que la autora, en algunos momentos, parece querer Estar más cerca de la prosa que del propio verso; por otro, con la ayuda del empleo reiterativo de algunos Recursos estilísticos. Así, los primeros versos exponen contundentemente (pero a la vez con contención) lo que parece una Desconcertante y desmedida situación vital. Y lo hace desde la certeza y la atemporalidad que le confiere el Empleo paralelístico e hiperbólico de los presentes de indicativo, dispuestos siempre al inicio de los versos y en Sutil crescendo: “Me busco”, “Rondo”, “interrogo”, “no acierto”, “no me encuentro”. En el nivel fónico, la Aliteración de la consonante r dota de especial sonoridad a estos versos iniciales. A partir de ahí, los versos Siguientes parecen querer detenerse a explicar más detenidamente la situación. El concepto “tiempo” aparece Con el empleo del adverbio “ahora” (v. 6), con los gerundios que insisten en la permanencia de la desazón: “tanteando” (v.7), “esperando” (v. 13) y con el verbo en pasado “no pude” (v. 8) que abre la enumeración en Polisíndeton (y metafórica) “tierra, ni esencia, ni armónía,” que junto con la respectiva (pero ahora en Asíndeton) del verso siguiente: “fruto, sonido, creación, universo”, parecen evocar la reivindicación del hijo Aludida más arriba. Comprobamos pues cómo el carácter compacto de la poesía de Josefina de la Torre se evidencia a lo Largo de todo el poema. Formalmente, y como ya se ha dicho, desde la elección de los versos hasta en los Recursos predominantes: el paralelismo, las enumeraciones y las sutiles gradaciones ascendentes que ellas Contienen. Lo apreciamos también en el nivel semántico (aparte de en la hipérbole mencionada), en la Presencia armoniosa de metáforas e imágenes intuitivas (algunas más herméticas), distribuidas con Generosidad a lo largo del poema: “oscuras paredes” (v. 2), “torpe vacío” (v. 3), “eco de mis incertidumbres” (v. 4), “dormida en las tinieblas” (símil en el v. 6), “la noche de todas las esquinas” (v. 7), “desalentado y lento Desgranarse” (v. 10). Observamos además cómo, y antes de producirse el cierre del poema (donde vuelve a la Expresión primera), la poeta emplea, entre los versos 10 y 11, el único encabalgamiento de todo el texto. Se Trata de un encabalgamiento de tipo oracional que fija la atención en el que, probablemente, pueda ser Considerado el enunciado más críptico de todo el poema: “que convierte en preguntas todo cuanto es herida” (v. 11).
Junto a ello, advertimos la incapacidad de sentirse plena, la escasa aceptación de sí misma Que la autora manifiesta, ya desde el asertivo verso inicial, y que confirma y reitera en el quinto verso casi Dispuesto a modo de cierre: “no me encuentro a mí misma”. Si queremos descubrir correspondencias entre la Propia vida de Josefina de la Torre y el mensaje de su creación poética, podemos recordar cómo la frustración De su maternidad fue una constante reflejada en el poemario Marzo incompleto (título por lo demás muy Sugestivo y elocuente al respecto), al que pertenece el texto que abordamos. Se concentra así en estos cinco versos uno de los motivos de la voz poética de Josefina de la Torre: su Descontento y desasosiego personal, probablemente incrementado por la ausencia del hijo añorado: “Rondo Por las paredes de mí misma”. Esta reivindicación del hijo que nunca pudo tener se explicita aún más en el Desarrollo del poema y particularmente a través de las enumeraciones de los versos 8 y 9. Acaricia, pues, nuestra poeta con estos versos la temática existencial ante el anhelo de desarrollarse Como mujer; pero su discurso también nos trae ecos de la esencialidad y la pureza de Juan Ramón Jiménez, el Que fuera gran mentor del grupo poético del 27. Los versos restantes, una vez expresada la angustia de la Autora, no hacen sino reiterar de modo paralelístico su desconcierto vital al enfatizar en ellos, y casi calcar, la Idea primigenia: “Y rondo por las sordas paredes de mí misma”. (Justificación del carácter literario del texto) Nos encontramos ante un texto lírico que en apenas trece versos es capaz de invitarnos a Cuestionarnos y a interrogarnos sobre nuestro propio yo. Como es bien sabido, de los tres grandes géneros Literarios, el discurso lírico se erige en el formato ideal para compartir nuestro yo más íntimo exteriorizando Todo nuestro mundo. El que creemos tener, pero también el que deseamos ardientemente poseer y, Particularmente en Josefina de la Torre, el que creemos ya perdido y que, llenos de nostalgia y pesadumbre, Constantemente evocamos. Será sin duda el último poemario de la autora grancanaria el que más dominado Esté por esa elegíaca constatación del paso del tiempo. El poema que comentamos ilustra un particular ajuste del molde clásico a formas más dominadas por La imagen y lo intuitivo. Podemos estructurar este texto apoyándonos no solo en la expresión de su mensaje Sino en la elección y en la propia distribución métrica de sus versos. Los cinco primeros se acercan por su Contención a la forma estrófica de la lira, si bien se alternan en ella, junto al habitual heptasílabo (v. 1 y 5) el Alejandrino, en sustitución del convencional endecasílabo (v. 2 y 4), elección que evidencia su herencia Modernista. A partir de ahí, el poema experimenta un ligero cambio y se suceden, hasta el final, solo versos Alejandrinos, agrupados en dísticos o pareados. El eclecticismo de la autora se deja ver en la preferencia por la Regularidad en la medida frente a una mayor libertad en la rima (asonante en algunos versos en i-a). Hay sin duda un tono enigmático en el poema. Este es un rasgo que en la producción lírica de Josefina De la Torre fue creciendo con el paso del tiempo hasta desembocar en soluciones surrealistas, que son Destacadas en sus dos últimos poemarios. El tono enigmático es evidente, pues, en este poema de Josefina de la Torre. Por un lado, gracias al Apoyo de los versos alejandrinos, unidades extensas con las que la autora, en algunos momentos, parece querer Estar más cerca de la prosa que del propio verso; por otro, con la ayuda del empleo reiterativo de algunos Recursos estilísticos. Así, los primeros versos exponen contundentemente (pero a la vez con contención) lo que parece una Desconcertante y desmedida situación vital. Y lo hace desde la certeza y la atemporalidad que le confiere el Empleo paralelístico e hiperbólico de los presentes de indicativo, dispuestos siempre al inicio de los versos y en Sutil crescendo: “Me busco”, “Rondo”, “interrogo”, “no acierto”, “no me encuentro”. En el nivel fónico, la Aliteración de la consonante r dota de especial sonoridad a estos versos iniciales. A partir de ahí, los versos Siguientes parecen querer detenerse a explicar más detenidamente la situación. El concepto “tiempo” aparece Con el empleo del adverbio “ahora” (v. 6), con los gerundios que insisten en la permanencia de la desazón: “tanteando” (v.7), “esperando” (v. 13) y con el verbo en pasado “no pude” (v. 8) que abre la enumeración en Polisíndeton (y metafórica) “tierra, ni esencia, ni armónía,” que junto con la respectiva (pero ahora en Asíndeton) del verso siguiente: “fruto, sonido, creación, universo”, parecen evocar la reivindicación del hijo Aludida más arriba. Comprobamos pues cómo el carácter compacto de la poesía de Josefina de la Torre se evidencia a lo Largo de todo el poema. Formalmente, y como ya se ha dicho, desde la elección de los versos hasta en los Recursos predominantes: el paralelismo, las enumeraciones y las sutiles gradaciones ascendentes que ellas Contienen. Lo apreciamos también en el nivel semántico (aparte de en la hipérbole mencionada), en la Presencia armoniosa de metáforas e imágenes intuitivas (algunas más herméticas), distribuidas con Generosidad a lo largo del poema: “oscuras paredes” (v. 2), “torpe vacío” (v. 3), “eco de mis incertidumbres” (v. 4), “dormida en las tinieblas” (símil en el v. 6), “la noche de todas las esquinas” (v. 7), “desalentado y lento Desgranarse” (v. 10). Observamos además cómo, y antes de producirse el cierre del poema (donde vuelve a la Expresión primera), la poeta emplea, entre los versos 10 y 11, el único encabalgamiento de todo el texto. Se Trata de un encabalgamiento de tipo oracional que fija la atención en el que, probablemente, pueda ser Considerado el enunciado más críptico de todo el poema: “que convierte en preguntas todo cuanto es herida” (v. 11).