Platón y su teoría de las ideas

Platón biografía

Platón nació en Atenas el año 427 a.C., hijo de una influyente familia, y murió en la misma ciudad el año 348 a.C. Dos elementos influyeron en su vida y en su filosofía de forma decisiva: su vocación política y sus relaciones con Sócrates. Platón tenía 20 años cuando conoció a Sócrates, quien influyó en su decisión de dejar los intentos literarios que había hecho hasta entonces y dedicarse a la filosofía. Profundamente impresionado por la condena y muerte de Sócrates, Platón se alejó de su ciudad y realizó largos viajes, que lo llevaron hasta Egipto y, tal vez, hasta otros países de oriente. En Sicilia pasó luego una larga temporada, y allí recibió la influencia de los pitagóricos, como quedará reflejado en su pensamiento posterior. Sus ideas políticas (su concepción del gobernante-filósofo) le movieron a intentar educar en la filosofía al tirano Dionisio de Siracusa, empeño en el que fracasó estrepitosamente. Esas mismas ideas lo llevaron a fundar la Academia en el año 387 a.C., centro dedicado a formar sabios que pudieran dedicarse a la política, donde enseñaba a sus discípulos sin cobrarles nada. A esta actividad se dedicó prácticamente el resto de su vida, hasta que murió a la edad de 80 años. Platón escribió muchas obras, generalmente diálogos, en los que suele aparecer su maestro Sócrates. Los más importantes son: Gorgias, sobre la virtud y la cuestión de si se puede enseñar.

La teoría de las ideas

Con el entendimiento se alcanza el conocimiento de lo que realmente es, muchas veces llamado por Platón lo realmente “ente”. Para Platón, el conocimiento es intuitivo y lo que se conoce son ideas, que en griego proceden del verbo ver. La palabra idea tiene dos sentidos, uno como acto de la mente que conoce (la idea subjetivamente considerada), otro sentido, como el objeto que se conoce (idea objetiva). Platón utiliza la palabra idea siempre en el segundo sentido. Las características del ser de Parménides son las que da Platón a la idea; es inmutable, única, independiente y eterna. Las ideas no pertenecen al mundo que vemos, es decir, al sensible. Ni siquiera están en nuestro pensamiento, son una realidad auténtica y su mundo es el de las ideas. Además, las ideas son el paradigma o el modelo de todas las cosas que encontramos en el mundo sensible. Todas las cosas sensibles reflejan la realidad de las ideas, y en su forma imitan lo que las ideas son. Las cosas del mundo sensible en realidad no son propiamente, solo tienen la forma de una idea. Un hombre que encontramos por la calle no es “el hombre”, tiene forma de hombre, nada más. Ni es inmutable, ni eterno, ni independiente, ni único. La multiplicidad de seres que encontramos en la naturaleza se debe a que muchas cosas pueden participar de una idea en diversos grados, y por lo mismo, lo que es común o similar que encontramos en las cosas es porque participan de la misma idea. Las ideas son la esencia auténtica de todas las cosas. Lo que une al mundo sensible con el mundo inteligible, con las ideas, es precisamente la participación. Concepto clave de la teoría y que debemos entender como el acto por el cual varios son parte de un todo, conservando algo de ese todo, y sin que el todo pierda nada. El mundo sensible participa del mundo de las ideas porque las cosas materiales toman la forma de las ideas, y en este sentido son lo que son, pero toman la forma solamente en parte, porque son una realización múltiple, y cambiante, y en este sentido podemos decir que no son. El verdadero ser es la idea. La otra manera de estar unidos los dos mundos es la ejemplaridad ética, camino contrario al de la participación. La participación es un camino descendente que va de las ideas a las cosas materiales, la ejemplaridad ética es un camino ascendente que va desde las cosas materiales a las ideas. Las ideas son el fin, el hacia donde se dirigen las cosas materiales. El mundo de las ideas está jerarquizado.

En cierta manera unas ideas participan de otras. Este modo de participación se llama comunicación. La comunicación explica que todas las ideas sean ser en sí, jerárquicamente, porque todas participan de la idea de Bien. Cada idea de orden inferior está incluida en otra idea de orden superior, la cual, a su vez, incluye otras ideas al mismo tiempo que está contenida dentro de una idea de orden superior. Esta jerarquización de las ideas culmina en la idea suprema, la idea de Bien. Dicha idea no debe entenderse en su sentido meramente moral, sino que la idea de Bien es equivalente a la de Orden, y es un principio de inteligibilidad o de racionalidad, por ello podemos decir de una cosa que está «bien» en la medida en que realiza todas las funciones que le son propias según sus fines. Así, la idea de Bien como culminación de todas las ideas indica que todas ellas están ordenadas jerárquicamente según un orden, y es la que permite que, en el mundo de las ideas, todo cuanto es sea como debe ser, es decir, según su orden. En la cumbre de la jerarquía de ideas se sitúan de menor a mayor las ideas de Justicia, Belleza y Bien. El bien es lo más perfecto, la causa de todo lo justo y de todo lo bello. La idea que ofrece toda verdad. El bien tiene un doble papel: Difusivo y Unitivo. Difusivo porque es causa de todo y unitivo porque es la cúspide de toda la realidad.
Ante la pregunta ¿Cuántas ideas existen?, cabe contestar:
– Hay tantas ideas como especies de cosas en el mundo sensible.

– Hay tantas ideas como conceptos abstractos podamos pensar.

En los últimos diálogos Platón tiene ciertas dudas sobre la teoría de las ideas, al tener que admitir ideas que se corresponden con la esencia de cosas ridículas. Así, Platón evoluciona, por influencia pitagórica, de lo cualitativo a lo cuantitativo, concibiendo las ideas como esencias objetivas, realmente existentes, independientes de la mente humana, y son el fundamento del conocimiento, a la vez que las bases ontológicas del conjunto del mundo sensible. Y no es necesario afirmar (como lo había hecho en “La República”) que hay ideas de todas las cosas (incluidas las artificiales, como las mesas o las camas), sino sólo es preciso aceptar la existencia de algunas clases de ideas: la idea del Bien, la de la Belleza, la Verdad y la Simetría; las ideas éticas y las virtudes fundamentales (justicia, sabiduría, templanza, fortaleza), y las ideas de las relaciones y entidades matemáticas y lógicas (mayor que, menor que, igual a, etc.).
La estructura de las ideas es dialéctica, puesto que unas ideas son fundamento ontológico de los seres sensibles, y a la vez están en comunicación con otras ideas superiores. Ascendiendo de idea en idea se llega progresivamente a una manifestación más universal de la realidad, hasta alcanzar la idea de bien. Esta dialéctica pretende superar la oposición establecida por Heráclito y Parménides.