Nos encontramos frente a “un día habrá una isla”, poema creado por el canario Pedro García Cabrera, nacido en Vallehermoso, la Gomera, 1905 y muere en Santa Cruz de Tenerife el 1981. Nuestro autor perteneció a la Generación del 27 y se caracterizó sobre todo por su crítica política, y por sus ansias de libertad.
Primero pasamos por las corrientes vanguardistas, como el ultraísmo y el creacionismo. Posteriormente prosigue con una etapa neopopularista, una vertiente literaria manifestada en algunos poetas de la generación del 27 que responde a una tendencia de volver sobre las fuentes de la poesía popular. Continúa con una poesía abstracta, y posteriormente con el surrealismo, correspondiendo a una nueva forma de expresión estética que busca liberar el poder creador del hombre y la liberación del lenguaje con respecto a los límites de la expresión lógica. Así, prosigue con una poesía desarraigada sobre los años 40, una corriente literaria de tono trágico y temática existencial. Y finaliza con una etapa de poesía social, sobre los años 50 y 70, una tendencia literaria marcada por el compromiso político y social, al igual que Pedro Lezcano.
Dentro de esta última tendencia, destacan las siguientes obras de Pedro García Cabrera: “Día de alondras” (1951), “La esperanza me mantiene” (1959), “Entre cuatro paredes” (1968), “Vuelta a la isla” (1968), “Hora punta del hombre” (1970), “Las islas en las que vivo” (1971), obra que nos corresponde y “Elegías muertas de hambre” (1975).
En concreto en “un día habrá una isla” este autor canario presenta una serie de temas ligados primordialmente a la situación en la que se encontraba, un momento histórico marcado por Franco. De esta forma, la libertad se presenta como el sueño que el autor pretende llegar, reflejada en todo momento por la figura de una isla como el objetivo logrado, lo que además expresa su amor por ellas, un tema necesariamente tratado en todas sus obras, expresado en este en concreto en “un día habrá una isla”. Así en contraste, el dolor ante el encadenamiento de su libertad también se expresa, como ese “silencio amordazado”, que tanto caracteriza a la época en la que vive. De esta forma la fortaleza frente a este hecho es lo que Pedro García pretende reflejar en su obra junto a un llamamiento colectivo ante la búsqueda y el encuentro de esa liberación, una esperanza vinculada al un día habrá.
Por otra parte, el poema sigue una estructura de 18 versos en la que se combinan a gusto de nuestro autor aquellos heptasílabos y endecasílabos. Es por ello, por lo que el autor para la creación de este poema se apoye en una silva, una estrofa de extensión indeterminada, en donde existe la posibilidad de intercalar versos sueltos sin rimas concreta dentro del poema, suelen ser de rima consonante, pero en este caso, García Cabrera se sirve de rima asonante en los pares. Los encabalgamientos por otra parte son numerosos (donde el verso continúa hasta el siguiente), como por ejemplo en: “Cuando mis palabras se liberen del combate en el que muero y en el que vivo”.
A su vez, y embelleciendo su transcurso, Pedro García presenta en la obra una serie de recursos estilísticos, de tal forma que presenta una metáfora en “manos de esperanza”, junto con ciertas personificaciones “silencio amordazado”. Emplea además paralelismo “Aquellos que no […], aquellos que no […]” y una antítesis entre “en que muero y en que vivo”. Además aparece una hipérbola “de mirarse la cara en sus heridas”. Y por último, emplea una repetición de un único verso “que no sea silencio amordazado”, con el que introduce y finaliza la obra, imponiendo esa necesidad libertina.
Esas reiteradas ansias de libertad se manifiestan como un gran premio, el cual se refleja en el mar, que es considerado su gran regalo. En contraposición, el “silencio amordazado” se presenta como esa escasa libertad, una falta de libertad de expresión que quiere transmitir mediante la expresión “carne viva”, debido a que lo vivió en primera persona, en sus propias carnes. Por otro lado el “horizonte” representa la vida y esperanza futura, que comparte lugar con el sufrimiento de aquello vivido y que se vive (“rumbo en las tormentas”). Y por último, y mostrando nuevamente su amor incondicional por Canarias, se encuentra simbolizada tanto la figura de sus isleños como el amor y el corazón canario respectivamente en: “cuantos partan el pan” y “corazón”.
Por otra parte no encontramos ante un léxico totalmente esperanzado y opresivo. Primeramente, aquellos que aspiran a algo mejorado, como: libertad, esperanza, por otro lado aquellos que muestran un léxico bélico, como combate, heridas y por último, los que muestran ese desgarrador temor e impotencia: muero, silencio, rabia, tormentas, etc.
Además, en cuestión a los tiempos verbales, el futuro y el presente imperan durante toda la composición lírica, de tal forma que muestran simultáneamente el deseo de esperanza ante esa reiterada libertad y la continuidad de dejar atrás esa situación tan devastadora personalmente dada a la ausencia de la posibilidad de expresar todo aquello que desea.
Pedro García Cabrera, se muestra deseoso de una libertad que no logra alcanzar, mostrando y plasmando en su poema esa necesidad de libertinaje inmediato que demanda desde esa prisión, a la que él y sus contemporáneos se encuentran sometidos. De esta forma, refleja constantemente en esa isla el premio de haber obtenido ese objetivo tan deseado, dado a su condición de isleño, un amor por Canarias que se muestra como su fiel compañera en el transcurso de todas sus obras. Así, todo ello, componen un gran cántico a la libertad, esperanzador y lleno de fortaleza.
OPINIÓN PERSONAL
“Habrá una isla”, por ello, no solo se ha convertido en una composición lírica en donde la demanda se sitúa en primera cabeza, sino también en una constante llamada
a la libertad, una muestra de ansias frente a ese encarcelamiento lingüístico, en un momento en el que las palabras que no seguían los ideales de un único humano podrían provocar la muerte sin remedio de muchos.
Así, ese derecho fundamental señalado tanto en las constituciones, como convertido en una necesidad con prácticamente la misma importancia de poseer una vida digna con unos requisitos básicos cubiertos, se transforma en ocasiones en nuestro mundo en un objetivo dejado de lado, oprimido por las situaciones a las que se encuentran sometidos sus ciudadanos.
Ecuador, Irán o Cuba, son ejemplos claros de una restricción abierta al mundo de la libertad de expresión de sus cercanos. La represión contra aquellos que salen del marco, busca como único fin un mantenimiento del poder de ciertas personas, provocando una actitud tirana, donde las ejecuciones, como método más eficaz, se vuelve le peor enemiga de todos aquellos que pretenden decir lo que piensan, mostrar sus ideas y sentir el privilegio de no tener ataduras y no callar.
Nosotros mismos nos sorprenderíamos si de un día para otro comentar aquello que nos vuela por la mente o simplemente quejarnos sobre una situación que nos parece injusta nos lo quitaran y nos obligasen a callar, sin condición ni excusa alguna.
Por ello, podemos observar en cierta medida una libertad de expresión escondida, mientras que en otros países se proclama como si de algo cotidiano se tratara. Es por lo tanto, de nuevo, una realidad en la que el mundo se encuentra fragmentado, dos partes unidas, separadas por las barreras del atraso, el hambre o la cultura.