LA LÍRICA ESPAÑOLA DESDE 1940 HASTA LOS AÑOS 70
Introducción
El final de la Guerra Civil (1939) cambia radicalmente el panorama de la poesía española. Algunos de nuestros grandes poetas mueren durante el conflicto (Antonio Machado, Miguel de Unamuno, Federico García Lorca); para otros supone el exilio (Juan Ramón Jiménez, la Generación del 27), salvo para Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso y Gerardo Diego que en España influirían en los poetas de posguerra. Tras la Guerra Civil española da comienzo la dictadura del general Franco y una dura posguerra marcada por la pobreza, la censura y el exilio de muchos intelectuales. En los años 40 junto a la figura más destacada del período, Miguel Hernández, aparecen nuevas revistas con diversas orientaciones poéticas: Escorial, Garcilaso, Espadaña, Postismo o Cántico. Durante los años cincuenta las circunstancias sociales y políticas empiezan a cambiar gracias al reconocimiento internacional del régimen de Franco, que traerá un incipiente desarrollo industrial y económico. En este nuevo contexto sociopolítico se crea la necesidad de dar testimonio de la situación de España a través de la literatura: la poesía social. Hacia 1960 aparecen las primeras críticas a la literatura realista social, por su pobreza de estilo y por su esquematismo temático. Se tiende hacia una renovación de temas y formas. En este cambio estético, junto al agotamiento de la poesía social, influyó la evolución de la sociedad española. Se pondrá fin a la autarquía económica y al aislamiento internacional del régimen franquista. De un lado, en 1959 se pone en marcha el Plan de Estabilización económico pilotado por los tecnócratas franquistas y en ese mismo año se produce la visita del presidente norteamericano Eisenhower que culminará el proceso de una cierta apertura hacia el exterior del régimen de Franco: ingreso en la ONU en 1955, gracias a la instalación de las bases norteamericanas en suelo español, acordada en el pacto de Madrid de 1953.
1) PANORAMA POÉTICO DESDE 1939. MIGUEL HERNÁNDEZ
Resulta complicado sistematizar la poesía de los años cuarenta, pues coinciden en esta época autores de diferentes generaciones y escuelas: poetas vinculados a la Generación de 1927 como Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre, y jóvenes de la denominada generación de 1936, a los que debe unirse la singular figura de Miguel Hernández.
La figura más destacada de este primer período de posguerra es, sin duda, Miguel Hernández (1910-1942). Dámaso Alonso le ha llamado “genial epígono” del grupo de 1927. Como ellos fue capaz de conjugar las técnicas clásicas y las vanguardistas, con la tradición popular. Por su contribución a la poesía social, su influencia será decisiva. Tras su primer libro gongorista, Perito en lunas (1933, 42 octavas), alcanza su plenitud poética con El rayo que no cesa (1934-1936). Sus temas nucleares son la vida, el amor y la muerte. La mayor parte de los poemas son sonetos, en los que alcanza la perfección. Es célebre la “Elegía a Ramón Sijé”, su amigo íntimo. Su compromiso político se observa ya en los poemas de 1935. Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1939) son obras de poesía comprometida. Su contenido oscila entre la elegía, la exaltación heroica, la poesía de combate y lo social.
En Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941), compuesto en su mayor parte en la cárcel, su expresión se acerca más a la poesía oral y a la copla popular. Los temas son su situación de prisionero, el amor a la esposa y al hijo -frustrado por la separación-, las consecuencias de la guerra. Es famoso el dedicado a su hijo “Nanas de la cebolla”.
1.1) Las revistas y primeras tendencias
Se marcan dos grandes tendencias poéticas representativas de los años cuarenta: la poesía arraigada, de carácter neoclasicista, y la poesía desarraigada o existencial, de tono trágico y expresión sencilla.
1.1.1) La poesía arraigada
En 1940 Dionisio Ridruejo funda la revista Escorial y en 1943 José García Nieto, la revista Garcilaso, de ahí que se les llamara “garcilasistas”. Sus propósitos estaban claros: volver a las formas clásicas desechando la poesía pura y libérrima de la generación del 27, así como el vanguardismo y en especial el surrealismo. Valoran, por el contrario, las formas clásicas, como el soneto. Junto a los temas tradicionales (el amor, la naturaleza, etc.), el dominante será el tema religioso. Entre otros, podemos citar a los siguientes poetas: José García Nieto, Luis Rosales, Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco y Dionisio Ridruejo.
1.1.2) La poesía desarraigada y otras tendencias
En 1944 surge en León la revista Espadaña, que publicará 48 números hasta 1950, marca un nuevo rumbo a la poesía española de los cuarenta: una rehumanización de la poesía. Sus fundadores son Eugenio de Nora, Victoriano Crémer y García Lama. En Espadaña se defienden como principios estéticos: una poesía menos blanda, menos tópica, de lenguaje más directo y tono bronco; menos preocupada por los elementos estéticos, por tanto, antiformalista; emplean el versículo de tono prosaico, aunque el soneto perdura en algunos poetas. Por lo que se refiere a los temas, pretende instaurar una poesía realista, comprometida con la situación existencial e histórica del hombre, invadida por la angustia que producía el mundo deshecho y caótico de la España de la posguerra. El tema religioso adquiere un tono existencial en las abundantes preguntas que el poeta plantea a Dios sobre el sentido del sufrimiento humano. Por eso, Espadaña se ha considerado vehículo impulsor de la poesía de testimonio que va a aflorar en la década siguiente.
En el mismo año de 1944, dos libros – con la misma orientación- aparecen escritos por poetas del 27: Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, y Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre. En el primero de estos libros, Dámaso Alonso opta, frente al predominio del soneto, por el versículo para dirigir su protesta global contra un dios al que increpa con el fin de manifiestar su angustia existencial frente al sufrimiento humano; una protesta vigorosa provista de una retórica inflamada.
Por último, debemos referirnos a dos tendencias minoritarias. De un lado, surge el Postismo. Es la abreviatura de postsurrealismo y el título de una revista, de un solo número, fundada en 1945 por Carlos Edmundo de Ory, uno de los mejores poetas de posguerra. El surrealismo resurge. Domina un aspecto lúdico, antisocial y antiacadémico que han consagrado poetas como J.E. Cirlot y Ángel Crespo. De otro lado, en Córdoba aparece en 1947 la revista -y el grupo- Cántico, que propugna una poesía intimista, sensual y neobarroca, encabezada por poetas como Pablo García Baena, Juan Bernier y Ricardo Molina.
2) LA POESÍA SOCIAL
En 1952, publica Francisco Ribes la Antología Consultada de la joven poesía española. La integran los siguientes poetas: Carlos Bousoño, Gabriel Celaya, Victoriano Crémer, Vicente Gaos, José Hierro, Rafael Morales, Eugenio de Nora, Blas de Otero y José María Valverde. Los temas tratados por ellos son un humanismo desgarrado, la angustia existencial y el drama del hombre y de España. Rechazan el esteticismo de minorías y pretende llegar a un público amplio, y se adhiere, además, al concepto temporalista de poesía de Antonio Machado -“la poesía es palabra en el tiempo”- y al lema de Vicente Aleixandre, “la poesía es comunicación”.
La preocupación por los contenidos -de índole moral, que expresen los problemas sociales y políticos de España- es mayor que el interés por los elementos puramente estéticos. Los poetas buscan un acercamiento a la mayoría, se produce el paso del yo al nosotros. Surgirá así una corriente de poesía social, que cristaliza en la obra de Blas de Otero y Gabriel Celaya, y que será la predominante en la década de los 50 hasta aproximadamente 1965. Es una literatura de urgencias, y se considera un instrumento para transformar la sociedad mediante la denuncia de la injusticia y la solidaridad con los oprimidos. Como la novela, la poesía social se constituye en testimonio sobre las realidades colectivas y de grupo.
Esta poesía nació por unas causas muy concretas: la situación nacional y europea al término de la Segunda Guerra Mundial, las tensiones internas de la Guerra Fría, y el propósito de colaborar en la transformación de esta situación social, a lo que debe unirse el ambiente literario anterior. Sus presupuestos estéticos son claros: una poesía realista, de orientación narrativa y vocación eminentemente comunicativa en la que predomina el tema sobre la forma, con tendencia a la sencillez y la repetición de estructuras formales, incluso una deliberada tendencia hacia el prosaísmo.
Los temas, lógicamente a partir de sus presupuestos ideológicos, son los que afectan a la colectividad: condiciones precarias de la guerra y la postguerra, la injusticia y la solidaridad, también se recupera el tema de España en reflexiones políticas sobre la sociedad española y, en la época final, motivos internacionales: capitalismo internacional, antibelicismo, Vietnam, figura del guerrillero hispanoamericano (“Ché” Guevara)…
Junto a Blas de Otero, el más destacado, debemos citar también a Gabriel Celaya y José Hierro. Obras significativas de estos poetas son Cantos iberos (1955) de Gabriel Celaya, Quinta del 42 (1952) de José Hierro y Pido la paz y la palabra (1955) de Blas de Otero.
3) LA DÉCADA DE LOS SESENTA. LA SUPERACIÓN DE LO “SOCIAL”
La Generación de 1950 la integran poetas nacidos entre 1925 y 1935 que no han participado activamente en la guerra -los “niños de la guerra”-.
Entre otros son: Ángel González, José Ángel Valente, Claudio Rodríguez, José Manuel Caballero Bonald, Antonio Gamoneda y los poetas de la Escuela de Barcelona: Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo y Carlos Barral. Sus primeros libros aparecen hacia 1955. En ellos hay una voluntad decidida de superar lo “social” como tema. Reprochan a la poesía social su excesivo prosaísmo y la ausencia de lo personal en sus poemas. No rechazan las formas realistas ni el compromiso social de la poesía anterior, pero sí su intención política.
Otro hecho relevante en esta promoción de poetas es, algo desconocido hasta entonces, su apertura a muy diversas influencias: tanto poetas extranjeros -T.S. Elliot, Ezra Pound o Constantino Cavafis, los poetas clásicos latinos- como españoles (Cernuda, Aleixandre, Guillén, Machado).
Son rasgos característicos del estilo poético de esta generación:
- Poesía como conocimiento y poesía como experiencia. Conciben la poesía como un modo de conocimiento propio y del mundo (Valente). El poema no es un estado de ánimo, sino una exigente labor. Sus temas proceden de la indagación de su subjetividad, la experiencia personal (poesía como experiencia):
- evocación de la infancia como paraíso, que se solapa a veces con las escenas de la guerra (Biedma, Goytisolo) y la postguerra;
- el amor de modos muy diversos, aunque se resuelve generalmente de manera poco convencional, sin desdeñar en ocasiones el erotismo.
- Lo religioso, por el contrario, no abunda demasiado. Probablemente, como reacción a la etapa anterior.
- Respecto al «yo social», abundan los poemas sobre la amistad. Habituales son, también, las composiciones sobre las situaciones opresivas o injustas.
- Por último, la propia poesía es tema frecuente. Bien se indaga sobre el proceso de creación (Valente) o bien se introducen guiños intertextuales (Gil de Biedma, Valente).
- Realismo. En la atención por lo cotidiano se observan rasgos de sinceridad, actitud cívica y compromiso (Ángel González). Comparten con los poetas sociales su visión crítica de la realidad y una similar atención a los problemas de la colectividad: solidaridad y compromiso. Es característica su actitud humanista, su preocupación por los problemas del ser humano, tanto morales y sociales como existenciales e históricos. Pero no hacen de ello proclama política abierta.
- Uso de la sátira y la ironía. Por medio del humor y la ironía se revela su inconformismo. La visión negativa de la naturaleza humana desemboca en un doloroso escepticismo.
- Dignificación del lenguaje poético. Muestran un gran interés por la obra bien hecha. Entienden el poema como una forma de comunicación sujeta a la métrica y retórica. Su estilo, no obstante, se caracteriza por su naturalidad y la utilización del lenguaje coloquial. Los poemas frecuentemente adoptan una estructura narrativa, aparecen anécdotas de la vida cotidiana. En la métrica, abandonan la rima y las estrofas clásicas, aunque abundan los endecasílabos y los versos breves de cinco y siete sílabas.
Merecen destacarse algunas obras: Moralidades, de Gil de Biedma; Conjuros de C. Rodríguez; Descrédito del héroe, de Caballero Bonald, La memoria y los signos, de Valente; Claridad, de José Agustín Goytisolo; Áspero mundo de Ángel González; Sublevación inmóvil de A. Gamoneda.