Oposición política y movimientos sociales durante la Restauración

LA OPOSICIÓN POLÍTICA AL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN

El carlismo

En 1876, tras finalizar la Tercera Guerra Carlista, se prohibió la estancia en España de Don Carlos, y el carlismo entró en una grave crisis cuando destacados miembros de sus filas reconocieron a Alfonso XII como rey. Los focos del carlismo seguían localizándose en Navarra, el País Vasco y Cataluña.

Tras la muerte de Alfonso XII, y ante la imposibilidad de que la rama carlista ocupase la Corona, el carlismo vivió una escisión entre los que decidieron adaptarse a la nueva situación y participar del juego político para obtener representación en las Cortes, y los católicos intransigentes, liderados por Ramón Nocedal, que finalmente terminaron fundando el Partido Integrista. El carlismo tuvo escasa representación parlamentaria e incluso algunos sectores minoritarios intentaron levantamientos sin éxito.

Los republicanos

Tras la experiencia frustrada del Sexenio Democrático, el republicanismo español quedó debilitado y dividido en diferentes tendencias, aunque su ideario mantenía unos puntos en común:

  • Consideraban que el régimen republicano era más democrático que la monarquía constitucional.
  • Defendían un Estado laico y sus programas tenían un claro tono anticlerical.
  • Estaban a favor del sufragio universal masculino.
  • Mostraban una preocupación por los problemas de las clases populares.

Los diferentes partidos republicanos que se configuraron a finales del siglo XIX son:

  • El Partido Posibilista, liderado por Emilio Castelar, era un partido moderado que consideraba posible que la monarquía asumiese principios democráticos. Terminará integrándose en el Partido Liberal de Sagasta.
  • El republicanismo más radical vivirá una escisión por sus diferentes estrategias para llegar a la República: el Partido Republicano Progresista de Ruiz Zorrilla, apoyaba pronunciamientos militares y levantamientos populares en favor de la República; mientras que el Partido Republicano Centralista, liderado por Nicolás Salmerón, preferían la vía electoral.
  • El Partido Federal de Pi y Margall defendía un modelo de Estado descentralizado y eran los más cercanos a las asociaciones obreras.

La implantación del sufragio universal masculino en 1890, impulsado por el gobierno de Sagasta, supuso una revitalización del republicanismo y estimuló la formación de alianzas electorales entre las distintas familias republicanas. Su base social fue disminuyendo al entrar en competencia con el nuevo obrerismo representado por el PSOE (Partido Socialista Obrero Español).

El movimiento obrero

El movimiento obrero en España adquirió madurez y extensión a partir del Sexenio Democrático. Anarquismo y socialismo querían mejorar la situación de los obreros y campesinos proponiendo modelos políticos y sociales propios, que chocaban directamente con el modelo burgués liberal.

En 1869 vino a España el anarquista Giuseppe Fanelli, enviado por Bakunin, que creó en Madrid y Barcelona la sección española de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores): Federación Regional Española. Un año más tarde (1871), llegaría a Madrid Paul Lafargue, para formar dentro de la AIT la sección de tendencia marxista. El Segundo Congreso de la Federación Regional Española de la I Internacional de Zaragoza de 1872 se realizó en la clandestinidad por la prohibición del Gobierno a que se celebrase. La represión, junto con la frustración que provocaba el incumplimiento de los políticos del Sexenio a realizar reformas sociales, llevó al movimiento obrero hacia posturas más revolucionarias contra el Estado burgués.

– Los anarquistas

En el Segundo Congreso de la AIT la mayoría de los congresistas optaron por la corriente anarquista, que encontró muchas adhesiones en los jornaleros de Andalucía y el proletariado catalán. Al inicio de la Restauración, el Gobierno declaró ilegales las asociaciones obreras vinculadas a la I AIT, llevando a cabo una dura represión contra sus líderes más destacados.

Los anarquistas, obligados a permanecer en la clandestinidad, terminaron dividiéndose en dos tendencias: una que proponía la espera de tiempos mejores, y otra, que era partidaria de la “acción directa”, basada en el atentado terrorista contra representantes de las instituciones del Estado y la alta burguesía. En 1881, la legislación del gobierno de Sagasta hizo que el anarquismo retornara a la legalidad, pero acciones terroristas de la organización secreta Mano Negra en el campo andaluz, el asesinato de Cánovas del Castillo, provocaron de nuevo una fuerte represión gubernamental sobre el movimiento anarquista.

A principios del siglo XX, el anarquismo, aunque irá perdiendo fuerza por la represión y por sus propias divisiones internas, seguirá teniendo peso en zonas como Cataluña, donde se fundará en 1910 el sindicato de CNT (Confederación Nacional del Trabajo).

– Los marxistas o socialistas

La corriente marxista del movimiento obrero comenzó a organizarse en 1879 a partir de un pequeño grupo de tipógrafos madrileños liderados por Pablo Iglesias, que fundó el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y en 1886 el periódico El Socialista. En su objetivo de defender a la clase trabajadora combinó su ideario revolucionario marxista de la conquista del poder por medio de una revolución obrera, que culminaría en una sociedad sin clases y con medios de producción colectivizados, con reivindicaciones más realistas obtenidas por medio de la participación política: derecho de asociación, libertad de prensa, sufragio universal, jornada de ocho horas…

En 1881, la Ley de Asociación aprobada por el gobierno de Sagasta llevó al PSOE a la legalidad, lo que le permitió salir de la clandestinidad y difundir ampliamente su programa. En 1888 en el Congreso celebrado en Barcelona se crea el sindicato socialista UGT (Unión General de Trabajadores), cuyo fin era coordinar el movimiento socialista a nivel nacional y alcanzar sus reivindicaciones utilizando como instrumentos la huelga y la negociación política. Las principales zonas de influencia del PSOE y UGT serán Madrid y los núcleos mineros e industriales de Vizcaya y Asturias. Será en 1910 cuando, presentándose en coalición con los republicanos, obtengan su primer diputado en el Congreso: Pablo Iglesias.

– El nacionalismo catalán

Tiene su origen en la “Renaixença”, un movimiento cultural de carácter burgués surgido en los años 30 del siglo XIX y cuyo propósito era recuperar y difundir elementos tradicionales de la cultura catalana, especialmente la lengua. En los años 80 Valentí Almirall creará el Centre Catalá, una entidad cívica defensora de los intereses culturales, económicos y políticos catalanes.

En 1891 Prat de la Riba conseguirá aunar los intereses del catalanismo conservador y progresista con la fundación de la organización Unió Catalanista; en cuya primera asamblea celebrada en Manresa sentó las bases de una Constitución Regional Catalana que defendía la integración de un Estado catalán en el Estado español.

– El nacionalismo vasco

Surgió en el contexto de la derrota del carlismo en 1876, que llevó la eliminación de los fueros, junto con el proceso de industrialización que vivía el País Vasco. Ambos hechos provocaron una reacción tradicionalista que defendía la recuperación de los fueros históricos, la religión católica, el euskera, e idealizaba de forma romántica el mundo rural, la historia y la pureza del pueblo vasco, al tiempo que rechazaba el liberalismo, el proceso de urbanismo, la industrialización y la llegada de inmigrantes de otras zonas de España, todos ellos, elementos que estaban pervirtiendo lo “auténticamente vasco”.

Bajo estas ideas, Sabino Arana, nacido en una familia carlista, fundó en 1895 el PNV (Partido Nacionalista Vasco). En un primer momento el PNV encontró sus principales apoyos sociales entre la pequeña burguesía tradicionalista vasca y en el mundo rural, pero sin apenas incidencia política. Será cuando consiga ampliar sus bases, con la incorporación de la rica burguesía industrial, cuando empiece a tener peso político; aunque esto también conllevó una división interna entre los tradicionalistas, defensores de la independencia, y la burguesía industrial, defensores de la autonomía dentro del Estado español. Estos últimos se impusieron en el control del PNV.

Otros nacionalismos y regionalismos que surgen a finales del XIX serán el gallego, valenciano y el andaluz, todos ellos interesados en la formación de una conciencia propia por medio de la recuperación de la cultura y la tradición, aunque no consiguieron articular una fuerza política de amplia base social.