Obras maestras de la literatura española: Desde Baroja hasta Mihura

El árbol de la ciencia de Pío Baroja

El árbol de la ciencia es la novela más representativa de la generación del 98 porque es la que mejor expresa la crisis existencial del tránsito del siglo XIX al XX. El tema central es la desorientación existencial del hombre inadaptado y encerrado en un callejón sin salida. Es, ante todo, una novela de personaje; la vida de Andrés se narra de forma lineal y fragmentaria; el narrador procede de modo directo y con austeridad de recursos, tan sencillamente utilizados que parece que no existen. El carácter de los personajes principales se configura progresivamente; así, la caracterización del solitario Andrés se define en contraste con sus compañeros, y a través de su actuación y de sus propias palabras. Lo mismo ocurre con la noble Lulú. Las descripciones del paisaje físico urbano y rural son rápidas y están elaboradas de modo impresionista atendiendo al efecto que el paisaje causa en el ánimo del personaje. Estructuralmente, El árbol de la ciencia es una novela cerrada no sólo por la muerte de sus protagonistas, sino también por la disposición narrativa de sus elementos. En esta novela encontramos dos ingredientes fundamentales: la filosofía pesimista y la penosa realidad social y política española, ambas están relacionadas entre sí de modo que, además del testimonio de una concepción del mundo y de una época de España, constituyen el marco intelectual y humano en el que se desarrolla la problemática existencial de Andrés. El estilo de la novela se adecúa a su tono de dolida confesión malhumorada, su prosa es sencilla y directa: diálogos llenos de naturalidad, ágiles, descripciones rápidas, según conviene a la textura narrativa desde las unidades mínimas hasta las mayores: frases cortas en párrafos breves, que forman también capítulos cortos. La virtualidad estilística de ese tono irritante se realiza en el uso de la ironía con sentido feroz y del humor sarcástico, a veces macabro. Con frecuencia la irritación se proyecta de modo directo en el lenguaje (términos como ‘bestia’, ‘canalla’).

El sí de las niñas de Leandro Fernández de Moratín

El sí de las niñas es considerada como la obra maestra de Leandro Fernández de Moratín y el máximo exponente del teatro neoclásico español del siglo XVIII. Estrenada en 1806, fue un éxito en los teatros de la época, ya que se mantuvo veintiséis días en cartel. Perteneciente al subgénero dramático de la comedia neoclásica, el principal tema tratado es el casamiento desigual entre Don Diego, de cincuenta y nueve años, y Doña Paquita, de dieciséis. Debido a la educación que ha recibido, acata todas las órdenes de su madre, Doña Irene, y la obedece en todo, a pesar de que va en contra de su voluntad, ya que realmente está enamorada de Don Carlos, sobrino de Don Diego (hecho que es descubierto a todos los personajes al final de la obra). Don Diego es un personaje que representa de forma clara los valores de la Ilustración. Es un personaje racional, justo y sensato, que realmente se preocupa por los sentimientos de Paquita. Sus diálogos son extensos y muestran su vasto conocimiento respecto a los temas tratados en la obra. En oposición a este personaje se encuentra Doña Irene, que sigue teniendo una mentalidad propia del siglo pasado. En sus diálogos interrumpe o corta las intervenciones de su hija, y procura hablar por ella. Respecto a los personajes jóvenes de la obra están Doña Francisca (quién es tomada como una inocente niña por su madre), cuyas intervenciones son cortas y generalmente interrumpidas por su madre y Don Carlos (en oposición a los personajes típicos del teatro Barroco, no se deja llevar por sus impulsos), sobrino de Don Diego. Al tratarse de un texto dramático predomina el diálogo directo y la expresión coloquial. Hay escasos monólogos únicamente en escenas muy breves. En la obra se mantiene el suspense a los personajes, mientras el espectador conoce lo que ocurre en cada momento de la obra. El lenguaje empleado se adapta a la condición de cada personaje (lenguaje más coloquial entre Calamocha y Rita que en el resto de los personajes) aunque es de estilo coloquial y familiar de forma general. También se aprecia el cambio de registro según los sentimientos del personaje y la persona a quién se dirige. Respecto a la estructura, la acción toma lugar en una posada de Alcalá de Henares, desde las siete de la tarde a las cinco de la mañana siguiente. Resalta la coincidencia entre el planteamiento de conflicto con la pérdida progresiva de luz, el nudo con la noche y el desenlace con el amanecer. Todo esto muestra cómo se sigue, aunque no de forma estricta y rígida, la regla de las tres unidades (acción, tiempo y lugar) y cómo el autor trata de ser verosímil en todos los aspectos. En definitiva, El sí de las niñas tiene como objetivo corregir costumbres y usos de la sociedad de la época. Respecto a su forma y estilo cabe mencionar que es un claro ejemplo de obra neoclásica debido a la verosimilitud, no sólo espacio-temporal, sino también respecto a sus personajes y su lenguaje. En la obra se critican distintos temas tales como el casamiento desigual (motivo principal de la obra) los límites de la autoridad paternal, la educación de los jóvenes, la libertad de elección o la fiabilidad del juramento en la contracción del matrimonio (“debemos fiar muy poco en el sí de las niñas”), algunos de los cuales son temas todavía vigentes y debatidos en la sociedad actual.

Pedro Páramo de Juan Rulfo

Pedro Páramo es una novela del escritor mexicano Juan Rulfo, publicada en 1955 y considerada uno de los exponentes más influyentes del realismo mágico. Rulfo localiza la obra, como su narrativa en general, en el estado de Jalisco, su zona natal. En el arranque de la novela, Juan Preciado promete a su madre en el lecho de muerte ir en busca de su padre, Pedro Páramo, un pequeño latifundista pueblerino a quien no conoce. “El olvido en que nos tuvo cóbraselo caro” le dice ella, y Juan parte hacia Comala, un pueblo mítico que es el verdadero protagonista de la obra. Allí, Juan Preciado se encuentra con Abundio, el arriero, uno de los muchos hijos de Pedro Páramo, y ya se empieza a ver la visión infernal de Comala: “Hace calor aquí”/“Sí, y esto no es nada. Ya lo sentirá más fuerte cuando lleguemos a Comala. Con decirle que muchos de los que aquí se mueren, al llegar al infierno regresan por su cobija”. El lector se ve inmerso en un mundo mágico, funerario e inquietante, no por encontrar a personajes muertos que actúan como si estuvieran vivos, sino por la dificultad para situarlos a un lado u otro de esa frontera (Abundio adelanta a Juan Preciado que su padre ha muerto hace mucho; Eduviges afirma que Doloritas, madre de nuestro protagonista, la avisó de que éste llegaría a Comala, etc.). El lector experimenta la misma inquietud que Juan Preciado ante estos acontecimientos. La muerte de Juan Preciado se produce en el pueblo, muere del susto cuando se da cuenta de que estaba en un pueblo de almas penitentes y que a eso se debía el calor infernal que sentía desde el principio. Termina entonces lo que sería la primera parte del relato, contada en primera persona, con algunas interrupciones que relatan la vida de Pedro Páramo. Comienza la segunda parte de la novela, en la que encontramos a Juan Preciado y a Dorotea en su tumba, desde donde escuchan los comentarios de otros personajes y Juan Preciado reconstruye la vida de Pedro Páramo, cacique, dueño de tierras cuyos campesinos sienten haber sido engañados por los revolucionarios, se trata de una crítica a la revolución que fracasó por los intereses de los caudillos. Mientras que la línea descriptiva de Juan Preciado se presenta de forma más o menos lineal, la de Pedro Páramo aparece, como ya hemos dicho, desordenada y fragmentada, una gran innovación estructural para la novela de la época. Para Juan Rulfo, sin embargo, no se puede concebir la obra de otra manera. Es interesante también la relación entre Pedro Páramo y Susana, y lo que llega a hacer el primero por ella, aun cuando ella no le corresponde ese amor que él siente. Incluso se ve en la obra que el que Comala se convierta en un pueblo fantasma se debe a la venganza de Pedro Páramo porque los campesinos, inocentes ellos, festejaron sin saberlo la muerte de Susana: “Me cruzaré de brazos y Comala morirá de hambre”. En la obra entonces distinguimos distintas líneas argumentales: la visión de Comala de Juan Preciado, el amor de Pedro Páramo a Susana, y una tercera, el amor que todavía siente Susana por su difunto marido Florentino. En la obra, la vida del hombre se presenta como un fracaso debido a la incomunicación que hay entre los personajes. Sin embargo, con la llegada de Preciado, se resuelve el aire frustrado, lo que se muestra con la lluvia final (resolución de problemas, purificación sobre las tumbas de Dorotea y Preciado).

Tres sombreros de copa de Miguel Mihura

Pertenece esta obra a un género teatral no muy frecuente en la dramaturgia española: el teatro del humor. Escrita inmediatamente antes de la guerra civil no tuvo Mihura la oportunidad de estrenarla hasta bien entrados los años 50. Se trata de una obra de humor amargo y ácido y de una enorme comicidad conseguida especialmente a través de un lenguaje disparatado, que no se adecua a la situación y por los múltiples y estrafalarios personajes que Mihura pone en escena. En el primer acto se nos presenta a Dionisio, el protagonista y a Don Rosario, el dueño de la pensión, a través de un diálogo grotesco en el que objetos como el zapato olvidado por el huésped anterior, o las lucecitas del puerto están en la base de la comicidad. Es interesante comprobar como Dionisio va evolucionando a lo largo de la obra, como deja de interesarle la fiel aburrida y no muy agraciada Margarita, en este personaje hace Mihura un paradigma de lo cursi, para interesarse por la vital Paula. Es interesante también el personaje de Don Sacramento como parodia de la honorabilidad burguesa. Quizá lo mejor de la obra, además del humor, sea la mezcla de lo patético y lo cómico, más la progresiva toma de conciencia por parte del protagonista y el enfrentamiento entre la autenticidad de Paula y la inconsistencia de Dionisio.