MYG98A finales del Siglo XIX, la profunda crisis del modelo burgués deja paso a una visión pesimista de la realidad y, junto a los conflictos sociales, políticos y económicos, el “Desastre del 98” refleja la decadencia absoluta del país. En este contexto, la literatura busca nuevas formas de expresión, alejándose del Realismo y el Naturalismo y, tomando sus raíces del Romanticismo, se van a plantear dos manifestaciones de un mismo sentimiento de insatisfacción que desembocarán en una profunda renovación del lenguaje. El Modernismo nace en 1888 con Azul, del nicaragüense Rubén Darío; tras Prosas profanas, evolucionará hacia una poesía más intimista y reflexiva en Cantos de vida y esperanza. Influenciados por el Parnasianismo (“arte por el arte”) y el Simbolismo franceses, los poetas modernistas defienden un estilo refinado y sensual en el que la musicalidad del lenguaje despierte los sentidos, a través de sinestesias y dobles adjetivaciones. Esto traerá consigo una importante renovación de las formas métricas, con la utilización de versos inusuales (eneasílabos, decasílabos, dodecasílabos y alejandrinos) y la reelaboración de estructuras clásicas, como son los sonetos, compuestos con versos alejandrinos.Mientras que los poetas modernistas adoptan una actitud bohemia, recurriendo a la evasión hacia mundos ideales o exóticos, a la fantasía (ninfas, centauros…) y a la recreación de épocas pasadas y ambientes lujosos y refinados (palacios, castillos, cisnes, pavos reales) o de civilizaciones exóticas (China, Japón, India), los autores noventayochistas, en cambio, adoptan una actitud de reflexión, analizando el problema de España, partiendo del Regeneracionismo, y proyectando en el paisaje castellano su estado de ánimo, caracterizado por la angustia existencial y el pesimismo. Lejos de la exuberancia lingüística del Modernismo, cargada de cultismos y referencias mitológicas, los autores del 98 huyen de lo superfluo y promulgan un estilo sencillo y sobrio, recuperando palabras en desuso. Entre los autores modernistas españoles citamos a Manuel Machado (Alma), la primera etapa “sensitiva” de Juan Ramón Jiménez (Ninfeas, Platero y yo), y las Sonatas de Valle-Inclán. Entre los autores del 98, destacamos a Unamuno como el gran ensayista (Del sentimiento trágico de la vida), preocupado por cuestiones religiosas, donde la fe y la angustia espiritual cobran una gran importancia; también en sus “nivolas” prima el contenido filosófico e intelectual sobre la trama (San Manuel, bueno, mártir; Niebla). Acuñó el concepto de intrahistoria para referirse a la historia del pueblo, de los hechos cotidianos que ocurren a gente normal. Baroja es el gran novelista del 98, concediendo una gran importancia a la acción, frente al descriptivismo de Azorín; del primero, destacan dos trilogías en las que aborda los grandes problemas de la época: La lucha por la vida y La raza, a la que pertenece El árbol de la ciencia, una de sus novelas más importantes. Finalmente, la poesía de Antonio Machado, definida por él mismo como “la búsqueda de la palabra esencial en el tiempo”, nos sirve como ejemplo de evolución desde una estética modernista en Soledades, galerías y otros poemas hacia una poesía más sencilla y cercana en Campos de Castilla, que se vincula más con las inquietudes propias de la generación del 98 -descripción del pasaje castellano y reflexión sobre la identidad nacional
NARRATIVA DESDE 1975
Los autores rechazan el experimentalismo último, y el lector tiene ahora una actitud de divertimento. La novela que inaugura esta nueva etapa es llamada Neorrealismo. Los rasgos más carácterísticos son la variedad temática y estilística; se simplifican los técnicos y se recupera la linealidad y el argumento; se vuelve al uso de las personas narrativas tradicionales y a las novelas de género; abandono de la ideología y del compromiso social.
Se pueden diferenciar tendencias temáticas y géneros como: las novelas policíacas y de intriga donde destaca
Eduardo Mendoza con La verdad sobre el caso Savolta y Manuel Vázquez Montalbán, perteneciente a la novela negra con la serie de Carvalho; la novela histórica donde destaca José María Merino con El oro de los sueños, Eduardo Mendoza con La ciudad de los prodigios y Arturo Pérez Reverté con Las aventuras del capitán Alatriste; en las últimas décadas se retorna el tema de la Guerra Civil española con obras de Almudena Grandes como Los pacientes del Doctor García, Antonio Muñoz Molina con Beatus Ille, Alberto Méndez con Los girasoles ciegos y Javier Cercos con Soldados de Salamina; novelas intimistas donde destaca Francisco Umbral con Mortal y Rosa, Julio Llamazares con La lluvia amarilla; y una línea fantástica con Luis Mateo Diez y La fuente de la edad. La novela estilística, culturalista y elitista donde destaca Javier Marías con Corazón tan blanco y Enrique Vila-Matas con El mal de Montano. También destaca la novela erótica con Almudena Grandes y la novela de aventuras con Carlos Ruiz Zafón y La sombra del viento; y la novela social con Rafael Chirbes con Crematorio. En esta época se aprecia un aumento del número de mujeres en la literatura, como Rosa Montero, Elvira Lindo o Soledad Puértolas.
A partir de los años 70 se aprecia una gran importancia del cuento con influencia hispanoamericana (Julio Cortázar y Borges) y de clásicos (Chejou y Maupassant). Destaca Javier Marías con Mientras ellos duermen o Luis Mateo Díez con Los males menores. En el Siglo XXI reaparece el gusto por el microrrelato con antologías como Galería de hiperbreves.