El Modernismo y la Generación del 98 se desarrollan en la crisis de fin de siglo. En España aparecíó el Desastre del 98, donde aparecen dos corrientes: el Modernismo y la Generación del 98. Ambos movimientos pretenden conseguir una renovación estética. Sus rasgos más comunes son las ganas innovar y la búsqueda de soluciones a los problemas del ser humano, como por ejemplo la creación de un estilo nuevo. El Modernismo es un movimiento que no se limita a la literatura, sino que también en el arte. Se desarrolló entre 1885 y 1915, y aunque con diferentes nombres según el país. Influido Romanticismo, se observan en él unos rasgos muy carácterísticos.
Opuesto al prosaísmo realista, lo primero que llama la atención es el lenguaje lujoso que cultiva. Prosa y verso se pueblan de cisnes, orquídeas, góndolas y princesas orientales. Hay un gusto por las palabras extranjeras, por su sonido exótico y sus connotaciones de leyenda. Otro rasgo que a veces se ha anotado de forma peyorativa es el escapismo
. Efectivamente, el afán por alejarse de escenarios mediocres, naturalistas, lleva sus relatos a las refinadas cortes decadentes de Venecia. O el París del Siglo XVIII. También muy especialmente, la Grecia clásica y a la Edad Media. Ello se ve hoy como una forma de crítica al materialismo capitalista en que se había sumergido la sociedad. Son autores cosmopolitas, que han viajado y conocen (sobre todo literariamente) otras culturas que le interesan tanto o más que la europea. Valoran las culturas precolombinas frente a lo anglosajón. Les empuja un aire de libertad que se traduce en importantes renovaciones en la métrica (aparecen el eneasílabo, el decasílabo, el soneto alejandrino), en las figuras retóricas (cultivo de la sinestesia, la aliteración) y en el léxico (arcaísmos, extranjerismos, cultismos…). Para terminar, hay que señalar cómo espíritu transgresor se deja ver en el gusto por temas paganos y sensuales, que a menudo se adentran en la pornografía o el satanismo.
El Modernismo en lengua castellana nace en Hispanoamérica con autores como José Martí o José Asunción Silva y será su mejor exponente el nicaragüense Rubén Darío quien lo introducirá en España, donde vivíó unos años. Obras suyas como Azul o Prosas profanas causaron enorme impacto y grandes escritores españoles se dejaron seducir por sus novedades. Hay que citar en primer lugar a Manuel Machado, cuya obra más reconocida es Alma, de 1900. Otros autores que tuvieron una etapa modernista en su obra fueron Juan Ramón Jiménez (Arias tristes), Antonio Machado (Soledades) o Valle-Inclán (Sonatas), aunque estos autores pronto tomaron un camino propio.
Respecto a la Generación del 98, con este nombre se conoce a un grupo de autores, nacidos en España entre los años 1860 y 1875, que cultivaron un tipo de literatura con algunos rasgos comunes, opuesta al Realismo decimonónico. El nombre de esta generación literaria viene de un acontecimiento histórico, el “Desastre del 98”, que supuso una auténtica conmoción para la sociedad española: la pérdida de las últimas colonias españolas. La aplastante derrota de las tropas españolas en la guerra con EE.UU. Terminó con la independencia de Cuba y la cesión de Filipinas y Puerto Rico. Con este episodio se pierden los últimos destellos de prestigio internacional y se produce una gran crisis moral en el país.
Sus miembros más destacados son Miguel de Unamuno (Niebla), Pío Baroja (El árbol de la ciencia), Azorín (La voluntad), Valle-Inclán (Tirano Banderas) y Antonio Machado (Campos de Castilla). Hay, al menos hasta los años 20, algunos elementos afines en sus obras.
En primer lugar, un gusto por la prosa fluida, natural, antirretórica, alejada de la afectación. Preferían la palabra precisa, a menudo arcaizante, de gusto local, pero usada siempre con lirismo.
Descubrieron en el austero paisaje castellano, a pesar de que casi todos nacieron en la periferia, un motivo de inspiración.
También compartieron una visión pesimista de la sociedad española, a la que pretendieron, sin demasiada acción ni compromiso, regenerar.
Respecto a la temática, los escritores del 98 manifiestan dos grandes preocupaciones: el tema de España y el sentido de la vida. Demuestran un entrañable amor hacia España, denuncian su atraso y buscan soluciones distintas ante los tópicos como antes hicieron otros autores (Quevedo, Gracián, Feijoo, Cadalso, Jovellanos, Larra, Costa y Giner de los Ríos). Su temática, por lo tanto, tiene relación con los siguientes aspectos:
– El paisaje. Descubren y valoran el austero y pobre paisaje castellano como núcleo de España. No reflejan el paisaje de forma realista y objetiva, tal como lo habían hecho los autores del Realismo, sino subjetivamente, ya que proyectan su espíritu sobre él. De este modo, desean captar su alma y por medio de ella, la de Castilla y la de la verdadera España.
– La historia. Al principio, consideran que la historia reciente de España es la causa de los males que sufre el país, pero a partir de 1905 también indagan en el pasado para encontrar los valores intrínsecos de Castilla y España. Más que la historia externa (conflictos, conquistas, sucesiones…) les atrajo lo que Miguel de Unamuno califica como intrahistoria, es decir, la vida callada de millones de personas sin historia que son los verdaderos protagonistas. El profundo amor por Castilla y por España los lleva a anhelar la europeización del país. En muchas ocasiones buscan esa realidad histórica en la literatura anterior, sobre todo, en la de carácter tradicional.
– Los problemas existenciales. Los noventayochistas entroncan con la filosofía de final de siglo y, como los modernistas, sienten desazón como consecuencia del mundo que les ha tocado vivir. Se preguntan sobre el sentido de la existencia del ser humano, el paso del tiempo, la muerte… Y, al no hallar respuestas, padecen una profunda angustia vital. Aunque son agnósticos en su mayoría, la religión también está presente en su producción literaria; en este sentido, destaca Miguel de Unamuno.
En la lírica destaca Antonio Machado. Su producción es fundamentalmente poética, aunque también escribíó algunos libros de prosa. Evoluciónó desde la estética modernista a la sencillez y sobriedad noventayochistas. Machado definíó su poesía como la búsqueda de la “palabra esencial en el tiempo”. Esta búsqueda de lo esencial le llevó a expresarse mediante símbolos como la tarde, el camino o la fuente que, en sus obras, se llenan de significados diversos. En su obra podemos destacar: Soledades, galerías y otros poemas, poemario en el que Machado expresa sentimientos y emociones íntimas en un estilo modernista. Dicha estética se manifiesta tanto en los temas (el paso del tiempo, la tristeza, la nostalgia de tiempos pasados…) como en los aspectos formales (empleo de elementos simbólicos, experimentación métrica…). En CamposdeCastilla domina la preocupación por España y la aflicción por la pérdida de Leonor. Su lengua poética es mucho más sencilla. Finalmente, en Nuevas canciones manifiesta la añoranza de la infancia y de su esposa fallecida.
Los autores de la Generación del 98 cultivaron el ensayo y la novela. Escriben siempre animados por un espíritu de rebeldía y compromiso con la realidad española. Miguel de Unamuno cultiva todos los géneros, aunque sobresale en la narrativa y el ensayo. En sus ensayos, Unamuno alternó la reflexión existencialista (Del sentimiento trágico de la vida) y la reflexión sobre España (En torno al casticismo). En sus novelas prima el contenido filosófico e intelectual sobre la trama. Su otra gran obsesión es la angustia del ser humano frente a la inmortalidad, Dios y la religión. Unamuno llamó “nivola” a este nuevo tipo de novelas, en las que la acción es mínima y abundan los diálogos y los monólogos interiores de los personajes. Entre ellas destacan San Manuel Bueno, mártir, (centrada en la crisis de fe de un sacerdote), y Niebla, donde su protagonista descubre que es un personaje de ficción.
Otro autor destacado es Pío Baroja quien utiliza en su prosa muchos elementos biográficos y está marcada por una visión pesimista de la existencia humana y de la realidad del país. Critica el retraso, cultural y científico, que padece España. El estilo barojiano se basa en la sencillez formal, el uso de oraciones cortas y el dinamismo en la acción. Su novela más significativa es El árbol de la ciencia.
En cuanto al teatro, la gran aportación del 98 al teatro fue llevada a cabo por Ramón María del Valle-Inclán con la trilogía Martes de Carnaval, y sobre todo con Luces de bohemia. Esta obra cuenta la última noche de Max Estrella, un poeta ciego y acabado que personifica el fracaso de la sociedad española. Con estas obras Valle-Inclán inaugura el esperpento, un estilo literario caracterizado por una visión deformada y grotesca de la realidad. La intención de Valle-Inclán es mostrar la realidad social y humana mediante una visión crítica, a veces cruel y destructiva. El objetivo es que el público tome conciencia de cómo es la sociedad en su esencia. Se le considera el gran renovador del teatro español en las décadas iniciales del Siglo XX.
Ambos, modernistas y noventayochistas, encontraron en el simplón y prosaico Realismo un enemigo común. Su ansia renovadora y regeneradora, además de dejar grandes obras en el camino, anticipó el vendaval experimental que se cernía sobre Europa: las Vanguardias.