Dado que la cultura europea ha llegado a su decadencia total, Nietzsche considera que la tarea del filósofo deberá consistir en liberar al hombre de todos esos valores ficticios y decadentes tradicionales, devolviéndole el derecho a la vida.
Al dar “muerte a Dios” se pierde el sentido de orientación de nuestra existencia. Y esta parte de negativa exige, dialécticamente hablando, otra positiva: esto es, se trata de negar para afirmar, de destruir para crear, de aniquilar para producir. Como consecuencia de esta negación surge el superhombre, quien con su voluntad de poder, propondrá una nueva moral.
El superhombre
i.- El superhombre es el amor a la vida, apego a la tierra y exaltación de los instintos. Como ya se ha visto, el hombre era algo que debía superarse para transformarse en superhombre. El medio de superación es la voluntad de poder, es decir, voluntad de “querer” que, al igual que la vida, tiende a la expansión, al dominio, a la agresión y al sometimiento de todo lo ajeno.
El hombre para devenir en superhombre debe expulsar de su interior a Dios y así conseguirá convertirse en un ser pleno de poder y dominio sobre sí mismo y los demás. El superhombre se caracteriza porque es: a.- un ser superior (en tanto que practica la moral de los señores); b.- está libre de los valores pasados (porque se sitúa por encima del bien y del mal, no está obligado a ningún precepto moral); c.- es autónomo (en tanto que preocupado por la vida, valora la salud, el placer, las pasiones, la victoria, el éxito…); d.- es agresivo y legislador (porque vive la voluntad de poder, de dominar y recrear el mundo y sus valores).
Nietzsche nos anuncia que Dios ha muerto, Este asesinato inaugura un tiempo nuevo: ya no hay ideales, normas, principios ni valores erigidos por encima de nosotros. Pero, ¿qué podemos hacer ante la muerte de Dios?. Caben dos opciones: o bien la del último hombre, la del hombre que vive el fin de la civilización, o bien la del superhombre, la del nuevo dios terrenal que dice sí a la vida. El último hombre vive el final triste de una civilización en la que habían dominado valores que ahora están muertos. Es el reino del hombre que se ve precipitado al nihilismo (ausencia de sentido).
El nihilismo o negación absoluta es el estado del hombre carente de objetivos por los que valga la pena luchar, carente de fuerza para trascenderse: es el estado del hombre transformado en vegetal. Es el hombre de la vida moderna que sólo busca la comodidad y el placer cotidiano, sin plantearse metas ideales. Es nihilista la civilización occidental que se ha quedado sin valores, cuando descubre que los valores que tenía son falsos.
Ahora bien, esta negación absoluta de los antiguos valores abre la posibilidad de afirmar valores totalmente nuevos: el hombre nuevo, el superhombre constituirá el polo opuesto al último hombre. El superhombre es el ser capaz de estar a la altura de un acto tan inmenso como el asesinato de Dios: es el nuevo dios, un dios terrenal. Dará un nuevo sentido a la realidad, creará nuevos valores, los valores de la vida, que no se fundamentan en un más allá, sino en este mundo.
La voluntad de poder
Este concepto nietzscheano recoge la cosmología y la antropología platónica con una mirada antiidealista.
Desde la óptica cosmológica decir que el mundo es voluntad de poder significa que lo real es un conjunto de fuerzas desiguales, cualitativamente distintas, que dominan y son dominadas en lucha incesante, que les impide alcanzar el equilibrio. El universo tiene un carácter caótico: hay fuerzas irreconciliables en la naturaleza, en lucha continua, no hay orden, hay caos. La realidad es dinámica, devenir continuo, se expande sin cesar. Este planteamiento se enfrenta al mecanicismo de la ciencia moderna que mantiene la idea de equilibrio en la naturaleza.
Desde la óptica antropológica el hombre aniquila valores tradicionales y crea nuevos valores. Las características que definen al superhombre, ya vistas, se refieren a la voluntad de poder.
A “la voluntad de verdad” se contrapone la “voluntad de poder”, esa corriente profunda, dinámica, creadora y transformadora que vitaliza todo lo real. Aparece como la lucha de la vida que tiene que superarse a sí misma continuamente, que determina todo lo existente. La voluntad de verdad no existe, ya que lo que importa no es la verdad, sino aquello que refuerza la vida, que la intensifica, y si la mentira, el engaño, la apariencia, sirven mejor a la vida que la verdad (como es el caso del arte) pues entonces peor para la verdad.
La nueva moral
Se basa en un deseo apasionado de vivir y se fundamenta en la exaltación de la vida sin trabas. La vida “tiene valor por sí misma” y no hay que buscarle otra explicación; por tanto, no hay que imponer ninguna norma a la vida, sino “gozar de ella”. En la nueva moral se trata de decidir cuál es el valor de este mundo. Hay que asumir la vida en este mundo sensible, amarlo sin tapujos. Se trata de decir sí a la vida.