La Filosofía Vitalista de Nietzsche
Hay que afirmar sin condiciones la VIDA y el DEVENIR. Pero eso solo es posible gracias al gran acontecimiento de la modernidad: la muerte de Dios. Nietzsche anuncia a bombo y platillo este acontecimiento clave, que más que muerte es asesinato, porque los hombres han dejado de creer en Dios, pero siguen situándolo como valor supremo desde el que apuntalan todos los demás valores. Dios no es solo una tesis de algunos filósofos creyentes, sino la condición última y definitiva de la existencia de todo lo sensible. Toda la cultura occidental y la metafísica que la fundamenta se ha construido sobre la distinción entre el mundo espiritual y el mundo sensible, situando a Dios en la cúspide de la realidad, un concepto vacío que se asemeja a las momias que elaboraban los egipcios, pero sin vida.
Nietzsche prefiere el politeísmo griego, cuyos dioses no son sino personificaciones de valores vitales; sabiendo que son falsos, nos resultan más verdaderos, por cuanto nos ayudan a vivir. La filosofía de Nietzsche es fundamentalmente afirmación de la vida, es un sí a la vida sin concesiones. Los hombres no pueden seguir viviendo como si Dios siguiera existiendo, lo que les lleva al “nihilismo” y a la decadencia. Necesitan crear nuevos valores, transmutar los valores actuales por valores de vida. Como dice Nietzsche, deberán dejar paso al “superhombre”, el hombre nuevo que, como el recién nacido, solo afirma la vida. El hombre se convertirá en superhombre ejerciendo su voluntad de poder.
El superhombre es una meta para superar el fracaso que han supuesto los diferentes ideales de hombre propuestos desde los más variados ámbitos. Ya que Dios ha muerto, debe vivir el superhombre. Hay que esperar que llegue un salvador capaz de triunfar sobre Dios y la nada. La voluntad de poder que caracteriza al superhombre solo puede surgir en el hombre liberado, capaz de permanecer fiel a la tierra (el único mundo real que existe: la naturaleza), eliminando toda esperanza supranatural. Más que una nueva raza, el superhombre es otra versión de la afirmación trágica que dice sí al devenir, al pasar, al puro cambio, al sin sentido, a la nada (al no ser).
La filosofía de Nietzsche es un vitalismo, pero un vitalismo pasional, dionisiaco, repleto de excesos, agónico en su defensa de la vida, decididamente afirmativo, en contraste con la visión platónica de un mundo inmutable y perfecto.
Disertación: Nihilismo y Sociedad de Consumo
La crisis de valores que afecta a nuestra sociedad actual es un tema que suscita el consenso de la izquierda y de posiciones más conservadoras como la Iglesia. Ambas posturas coinciden con el diagnóstico de Nietzsche sobre el nihilismo en la cultura occidental, que se puede equiparar a la crisis de sentido en la actual sociedad del consumo.
Para Nietzsche, la “muerte de Dios” es el origen de la pérdida de los valores tradicionales. Hemos dejado de creer en Dios, pero este sigue siendo la base de nuestros valores, lo que nos lleva al nihilismo, y en la actualidad el vacío dejado tras la desaparición de los valores tradicionales ha sido llenado por el consumismo, que ofrece una forma superficial de felicidad y nos aleja de la vida. Si antes la vida era sustituida por conceptos abstractos, ahora es suplantada por un consumismo compulsivo que no ofrece respuesta a las necesidades más profundas del ser humano.
Este consumismo que nos domina en la actualidad es como el nihilismo pasivo que denunciaba Nietzsche. Intentamos solventar esta falta de sentido con la acumulación de objetos, el entretenimiento y el placer inmediato, que nos alejan de la vida. El constante deseo de acumular objetos, bienes sin propósito, refleja una vida carente de sentido.
Siguiendo a Nietzsche, deberíamos llegar a un “nihilismo activo”, que nos permitiera generar nuevos valores que afirmen la vida, el fondo dionisiaco originario del ser humano, y nos permitan aceptar plenamente la vida con todo su dolor, con toda su alegría.
Relación con la Tradición Filosófica: Nietzsche vs. Platón
Nietzsche es un filósofo intempestivo, temperamental, se declara dinamita y filosofa con el martillo, que dirige contra la tradición filosófica que inició Sócrates y luego continuó Platón, al considerar que traiciona la vida y sus valores al entronizar la razón como el centro de gravedad del hombre.
Platón distingue dos ámbitos de la realidad: uno de ellos es la auténtica realidad, el mundo inteligible, y el otro, el mundo sensible, es solo una copia imperfecta del mundo verdadero. Esta distinción supone para Nietzsche una traición a la vida, ya que la única realidad es la que captamos con los sentidos; no hay otra realidad, siendo el mundo inteligible de Platón “dolencias cerebrales de enfermos tejedores de telarañas”.
Platón extiende este dualismo al ser humano, al distinguir entre razón o alma y cuerpo. El hombre es un alma que se aloja accidentalmente en un cuerpo. Lo esencial es el alma, siendo el cuerpo prescindible, como también cree el cristianismo. Nietzsche quiere devolver al cuerpo y sus sentidos el lugar preeminente que le arrebató la razón. Somos cuerpo, somos vida que fluye como decía Heráclito.
La condena del cuerpo, de la vida, que efectúa Platón, es una condena moral al ser la sensualidad el origen del pecado; se debe al resentimiento, a la incapacidad de vivir, ya que la vida es devenir, cambio, pasión. Platón concibe el mundo de las ideas como una realidad intemporal, eterna, ajena al cambio, en la que encaja el monoteísmo cristiano, que según Nietzsche lleva al pensamiento occidental a la decadencia, al nihilismo, porque todos sus valores derivan de valores supremos, vacíos y abstractos como el Bien o el Dios de los cristianos, del que anuncia su muerte, asesinado por los hombres.
Frente a la perfección de las ideas de Platón, Nietzsche apuesta por una visión vitalista que afirme el devenir y abandone la obsesión platónica con un mundo inmutable y perfecto.