Nietzsche frente a Descartes: Crítica desde la Filosofía de la Sospecha

Introducción: La Búsqueda de la Verdad y la Filosofía de la Sospecha

En textos como el Discurso del Método y las Meditaciones Metafísicas, se plantea el problema de la búsqueda de la verdad mediante la razón con el objetivo de alcanzar un conocimiento sobre lo real que fuese absolutamente incuestionable. Esto implica también cuestiones de carácter ontológico y antropológico.

Vamos a exponer cómo se abordan estos problemas en la segunda mitad del siglo XIX, concretamente en la llamada Filosofía de la Sospecha.

Pertenecen a ella un grupo de filósofos que plantean una crítica a la metafísica occidental y a su confianza ciega en la razón: son Marx, Freud y Nietzsche. Su crítica cuestiona la autonomía de la razón, de la conciencia, y la visión de la realidad que esta nos ofrece. Comparten también su rechazo de la religión y de la creencia en Dios, considerando que no existe más realidad que la del cosmos material y que la religión impide la realización del ser humano.

Estos filósofos sospechan de los valores que predominan en su época y realizan una dura crítica de todas las formas de pensamiento que ponen al sujeto como principio de sí mismo, entre las que se incluye la filosofía cartesiana. Para ellos, la concepción de la realidad que ofrece la razón es reflejo de alguna otra instancia:

  • Marx mantiene que la filosofía, la religión, el arte, etc., es decir, las ideologías, son el reflejo de la injusta situación económica en la que se desarrolla la vida humana y que es necesario terminar con la explotación que genera la propiedad privada de los medios de producción.
  • Freud considera que el malestar en la cultura occidental es el reflejo de la represión del inconsciente, de la represión de las pulsiones fundamentales del ser humano, y propone una terapia para darles rienda suelta.
  • Nietzsche cree que la falsa conciencia es producto de la fe del racionalismo en sí mismo, lo que conduce al resentimiento y a la renuncia a la vida.

Nos centraremos en este último autor y expondremos su crítica a la filosofía cartesiana. La filosofía de Friedrich Nietzsche se plantea como crítica al camino que el ser humano occidental ha venido recorriendo, un camino caracterizado por la metafísica dogmática (en la que podemos incluir la de Descartes), un camino errado que es necesario corregir.

Epistemología: Razón vs. Sentidos

Frente al Racionalismo de Descartes, Nietzsche rechaza todas las tradiciones que han dado primacía a la Razón y han minusvalorado lo que los Sentidos nos muestran. Considera que mediante los sentidos podemos llegar a captar la realidad tal y como es, podemos conocer lo real, que para él es la vida, ya que esta es tal y como los sentidos nos la presentan: es movimiento, algo que está animado interiormente por la Voluntad de Poder (de crecimiento, de expansión y autosuperación).

Nietzsche hace una defensa de los sentidos: estos no nos engañan al mostrarnos la multiplicidad, el cambio, el movimiento, es decir, el devenir que es la realidad. Quien nos engaña es la razón que momifica la realidad al concebir las cosas como algo dotado de duración, de unidad, de esencia (se cosifica la realidad mediante los conceptos). Este error proviene, según Nietzsche, de la necesidad humana de orden, en forma de leyes, de reglas que le permitan predecir, prevenir, es decir, controlar (o al menos soñar que se controla). Todo ello da “reposo, seguridad y calma”. Pero este recelo contra la vida como devenir es solo expresión de la decadencia de quienes precisan inventar ficciones lógicas, “modelos” de conocimiento que nos aseguren estabilidad donde solo hay caos, de quienes temen a la vida.

Frente a ello, para Nietzsche el hombre tiene que partir de su existencia, de su experiencia vital, para lo cual tiene que valerse del testimonio de los sentidos.

Vitalismo y Crítica a la Verdad Absoluta

Su filosofía ha sido calificada como una forma de Vitalismo en tanto que exalta lo vital y lo afectivo, frente al excesivo Racionalismo cartesiano. Se trata de una “Filosofía de la Vida”, que defiende la afirmación de la vida como realidad radical del ser humano.

Nietzsche también rechaza la posibilidad de alcanzar la Verdad Absoluta, el dogmatismo cartesiano, considerando la verdad como un conjunto de generalizaciones ilusiones, que el uso y la costumbre han venido imponiendo, y cuya naturaleza convencional hemos olvidado. Frente a la búsqueda de verdades universales y metafísicas de Descartes, Nietzsche mantiene que la verdad no es algo universal e inmutable, sino contextual (mantiene una posición pragmática y Perspectivista de la verdad).

Considera que los conceptos no nos permiten captar el devenir y el cambio, la verdadera realidad del ser; el lenguaje nos hace entender las cosas como dotadas de unidad, de duración, de esencia. Así olvidamos que no hay posibilidad de alcanzar una verdad absoluta, que la verdad es una mentira cuyo origen hemos olvidado y que no hay hechos, sino interpretaciones.

El Método Genealógico

Frente a esta concepción del conocimiento que prioriza la razón, que comienza con Sócrates, según Nietzsche hay que recuperar lo dionisíaco (lo instintivo), hay que recuperar la tensión trágica griega en la que lo apolíneo (lo racional) se armoniza con lo dionisíaco.

Frente al Método inspirado en las matemáticas de Descartes, Nietzsche propone un nuevo método para la filosofía, el Método Genealógico. Este busca descubrir los orígenes de las ideas de la tradición occidental, considerando que son determinados valores los que causan una forma de pensamiento decadente por su desprecio hacia la vida.

Nietzsche cree que son la inseguridad y el miedo a la vejez, a la muerte, a lo cambiante en definitiva, lo que lleva a mantener la existencia de una verdad absoluta y una realidad inmutable. Esto es lo que caracteriza a los débiles, a aquellos que tienen una Voluntad de Poder degenerativa, y han hecho prevalecer este modo de pensar y de valorar sobre los fuertes, que son los que aceptan la vida tal y como es, como devenir, incluso en sus elementos más trágicos.

Ontología: El Devenir frente a la Sustancia

Nietzsche rechaza la concepción Metafísica de las Tres Sustancias de Descartes: la pensante (yo), la extensa (Mundo) y la infinita (Dios), y que Descartes finalmente ponga a Dios como garantía de nuestro conocimiento de la realidad. Esto supone la aceptación de las sustancias como realidades absolutas, inmutables, universales (cosifica la realidad).

Para Nietzsche solo existe el mundo experimentable, el real, efectivo, móvil; este mundo no conoce nada sustancial, sino que es movimiento, multiplicidad, devenir; esa es la vida. Otro tipo de realidad es indemostrable. Nietzsche representa la invitación a una vuelta a Heráclito. La ontología tradicional, al negar el devenir del ser, niega la vida misma.

Según Nietzsche, las “razones” para negar la vida surgen de una necesidad más instintiva que racional: del horror a la vejez y a la muerte, a la procreación y, en general, al cambio. Esta ontología está estrechamente ligada a la moral contranatural, de la que hablaremos más adelante.

La Muerte de Dios

Frente al Dios cartesiano, fundamento último de lo real y del conocimiento, Nietzsche cree que nos inventamos la religión por impotencia, cuando no somos capaces de aceptar la vida con todo lo que conlleva (sufrimiento, cambio, vejez, muerte…). El hombre débil se refugia en la religión para huir de esta vida, porque no la soporta. La religión es hija del Resentimiento de los mediocres contra los excelentes y supone la inversión de los valores: valora como bueno lo que es síntoma de debilidad y cobardía (la humildad, la resignación…).

Para Nietzsche superaremos la religión cuando seamos capaces de inventar nuestros propios valores, cuando afrontemos la vida y sus desafíos sin buscar subterfugios, cuando seamos “Superhombres”. Hemos de rechazar el mundo de lo permanente, el mundo del más allá, para afirmar el único mundo con el que contamos: el mundo de la vida; para afirmar el sentido de la tierra.

Antropología: El Cuerpo y los Instintos

Nietzsche también rechaza el Dualismo Antropológico cartesiano, al identificar al ser humano con el alma (yo, sustancia pensante), única instancia capaz de conducirnos al conocimiento de lo real, y minusvalorar al cuerpo (sustancia extensa), que es para Descartes quien alberga los sentidos y es también fuente de pasiones, que habrán de ser controladas mediante la razón. Nietzsche, sin embargo, valora el cuerpo, los sentidos y sus instintos naturales. El ser humano se definirá ahora por sus instintos y su vitalidad.

La concepción cartesiana del ser humano para Nietzsche implica también un ideal moral: renuncia al mundo de la vida (ascetismo) y existencia de referencias absolutas para la acción (la voluntad está al servicio del ideal eterno). Frente a ello, para Nietzsche los fuertes son quienes aceptan la vida y los instintos y son capaces de crear valores.

Nihilismo y el Superhombre

Para superar la moral de los débiles que domina la cultura occidental, Nietzsche anuncia la llegada del Superhombre, que acepta la vida y es capaz de crear valores desde sí mismo, pues se encuentra “más allá del bien y del mal” (Transvaloración).

La “Muerte de Dios” es el diagnóstico que realiza Nietzsche respecto a su presente: al dejar de creer en Dios (en un mundo suprasensible), ya no hay nada que nos sirva como fundamento último ni hay un sentido para la existencia. El Nihilismo es la consecuencia del racionalismo: hemos creído en la razón (Descartes) y hemos descreído en los instintos y en la vida, lo cual para Nietzsche es un error.

Ante el fenómeno de la “Muerte de Dios”, decía Nietzsche, el ser humano está desorientado y puede comportarse de dos formas:

  • Negándola por temor (caso del débil). Se llega así a un Nihilismo negativo que pone en movimiento toda la genealogía del débil. El débil inventará otros dioses que sustituyan al ideal desaparecido: Nihilismo Reactivo.
  • Aceptándola de buen grado, como horizonte para su liberación (caso del fuerte). Se alcanza así un Nihilismo en sentido positivo, pues afirma la vida en su crecimiento: Nihilismo Activo.

La “Muerte de Dios” es la condición negativa de la aparición del “Superhombre“, que es aquel que es capaz de llevar a cabo la Transvaloración. Tender al Superhombre significa sentir inconformismo con la situación presente y desplegar todos nuestros esfuerzos para conseguir algo mejor; significa superar la moral contranatural y fomentar los valores que afirman la vida.

Esta afirmación continua de la vida terrenal que se manifiesta en la Voluntad de Poder alcanza su más alto grado de reflexión en el “Eterno Retorno“: hay que amar la vida de forma que quiera uno volver a vivirla porque -efectivamente- todo vuelve a repetirse eternamente (amor fati = amor al destino). Este amor eterno hacia la vida misma proporciona al ser humano el medio de ir superándose continuamente, proporciona las bases para la llegada del “Superhombre“.