Movimientos Literarios en España: Del Realismo al Novecentismo

El Realismo en la Literatura Española

El Realismo es el principal movimiento literario de la segunda mitad del siglo XIX. En contraste con los románticos, los realistas pretenden la descripción y la presentación objetiva de la vida real. El género predominante, por ser el más adecuado para este propósito, es la novela. Sus características más destacadas son las siguientes:

  • La observación objetiva de la realidad.
  • La ambientación contemporánea.
  • La profunda caracterización psicológica de los personajes.
  • La presencia de un narrador omnisciente y diálogos adaptados a la condición social y carácter de los personajes.

Los escritores realistas manifiestan una actitud crítica ante la sociedad. Es frecuente la denuncia de las situaciones de injusticia. Algunos autores, como José María de Pereda, son conservadores y defienden los valores tradicionales; otros, en cambio, son progresistas y pretenden reformar la sociedad. Entre estos últimos están los más importantes: Galdós, Clarín, Emilia Pardo Bazán.

Autores Destacados del Realismo

Galdós tiene una producción narrativa muy extensa, en la que destacan sus Episodios nacionales, una colección de 46 novelas históricas cuyo objetivo es relatar la historia de España durante el siglo XIX. Dejando estas aparte, quedan aún numerosas obras narrativas que podemos agrupar en tres etapas:

  1. Novelas «de tesis», como Doña Perfecta, en que se defiende un punto de vista progresista.
  2. Novelas «contemporáneas», ambientadas generalmente en Madrid, como Fortunata y Jacinta, en que la intención es reflejar con la máxima fidelidad la vida de la época.
  3. Novelas «espirituales», como Misericordia, en que cobra mayor importancia el alma de los personajes.

Otro gran novelista del Realismo español es Leopoldo Alas, conocido por el seudónimo de Clarín, autor de la que algunos consideran la mejor novela española del siglo XIX, La Regenta, que, abordando el tema del adulterio, practica una verdadera disección de la vida de una ciudad de provincias: Vetusta, que no es otra que Oviedo. Son muy destacables también sus relatos, como «¡Adiós, Cordera!».

También es fundamental en la historia del Realismo Emilia Pardo Bazán, injustamente tratada por la crítica por el hecho de ser mujer, pero autora de algunas de las mejores páginas de la literatura del XIX. Su novela más conocida es Los pazos de Ulloa, aunque escribió otras muchas que merecen ser tomadas en cuenta, y en sus relatos abordó temas que, por desgracia, están todavía de actualidad, como la violencia de género en el cuento «El indulto».

El Naturalismo

En cuanto a los géneros poético y teatral, no produjeron autores significativos. En cuanto al teatro, destaca José Echegaray, en cuyas obras se mezclan elementos realistas y románticos; en la poesía, quizá sea el más representativo Ramón de Campoamor, en quien se ha querido ver un precursor de la «poesía de la experiencia» del siglo XX. Sin embargo, el dominio de la novela es absoluto en el Realismo.

Hacia 1870 se inició en Francia el Naturalismo, movimiento que pretendía convertir la literatura en una ciencia a partir de nuevas ideas científicas sobre el ser humano. Los autores naturalistas defienden que el ser humano está determinado por su herencia biológica, el medio social y el momento histórico, y por tanto, no es libre. Su máximo representante fue el francés Émile Zola, cuyas ideas fueron divulgadas en España por Emilia Pardo Bazán (en su ensayo La cuestión palpitante). Sin embargo, en España no tuvo verdadero éxito el Naturalismo, y solo se advierten rasgos de este movimiento en algunas de las obras de los novelistas que hemos citado.

Modernismo y Generación del 98

El Modernismo y la Generación del 98 han sido considerados unas veces como movimientos independientes, y otras como dos aspectos distintos de la misma época, el “fin de siglo” (1885-1910, aproximadamente). Tienen en común su reacción contra el realismo y la estética burguesa. Sin embargo, también hay diferencias: el Modernismo es esencialmente poético y se desarrolla tanto en España como en Hispanoamérica, mientras que la Generación del 98, estrictamente española, tiene como géneros favoritos la novela y el ensayo.

El Modernismo

El Modernismo supone una importante renovación de la poesía en el aspecto formal, tanto por el empleo de metros poco usuales en la tradición castellana (como el eneasílabo, el dodecasílabo o el alejandrino), como por la importancia que se da a la musicalidad a la sensorialidad (sinestesia). Temáticamente, debe destacarse el desinterés por el presente y la evasión a otras épocas (la Antigüedad clásica, el siglo XVIII) y a lugares exóticos (el Extremo Oriente).

Rubén Darío es el iniciador y la personalidad más destacada del Modernismo. Su obra evoluciona desde el interés casi exclusivo por la belleza formal, despreocupándose del contenido (Azul, Prosas profanas) hasta la reflexión existencial (Cantos de vida y esperanza). También son modernistas en sus inicios dos grandes poetas españoles del siglo XX: Antonio Machado (Soledades, galerías y otros poemas) y Juan Ramón Jiménez (Arias tristes). La poesía de estos dos últimos autores es en general más intimista y menos retórica.

La Generación del 98

La Generación del 98, en cambio, es un grupo de autores, nacidos en fechas cercanas, que comparten su preocupación por la situación de España tras el llamado “desastre del 98” (de ahí su nombre). Todos ellos creen que el país se encuentra en decadencia, y que necesita una regeneración, una transformación profunda. Encuentran en Castilla, y en su paisaje, los valores más profundos y eternos de lo español. Comparten también su interés por temas existencialistas y la predilección por la novela y el ensayo. Su estilo es en general antirretórico, sencillo, con un léxico a menudo relacionado con el mundo rural.

Miguel de Unamuno cultivó en sus ensayos principalmente dos temas: España y el sentido de la vida. Escribió novelas de ideas, que él mismo denominó “nivolas” (Niebla y San Manuel Bueno, mártir, por ejemplo).

Por su parte, Pío Baroja se dedicó casi exclusivamente a la novela, y tiene una producción muy extensa en este género. Se caracteriza por su pesimismo y su individualismo (en todas sus novelas hay un personaje, imagen del autor, que se enfrenta al mundo). Entre sus extensa obra narrativa destacan El árbol de la ciencia y la trilogía La lucha por la vida.

“Azorín” (José Martínez Ruiz) destaca por su cuidada prosa, tanto en la novela (La voluntad) como en el ensayo (Castilla). El gran poeta del 98 es sin duda Antonio Machado, quien, tras su etapa modernista, entronca con las preocupaciones del 98 con Campos de Castilla, libro que tiene también mucho de historia personal (enfermedad y muerte de su esposa Leonor).

Ramón del Valle-Inclán es el gran dramaturgo de la época: sus obras teatrales reflejan la vida rural gallega (Divinas palabras, Comedias bárbaras), pero su gran creación es el esperpento, género que se caracteriza por la deformación sistemática de la realidad.

Novecentismo y Vanguardias

Después del desastre de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) los jóvenes europeos buscaron nuevas expresiones artísticas. En España, ese afán de modernización se reflejó en dos movimientos literarios fundamentales: el Novecentismo y las Vanguardias. Ambos movimientos están estrechamente conectados entre sí.

El Novecentismo

Se denomina Novecentismo, o Generación del 14, a la obra de un grupo de autores que alcanzan el momento de máximo esplendor a partir de 1914. Se caracterizan por su sólida formación intelectual y por ser decididos partidarios de los modelos europeos. Rechazan el sentimentalismo y se interesan por una literatura y un arte principalmente intelectuales. Escriben para minorías cultas y su género predilecto es el ensayo.

La novela novecentista contiene extensas reflexiones, casi más importantes que la trama, y en ella los autores experimentan nuevas técnicas narrativas. Uno de los nombres más destacados es el de Ramón Pérez de Ayala, cuyas obras se caracterizan por su inteligencia, su afilada ironía y su estilo paródico. Son novelas de ideas, en las que juega frecuentemente con el lenguaje. Entre ellas destacan Los trabajos de Urbano y Simona y Tigre Juan.

El otro gran autor de esta generación, Gabriel Miró, escribe una prosa cercana a la poesía (novela lírica), con bellas descripciones y un detenido análisis de las emociones. Sus obras más conocidas son Nuestro padre San Daniel y El obispo leproso.

El Ensayo en el Novecentismo

El ensayo es el género predilecto de esta generación, ya que es el más adecuado para la expresión de ideas. Sobresale el filósofo Ortega y Gasset, auténtico guía intelectual de esta generación y de la siguiente (la del 27). En La deshumanización del arte reclama un arte que se aparte de lo humano y se centre en lo puramente intelectual, mientras que en La rebelión de las masas defiende que la sociedad debe ser dirigida por una escogida minoría. Otros grandes ensayistas del momento son Gregorio Marañón, Manuel Azaña y Salvador de Madariaga.

El Teatro y la Poesía en el Novecentismo

En el teatro, la figura más destacada es Jacinto Benavente, autor que critica en sus obras las convenciones burguesas, al mismo tiempo que halaga los gustos del público burgués, que es el que llenaba los teatros. Entre sus obras podemos citar Los intereses creados.

En cuanto a la poesía, la figura más representativa es Juan Ramón Jiménez, uno de los mayores poetas españoles del siglo XX. Sus inicios fueron modernistas, muy influidos por Rubén Darío, pero pronto tomó un camino propio, buscando una poesía esencial, la «poesía pura». En 1916 publicó su Diario de un poeta recién casado, una obra que influyó mucho a los poetas posteriores (fue muy admirado por los del 27). Poco a poco, su poesía fue despojándose de lo sensorial y de la anécdota y abordando temas metafísicos (belleza, eternidad, Dios). En 1956 recibió el Premio Nobel de Literatura.