Poesía oral: El analfabetismo generalizado durante la Edad Media produjo un auge de la literatura oral frente a la escrita. Muchas manifestaciones literarias más antiguas en las lenguas peninsulares fueron orales. Si aún conocemos estos textos es por haber sido transcritos posteriormente por poetas cultos o por eruditos. Para el recuerdo y transmisión de estas obras literarias, se utilizaron recursos como el apoyo rítmico en la música (eran textos cantados) y en múltiples repeticiones (paralelismos, estribillos, etc.).
En la lírica, las jarchas son los poemas más antiguos de los que tenemos constancia (hacia el siglo XI). Son poemas muy breves, mozárabe, que conocemos gracias a su aparición en las moaxajas (unos poemas cultos en árabe). Las jarchas están mayoritariamente en voz femenina y suelen presentar tema amoroso.
En el oeste de la Península se extendíó el dialecto galaico-portugués. En esta lengua aparecerán unos poemas llamados cantigas de amigo(siglos XII-XIII). Con una estructura paralela, una voz también femenina suele mostrar su tristeza por la ausencia del amado. Los villancicos son la manifestación lírica de la poesía en castellano. Aunque en general los textos conocidos son más tardíos que en otras lenguas (siglos XIV-XV), su importancia en grande por su número y calidad. A veces presentan estribillos y elementos simbólicos, y su variedad temática es considerable: el amor, el trabajo, las fiestas y, en general, cualquier asunto de la vida cotidiana.
La narrativa también encontró un cauce expresivo en la oralidad a través de los poemas llamados cantares de gesta.
Se conservan muy pocos textos de este tipo en España, suponen una manifestación especialmente expresiva de su época (especialmente entre los siglos XII y XIV). Los cantares de gesta son poemas narrativos que relatan las hazañas de un héroe o un acontecimiento extraordinario. La presencia de lo bélico supone que se consideren textos épicos.
No se sabe nada sobre los autores de estos textos, que son anónimos. Es posible que en algún caso fueran monjes, pero en otros debieron de ser los propios juglares. Quizá tomando antiguas leyendas, fueron ampliando los textos hasta conformar los poemas completos. Estos poemas, en verso largo, estaban formados por tiradas con una sola rima, asonante.
El Cantar de mio Cides el cantar de gesta más importante. Compuesto a partir de las leyendas que surgieron tras la muerte de Rodrigo Díaz de Vivar, el poema (del Siglo XII o XIII) relata en tres partes la recuperación de la honra por su protagonista, conocido también como Cid. Esas tres partes o cantares son: Cantar del destierro. El Cid es desterrado de Castilla (aunque el comienzo del poema se ha perdido, su destierro se debe, según la leyenda, a haber obligado al rey de Castilla a jurar que no ha tenido que ver en la muerte, asesinado, de su hermano), y junto con un grupo creciente de hombres, viaja hacia tierras de los musulmanes hasta conquistar Valencia. Cantar de las bodas. Tras su victoria y por los muchos regalos enviados al rey Alfonso, el Cid recupera la honra, lo que le permite reunirse con su mujer y sus hijas. Estas se casarán con los condes de Carrión, unos nobles leoneses. Cantar de la afrenta de Corpes. Los condes quedan en evidencia por su cobardía. Rencorosos, acabarán maltratando y abandonando a sus esposas en el robledal de Corpes. El Cid conseguirá vengarse y casar de nuevo a sus hijas, esta vez con los infantes de Navarra y Aragón, recuperando de nuevo su honra.
El Cantar de mio Cid es un poema extenso, compuesto por uno o varios juglares. Su métrica, con tiradas monorrimas asonantes, es irregular en cuanto a la medida de los versos. Es frecuente la presencia de epítetos épicos –expresiones elogiosas que describen a los personajes y repetidas numerosas veces- y un lenguaje austero, pero de gran expresividad.
Entre la lírica y la épica, los romances, un tipo de poema caracterizado por su métrica (tiradas indefinidas de versos octosílabos con rima asonante en los pares), tuvieron una gran importancia al menos desde el Siglo XV. Una teoría defiende su aparición a partir de los cantares de gesta, con los que a veces coinciden en los temas. Con un estilo sencillo y finales a menudo abruptos, algunos romances se encuentran entre los poemas más importantes y representativos de la literatura en castellano (“Romance del conde Arnaldos”, por ejemplo), hasta el punto de ser imitados desde el Siglo XVI por poetas cultos (el romancero nuevo).
Poesía culta: En el Siglo XIII, el alejamiento progresivo de los autores hacia el latín, la necesidad de llegar al pueblo y el impulso por parte del poder político de las lenguas vernáculas favorecieron el desarrollo de la poesía en estas lenguas.
En castellano, la aparición de la poesía culta se produce en el Siglo XIII en torno a una serie de textos narrativos caracterizados por una métrica especial: el uso de la cuaderna vía (estrofas de cuatro versos monorrimos). Este tipo de poesía, compuesto por personas cultas, ha sido denominado mester de clerecía.
Entre sus carácterísticas principales, además de la métrica, está la presencia de fuentes escritas.
El galaico-portugués recibíó una gran influencia de la poesía trovadoresca provenzal, como en las “Cantigas de amor”, primeras manifestaciones líricas cultas en la península.
El Libro de Alexandre, que contaba la vida de Alejandro Magno, y el Libro de Apolonio, ambos del Siglo XIII, son dos manifestaciones de gran importancia. Sin embargo, será la figura de Gonzalo de Berceo, un monje de San Millán de la Cogolla, la más importante. En la primera mitad del Siglo XIII, compuso diversas obras en cuaderna vía de asunto. Sus Milagros de Nuestra Señora es considerada su obra maestra.
En el Siglo XIV, el mester de clerecía evoluciona gracias a la figura de Juan Ruiz, arcipreste de Hita. Su obra, el Libro de buen amor, se considera una de las obras maestras de la literatura española. Su hilo argumental se centra en las experiencias amorosas del narrador, principalmente fracasadas hasta la aparición de don Amor, que le aconseja. El autor manifiesta que el sentido de su obra es alertar en contra del “mal amor” –el lujurioso o carnal-, frente al “buen amor” –el religioso. En cuanto a la métrica, Juan Ruiz innova modificando en ocasiones la medida de la cuaderna vía hacia versos de 16 sílabas y utilizando a veces otras formas métricas, más adecuadas para la lírica.
La decadencia del mester de clerecía y el cada vez mayor prestigio del castellano frente al gallego para tratar asuntos líricos, ocasiona que desde finales del Siglo XIV y especialmente en el XV haya un abundante número de poemas influidos por el estilo trovadoresco. Son poemas de tema amoroso (amor cortés), caracterizados por un estilo complejo, culto y conceptista con un uso frecuente de la alegoría. Estos poemas se reunieron en diversos libros, llamados “cancioneros”. A través de estas antologías se dieron a conocer diversos poetas de notable importancia, como el Marqués de Santillana y, sobre todo, Jorge Manrique.
Manrique destaca especialmente por su obra maestra: las “Coplas por la muerte de su padre”.
Se trata de una elegía fúnebre, ya que toma como excusa el fallecimiento de su padre, Rodrigo Manrique. El poema se compone por coplas de pie quebrado. Suele considerarse que las “Coplas” siguen una estructura en tres partes; tempus fugit; la segunda ejemplifica ese asunto con ubí sunt; la tercera, se centra ya en el tema de la muerte del padre. Manrique crea uno de los poemas culminantes de la poesía española con un lenguaje sereno, sentencioso y más sencillo de lo habitual en la poesía culta del Siglo XV
Histórica y narrativa:
El máximo impulsor de la prosa literaria en castellano fue el rey Alfonso X, conocido como el Sabio. Alfonso X observó la utilidad que podía tener el desarrollo del castellano para la unidad de su reino, así que favorecíó la traducción de obras procedentes del latín, el árabe y el hebreo. En estas obras, de temática muy diversa, el rey se encargaba de dirigir los trabajos y unificar el estilo. Su importancia es grande para la historia del español, que avanzó enormemente en ese periodo. Entre las obras más significativas están las históricas Estoria de España y General Estoria, donde se utilizan fuentes literarias con pretensión de credibilidad.
Ya en el Siglo XIV, el infante don Juan Manuel, destacó gracias a su obra El conde Lucanor.
En el caso de El conde Lucanor, don Juan Manuel dirige su obra claramente al mundo de los nobles, cuyos problemas son representados por los del conde. Los cuentos o ejemplos se estructuran de una manera muy sencilla: el conde Lucanor manifiesta a su criado Patronio un problema determinado; Patronio cuenta una historia en relación con ese caso; posteriormente se sigue una moraleja de esa historia, donde se esconde brevemente la enseñanza. Don Juan Manuel utiliza un estilo mucho más personal que el de los autores anteriores en castellano, tanto que incluso desea controlar las copias de su propia obra.
Desde el Siglo XIV, con El caballero Zifar, se fue extendiendo en castellano el género caballeresco, que ya tenía una tradición importante en otras literaturas europeas a partir, del ciclo artúrico. Los libros de caballerías estaban protagonizados por un héroe más refinado que el de los cantares de gesta. Además de sus hazañas bélicas, destacaba por su tono cortés y educado y su amor siempre fiel a su dama. Estos libros solían recoger un gran número de aventuras intercambiables y una psicología pobre en los personajes. Su éxito como género fue especialmente notable en la primera mitad del Siglo XVI. Sin embargo, sus obra más sobresalientes aparecieron a finales de la Edad Media: son Tirante el Blanco, del autor valenciano Joanot Martorell, y Amadís de Gaula, que tuvo varias versiones hasta la definitiva de Garci Rodríguez de Montalvo, que fue un auténtico “best seller” en toda Europa y despertó la moda caballeresca del Siglo XVI.
El género caballeresco fue paralelo al éxito, en el Siglo XV, de la llamada novela sentimental.
En esta, a menudo impregnada de las alegorías típicas de su siglo, el asunto es principalmente amoroso. Un caballero enamorado pretende a su dama, generalmente esquiva como es tópico en el amor cortés. Algunos de estos libros incluían partes epistolares y finales trágicos. La más destacada de estas obras fue la Cárcel de amor, de Diego de San Pedro.
Este texto pertenece a La Celestina, escrita por Fernando de Rojas. La primera edición de la obra se publicó en 1499 mediante el título de Comedia de Calisto y Melibea, conténía 16 actos y no se conocía el autor. Posteriormente, en 1502 se publicó otra edición con el título de Tragicomedia de Calisto y Melibea con 21 actos, es decir, con 5 actos más. Gracias al poema acróstico que poseía esta edición, se pudo conocer al autor. Cada primera letra de cada verso formaba el nombre de Fernando de Rojas. Es una obra dialogada y tatral, en la que no hay un narrador. Es muy difícil representarla debido a su extensión, por ello hay gente que ha relacionado esta obra con otro género, el narrativo. En la actualidad, esta obra se considera de género dramático, es una obra que fue escrita para realizar lecturas dramatizadas. En la Edad Media el teatro no era muy popular, solo conocemos el Auto de Los Reyes Magos del Siglo XII. Sin embargo, a partir del Siglo XV, el teatro humanístico se fue desarrollando cada vez más. Con ello, este género empieza a ser más popular.
La Celestina es una obra muy importante en la literatura española, mucha gente considera que si no hubiera existido Cervantes, La Celestina sería la más importante. Es importante debido a verios factores, como el desarrollo de los personajes. Los personajes se mueven por sus pasiones, deseos, amor… Además, muchos de ellos van evolucionando en el transcurso de la obra, esto se puede observar en Melibea. La intención de la obra es sore todo moral, puede observarse una parodia del amor cortés. En cuanto a los registros, se pueden observar el registro popular y el culto. El registro popular emplea refranes y expresiones vulgares, el registro culto es latinizante.
Esta obra tiene relación con algunas obras tales como Libro de Buen Amor (Juan Ruiz) o Amadís de Gaula (Rodríguez de Montalvo). En el primero hay un personaje similar a La Celestina, Trotaconventos. Mientras que en el segundo hay una relación de amor parecida a la de Calisto y Melibea, la de Amadís y Oriana.
En cuanto a la posición del fragmento, se puede encontrar en la mitad de la obra, sobre el acto 12. El texto muestra como una vez pagada, Celestina no quiere dar la parte correspondiente a Pármeno y Sempronio. Con lo cual, los criados la matan.