la imagen que observamos hace referencia a la mezquita de córdoba, de estilo hispanomusulmán. Concretamente, se enclava dentro del arte califal aunque se inició una vez establecido el emirato independiente de córdoba (s. Viii). Fue abd-al-rahman i quien compró el solar y la antigua iglesia visigoda de san Vicente, de la que se reaprovecharon algunos elementos. Este emir, ordenó la construcción de una sala de oraciones de once naves y doce tramos, separadas todas ellas por columnas, como es habitual en las mezquitas hipóstilas. En este caso se emplearon las columnas de la antigua edificación aunque presentaban un problema, su escasa altura, por lo que se tuvo que recurrir a un nuevo sistema: la superposición de arcos. En la parte superior se disponen arcos de medio punto y en la parte inferior arcos de herradura de tradición visigoda. Pero uno de los aspectos más representativos de esta mezquita son las dovelas que conforman los arcos, en las que se alternan el ladrillo y la piedra, carácterístico de la arquitectura romana como lo muestra el puente de los milagros de mérida. Por lo tanto, a través de este sistema se halló tanto un recurso funcional como estético. Durante el emirato de abd- al- rahman ii, la sala de oraciones se amplió ocho tramos más, y con muhammad i se construyó la puerta de san esteban, formada por un arco de herradura insertado en un alfiz. Con el establecimiento del califato de córdoba por parte de abd- al – rahman iii, el territorio lograba su independencia política y religiosa. Fue entonces cuando se construyó el alminar o minarete de la mezquita. Esta torre era empleada por el almuédano para llamar a la oración a toda la comunidad. Actualmente los escasos restos están ocultos tras la torre-campanario de la catedral de córdoba. La tercera ampliación se produjo durante el gobierno de al-hakam ii, quien ordenó la construcción de once tramos, así como del mirhab y la macsura. El mirhab se encuentra profusamente decorado con mosaicos en los que se representan atauriques, formas geométricas e, inclusive, caligrafía árabe. Su interior, y como suele ser habitual en el arte islámico, está cubierto por una cúpula gallonada también decorada y a través de la cual se pretende dignificar dicho espacio, puesto que simboliza el lugar que ocupaba Mahoma en las oraciones. La macsura de córdoba está cercada por arcos entrecruzados y polilobulados. Ambos espacios, es decir, mirhab y macsura se dispusieron siguiendo el eje de simetría con la puerta de acceso. La última ampliación se llevó a cabo durante el gobierno de al- manzor, quien logró establecerse en el poder mediante un Golpe de Estado. En este caso, y a diferencia del resto de ampliaciones, las naves tuvieron que disponerse hacia el este, ante la cercanía del río guadalquivir. Con la incorporación de estas ocho naves, el mihrab y la macsura quedaron desplazadas hacia un lado. En lo que respecta al sistema de sustentación, se continuó empleando la superposición de arcos, pero en este caso las dovelas fueron realizadas en piedra y policromadas posteriormente para darles el aspecto de ladrillo. Es por ello que de todas las reformas está es la que menos valor artístico tiene. Los muros de la mezquita se rematan con almenas rizadas de origen sirio. La mezquita de córdoba fue construida con materiales perecederos tales como: la madera, el ladrillo o el yeso, a través de los cuales se manifiesta la ausencia de la durabilidad y que no sólo hallamos aquí, sino que es general en el arte islámico. Con esta ausencia, los musulmanes pretendían incidir en la idea que lo eterno y único sólo se encuentra en Dios y sus creaciones, frente al devenir y al cambio al que está expuesto el mundo exterior.
otro de los aspectos que caracteriza a la arquitectura islámica en general, y que es patente en la obra que nos ocupa, es el dominio de las estructuras adinteladas y el uso de arcos diversos procedentes de las culturas sometidas, tal es el caso del arco de herradura de tradición visigoda. Por último, cabe resaltar la simplicidad y austeridad de los espacios externos que contrastan con el cuidado que se le otorga a los interiores, aunque éstos carecen de representaciones figurativas debido a que nos encontramos ante un arte anicónico, sobre todo en lo referente a los espacios religiosos. La decoración que se emplea en la mezquita se reduce a elementos vegetales, geométricos y al uso de caligrafía. éste último constituye uno de los elementos de mayor expresividad dentro del arte islámico. Estos motivos fueron empleados por los artistas árabes, con el fin de incidir en la misma idea anteriormente citada y dar la sensación de evanescencia, de un espacio irreal que en cualquier momento puede desaparecer. El arte visigodo y romano se convirtió en el sustrato artístico del arte hispanomusulmán, puesto que a la entrada de los árabes a la península, fueron las manifestaciones artísticas de estos pueblos las que acabaron influyendo en los nuevos pobladores. A partir de entonces, todo el territorio ocupado por los árabes recibíó el nombre de Al-Ándalus, convirtiéndose en una provincia más del Imperio islámico. Sin embargo, el arte hispanomusulmán no se consolidó hasta el establecimiento del emirato independiente de córdoba, alcanzando su esplendor durante la época del califato. La mezquita es la tipología arquitectónica más importante del arte islámico, y en el caso de la mezquita hipóstila es la única que no responde a influencias externas. Concretamente reproduce en planta la casa del profeta, por lo que se organiza en dos espacios, el patio o shan y la sala de oraciones o haram. Aparte de ésta, con el tiempo se desarrollaron nuevas plantas como la iwan o la mezquita centralizada. Cabe señalar que el musulmán no requiere de ningún espacio para realizar sus cinco oraciones al día establecidas por el profeta Mahoma, y que constituye uno de sus preceptos, tan sólo debe dirigirse hacia la meca. Sin embargo, cuando Mahoma establecíó la obligación de orar colectivamente los viernes fue cuando se buscó un nuevo espacio para albergar a todos los fieles. A diferencia de otras culturas, la mezquita no puede concebirse como un templo religioso porque no alberga divinidad alguna, sino es más bien una sala de oraciones.