La industria en España es el resultado de un proceso que se realiza en tres etapas, en cada una de
ellas la estructura industrial está definida por las fuerzas productivas, la división del trabajo, el
modo de acumulación, el modo de regulación y la posición en el sistema mundial. El paso de una
etapa a otra se produce por el cambio en estos elementos. Durante estas etapas se van creando los
espacios industriales y con ellos se van acentuando los desequilibrios regionales, uno de los
principales problemas.El proceso de industrialización se inicia en España con cierto retraso en
relación a los países de
Europa Noroccidental, por lo que España se incluye en los llamados países de desarrollo tardío.
– La primera etapa es desde mediados del XIX a mediados del XX, supone el ascenso de los
focos industriales catalán y vasco, seguidos por el de Madrid, todo ello en un contexto de
hegemonía agraria.
– La segunda etapa (1959-1975) significa la consolidación del sistema industrial, el crecimiento
y la transnacionalización. En este período se producen dos tipos de transformaciones:
El Plan de Estabilización (1959) produjo una liberalización interna y una apertura de la
economía española al exterior hasta incorporarla a la economía mundial en rápida expansión
en esos años. El desarrollo industrial impulsó la desagrarización de la economía, el PIB
aumentó y actuó también como motor de transformaciones sociales y territoriales. Las
consecuencias fueron un intenso movimiento urbanizador, la modificación de las estructuras
y las pautas de localización industrial y una profundización de las desigualdades regionales.
Los factores de este impulso industrial fueron la incorporación de España a la economía
mundial en una fase expansiva (energía barata, abundantes remesas de capital, facilidad para
la importación de bienes de equipo y tecnología…); España ofrecía a las multinacionales un
mercado interno en expansión, costes de producción y conflictividad laboral reducidos…, las
inversiones tuvieron importancia no sólo por la cantidad sino también porque se concentraron
en los sectores de mayor rentabilidad. De este modo se consolida la posición semiperiférica
de España. Otro factor importante fue el capital nacional que eleva su inversión en la
industria aprovechando la coyuntura favorable, el INI ejerció una importante función de
soporte al hacerse cargo de los sectores de cabecera y menos rentables.
El crecimiento industrial originó una modificación de las estructuras productivas
tradicionales: sustitución de la importación de los bienes simples de consumo por productos
semielaborados, bienes de equipo y artículos de consumo duraderos de mayor valor añadido.
Al mismo tiempo se elevó la productividad más que el número de empleos y aumentó
también el tamaño medio de la industria. En las exportaciones aumentaron las de bienes
manufacturados y descendieron las de productos agrarios o mineros.
Pero algunas limitaciones y deficiencias siguieron presentes, tal es el caso del elevado
componente de trabajo, el gran endeudamiento y la escasa autofinanciación, la pervivencia de
situaciones oligopólicas en ciertas ramas que limitan la competencia y la creciente
dependencia tecnológica.
– La tercera etapa (a partir de 1975) se produce a partir de la crisis económica y la
reestructuración industrial. A partir de 1975 se quiebra el proceso de crecimiento acelerado y
se inicia un período de intensos y rápidos cambios en las estructuras productivas al que se ha
llamado crisis. Esta nueva etapa de capitalismo transnacional se ha identificado con la
Tercera Revolución Industrial.
En cuanto a los tipos de industria y la localización hay que señalar que el rápido crecimiento
industrial favoreció la concentración de los recursos productivos y por tanto de la población en
grandes aglomeraciones urbano-industriales. La política territorial desde mediados del XX para
reducir los desequilibrios interregionales tuvo poca eficacia (Polos de Promoción y Desarrollo
Industrial), los valores industriales regionales más elevados continuaron siendo los litorales y
Madrid, este proceso de polarización conlleva unas externalidades negativas que producen un
desplazamiento industrial en ejes a lo largo de las principales carreteras y esta difusión se
combina a veces con otra de carácter jerárquico en ciudades medias. En el decenio 65-75 se
consolidan una serie de ejes: los tres dominantes (País Vasco, Madrid y Barcelona) afectados por
la disminución de su anterior dinamismo, y unos ejes litorales e interiores, además de diversos
enclaves aislados de desigual crecimiento.
Las transformaciones recientes de la industria están determinadas por las características de la
tercera etapa de desarrollo industrial que constituyen los principales problemas actuales que son
el aumento de la tasa de desempleo, el descenso de la aportación de las actividades industriales al
PIB por el rápido avance del sector terciario, y el aumento de la productividad por trabajador (por
la sustitución progresiva de trabajo por capital). Las causas son el agravamiento de las
contradicciones internas del sistema productivo con la crisis internacional; el aumento de la
competencia para algunas manufacturas españolas ante la emergencia de nuevos países
industriales en el Tercer Mundo (nuevas estrategias locacionales de las multinacionales); la gran
importancia de sectores tales como la siderurgia, la construcción naval, el textil… que acentúan la
intensidad de los procesos de reconversión y las pérdidas de emp leo; la escasa competitividad
agravada por deficientes estructuras empresariales y la fuerte dependencia de la financiación
exterior; la elevación de los costes; las circunstancias político-sociales desde 1975 que aumentan
la incertidumbre del empresariado y desciende la inversión; y, por último, el rápido proceso de
innovación tecnológica. El resultado es el agravamiento de la situación de los sectores tradicionales
frente a una evolución
más favorable de los sectores químico, electrónico, de artes gráficas…, la crisis de la gran fábrica
paralela a la ruptura de la tendencia concentradora a favor de la descentralización, y el aumento
de la dependencia tecnológica. Se trata, en definitiva, de una nueva fase de desarrollo capitalista
caracterizada por la revolución tecnológica, la reestructuración productiva, la crisis del Estado del
Bienestar y del sindicalismo, la descentralización, y una nueva división internacional e
interurbana del trabajo.