Introducción
La lucha contra los musulmanes forjó un conjunto fragmentado de reinos cristianos que compitieron entre sí por el dominio peninsular. Experimentaron un proceso de unificación y disgregación que, a principios del siglo XIII, dio lugar a la Corona de Castilla, el Reino de Navarra, la Corona de Aragón y el Reino de Portugal. Este proceso se divide en dos partes, separadas por el año 1031, fecha de la descomposición del Califato de Córdoba. A partir de entonces, los reinos cristianos tomaron la iniciativa política y militar, lo que resultó en la aparición de diferentes reinos que, desde el siglo XI, se vieron inmersos en un complejo proceso de feudalización con ritmos distintos, sentando las bases del territorio español actual.
Desarrollo
El Inicio de los Reinos Occidentales
Los musulmanes nunca controlaron plenamente la Cordillera Cantábrica. Nobles visigodos, huyendo del dominio islámico, se refugiaron entre los pueblos de estas montañas. Uno de ellos, Pelayo, derrotó a los musulmanes en Covadonga en el 722, fecha tradicionalmente considerada como el inicio de la Reconquista. Sus sucesores, liderados por Alfonso I, crearon el Reino de Asturias, que se extendió hacia Galicia y el alto Ebro, creando una “tierra de nadie” entre el Duero y la Cordillera Cantábrica. Esta zona fue colonizada y conquistada en tiempos de Alfonso III, quien también fortificó la frontera oriental, que más tarde se convertiría en el Condado de Castilla. Este condado logró independizarse en la segunda mitad del siglo X y se convirtió en reino en el siglo XI. Mientras tanto, el Reino de Asturias pasó a llamarse Reino de León al trasladar la capital de Oviedo a esta ciudad.
En estos primeros años, la política del reino asturleonés fue de mera supervivencia. Gracias al papel de los mozárabes provenientes de Al-Andalus y al de la Iglesia, surgió la idea de la Reconquista.
La Creación de los Reinos y Condados Orientales
Carlomagno, emperador franco, estableció la Marca Hispánica, una franja protectora fortificada al sur de los Pirineos, dividida en condados gobernados por condes que dependían del emperador, para proteger sus dominios de los musulmanes.
A principios del siglo IX, navarros y aragoneses se independizaron de los francos. Hacia el 817, apareció el Condado de Aragón, y en el 830, se expulsó a los gobernadores francos de tierras navarras, creando el Reino de Pamplona, núcleo del futuro Reino de Navarra.
El dominio carolingio en tierras catalanas fue más duradero, pero a finales del siglo IX, el conde Wifredo el Velloso logró que sus cargos y posesiones fueran hereditarios. A finales del siglo X, el conde Borrell II de Barcelona se negó a renovar el juramento de fidelidad al rey franco, dando origen a los Condados Catalanes, siendo el de Barcelona el más extenso y poderoso.
Durante el siglo X, el Reino de Navarra se desarrolló al dominar Aragón e intervenir en Castilla y León. Su rey, Sancho III, incorporó Castilla y los condados de Sobrarbe y Ribagorza, ocupó León e influenció a los Condados Catalanes. A su muerte, dividió su herencia entre sus hijos, reservando la supremacía para García (Navarra), quien recibió el título de rey. Sus hermanos, Ramiro (Aragón), Fernando (Castilla) y Gonzalo (Sobrarbe y Ribagorza), dependerían de él. La supremacía de García fue disputada por sus hermanos, lo que llevó a una guerra civil en la que Fernando I de Castilla ocupó León, mientras que Ramiro I de Aragón ocupó Sobrarbe y Ribagorza, uniéndose a Navarra en 1076.
Los Inicios de la Expansión Territorial
Con la descomposición del Califato de Córdoba en 1031, los reinos cristianos iniciaron una fuerte expansión territorial hacia el sur. Inicialmente, los reyes taifas intentaron comprar la paz mediante el pago de parias, pero estos ingresos fortalecieron a los reyes cristianos, permitiéndoles la conquista de Al-Andalus.
Los reinos cristianos occidentales (Castilla y León) ocuparon el valle del Tajo, mientras que los orientales (Navarra, Aragón y los Condados Catalanes) hicieron lo mismo con el valle del Ebro.
Alfonso VI de Castilla conquistó Toledo en 1085, plaza que conservó pese a la reacción almorávide. Alfonso VII consolidó la frontera del Tajo, aunque a su muerte, Castilla y León se separaron. Alfonso VIII de Castilla, en Alarcos (1195), frenó temporalmente el avance cristiano frente a los almohades. En la batalla de las Navas de Tolosa (1212), los almohades fueron derrotados, abriendo el camino hacia el valle del Guadalquivir y la fachada mediterránea.
En la zona oriental, Alfonso I frenó a los almorávides y conquistó Zaragoza en 1118. Los Condados Catalanes, gobernados por Ramón Berenguer IV, ocuparon Tortosa y Lérida a mediados del siglo XII.
La muerte de Alfonso I provocó una crisis sucesoria en Aragón, que se solucionó con la separación definitiva de Navarra y Aragón en 1134 y el nacimiento de la Corona de Aragón en 1137 con el enlace de Petronila, hija de Ramiro II, y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona. Así nació un reino de base dinástica donde cada territorio mantenía sus leyes, instituciones, lengua y costumbres.
La Expansión Territorial del Siglo XIII
A partir del siglo XIII, los reinos de Portugal (independiente desde 1128), Castilla y León, y la Corona de Aragón protagonizaron una expansión que redujo Al-Andalus al Reino de Granada, gobernado por la dinastía nazarí, finalmente conquistado en 1492 por los Reyes Católicos.
Esta expansión militar se originó en la victoria de las Navas de Tolosa (1212), que abrió el camino de los reinos occidentales hacia el valle del Guadalquivir. En 1239, Portugal finalizó su reconquista al ocupar Faro. Castilla, con Fernando III el Santo, quien unificó definitivamente a leoneses y castellanos, consolidó la presencia castellana en Extremadura con la conquista de Badajoz (1230), dominó el valle del Guadalquivir con la conquista de Córdoba (1236) y Sevilla (1248), y en su avance hacia el Mediterráneo, conquistó Murcia (1243). Aragón y Castilla establecieron pactos para fijar sus fronteras y zonas de influencia, siendo el definitivo el de Almizra (1244), que fijó la frontera entre ambos reinos en Murcia.
Alfonso X conquistó Cádiz y Niebla. A finales del siglo XIII, con la conquista de Algeciras, Castilla controló el Estrecho de Gibraltar. Solo quedaba por conquistar el Reino de Granada, lo que ocurrió en 1492, finalizando la Reconquista.
A principios del siglo XIII, la Corona de Aragón renunció a su dominio en el sur de Francia y orientó su expansionismo hacia el Mediterráneo y Al-Andalus. Jaime I el Conquistador tomó las Baleares, Valencia y Denia entre 1229 y 1245. La expansión mediterránea se completó con las conquistas de Sicilia (finales del siglo XIII), Cerdeña (principios del siglo XIV) y Nápoles (siglo XV).
Conclusiones
La Reconquista implicó la ocupación de tierras por campesinos, ya sea deshabitadas tras la conquista musulmana o conquistadas a Al-Andalus. Las repoblaciones fueron de varios tipos:
- Siglos VIII-X: Repoblación señorial y de presura, que dio lugar a comunidades libres, sobre todo en Castilla.
- Siglos XI-XII: Repoblación concejil, basada en la concesión de privilegios a los concejos y su alfoz a cambio de la defensa del territorio.
- Siglo XIII: Repoblación señorial (nobles y órdenes militares), que dio lugar a grandes latifundios en la meseta y el valle del Guadalquivir.
En Valencia, el valle del Ebro y Murcia (inicialmente), se permitió a los musulmanes (mudéjares) permanecer en el territorio, manteniendo su religión y costumbres. Otros musulmanes emigraron al Reino de Granada, mientras que otros se convirtieron al cristianismo (moriscos).
La repoblación dejó huellas en la organización del espacio, la estructura de la propiedad rural y la configuración de los núcleos de población, aún vigentes en la actualidad.
La Reconquista resultó en una diversidad política con núcleos independientes, pese a la lucha común contra los musulmanes. Este binomio unidad-diversidad, característico del medievo peninsular, se reforzó con la ocupación de Al-Andalus, marcando la historia de España hasta la actualidad, con la España de las autonomías como solución de compromiso, inexplicable sin esta herencia medieval.