Los Primitivos Flamencos: Los Hermanos Van Eyck, Roger Van der Weyden y El Bosco
Desde el siglo XIII, en las ciudades flamencas se producían hermosos tejidos de lana que se vendían por toda Europa, atrayendo a ellas grandes compañías de burgueses comerciales.
En el siglo XV, algunas de esas ciudades se convirtieron en sede de una extraordinaria escuela pictórica a caballo entre el último gótico y el Renacimiento. Aunque el historiador holandés Johan Huizinga decía que la pintura de los hermanos Van Eyck no era del Renacimiento sino la expresión más perfecta del espíritu medieval que existía en los Países Bajos durante el siglo XV, ya que Van Eyck refleja el realismo que reclamaba la burguesía afincada en las florecientes Brujas, Gante y Lovaina. A los pintores de esta escuela se les conoce como primitivos flamencos por su carácter de pioneros.
Características de sus pinturas:
- La mayoría son de pequeño tamaño, ya que se pintaban para decorar las viviendas de los burgueses y no para iglesias o palacios.
- Con frecuencia son trípticos (es decir, pintura sobre tabla), en las que las tablas laterales sirven de puertas a la tabla central y en su cara exterior se pinta con tonos grises.
- Sobre la tabla aplicaron una técnica revolucionaria, la técnica del óleo secante, que daba mucho brillo a los colores, siempre cálidos e intensos, y representaba los detalles con minuciosidad; el brillo de los objetos y las transparencias o veladuras.
- Une la tradición gótica con la sensibilidad renacentista, que consigue un enorme realismo en la presentación, tanto en objetos como en personas, que son auténticos retratos y además psicológicos.
- El paisaje está siempre en sus cuadros y aunque no conocen las reglas de la perspectiva, la representación de la tercera dimensión estaba muy conseguida, porque el óleo permite ir graduando la luz y el color. Incluso cuando la escena se desarrolla en un interior, el paisaje está presente a través de una puerta, ventana…
- Las escenas religiosas parecen escenas burguesas ya que los interiores y los personajes corresponden a la época. Por todo ello, estos pintores participan en el Renacimiento aunque conservan elementos góticos como la quietud de las figuras, los pliegues geométricos de la ropa, el predominio del detalle sobre el conjunto, la simbología, etc.
Los hermanos Van Eyck son los más importantes de la escuela.
Los Hermanos Van Eyck
En el Políptico del Cordero Místico, aparece la inscripción: “Huberto van Eyck”, que terminó su hermano Juan, pero nada sabemos de Huberto y su personalidad es un enigma; sin embargo, lo que conocemos de Juan van Eyck es que estuvo formándose en París al servicio del Conde de Holanda, que mandó hacer una colección de miniaturas, también pintó para la aristocracia y para la iglesia…; siendo ya un pintor consagrado, entra al servicio del duque de Borgoña, que lo envía como diplomático a varias misiones confidenciales. La más célebre lo desplaza a Portugal para retratar a la princesa Isabel. La pintura es remitida a Flandes para que conozca la apariencia de su novia, Van Eyck peregrina a Compostela, visita al rey de Castilla en Valladolid y al monarca nazarí en Granada. Abandona la península Ibérica y se establece en Brujas, donde realiza sus encargos y se convierte en uno de los artistas más grandes de todos los tiempos.
Entre sus obras destacan:
- Políptico del Cordero Místico, costeado por el regidor y su esposa, que figuran arrodillados en las puertas exteriores del retablo. Cuando las alas se abren en la parte superior aparece una magnífica imagen de Dios en el trono, flanqueado por la Virgen y el Bautista, Adán y Eva y dos coros de ángeles cantores y músicos; en el cuerpo bajo se despliega un desfile de reyes, caballeros, profetas, obispos y santos que se dirigen hacia el Cordero, símbolo eucarístico del sacrificio de Cristo que derrama su sangre en un cáliz. Este gran conjunto ofrece dos características que serán comunes en la producción posterior de Van Eyck: la composición simbólica y la minuciosidad de las telas, las joyas, el vidrio, los metales y las flores del paisaje, es decir, era un gran pintor de calidades.
- Su segunda obra fundamental es El matrimonio Arnolfini, un cuadro de interior que parece una pintura constructivista que representa el rito nupcial: Giovanni Arnolfini promete fidelidad a su esposa en la alcoba de su casa. Los dos hombres que se reflejan en el espejo del fondo son los testigos de la boda. La ceremonia del enlace se manifiesta en la única vela encendida que porta la lámpara de seis brazos que cuelga del techo, pues simboliza el cirio con el que el padrino alumbra al sacerdote durante el sacramento, también la lámpara junto a la estatuilla situada en el pomo de la cama, esa figura es la de Santa Margarita, que simboliza la unidad del matrimonio, y el perrito simboliza la fidelidad conyugal y el vientre abultado alude a la fertilidad.
En el siglo XVI, el cuadro vino a España hasta la invasión francesa. Es posible que Velázquez se inspirara en la solución ilusionista del espejo cuando pinta Las Meninas. Van Eyck fue un gran retratista, por el color rojo del turbante del cuadro en el que el retratado mira al espectador con mirada inquisitiva y que es de una profundidad psicológica y un realismo más propio ya del Renacimiento.
En obras sucesivas, Van Eyck crea un tipo de retrato religioso, en el que el cliente y los seres divinos entablan una conversación dentro de un espacio irreal. En la Virgen del canciller Rolin, el arte de Juan van Eyck fue admirado en toda Europa: el rey de Aragón, Alfonso V, envía a su pintor Luis Dalmau a Flandes para que aprenda la nueva técnica y estilo, que plasmará a su regreso en la Virgen dels Consellers. En Francia, el estilo flamenco es recogido por el pintor cortesano Jean Fouquet y en Portugal, por Nuño Gonçalves. En Italia, Filippo Lippi admira la invención de las “veladuras” o transparencias de color aplicadas en capas muy finas de óleo y los óptimos resultados que le proporcionaba este método al pintar sus Madonnas.
Roger Van der Weyden
El testigo de los Van Eyck iba a ser recogido en el siglo XV, por Van der Weyden, que fue el maestro más prestigioso de Flandes en los años centrales del siglo XV. Se especializó en la representación de dos temas dolorosos de la Virgen al pie del Calvario: El descendimiento de Cristo y La piedad. La iconografía del Descendimiento de Cristo expresa el desmayo de María al no controlar sus emociones. En las pinturas de la Piedad plasma la desolación de una madre mientras abraza el cadáver maltrecho del hijo, que yace sobre sus rodillas.
La escuela flamenca tendrá una brillante continuidad en el siglo XVI, ya en pleno Renacimiento, con pintores como El Bosco y Patinir.